Siguiendo la estela del periódico ultraderechista El Día, la televisión autonómica canaria, en manos de CC, se lanzó la semana pasada a un absurdo debate sobre si a la isla de Gran Canaria hay que quitarle el «Gran» y denominarla sólo «Canaria». Tema apasionante donde los haya, especialmente para los 280.600 parados oficialmente reconocidos en nuestro país y para las seiscientas mil personas bajo el umbral de la miseria.
En plena renegociación con el Estado de las fórmulas fiscales y financieras del Pacto Colonial Histórico, la oligarquía criolla apuesta por mostrar la patita «independentista» a través del periódico fascista, que no puede evitar, no obstante, emporcarse en loas a la guardia civil, la policía española, el ejército ocupante y hasta el monarca metropolitano. Ya se sabe, la cabra tira al monte.
Lógicamente, esa repentina fiebre nacionalera no hace olvidar la lucha por la hegemonía de los distintos grupos de esa burguesía parasitaria y dependiente. No hay editorial «independentista» de El Día que no saque a baleo sus insultos y sus obsesiones contra una parte de nuestra patria a la que tienen enfilada: Gran Canaria. ¿Qué clase de «independentismo» es éste que empieza dividiendo a la nación?
Por no hablar de la memez que es quitar el «Gran» a una isla. De forma que pasaría de denominarse como una más a convertirse en la que da nombre a todo el Archipiélago. Pero de lo que se trata, claro, no es de establecer «justicia»: lo que los fascistas pretenden es romper el país, no sea que lo de la independencia cobre fuerza y vaya a ir en serio.
En torno a esa propuesta hilarante, El Día ha aglutinado a personajes y grupúsculos de nulo bagaje, no ya político, sino ni siquiera cultural, que apenas oyen hablar de «independencia» embisten ciegos como los toros de la metrópoli. No sólo alimentan a la bestia divisionista, sino que alientan el españolismo más feroz. Todo por la «independencia», y viva la Guardia Civil. Si no fuera por el daño que hacen a la causa de la independencia de Canarias, desprestigiándola hasta extremos de vergüenza, sería para echarse a reír.
Que Coalición Canaria a través de su órgano de propaganda oficial televisada (en manos, por cierto, de productoras y subproductos españoles) se sume al carro, no viene sino a corroborar la desesperación electoral de esta fuerza regionalista españolista; su necesidad de, al menos, afianzarse en su reducto tinerfeño. Se puede caer más bajo, seguramente, pero es difícil imaginar cómo.
Como comunistas y como patriotas, estamos a favor de todo lo que una a la clase obrera y el pueblo de las ocho islas, y atacaremos, en la medida de nuestras posibilidades, todo lo que nos divida. A nuestro favor cuenta que las estratagemas de la ultraderecha criolla no pasan de ocurrencias de toletes, singuangos, bobomierdas, cipayos y traidores.