COLABORACIÓN
Pedro Flores
Es seguro que a la inmensa mayoría de nosotros, los que podemos votar pero no decidir, nos es vedado el verdadero origen, la verdad de esta situación en la que estamos inmersos. Los datos y motivaciones verdaderos pertenecen, a mi modo de ver, a un juego y unos pocos jugadores que a buen seguro están sacando una enorme tajada económica de esta situación.
Lo que está en crisis no es, a mi juicio, un momento de la economía, sino todo un sistema, el capitalismo feroz, que sigue demostrando, ahora en toda su vehemencia, su absoluta incompatibilidad tanto con el bienestar de la mayoría de habitantes del planeta como con la conservación misma de ese planeta.
Durante siglos las tres cuartas partes de los habitantes de la tierra ha vivido postergada, en una situación de absoluta miseria en beneficio de una minoría, desde la burbuja del bienestar sólo se pusieron pequeños parches a esa situación, que no sólo no ha cambiado sino que es más sangrante cada día. Ellos han vivido, pues, siempre en crisis.
Ahora la insaciabilidad del capitalismo financiero, su impunidad, pues controlan a los gobiernos, y su depredación indiscriminada, han llegado a un punto donde se ha hecho evidente su naturaleza depredadora.
Durante años esas grandes empresas, amparadas por el poder político al que sustentan, en el que están incrustadas como parte misma de él, obtuvieron enormes beneficios, que en modo alguno revirtieron sobre el conjunto de la sociedad. De la noche a la mañana esos beneficios parecen haberse volatilizado y recurren a un estado que antes tachaban de intervencionista cuando olían la más mínima injerencia en sus asuntos. Naturalmente esos estados acuden, con la disculpa de la salvación de la economía en auxilio de esos pulpos macrofinancieros; acuden porque con tentáculos del mismo animal. En nuestra sociedad el estado, que debería, entre otras cosas, ejercer una labor de mediación, de defensa de los individuos frente a los excesos de esas corporaciones, de ese capitalismo depredador actúa como todo lo contrario, lo hace como defensor de esos intereses financieros frente al más mínimo intento de la sociedad por reivindicar sus derechos frente a la depredación. En nuestra sociedad la ley es un reflejo del poder, un refrendo del mismo, cuando debería ser un elemento de defensa del individuo frente a los excesos de ese poder.
Cuando por fin el individuo se organiza y se defiende, con los medios a su alcance, el sistema represivo de ese estado demuestra que existe precisamente como tal, como elemento de defensa de ese estado de cosas.
Al sistema le conviene la crisis, le conviene una sociedad acobardada, chantajeada ante la posibilidad de perder el puesto de trabajo, una sociedad a la que dirigir fácilmente hacia el odio al extranjero cuando es otro el origen de los problemas.
Hace unos años el Imperio utilizó un ataque terrorista, a saber si permitido o incluso organizado desde sus más hondas alcantarillas para extender sobre el mundo un supuesto derecho de defensa ante esos mismos terroristas. El Imperio es experto en eso; crear el problema para justificar ante la opinión pública un plan que lleva mucho tiempo gestando. Su objetivo es el control de las zonas estratégicas y de producción energética y al mismo tiempo el recorte de las libertades individuales con la disculpa de la seguridad colectiva, cuando ellos suponen el mayor factor de inseguridad.
En uno de los más demoledores, proféticos, y a la vez más hermosos libros que, a mi juicio jamás se han escrito, 1984 de George Orwell, se anuncia este estado de cosas que estamos viviendo: en una sociedad completamente manejada por un poder manipulador y castrante existe un ministerio llamado «de la verdad», donde justamente se hace lo contrario, conspirar y adulterar la verdad, inventar otra verdad que a fuerza de ser repetida y oficializada será al fin creíble. Eso es lo que hace el sistema, adulterar e inventar con el fin de controlar. Los actuales estados no son garantes del individuo, de las mayorías, son albaceas de esas grandes corporaciones, hasta la utilización de su poder militar si es necesario. No es casualidad que los cinco mayores estados productores y exportadores de armas (EE.UU, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña) sean además los miembros fijos y con derecho a veto del Consejo de Seguridad de la ONU. Es decir, aquellos a los que interesa que haya conflictos armados. Es como poner a la zorra a cuidar las gallinas.
A nosotros se nos escapa la verdad de lo que ocurre, no les interesa que manejemos la verdad, la verdad linda con tal abismo de putrefacción que su sólo presentimiento nos haría estremecer. Pero la verdad es necesaria, como dijo Makinavaja la verdad jode, pero curte, y es nuestra misión conocerla, y obrar en consecuencia, con lo que tengamos.