Los trabajadores rusos hicieron temblar al mundo capitalista
El 7 de noviembre de 1917 los trabajadores rusos, organizados en Consejos (soviets) realizaron la mayor hazaña de la Historia. Una revolución que entregó el poder a sus verdaderos dueños: los obreros, campesinos y soldados.
El inicio del olaje revolucionario en la Rusia de 1917 viene dado, en gran parte por la primera guerra imperialista mundial, iniciada en 1914.
La participación rusa en esta guerra de conquista, bandidaje y robo imperialista agudiza las penurias del pueblo y evidencia el verdadero carácter de clase de los imperialistas y la naturaleza de la monarquía zarista. Es precisamente a partir de que el ejército zarista es derrotado en Polonia en 1915 (perdiendo miles de hombres, equipo y territorio) que se acrecienta el descontento de las masas rusas, que detonó en la Revolución de Febrero de 1917.
El 23 de Febrero de 1917, mientras se festejaba el Día Internacional de la Mujer, el pueblo ruso, cansado de la opresión del gobierno zarista, inicia la huelga general, lanzándose a la lucha revolucionaria y arriesgándose a enfrentar a los soldados del Zar. Millones de obreros, obreras y campesinos son los principales protagonistas de esta revolución, que se extendió hasta el 27 de Febrero.
Sin embargo, tras la insurrección de Febrero los socialdemócratas mencheviques y los socialistas revolucionarios (que eran la dirección mayoritaria de las masas y por lo tanto en los soviets recién resurgidos), entregan el poder a los liberales, que organizan el gobierno provisional e intentan frenar la lucha de las masas por libertad de prensa, jornadas de 8 horas, control y racionamiento ante la guerra, etc.
Mientras tanto, las masas obreras, campesinas y los soldados de tropa sólo respondían a los soviets. Así, junto al gobierno provisional (el gobierno de la burguesía liberal), surge y se mantienen los soviets y su propio poder, existiendo una situación de dualidad de poderes. Esta revolución, a pesar de que derribó al Zar, no logró poner la dirección del movimiento en manos de la vanguardia revolucionaria.
Es a partir de entonces que el partido bolchevique (comunista) tendría que afrontar la lucha por la dirección en los soviets, combatiendo políticamente a los mencheviques y los socialrevolucionarios. Estos defendían el carácter democrático burgués de la revolución para justificar su apoyo al gobierno de la burguesía, dejando el socialismo para un futuro indefinido.
El gobierno provisional, lejos de luchar contra la guerra, impulsa nuevas ofensivas en el frente de batalla y las masas ven más lejana la posibilidad de paz. La tierra sigue en manos de los terratenientes. El boicot de los patrones que sabotea la producción. Todo ello hace inevitable el estallido de la indignación popular, que se expresó en distintas movilizaciones de abril a junio: tomas de tierra, expropiación de ganado y cosechas por parte de los campesinos.
En las ciudades los comités de fábrica, los sindicatos y los comités de soldados fueron tomando en sus manos los principales problemas, desde el control obrero de las fábricas y la producción hasta el aprovisionamiento de la capital, así como la formación de milicias y guardias rojas. Al frente de todo estuvo el partido bolchevique, que fue ganando la mayoría.
El régimen de doble poder se va haciendo más inestable, pues los intereses de cada clase eran irreconciliables. Los sectores de vanguardia tienden a romper con los oportunistas como Kerensky (jefe del gobierno provisional), los socialistas revolucionarios y los mencheviques.
Son los bolcheviques quienes entonces organizan la manifestación del 10 de Junio al grito de: ¡Abajo los diez ministros capitalistas! y ¡Todo el poder a los Soviets! Los bolcheviques son los únicos que muestran que la solución a las demandas mas sentidas como son «paz, pan y tierra» solo pueden ser resueltas cuando los trabajadores tomen el poder.
En julio, como expresión del descontento con el gobierno, la vanguardia de los obreros y soldados con las armas en la mano vuelve a gritar: ¡Todo el poder a los soviets! Eran los momentos decisivos, que marcaban la consolidación del carácter socialista de la revolución.
Intentando aprovechar la impaciencia de la vanguardia, los liberales buscan decapitar la revolución, con una brutal represión durante las manifestaciones del 16 al 18 de julio.
La posición de los bolcheviques ocasionó todo el odio de la burguesía, que impulsó campañas de desprestigio y cacería de brujas en contra de los bolcheviques acusándolos de agentes alemanes, encarcelando dirigentes y decretando ilegal al partido, lo que lo llevó a la clandestinidad.
Aún en estas circunstancias los bolcheviques no dejan de organizarse para ponerse al frente de los obreros, soldados y marineros para reforzar la propaganda y reanimar a las milicias revolucionarias, logrando el apoyo de todas las guarniciones y regimientos, incluso ganando a cosacos que habían apoyado el intento de golpe de Estado del general Kornilov.
Después de la intentona de Kornilov y de su lamentable fracaso, las masas afluyen en tropel a los bolcheviques, y esta vez definitivamente.
La importancia de una vanguardia compacta aparece por primera vez con toda su fuerza durante las jornadas de Julio, cuando el partido evita, a un precio muy elevado, la derrota del proletariado y garantiza el porvenir de la revolución y el suyo propio.
Cuando el segundo congreso de todos los soviets se reúne el 25 de Octubre, los bolcheviques, que ya son la mayoría, habían iniciado la insurrección y le entregan el poder que ya está en sus manos: «El gobierno obrero y campesino creado por la revolución … y apoyado en los soviets de diputados obreros, soldados y campesinos propone a todos los pueblos beligerantes y a sus gobiernos entablar negociaciones para una paz justa y democrática … resuelve abolir la diplomacia secreta y … la publicación de los tratados secretos firmados hasta el 25 de Octubre de 1917. Queda abolida sin ninguna clase de indemnización, la propiedad territorial de la nobleza … el derecho de utilizar la tierra pertenece a todos los ciudadanos … que deseen trabajarla con sus propias manos…».
Por primera vez en la historia del movimiento obrero, en alianza con los campesinos, instauraba su régimen: un Estado del proletariado.
La clase obrera debería enfrentar la guerra civil contra la contrarrevolución burguesa apoyada por 14 ejércitos imperialistas, antes de poder afianzar su nuevo régimen y demostrar así al resto del mundo la fortaleza de la revolución proletaria.
Independientemente de los errores y desviaciones posteriores, que desvirtuaron el objetivo de la Revolución de Octubre, su ejemplo y sus enseñanzas permanecen.