Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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Una silla para Zapatero

In Actualidad, Economía on 11 noviembre, 2008 at 1:02

sarkozy_zapateroCuando todos los países integrados en el G-20, desde los propios Estados Unidos hasta los asiáticos y latinoamericanos, se quejan de los privilegios concedidos al Viejo Continente que, además de los cuatro países que pertenecen al G-8, disfrutan de un puesto más para el conjunto de la Unión, los europeos fuerzan la inclusión de España cediendo a los lloriqueos y las súplicas de Zapatero.

Inmediatamente, han aparecido otros como Holanda y Polonia, exigiendo también un lugar en la reunión. Si seguimos por este camino, Europa, que ya tiene una cuarta parte de las sillas, terminará acaparando la mitad del foro.

De todas maneras, el gobierno español deseaba participar en la reunión de Washington más por exigencias de política interna que por que tuviera algo significativo que aportar a la cumbre del día 15, pues la Unión Europea ya se ha reunido para fijar una posición común.

Y si algo demuestra este trasiego arbitrario de participantes, es que nadie cree seriamente que de la reunión de Washington puede salir ningún plan ni compromiso concreto para enfrentar la crisis del modelo económico imperialista, provocada por la política aventurera, belicista y genocida del gobierno norteamericano.

Las pretensiones y las exigencias de los países del G-20 son demasiado divergentes como para que exista la posibilidad de un acuerdo. Demasiados problemas pendientes de resolver. Y no sólo económicos sino también políticos y geoestratégicos. Aunque se da por hecho que después de las habituales declaraciones genéricas de buenas intenciones, las conversaciones y los intentos de acuerdo continuarán en otras cumbres y seguramente en otros foros más amplios y representativos.

Sin embargo, está muy claro para todos que el problema es el dólar. Desde que en Julio de 1944, en plena guerra mundial, en la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas (más conocida por Conferencia de Bretton Woods por el nombre del hotel donde se desarrollaron las sesiones) la delegación norteamericana rechazó la propuesta de Inglaterra de crear una moneda mundial para el comercio internacional (Bancor), el dólar ha sido el medio de pago, la divisa de reserva y el referente de precios mundiales más importante.

Esta función de moneda universal fue aceptada por Inglaterra, Francia y otros países capitalistas con el compromiso de mantener los tipos de cambio de las principales monedas (dentro de un margen del 1%) y de la convertibilidad, también a un cambio fijo, entre el dólar y el oro.

Pero entre 1971 y 1973 todo este sistema saltó por los aires. El presidente Richard Nixon, ante la incapacidad de sus tropas para vencer al heróico pueblo vietnamita, creyendo que una mayor inversión en armamento y el aumento del número de efectivos involucrados en los combates hasta los 600.000 hombres le darían la victoria, rompió unilateralmente los compromisos de Bretton Woods anulando la convertibilidad dólar-oro y devaluando su moneda para hacer frente a los enormes gastos de la guerra.

Y ahora, después de la bancarrota financiera, el hundimiento del consumo y la recesión en los Estados Unidos, ya nadie tiene confianza en el dólar pues no cabe la menor duda de que tendrá que devaluarse significativamente. Lo que abre la posibilidad de que los europeos consigan, si no sustituir totalmente al dólar por el euro a corto plazo, al menos compartir protagonismo internacional con la moneda norteamericana. Y por eso insisten en revitalizar el papel del Fondo Monetario Internacional (presidido por un europeo) como regulador del mercado internacional financiero y de divisas. De manera que, de algún modo, sueñan con recuperar, al menos en parte, el protagonismo y el control que les concedía Bretton Woods.

Las nuevas potencias económicas mundiales, por su parte, procuran desprenderse de la dependencia del mercado norteamericano aumentando el volumen de los intercambios entre ellos y renunciando, como acaban de acordar Rusia y China, a la utilización del dólar en sus transacciones comerciales. Unido al estímulo de su propia demanda interna como sustituto a las exportaciones hacia el decadente mercado de los Estados Unidos.

El mismo camino siguen los países latinoamericanos incrementando el comercio Sur-Sur y la paulatina integración económica, junto con la colaboración cada vez más estrecha con África y Asia.

Asistimos pues al inicio de una completa y profunda revisión y recomposición de la economía mundial. Progresivamente el centro de gravedad de la producción, el consumo y los intercambios comerciales se desplaza desde América del Norte y Europa hacia los grandes países asiáticos que concentran la mayor parte de la población y de los recursos del planeta, y hacia una Latinoamérica integrada en un solo mercado, capaz de resistir las amenazas militares del imperialismo yanky.

Las contradicciones entre Europa y los Estados Unidos, por un lado, y entre ambos y las nuevas potencias económicas mundiales, por otro, hacen muy difícil que de la reunión de Washington pueda salir algo más que declaraciones genéricas y, en el mejor de los casos, la futura organización de una Conferencia Económica Mundial para la que no parece posible otro foro más adecuado y representativo que la Asamblea General de las Naciones Unidas.

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