En una reciente entrevista, Jerónimo Saavedra, alcalde de Las Palmas por el PSOE, insiste en que «hay que salir ya del tópico de que lo público es mejor que lo privado». Con total desparpajo, el que fuera ministro de Felipe González pregunta «qué sería de España si no se hubiese hecho la reconversión industrial y el proceso de privatización de las empresas del desaparecido INI» (la más salvaje actuación del gobierno español, en la estela de Reagan y la Tatcher), y añade que «ésa fue la prueba de fuego para saber que la defensa de la empresa pública no es más progresista que una empresa mixta bien gestionada».
De esta forma justifica la privatización -más bien el regalo- de Guaguas Municipales. Un disparate que explica de la siguiente manera: «hemos perdido usuarios. ¿Por qué?, no lo sabemos. Total, que no hay más que acudir a una ampliación [de capital]«. Es decir, cuando no sabe qué pasa en una empresa pública, Saavedra opta por privatizarla. Y en esa misma línea defiende la privatización de la empresa municipal de aguas, Emalsa, en 1993, realizada también por el PSOE: «la decisión de privatizar el agua no creo que hasta ahora la haya lamentando nadie». Desde luego, nadie del PSOE y de la empresa privada que se quedó con una valiosa propiedad pública.
El argumento de Saavedra no difiere en nada de los planteamientos más extremistas de la burguesía, los llamados neocons, cuya gestión es ahora cuestionada por los propios ideólogos burgueses debido al estrepitoso fracaso al que ha conducido al capitalismo. Tal planteamiento es el de que lo «moderno», lo «progresista» y hasta lo «europeo» es privatizar a toda costa, y que lo público es «demodé». Lo que se trasluce es la propaganda implícita de que las empresas privadas funcionan mejor que las públicas. Eso sí, cuando llegan las vacas flacas, se tira de los recursos públicos para salvar los beneficios de las grandes corporaciones financieras e industriales privadas.
El «progre» Saavedra hace lo propio con Guaguas Municipales: endeudar al ayuntamiento, a través de un crédito ICO, para liquidar el déficit estructural de Guaguas. Y, una vez saneada la empresa municipal, regalarla a precio de risa a la empresa privada. Y en el camino, recorte de líneas y despido de trabajadores. Ni tan siquiera tiene la excusa de que una de las beneficiarias, Global, sea de propiedad colectiva, ya que esta empresa, controlada por el PSOE, hace tiempo que dejó de ser una sociedad anónima laboral para pasar a ser simple sociedad anónima. También por iniciativa de los dirigentes «socialistas».
Con respecto a la privatización de Emalsa, hay que recordarle al inefable alcalde que esa venta supuso, inmediatamente, un espectacular aumento de las tarifas de agua en Las Palmas, las más elevadas del Estado. Que la calidad del agua de abasto no sólo no ha mejorado, sino que ha empeorado. Y que Emalsa se ha desentendido del mantenimiento y mejora de la red de suministro. Quejarnos nos podremos quejar, pero nadie escucha.
Lo triste es que esta no es que se trate de la posición exótica del señor Saavedra, sino que es la postura de todo el PSOE. No hay que retrotraerse mucho en el tiempo para recordar las múltiples intervenciones de Felipe González y otros dirigentes «socialistas» defendiendo la superioridad del capitalismo sobre el socialismo. Si hay un punto de delimitación clara entre el socialismo y el capitalismo es la defensa de la propiedad de todo el pueblo, es decir, pública, frente a la propiedad privada de unos pocos capitalistas.
De esta forma tenemos que los que se llaman «socialistas» y «obreros» son fanáticos defensores del capitalismo y de los intereses de la gran burguesía. Es la naturaleza de la socialdemocracia: en nombre del socialismo, defender el capitalismo a toda costa. De hecho, ni se plantean dar un solo paso en la dirección del socialismo. Eso no cabe en sus cabezas. Por el contrario, su baza es presentarse como mejores gestores del capitalismo que la derecha más extrema, y a fe que en ocasiones lo consiguen, ya que neutralizan cualquier posible deseo de los trabajadores de superar el capitalismo con el «argumento» de que mejor ellos que los integristas de la derecha clásica.
Sin embargo no está de más recordar que las medidas más brutales contra los trabajadores y sus derechos, como las pensiones o la multiplicación de contratos temporales (hasta por horas) fueron implantadas en el Estado español por el PSOE. Y en algunos casos, como los contratos basura (sin derecho a cobrar cuando se estaba enfermo) corregidas por el PP. Ahora mismo, por ejemplo, el gobierno Zapatero planea la privatización de las Cajas de Ahorro para ponerlas en manos de los grandes bancos.
Para algunos sectores todo eso se perdona por el desarrollo de algunos derechos civiles que, asumidos por la derecha en otros países, cuentan con la feroz oposición de la derecha carpetovetónica española, siempre católica, facha y casposa, como la ley de aborto o el matrimonio entre homosexuales. Es la teoría del «mal menor».
¿Como es posible que una formación política partidaria del capitalismo extremo, del imperialismo otánico, de las guerras de agresión contra la ex Yugoslavia y Afganistán, etc., siga llamándose «socialista» y contando con el apoyo bienintencionado de amplios sectores de trabajadores? Es posible porque, como explicaba Lenin, «la democracia burguesa no sería lo que es si no contara con poderosos medios de engaño«.