Las señales de la especialmente grave repercusión de la recesión capitalista en Canarias se suceden una tras otra. Días atrás hemos conocido una más: la negociación del gobierno autonómico con los supermercados para que estos le cedan la comida que va destinada a la basura, por haber superado la fecha preferente de consumo, para repartirlo entre la población más depauperada de nuestro país. Más allá de la nula efectividad que pudiera tener tal medida, que no parece que se vaya a llevar a cabo, pone de manifiesto un temor soterrado ante una situación que, aunque no se reconozca, empieza a entrar en una espiral sin control.
El esfuerzo del aparato de Estado, de los medios de comunicación y de los intelectuales burgueses va dirigido a ocultar este desbordamiento de la realidad. En parte tienen éxito. Todavía una parte importante de la población elude pensar sobre lo que está pasando o no termina de creerse su alcance, especialmente entre empleados públicos. Sin embargo, las costuras siguen reventando aunque no se quiera hablar de ello.
Cada vez son más las canarias y los canarios que están en el paro. El reconocido oficialmente por el INEM a 28 de febrero es de 227.706 personas. A esa misma fecha, la Seguridad Social contabilizaba 726.941 personas dadas de alta. Teniendo en cuenta que la población activa reconocida por el INE a 23 de enero era de 1.055.600 personas, basta sumar parados con dados de alta para obtener la cifra de 954.647 personas, quedando 100.953 en el limbo.
¿Quiénes son esas más de cien mil canarias y canarios? Sencillamente, los que no contabiliza el INEM español, bien porque han trabajado siete días en los últimos doce meses, porque les hayan mandado a hacer un curso de esos a que te obligan para engordar academias, patronales o sindicatos adocenados, bien porque, sencillamente, ya no reciben prestaciones y han desesperado de ir a firmar la cartilla del paro. Con otra sencilla suma, y siempre usando los datos oficiales, tenemos que la cifra real de parados en Canarias es de 328.659 personas, lo que supone 31,13% de la población activa. Pensar en cuatrocientos mil parados a final de año es una prospectiva moderada.
Según los mismos datos del INE, en Canarias el 26,8 de la población vivía en 2007 bajo el umbral de la pobreza. Sobre una población de dos millones, eso representa 536.000 personas. Datos anteriores a la crisis, evidentemente, que no han sido actualizados. La encuesta trimestral de coste laboral reconoce que, en el último trimestre de 2008, el salario medio de las canarias y los canarios apenas alcazaba el 80,70% de la media estatal en coste por hora efectiva, lo que quiere decir que cobramos un 19,30% menos que los españoles. Es sobre esta sociedad -que en plena burbuja especulativa presentaba estos datos-, dependiente y desarmada, sobre la que se está cebando la recesión económica imperialista.
Sirva como último dato el de la Encuesta Trimestral de Costes Laborales del INE que pone de relive que en el último trimestre de 2008, en horas efectivas, la distancia entre los salarios de las canarias y los canarios con respecto al salario medio de los españoles aún se ha incrementado más (19,30%). Añadamos la noticia reciente de que 40.000 canarias y canarios se han visto obligados a acudir a los comedores de beneficencia solo en 2008.
Las señales de alarma son visibles a poco que nos fijemos. Tiendas cerradas, locales que se traspasan, caída de las compras, descenso brutal del tráfico portuario… Y lo que es peor: negras perspectivas para el monocultivo turístico, que anuncia un verano demoledor. Los comedores de Cáritas y otras organizaciones de beneficencia están desbordados. Prácticamente en todas las familias trabajadoras del Archipiélago hay uno o varios parados. En muchos casos toda la familia está en el desempleo. Y a decenas de miles de trabajadoras y trabajadores canarios se les agotarán las prestaciones a lo largo de 2009.
La situación se va volviendo más desesperada -y, simultáneamente, se tapa cada vez más- mientras la dependencia colonial y las imposiciones europeas nos impedirían legalmente adoptar las medidas económicas y políticas que nuestro país necesita para salir de la crisis. Claro es que, previamente, hay que ponerse de acuerdo en el diagnóstico, en cuáles son esas medidas y en cómo llevarlas a cabo. Esta batalla de ideas es la primera que las fuerzas populares y anticolonialistas debemos librar.