En política, es fundamental concretar, sin dejar lugar a la ambigüedad, la táctica, línea política y objetivos que se defienden. No obstante, esta afirmación, a efectos prácticos, no es asumible para la burguesía, que presenta sus concepciones e intereses como si fuesen generales, de todo el pueblo, para no mostrar su verdadera naturaleza clasista.
Los representantes y gestores políticos de la burguesía, organizados en torno a una serie de partidos, recurren al engaño a través de la propaganda mediática e ideológica, para ocultar y mantener su condición de clase hegemónica, reduciendo las diferencias políticas a cuestiones programáticas sin mayor trascendencia.
En cambio, los comunistas no escondemos nuestros intereses ni nuestros objetivos. No nos escondemos en manidos discursos interclasistas que calen entre el mayor número posible de personas. Actuaríamos así como si el conjunto de la sociedad no estuviera dividido en diferentes clases sociales, sino en mercados electorales.
Partimos siempre de nuestra concepción de clase, y es por ello que tenemos claro a qué grupo social se dirige nuestra política e ideología, y empleamos en el análisis la concepción del mundo materialista y los intereses de clase: ni más ni menos que el lenguaje más exacto que explique hacia donde vamos y cual es la estrategia a seguir en todo momento.
No tenemos ningún inconveniente en proclamar que abogamos por la descolonización, la independencia nacional, la revolución canaria, el socialismo y el comunismo. No minusvaloramos a los trabajadores sospechando que con estas reivindicaciones seremos incomprendidos o, peor aún, desdeñados. Y no nos angustia que siendo tan sinceros en la revelación de nuestros propósitos, electoralmente no pesquemos réditos. A nosotros no se nos va la vida en eso.
La burguesía, irremediablemente, recurre a todo tipo de trampas para ocultar el ser una fracción social minoritaria y dominante, y si las cosas se tuercen siempre le queda la represión despiadada, la ilegalización de organizaciones políticas y todas las herramientas del estado de sitio.
La pequeña burguesía es más falsaria aún si cabe, pues no tiene reparos en disfrazarse de socialista, e incluso oportunamente de «marxista», adoptando un discurso pseudorevolucionario de carácter ultraizquierdista para hacer valer sus intereses.
En lo que concuerdan las expresiones políticos de ambas es en el resquemor al ascenso de los comunistas, el desdén hacia los trabajadores asalariados y el temor, más o menos oculto, a que de verdad se produzca una insurrección popular que se adueñe del poder e instaure el socialismo.
En Canarias, quienes se sitúan en la llamada “izquierda nacional(ista) canaria”, evidencian nuestras aseveraciones con respecto a la pequeña-burguesía. Unos defienden un socialismo indefinible, otros apuestan por un “socialismo del siglo XXI”, apurados por la necesidad de actualizar las tesis reformistas y revisionistas como «socialismo moderno» (o sea, más de lo mismo), y los hay quienes ni tan siquiera soportan oír hablar de socialismo.
Subsumido en la indefinición ideológica, la ambigüedad, la improvisación y el electoralismo, además de en plena descomposición organizativa, si hay algo que une a este sector es su anticomunismo. De hecho, si en su momento se nos negó a los comunistas el derecho a existir, en la actualidad es innegable que entre la amalgama de partidos, sindicatos y organizaciones que integran el bloque pequeñoburgués, no hay diferencias que justifiquen el divisionismo existente entre ellos.
Los comunistas continuaremos construyendo el Partido de vanguardia de los trabajadores, con la formación ininterrumpida de cuadros políticos, con nuestra línea política marxista-leninista, con la defensa de una táctica decidida y elaborada, y la lucha por la revolución canaria. Y ello sin actuar de limosneros ni pedir la bendición de la pequeña burguesía metropolitana, rebajándonos a servir a sus intereses electorales a cambio de un reconocimiento que no nos haría más radicales, sino más arrastrados.
Precisamente porque no ocultamos nuestros objetivos, consideramos el reconocimiento de las diferencias de ideas e intereses de clase, concretados en la práctica en diferentes partidos políticos, entendemos la necesidad para la formación de un Frente político independentista en que se integren con claridad esas diferentes expresiones ideológicas y de clase.