Lo ha explicado el miércoles de esta pasada semana en el parlamento colonial el presidente del gobierno autonómico: «para afianzar la pertenencia de Canarias a España es necesaria una financiación justa para las Islas«. Paulino Rivero remarcó que «para Coalición Canaria cualquier definición del Estado español o la nación española está dentro de la constitución española».
Rivero se olvida de que esa constitución monárquica metropolitana, que establece en su artículo 2º que «la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española», también sentencia en su artículo 8º que «las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional».
Por lo tanto, solo cabe dentro de la constitución borbónica lo que los poderes centrales del Estado consideren. Y si alguien se desmanda, ahí están «el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire» para meterlo en vereda.
Pero lo que da verdadero asco es ese alma de mercachifle con que se arrastra en pos de cuatro duros de la financiación estatal, ofreciendo «afianzar la pertenencia de Canarias a España «. Poniendo a nuestra patria en la balanza como vulgar mercadería. «Oigan», viene a decir, «si quieren que la correa con que atan a la colonia esté bien apretada, suéltenme unos millones». Y este tahúr se dice presidente de todas las canarias y los canarios. Qué vergüenza.
¿Y que quiere decir «una financiación justa» para Canarias? ¿Acaso que la banca española y las multinacionales europeas van a devolver lo que están saqueando y han saqueado durante siglos? ¿Que el gobierno de la metrópoli va a indemnizarnos por las decenas de miles de canarias y canarios vendidos como esclavos, por las violaciones, por las muertes, por el «impuesto de sangre»? ¿Que van a devolvernos las tierras que nos robaron?
Que nos devuelvan nuestro país, nuestra dignidad, la independencia de nuestra nación, porque es imposible ningún tipo de «financiación justa» entre el amo y el esclavo. Cualquier arreglo que permita a España mantener su presencia en Canarias -el Pacto Colonial histórico- le resulta en verdad barato.
Pero lo que este colaboracionista desvela involuntariamente en su particular oferta –eche quince centavos en la ranura si quiere ver la cadena más prieta– es que Canarias no es España ni de coña: sólo es posible ocuparla o alquilarla. Al menos, alquilar a los vendepatrias que están dispuestos a entregar a su propia madre por treinta monedas de plata. O por menos, ya se sabe: todo es negociable.