Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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¿Tenemos derecho a organizarnos?

In Actualidad on 6 septiembre, 2008 at 18:43

Ante la aparición pública del Partido de los Comunistas, han surgido inmediatamente airadas voces contra este inaceptable atentado a la unidad anticolonialista. Se nos acusa, además de por el simple hecho de ser comunistas (que en el fondo parece ser que es lo que más les molesta), de haber dado este paso por nuestra cuenta y riesgo, sin pedirle permiso a nadie. Imperdonable osadía merecedora de la más implacable condena de los «unitarios».

Ante el desafinado coro de indignación, reproches y condenas, hemos tenido que plantearnos seriamente difíciles y comprometidas preguntas sobre nuestro derecho a la existencia. En primer lugar, ¿tenemos derecho a ser comunistas?

Algunos lo ponen abiertamente en duda. Ideología desfasada, dicen. Condenada por la historia, obsoleta, anticuada y superada por los recientes y portentosos avances de la Humanidad, tales como el neoliberalismo y la globalización, afirman con toda seriedad.

Esta gente, por lo visto, se cree todo lo que dice la tele. Han oído que tras la «caída del muro» se había acabado el comunismo, y ¡se lo han creído! Su espíritu fascista y anticomunista respiró aliviado y, desde entonces, animados por las deserciones de muchos comunistas europeos, durmieron a pierna suelta con un sueño profundo y reparador.

Lamentablemente se acaban de llevar una desagradable sorpresa. Contra todo pronóstico, resulta que ¡todavía quedan comunistas! «Nostálgicos» por supuesto. Sin ninguna posibilidad de actuación o de influencia social, desde luego. Pero no por ello menos molestos e inquietantes.

Por nuestra parte, hemos de decir que estos individuos todavía se llevarán algunos sustos. Mejor será que se vayan preparando para asimilar las malas noticias que les esperan.

La segunda duda existencial que nos asalta, después de escuchar toda clase de improperios y exabruptos sobre nuestro «divisionismo», es la de si tenemos derecho a organizarnos en un partido propio, diferenciado de los pequeñoburgueses socialdemócratas, anarcoecologistas y rojiverdes.

Ante esto, otros más modernos y civilizados, declaran, con abundante acompañamiento de aspavientos democráticos, que ¡faltaría más! cada cual puede pensar lo que quiera, pero…   siempre que no «vengan a dividir» el, como todo el mundo sabe, muy cohesionado y unido MLNC.

Lo mejor sería, nos sugieren amablemente, que nos limitáramos a crear una corriente de opinión, para no convertirnos en un «problema» para la unidad. Unidad que, por otra parte, deberán reconocer que nunca les ha preocupado demasiado ni se han desvivido por alcanzar -por eso hay media docena, al menos, de grupos y grupúsculos independentistas- pero de la que ahora se acuerdan para negarnos a los comunistas el derecho a tener nuestro propio partido, para desarrollar de forma autónoma nuestra propia estrategia política.

Pues sí, será mejor que comuniquen con Houston, porque tienen un problema.  Lo declaramos rotundamente, y sentimos mucho las molestias, no van a conseguir desarmarnos políticamente ni neutralizarnos, encerrándonos en una «corriente» dentro de uno de los muchos grupos pequeñoburgueses que conforman hoy el movimiento independentista. Y sí, se acabó la diversión, se terminó el diletantismo y la impunidad de los que alegremente se declaran «comunistas» y «revolucionarios» para hacer política reformista y electoralista.

Y, por último, ¿tenemos los comunistas derecho a opinar y expresarnos libremente sobre el problema de la unidad anticolonialista y la conformación del frente político contra el imperialismo borbónico? ¿Podemos hacer nuestro propio análisis de la división y el sectarismo todavía dominante y señalar lo que, a nuestro juicio, son las causas de esta situación? ¿Se nos está permitido criticar la falta de definición ideológica, la carencia de proyecto político, el enfoque exclusivamente electoralista y la indigna y patética rivalidad entre organizaciones que no tienen, objetivamente, ninguna diferencia ideológica?

Vamos a ver. Que todavía quede algún despistado por ahí que mantenga la teoría superada del leninismo, vale. Que se reunan de vez en cuando en su club nostálgico, bueno… ya se están pasando. Pero que se atrevan a opinar desde su «atalaya digital», arremetiendo contra todos con su «lenguaje arcáico y agresivo», ¡eso no se puede tolerar de ninguna manera!

Es muy comprensible la preocupación y la indignación de estos santos varones. Los comunistas destacamos, entre nuestros muchos defectos, por ser insoportablemente críticos. Criticamos el capitalismo, el colonialismo, el reformismo pequeñoburgués, las ilusiones en la falsa democracia burguesa parlamentaria, incluso nos criticamos continuamente a nosotros mismos. O sea, que no dejamos títere con cabeza.

Y otro de nuestros imperdonables vicios, no menos insoportable que el anterior, es que somos negados por  naturaleza para el disimulo y la hipocresía, y pretendemos siempre llamar a las cosas por su nombre. Al pan, pan, y al vino, vino. La verdad por delante, duela a quien duela, pese a quien pese. Ciertamente, un auténtico peligro.

Entendemos muy bien que, aunque no ofenden, las verdades molestan bastante. Pero somos incorregibles, siempre políticamente incorrectos, buscamos la verdad hasta debajo de las piedras, insaciables y avariciosos, porque estamos convencidos de que la verdad es revolucionaria.

De manera que más les vale a los anticomunistas que se vayan acostumbrando a nuestros análisis implacables y nuestras críticas irreverentes, porque nadie va a conseguir callarnos.

Aprovechamos, en cualquier caso, para recordar que si alguien cree que nos equivocamos, le quedaríamos muy agradecidos si nos hiciera llegar sus argumentos lógicos que refuten científicamente nuestras posiciones. Pero con insultos, groserías, chismorreos difamatorios y descalificaciones personales, expresados con una innegable carga de odio de clase, de mediocridad y de envidias, no lograrán detenernos.

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