Víctor Rodríguez Calderón
Es oportuno mostrar los lados del pensamiento martinico y el bolivariano, en ellos encontramos dos actitudes mentales totalmente antagónicas. Como toda individualidad grande y fuerte San Martín lucha en contra de su tiempo, en su tiempo, participando de él pero no queriéndolo modificar, de ahí que nada resulta más dramático que un espíritu como este que, en su lucha por la libertad y la justicia, se presto a engrandecer el monarquismo peruano argentino. Este libertador entendido como tal, yo lo describo como el «imperfecto jamás realizado» y mucho menos acercado al pensamiento de Bolívar, puesto que él siempre apostó a su causa y ella rechazaba íntegramente, ontológicamente, la presencia de la libertad, la justicia y la igualdad para su pueblo.
La historia nos muestra que cuando aparecieron en la vida política argentina las llamadas «terribles montoneras» (verdaderos movimientos revolucionarios), y que durante años habrían de mantener a la defensiva a los centros urbanos, cuales eran sus intenciones. Carlos Ibarguren, resalta la impresión que le causaron estos movimientos al famoso naturalista inglés Charles Darwin, quien dijo: «La visión que tengo al contemplar estas «montoneras» es salvaje; soldados negros y mestizos de siniestra catadura, envueltos en ponchos rojos, iban y venían; pelotones de indios, hombres y mujeres, pasaban cabalgando semidesnudos o agrupados bebían sangre fresca de las reses recién carneadas, entre suciedad y cuajarones…Las montoneras eran una bárbara caterva de milicias irregulares, compuestas de gauchos y de indios, que seguían fanáticos a sus caudillos, empujados por un odio tan delirante al gobierno de la capital (Buenos Aires) y sus ejércitos regulares que, dice el general Paz, sofocó hasta el noble entusiasmo de la independencia: nadie se acordaba de los ejércitos españoles que amagaban por diferentes puntos, y es seguro que les hubiera visto penetrar en nuestro territorio sin que se hubieran reconciliado los ánimos».
Pero lo que si es cierto que de todos esos factores de lucha, se origina la forma política que ellos adaptarían para imponer el predominio de sus aspiraciones fundamentales. El patriciado burgués de Buenos Aires, compactado por la comunidad de intereses, presentaba un frente unido y sus hombres destacados como lideres abogaban por las ideas autoritarias, capaces de impedir a las masas populares toda intervención en la constitución del Estado. La dirección política de la misma clase tenía su mejor instrumento en las organizaciones secretas, como era la Logia de Lautaro, órgano de lucha política transplantado de Europa al llamado Nuevo Mundo. Es así, que nada puede sorprendernos y de ahí que encontremos desde Rivadavia hasta San Martín, en su correspondencia, en sus conversaciones, en sus acciones, cumplir insistentemente las órdenes de los llamados «hermanos».
Esta Logia cumplía una función muy importante: establecer un puente entre las aspiraciones de las clases dominantes americanas y la diplomacia de las grandes potencias europeas.
Encontramos un escrito de Mitre donde deja la siguiente constancia histórica: «El doctor Valentín Gómez enviado argentino a París, ha entrado en negociaciones con el gobierno Francés para la coronación de un príncipe de la casa de Borbón- el duque de Luca- como soberano del Río de la Plata.
Francia se comprometía, por su parte, al manejo directo y darle otro destino a la expedición española que tenía como meta irse contra las Provincias Unidas y asegurar la aquiescencia de Portugal y la evacuación portuguesa de la Banda Oriental, mediante el casamiento del futuro rey con una princesa brasileña.
Vemos como el Congreso entonces, pasando por alto la constitución republicana jurada poco antes, sin hacer el menor esfuerzo por consultar a la opinión, sancionó este acuerdo en sesión secreta. Es el 12 de noviembre cuando autoriza a Gómez para que firme el tratado. De esta manera la expedición española se dispondría a operar contra México, Venezuela o la Nueva Granada, y aún para reforzar al gobierno del Perú, este acto constituía una enorme traición al programa revolucionario y una deserción a la Causa de América emprendida por el Libertador Simón Bolívar.
Únicamente las rivalidades de las casas reinantes europeas y la tremenda intervención de las masas populares argentinas, frustraron entonces la solución monárquica a los dirigentes de Buenos Aires a enfrentarse a las provincias que proclamaban su independencia de la capital porteña. La primera etapa de este drama se desató en la Banda Oriental, donde surgió el gran caudillo del Sur, Artigas, y donde el más grande de los generales monarquistas de Buenos Aires, Belgrano, fracasó en su empeño de someter a las «montoneras» a la autoridad centralista de la ciudad del Plata.
De ese pacto observamos como la clase privilegiada argentina quiso hacer un sistema definitivo y un pensamiento único, pero mas adelante vamos a ver también como se sentenciaron y el papel definitivo de San Martín como libertador.
Tenemos que aceptar las épocas y su historia, es verdad, ellas son una realidad, pero a veces encontramos individuos o historiadores que las convierten en mitos épicos, cómodos para utilizarlas como una divinidad cotidiana que se invoca para someter a los pueblos con imperativos cantos llenos de falsedades.
El fracaso de los centralistas de la ciudad del Plata repercutió ante el avance inesperado y rápido de las tropas realistas, que desde el Perú, marcharon hacia Montevideo y Buenos Aires, estrategia que obligó a los dirigentes porteños y a la Logia de Lautaro a tomar nuevas medidas, aplazando sus propios proyectos políticos de carácter interno, esto obligó a que se enviara a Belgrado a los frentes del Norte.
Pero Belgrado no pudo detener a los españoles y después de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, el gobierno de Buenos Aires se vio en la necesidad de reemplazarlo, no solo por sus fracasos militares, sino por su altiva independencia de carácter, que hacía de él un hombre reacio a someterse a la férrea disciplina que exigían los «hermanos» de la Logia.
La organización deseosa de dar el mando a un hombre que no presentara tales inconvenientes, recorre y estudia a sus líderes y decide designar para el cargo de general del ejército del Norte a don José de San Martín, militar de carácter reconcentrado, hosco y aparentemente falto de ambiciones. A la organización le pareció el mas hábil y apropiado para ejecutar las acciones que se venían encima, además era hombre de estricta obediencia para las ordenes que se impartirían desde Buenos Aires, lo cual constituía un requisito esencial.
No obstante mucho se equivocaban «los Hermanos» en su juicio sobre el carácter del general de San Martín; en su alma se alentaba una voluntad invencible, serena frialdad para apreciar las situaciones, se trataba de un genio militar indiscutible y una soberbia que no por disfrazada tras aparente humildad dejaba de constituir poderosa fuerza íntima, en la cual ardía un ambicioso ideal histórico, que no tardaría en colocarse, por derecho propio, a la cabeza del movimiento libertador nacido en las márgenes del Plata.
Fue cuidadoso e imparcial en su observación con respecto a la revolución argentina, lo que le permitió advertir que la política monarquista de la Logia de Lautaro había fracasado, no tanto por la incomprensión de las cortes de Europa como por la falta de una estructura social propicia para la misma en las provincias del Plata.
Las divisiones políticas, el carácter comercial y no aristocrático de la clase dominante de Buenos Aires y la tremenda insurrección popular, cuyos primeros síntomas ya comenzaban a presentarse, fueron factores que le llevaron a pensar en la necesidad de buscar en otras latitudes de América la base política necesaria para la implantación de una monarquía en el Nuevo Mundo. Instante que lo hace pensar insistentemente hacía el Perú, Chile y el Río de La Plata. Completamente convencido de la debilidad de la clase patricia de Buenos Aires para conservar la dirección de los acontecimientos, San Martín ve en la futura colaboración entre la aristocracia peruana y la alta clase comercial porteña, el mejor camino para contener la revolución de las «montoneras» y es entonces cuando piensa y deja para la historia lo siguiente:
«Creo-dijo San Martín- que es necesario que las constituciones que se den a los pueblos estén en armonía con su grado de instrucción, educación, hábito y género de vida, y que no se les deben dar las mejores leyes, pero si las más apropiadas a su carácter, manteniendo las barreras que separan las diferentes clases de la sociedad, para conservar la preponderancia de la clase instruida y que tiene que perder«.
Es así como se equivocan aquellos que pretenden juzgar sus operaciones militares con criterio puramente táctico e igualarlas en pensamiento al de Bolívar, sus movimientos, sus acciones y su formación ideológica están bajo un punto de vista conflictivo encubierto por una «irracionalidad falsa», totalmente diferente y como vemos presentan deficiencias en cuanto al sentido de liberación para la patria. Ellas sin lugar a dudas tienen hoy mas que nunca su explicación no en la incompetencia de quien las ejecutaba, sino en el espíritu que las generó, el cual, lejos de obedecer a un simple plan militar, perseguía una ambiciosa solución política: Obligar a la aristocracia peruana y a los españoles del Perú a pactar la independencia del continente, sobre la base de coronar príncipes españoles en América.
(…Continuará)
(*) El venezolano Víctor Rodríguez Calderón es politólogo, periodista, escritor, poeta, director de empresas y experto en Planeación de Organizaciones