Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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Manuela la Mujer (XIV)

In Cultura, Opinión on 31 mayo, 2009 at 0:01

victor1COLABORACIÓN
 
 

Víctor J. Rodríguez Calderón

6 de agosto, golpe de medio día, las tropas revolucionarias almuerzan y de inmediato prosiguen la marcha. Cerca de las dos de la tarde, la vanguardia patriota descubre al enemigo, están solo a diez kilómetros de distancia. Bolívar y su estado mayor, se colocan al borde de una colina y observan los pasos enemigos. Canterac no se detiene, continua su marcha, no percibía lo que se le venia encima. Bolívar ordena atacar: la caballería al trote, Manuela recibe la orden de pasar a la infantería. Los realistas son más numerosos, su caballería cuenta con mil trescientos jinetes. Pero la batalla va, la orden ya la ha impartió el jefe.

Canterac advierte el ataque y ordena a su infantería y artillería marchar a paso lento, despliega la caballería en líneas de combate. La acción va a ser infernal y Canterac esta seguro de la victoria.

Los realistas entran en ataque, lanza en ristre, cargan al galope por el frente y por el franco izquierdo; el choque es terrible; a bayoneta calada se acuchillan unos a otros. Canterac ahora esta mas seguro de la victoria. Llegan las cinco de la tarde, los patriotas ceden por el centro. Al ver esto Bolívar, ordena que el ala derecha rompa sus filas y cargue por el centro con refuerzo, esto no lo esperaban los españoles, la fuerza del ataque es un huracán que los va destruyendo, solo bastaran cuarenta y cinco minutos para que la caballería realista corra en desbandada desordenadamente por todas partes en derrota, Bolívar ordena acosarlos, en ese momento cae gravemente herido el General Necochea.

Canterac no lo puede creer, tanto así, que en el informe al virrey como parte de guerra le dice: “sin poder imaginarme cual fue la causa, volvió grupas nuestra caballería la que se dio a la fuga vergonzosamente, dando al enemigo una victoria que era nuestra y decidía en nuestro favor la campaña”.

Fue imposible para este aguerrido General que con tanta vergüenza hubiese tenido que huir de un enemigo sumamente inferior bajo todos los aspectos y que ya casi tenia derrotada, perdía allí su reputación y ponía en compromiso a todo el Perú.

Manuela se batió allí como cualquier revolucionario que luchaba por su libertad y recibió la orden de contar las bajas y ayudar a los heridos. Los revolucionarios tuvieron 45 bajas y cien heridos, mientras que el enemigo tuvo 340 bajas, cien prisioneros y numerosos heridos, totalmente aniquilados desde el punto de vista moral. Canterac perdió casi dos mil hombres que espantados le desertaron. La victoria revolucionaria fue brillante, en la noche, a orillas del lago Junín, se atendían a muertos y heridos y se vigilaban a los prisioneros. Manuela corría entre esos ayes lastimeros, el abatimiento profundo de los vencidos y el alborozo que hervía en el alma de los vencedores. Bolívar ordeno el toque de silencio más temprano.

Al día siguiente muy de mañana salieron a prisa para alcanzar a los realistas con el objetivo de presentarles ataques. Junín había sido solo la base para la acción que venia posteriormente. Para Manuela Junín fue su alimento definitivo y aún mas su preparación para lo que la historia le tenia preparado.

Canterac y su ejército espantados, tras dura y precipitada marcha, llegan a la ciudad de Cuzco, donde lo espera el virrey La Serna, desde aquel trágico seis de agosto hasta mediados de septiembre. El General Canterac insiste ante el virrey la presencia de refuerzos de unos seis mil hombres, sobre todo para motivar a su caballería. Por su parte los revolucionarios avanzan con seguridad y serenidad ya saben donde esta el enemigo y la disposición es de sorprenderlos nuevamente. Pero ocurren cosas que los historiadores callan, el 24 de septiembre las tropas libertadoras llegan a Huamanga, y se les da un descanso de 30 días, establecen el cuartel general de Chalhuanca, al terminar septiembre se aproximan las lluvias y eso pertuvo las operaciones que se habían preparado.

Los campesinos peruanos persisten en hostilizar a las tropas, las cuales responden con agresividad y entran en el abuso de violar a las mujeres de la región las cuales se encuentran impotentes. Manuela informa de esto a Bolívar quien le responde que nada puede hacer, pues eso es parte del premio a que tienen derecho los guerreros en todas partes y además que lo mismo hacían los españoles con las mujeres nuestras. Manuela calla y comprende la crueldad de la guerra, no se ruboriza ella esta con ellos y los campesinos peruanos se declaran enemigos de la causa.

En los primeros días de octubre se presento una desavenencia entre el Libertador y Sucre, al recibir este ultimo la orden de recoger en retaguardia los elementos dispersos, lo que a Sucre le pareció una degradación, pero Bolívar le explica los nuevos planes y le aclara que es la única forma que el General La Mar partiese para Lima para que solucionara el problema urgentísimo de los refuerzos militares, ya que los españoles habían concentrado todas sus tropas y se disponían a batirlos, además tenían que atender ciertos problemas políticos. La resistencia de Sucre y La Mar a este viaje fue completa. En consecuencia y una vez restablecida la armonía, es el Libertador el que toma el camino y encarga del mando general de los ejércitos a Sucre, quien deberá proceder según las instrucciones que reciba desde Lima. Manuela se queda con el ejército.

(Continuará…)

 

Manuela la mujer (XIII)

Manuela la mujer (XII)

Manuela la mujer (XI)

Manuela la mujer (X)

Manuela la mujer (IX)

Manuela la mujer (VIII)

Manuela la mujer (VII)

Manuela la mujer (VI)

Manuela la mujer (V)

Manuela la mujer (IV)

Manuela la mujer (III)

Manuela la mujer (II)

Manuela la mujer (I)

(*) El venezolano Víctor Rodríguez Calderón es politólogo, periodista, escritor, poeta, director de empresas y experto en Planeación de Organizaciones. Recomendamos su blog El Victoriano.

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Día del Pacto Colonial

In Actualidad, Efemérides on 30 mayo, 2009 at 0:01

CanariasLuchaEl 30 de Mayo de 1983, festividad de San Fernando según el santoral católico, se reunió por primera vez, como expresión de una más de las recomposiciones y actualizaciones del Pacto Colonial, y después de varios años de irrelevante existencia como parlamento provisional o «preautonómico», el Parlamento Autónomo de Canarias.

Primera e histórica asamblea de colaboracionistas que todavía se recuerda por la trifulca monumental que se organizó entre los representantes de las distintas familias y sectores de la burguesía terrateniente, importadora y comisionista de Canarias encuadrados, por aquel entonces, en la UCD de Adolfo Suárez, la Alianza Popular de Fraga y el PSOE de Felipe González.

Justo cinco siglos antes, el 30 de Mayo de 1483, se celebraba en la villa residencia real de Calatayud, en el reino de Aragón, el bautizo de Tenesor Semidán conocido a partir de entonces como Fernando Guanarteme.

Coincidencia nada casual, que demuestra la lucidez histórica de nuestra burguesía y su intención de celebrar y conmemorar como «Día de Canarias» su primer acuerdo, sucesivamente adaptado a las cambiantes condiciones históricas, con los invasores extranjeros.

Acuerdo destinado a compartir la dominación sobre el pueblo de las Islas y a repartir, como buenos socios, los beneficios de la explotación de los trabajadores de Canarias.

La solemne ceremonia de Calatayud, presidida por el rey Fernando de Aragón, que oficiaba de padrino del neófito, sellaba en su aspecto religioso el Pacto ya negociado entre el guanarteme traidor y los capitanes de la conquista de Gran Canaria, después de la cautividad fingida por el esclavista canario, y rubricaba la vergonzosa componenda de la nobleza terrateniente isleña con los invasores extranjeros.

Con la firma del Pacto de Calatayud el guanarteme y la nobleza de la isla se aseguraban la conservación y la perpetuación de sus privilegios como clase dominante sobre los siervos y esclavos canarios, y obtuvieron también el reconocimiento de su propiedad sobre grandes extensiones agrícolas y amplias zonas de pastos, así como de los nacientes y cursos de agua necesarios para su explotación.

Los miembros de la familia real de Gáldar y los nobles traidores a su patria y colaboracionistas con los europeos consiguieron, además, derechos sobre la venta de esclavos en los prósperos mercados de seres humanos de Sevilla, Valencia y Barcelona, y la licencia para capturar moriscos en la cercana costa de Berbería para explotar el negocio, entonces muy floreciente, del tráfico de «infieles» bendecido por la alta jerarquía vaticana.

La decisiva participación de las huestes de Fernando Guanarteme, Pedro Maninidra y otros miembros destacados de la clase dominante de Gran Canaria en el segundo y definitivo intento de conquista de Tenerife, como aliados de Alonso Fernández de Lugo, les permitió también participar en los repartimientos de tierras y aguas en esa isla.

Y también en Tenerife, como continuación y reedición del pacto grancanario, los menceyes traidores de los Realejos se unieron a las tropas invasoras para combatir conjuntamente a los alzados y mantener así, con la ayuda del poder militar colonialista, sus privilegios de clase seriamente amenazados por las reivindicaciones de los siervos que, desde antes del desembarco del de Lugo en las playas de Añaza, exigían la abolición del régimen de servidumbre que imperaba en la isla.

Tanto en Tenerife como en Gran Canaria, la clase dominante indígena se apresuró a fundirse, por medio de alianzas matrimoniales y asociaciones mercantiles, con los conquistadores que, habiendo recibido «repartimientos» de tierras y aguas, se convirtieron también en terratenientes esclavistas «canarios».

Cristianizados, transculturados y asimilados, emparentados con los conquistadores, renegando de su origen, de su cultura y de su patria, tratando desesperadamente de distanciarse y distinguirse de los infieles, moriscos, alzados, magos y maúros.

Furibundos conversos intentando ser más españoles que los propios hispanos, imitando servilmente todo lo que llegara de la «Península», desde la vestimenta hasta el acento, la total coincidencia de intereses de esta nueva casta mestiza, erigida en clase dominante como burguesía terrateniente y capitalista, se dedicó inmediatamente, durante casi todo el siglo XVI, a explotar y enriquecerse con el negocio del azúcar, primer monocultivo de Canarias, empleando grandes masas de mano de obra esclava.

Por su parte, los siervos indígenas, que antes de la conquista formaban la clase oprimida y explotada por los nobles aborígenes, pasaron progresivamente a la condición de aparceros o medianeros o, en el mejor de los casos, de pequeños propietarios de minifundios agrícolas.

Los asalariados de hoy somos, en lo fundamental, descendientes sociales de aquellos siervos y esclavos que cortaban la caña y hacían funcionar los ingenios en los que se fabricaba la melaza y el azúcar. Tierras de cultivo, aguas, trapiches y esclavos propiedad de las familias descendientes de los conquistadores y de los nobles traidores que se unieron a ellos para combatir y sojuzgar a su propio pueblo.

Por eso la falsa visión, bucólica y reaccionaria, de una sociedad guanche libre, igualitaria y sin contradicciones sociales, derrotada por los malvados invasores de otra raza enemiga, no es más que el reflejo y la manifestación de la concepción pequeñoburguesa, que trata siempre de ocultar la realidad de la lucha de clases antes y después de la conquista, y el papel de colaborador necesario de la colonización que ejerció, y sigue ejerciendo, la clase dominante en la sociedad canaria.

Y del carácter colaboracionista y la condición de aliado indispensable y cómplice del colonialismo de la burguesía canaria, que siempre busca la componenda con el imperialismo a costa del pueblo, se deduce que sólo el derrocamiento de los explotadores capitalistas y la instauración del Poder de los trabajadores, con la creación de la República Socialista de Canarias, puede llevarnos a la verdadera independencia nacional.




Sucursalismo o política de Estado

In Actualidad on 29 mayo, 2009 at 0:01

sucursalismoEl sucursalismo más evidente es fácil de identificar. Consiste en hacerse con la franquicia de un partido español y, a cambio, recibir desde la metrópoli el programa, las consignas, los dineros, el material de propaganda y la legitimación ante los medios de comunicación burgueses. Se añaden un par de pinceladas de color local, se añade “Canarias” a las siglas y listo. El modelo sirve lo mismo para unos que para otros, para territorio metropolitano o para colonias. Evidentemente, la realidad de Canarias solo aparece transustanciada como extensión de un imaginario continuum continental, importante sólo en proporción al número de votos y escaños que puede aportar.

Pero existe otra variante más insidiosa aún del sucursalismo. Mientras que los otros se “molestan” en tener aparatos propios en las islas, este sucursalismo se limita a pescar entre el independentismo local, utilizándolo para sus propios fines. Lo vimos con HB. Lo vimos con ERC. Lo estamos viendo ahora con II-SP. Y eso que, en este último caso, se trata de una mera candidatura instrumental que no va a sobrevivir más allá del 7 de junio. Y que se presenta como una efímera “internacional” del independentismo. Claro que su “internacionalismo” es puramente español. Existen otras candidaturas que, reconociendo igualmente el derecho a la autodeterminación de los pueblos, son verdaderamente internacionalistas y no limitan su acción a España.

En nuestro país, este sucursalismo es especialmente cobarde. Trata de aparecer como “independentismo verdadero”, pero se subordina a un montaje electoral en la metrópoli. Se lanzan sin tino a aparecer como representantes de la nueva franquicia española, como sucursal del “independentismo” de otros. Otros que no han tenido ni siquiera el detalle de contar antes con el independentismo canario organizado. Cuanto más subordinada y periférica es la adhesión de los nuevos sucursalistas, tanto más radicalizada es su verborrea. Y todo para jugar el papel de tonto útil.

De forma que ahora tenemos a supuestos independentistas canarios apoyando al independentismo vasco, catalán, andaluz, castellano, aragonés y hasta asturiano. Vaya forma de minimizar el hecho colonial canario. Y de comportarse como auténticos españoles del viva Cartagena. Y todo eso para ser reconocido por los jefecillos nacionalistas de varios territorios de la metrópoli. ¿Podemos imaginarnos, por ejemplo, que los independentistas argelinos se hubiesen dedicado a apoyar a los independentistas corsos, bretones o vascos? Ridículo, ¿verdad? Pues ese ridículo es al que aquí se prestan algunos, dándose importancia porque les pongan una banderita en el cartel.

Este sucursalismo llega al extremo de tragar con que sean los godos los que designen al «representante» de Canarias. Se puede ser más arrastrado y actuar aún más como colonizado, pero es difícil imaginar cómo.

Frente a ese sucursalismo disfrazado de radicalismo, una política consecuentemente anticolonialista, que surja de la voluntad decidida de la creación de un Estado nacional canario, debe partir del principio de que, tanto con la metrópoli como con otros países, establecemos nuestras relaciones internacionales como de Estado a Estado. Y las relaciones entre Estados deben partir del principio de no ingerencia en los asuntos internos del otro. Entrar en las minucias regionales o locales españolas es hundirse en el cenagal de la política metropolitana. Es pura españolización, indigna de quienes dicen querer la independencia de la metrópoli. Es subordinar los intereses de la descolonización a los juegos electorales europeos.

Quién no cree en su propio camino, no tiene empacho por transitar cualquier otro. En este tema como en otros, se diferencian los que solo aparentan ser independentistas, pero en el fondo solo quieren el reconocimiento y el aplauso de los metropolitanos y un huequito al sol de la fama en determinados ambientes españoles, y quienes ponemos por delante nuestra dignidad como pueblo y una estrategia decididamente anticolonialista.

 

Elecciones europeas: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”

In Actualidad on 28 mayo, 2009 at 0:01

img096COLABORACIÓN


Andrés López

Con esta consigna propia del despotismo ilustrado del siglo XVIII, podemos resumir el espectáculo político que se nos está avecinando a toda la población. Sí, se nos llaman a “decidir”, a cumplir con nuestra obligación ciudadana de ejercer el derecho al voto, ¿pero para decidir qué?

Ya de por sí a nivel estatal, el control popular del parlamento es cada vez más irrisorio, así que del parlamento europeo podemos decir que es una auténtica utopía.

Con una política económica marcada por el Banco Central Europeo (BCE), que no es otra cosa que una gran entidad financiera privada que como tal obedece a los intereses de la burguesía del continente, hace relegar al parlamento de la UE a un mero sujeto consultor conveniente para darle “formalidad democrática” a las políticas neoliberales que nos han impuesto en las últimas décadas por parte de Europa.

Así vemos como tal parlamento se convierte en caballo de Troya para permitir la implantación de multinacionales europeas, ya no sólo en nuestra rica tierra canaria, sino también en los diferentes pueblos que conviven en el reino borbónico.

Dicho establecimiento ha supuesto un desmantelamiento gradual del Estado de bienestar y la injusta dependencia económica, energética a tales entes comerciales.

No contentos con empeorar las condiciones de vida de la clase obrera canaria, encima nos intentan convencer a través de los medios oficiales  de que debemos estar agradecidos a la UE por considerarnos región ultraperiférica con la “supuesta” gran adquisición de fondos que ello supone.

Lo que obvian interesadamente dichos medios, es que tales fondos son ridículos en comparación con las enormes plusvalías generadas por la explotación laboral implacable a los trabajadores y las bonificaciones fiscales que les pone en bandeja la deleznable RIC.

Carrefour, Endesa o Intercontinental Hotel Group; es enorme la lista de multinacionales que deben estar agradecidos a la gestión de los europarlamentarios, tan enorme como los escandalosos sueldos que sin pudor alguno reciben los miembros de la cámara.

Por todo esto y más, el próximo siete de Junio no iré a votar; ya no sólo porque tiene que ser divertido observar como el bipartidismo neoliberal justificará la gran abstención que se prevé, sino porque ya es hora de que el pueblo canario diga de una vez ¡basta ya! a esta Europa capitalista e imperial, que muy dudosamente nos ayudará a salir de esta terrible recesión económica que nos encontramos.

El antisocialista Jerónimo neocon Saavedra

In Actualidad, Economía on 27 mayo, 2009 at 0:01

momocapitalismoEn una reciente entrevista, Jerónimo Saavedra, alcalde de Las Palmas por el PSOE, insiste en que «hay que salir ya del tópico de que lo público es mejor que lo privado». Con total desparpajo, el que fuera ministro de Felipe González pregunta «qué sería de España si no se hubiese hecho la reconversión industrial y el proceso de privatización de las empresas del desaparecido INI» (la más salvaje actuación del gobierno español, en la estela de Reagan y la Tatcher), y añade que «ésa fue la prueba de fuego para saber que la defensa de la empresa pública no es más progresista que una empresa mixta bien gestionada».

De esta forma justifica la privatización -más bien el regalo- de Guaguas Municipales. Un disparate que explica de la siguiente manera: «hemos perdido usuarios. ¿Por qué?, no lo sabemos. Total, que no hay más que acudir a una ampliación [de capital]«. Es decir, cuando no sabe qué pasa en una empresa pública, Saavedra opta por privatizarla. Y en esa misma línea defiende la privatización de la empresa municipal de aguas, Emalsa, en 1993, realizada también por el PSOE: «la decisión de privatizar el agua no creo que hasta ahora la haya lamentando nadie». Desde luego, nadie del PSOE y de la empresa privada que se quedó con una valiosa propiedad pública.

El argumento de Saavedra no difiere en nada de los planteamientos más extremistas de la burguesía, los llamados neocons, cuya gestión es ahora cuestionada por los propios ideólogos burgueses debido al estrepitoso fracaso al que ha conducido al capitalismo. Tal planteamiento es el de que lo «moderno», lo «progresista» y hasta lo «europeo» es privatizar a toda costa, y que lo público es «demodé». Lo que se trasluce es la propaganda implícita de que las empresas privadas funcionan mejor que las públicas. Eso sí, cuando llegan las vacas flacas, se tira de los recursos públicos para salvar los beneficios de las grandes corporaciones financieras e industriales privadas.

El «progre» Saavedra hace lo propio con Guaguas Municipales: endeudar al ayuntamiento, a través de un crédito ICO, para liquidar el déficit estructural de Guaguas. Y, una vez saneada la empresa municipal, regalarla a precio de risa a la empresa privada. Y en el camino, recorte de líneas y despido de trabajadores. Ni tan siquiera tiene la excusa de que una de las beneficiarias, Global, sea de propiedad colectiva, ya que esta empresa, controlada por el PSOE, hace tiempo que dejó de ser una sociedad anónima laboral para pasar a ser simple sociedad anónima. También por iniciativa de los dirigentes «socialistas».

Con respecto a la privatización de Emalsa, hay que recordarle al inefable alcalde que esa venta supuso, inmediatamente, un espectacular aumento de las tarifas de agua en Las Palmas, las más elevadas del Estado. Que la calidad del agua de abasto no sólo no ha mejorado, sino que ha empeorado. Y que Emalsa se ha desentendido del mantenimiento y mejora de la red de suministro. Quejarnos nos podremos quejar, pero nadie escucha.

Lo triste es que esta no es que se trate de la posición exótica del señor Saavedra, sino que es la postura de todo el PSOE. No hay que retrotraerse mucho en el tiempo para recordar las múltiples intervenciones de Felipe González y otros dirigentes «socialistas» defendiendo la superioridad del capitalismo sobre el socialismo.  Si hay un punto de delimitación clara entre el socialismo y el capitalismo es la defensa de la propiedad de todo el pueblo, es decir, pública, frente a la propiedad privada de unos pocos capitalistas.

De esta forma tenemos que los que se llaman «socialistas» y «obreros» son fanáticos defensores del capitalismo y de los intereses de la gran burguesía. Es la naturaleza de la socialdemocracia: en nombre del socialismo, defender el capitalismo a toda costa. De hecho, ni se plantean dar un solo paso en la dirección del socialismo. Eso no cabe en sus cabezas. Por el contrario, su baza es presentarse como mejores gestores del capitalismo que la derecha más extrema, y a fe que en ocasiones lo consiguen, ya que neutralizan cualquier posible deseo de los trabajadores de superar el capitalismo con el «argumento» de que mejor ellos que los integristas de la derecha clásica.

Sin embargo no está de más recordar que las medidas más brutales contra los trabajadores y sus derechos, como las pensiones o la multiplicación de contratos temporales (hasta por horas) fueron implantadas en el Estado español por el PSOE. Y en algunos casos, como los contratos basura (sin derecho a cobrar cuando se estaba enfermo) corregidas por el PP. Ahora mismo, por ejemplo, el gobierno Zapatero planea la privatización de las Cajas de Ahorro para ponerlas en manos de los grandes bancos.

Para algunos sectores todo eso se perdona por el desarrollo de algunos derechos civiles que, asumidos por la derecha en otros países, cuentan con la feroz oposición de la derecha carpetovetónica española, siempre católica, facha y casposa, como la ley de aborto o el matrimonio entre homosexuales. Es la teoría del «mal menor».

¿Como es posible que una formación política partidaria del capitalismo extremo, del imperialismo otánico, de las guerras de agresión contra la ex Yugoslavia y Afganistán, etc., siga llamándose «socialista» y contando con el apoyo bienintencionado de amplios sectores de trabajadores? Es posible porque, como explicaba Lenin, «la democracia burguesa no sería lo que es si no contara con poderosos medios de engaño«.

Una relación perversa

In Actualidad on 26 mayo, 2009 at 0:01

pedrobrenes3Pedro Brenes

«¿Quién se ha creído que es? ¿Quién es aquí la superpotencia?», exclamaba en 1997, molesto pero impotente, el presidente de los Estados Unidos Bill Clinton, después de su entrevista en Washington con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu.

El mandatario norteamericano mostraba así su disgusto por la arrogancia del sionista que, lejos de dejarse presionar para que avanzara hacia un acuerdo con los palestinos, exigía al presidente la aceptación de su discurso anexionista y de sus planes agresivos y guerreristas.

El presidente demócrata no pudo conseguir nada de Netanyahu que, fiel a su táctica de dar largas y de ganar tiempo con falsas negociaciones de paz para continuar extendiendo las colonias en los territorios ocupados, consiguió burlar a Clinton. Y, a pesar del interés norteamericano por encontrar algún tipo de salida al conflicto con los palestinos, el primer ministro israelí se mostró irreductible en sus posicionamientos sionistas, negándose a cualquier concesión territorial con la excusa de la «lucha contra el terrorismo».

Doce años después, cuando de nuevo el fascista Netanyahu encabeza un gobierno israelí de extrema derecha, Obama se enfrenta al dilema de que el lobby judío en los Estados Unidos tiene, en realidad, mayor poder que el propio presidente de la nación. Hasta el punto que todos los expertos en la política norteamericana están de acuerdo en que Obama no tendría posibilidades de obtener un segundo mandato (el sueño de todos los presidentes yankis) si se enfrentara al sionismo intentando presionar al gobierno israelí para que acepte la propuesta de «dos Estados para dos pueblos».

Esta relación perversa, de mutua dependencia, entre el gobierno sionista israelí y la presidencia de los Estados Unidos impide en la práctica, cualquiera que sean las intenciones de Obama, que los americanos puedan presionar a Netanyahu y su gobierno de fascistas y fundamentalistas judíos para que devuelvan los territorios ocupados y permitan la constitución de un Estado palestino independiente y viable.

El llamado «lobby judío», a través sobre todo del American Israel Public Affairs Committee (AIPAC), no sólo orienta el voto de la muy importante minoría judía en los Estados Unidos, sino que, por medio de sus generosas aportaciones a las campañas electorales presidenciales y legislativas, tiene una influencia decisiva en la política exterior norteamericana.

Además, la comunidad judía goza del apoyo incondicional de toda la reacción cristiana, particularmente de los evangelistas, que respaldan sin fisuras las políticas sionistas. Y, para colmo, el presidente Obama se ha visto obligado, bajo fortísima presión de su propio partido demócrata, a aceptar en su equipo de gobierno a sionistas declarados como el vicepresidente Biden o la secretaria de Estado Hillary Clinton.

La reciente visita de Netanyahu a Washington, convocado por Obama para convencerlo de que debe aceptar la solución de «dos Estados», ha tenido un desarrollo y unos resultados similares a la entrevista que hace doce años tuvo con Bill Clinton. Con la misma arrogancia y con la misma actitud provocadora, el primer ministro israelí ordenó, justo antes de volar hacia la capital norteamericana, el inicio de la construcción de una nueva colonia en la Cisjordania ocupada y, para que no quedara ninguna duda sobre su rechazo a la nueva política de los Estados Unidos para Oriente Medio, declaró, antes de subir al avión, que jamás devolverá el Golán sirio ni permitirá la creación de un Estado palestino.

Se sienten muy seguros. Sus contactos, sus relaciones y sus sobornos en el Congreso, en el Senado, en la industria de armamentos y en las Fuerzas Armadas, que durante muchos años le han permitido recibir ingentes cantidades de dinero, armas y alta tecnología militar -incluyendo ojivas atómicas y misiles de largo alcance- les hacen sentirse respaldados, por criminales que sean sus acciones, por un gobierno y una presidencia que depende de los sionistas al menos tanto como Israel depende de la ayuda económica, militar y diplomática de los Estados Unidos.

El control israelí de la política exterior norteamericana hace muy difícil que el presidente Obama pueda presionar a Netanyahu para que acepte el plan saudí de retorno a las fronteras de 1967, a cambio del reconocimiento diplomático del Estado de Israel por la mayoría de los países árabes.

Más bien, existe la posibilidad real de que, con un ataque por sorpresa contra las instalaciones nucleares iraníes, los sionistas arrastren a los Estados Unidos a una nueva guerra contra la potencia persa, antes de haber resuelto su desastrosa implicación militar en Irak y Afganistán.