Pedro Brenes
Están muy ofendidos. Algunos miembros del fracasado e incapaz Comité de Empresa de Guaguas Municipales de Las Palmas y ciertos comentaristas anónimos, nos censuran agriamente la forma en que exponemos nuestro análisis y manifestamos nuestras críticas a la actuación del grupo de Feluco en el conflicto de la privatización de las guaguas. Afirman, indignados, que se trata de un tono «frívolo», «pretencioso», «insustancial», «insufrible» y «malcriado».
¡Vaya! ¡Qué delicados se nos han vuelto últimamente! Parece que el oído proletario se les empieza a ablandar un poco, quizá como consecuencia del trato demasiado frecuente con los altos ejecutivos del Consejo de Administración, el tránsito habitual por las moquetas y los parquets de los despachos y salas de reuniones de concejales y gerentes, el cálido y agradable ambiente de las oficinas electorales del PSOE y la placentera atmósfera de los bufetes de los «prestigiosos abogados».
Pero, con toda esta bobería sobre el «tono» supuestamente inadecuado, esta gente sólo pretende seguir eludiendo el fondo del asunto. Porque lo que realmente importa a los trabajadores y a los ciudadanos es que este Comité, cuya responsabilidad era dirigir la lucha contra la privatización y ganarla, ha fracasado absoluta, histórica y muy poco ejemplarmente.
Y la responsabilidad por el fracaso y la derrota a que han llevado el conflicto es, como cualquiera puede entender, suya y deben asumirla con todas sus consecuencias. Pues para eso fueron nombrados. Y una vez demostrada su incapacidad, como es natural, deben dimitir y retirarse dignamente, dando paso a otros más decididos y competentes que cuenten con la confianza y el respaldo de la mayoría de los trabajadores que hoy, como ha quedado más que comprobado en las sucesivas votaciones de la Asamblea, ya no confían ni esperan nada del actual Comité.
¿O acaso piensan que, después de ser elegidos, pueden hacer lo que les dé la gana y ya no tienen que responder por nada? ¿O es que nunca han oído hablar del principio fundamental del Sindicalismo Asambleario que consiste en el derecho del conjunto de los electores a revocar, es decir, destituir y sustituir a cualquiera de los elegidos para el Comité, o a todos ellos, en cualquier momento? ¿Cómo es posible entonces que tengan la desfachatez de andar por ahí presumiendo de «asamblearios»?
Hay que recordar que Feluco y su grupo estuvieron flojeando prácticamente desde el inicio del conflicto allá por el mes de Septiembre del año pasado. La palabrería hueca, las dilaciones y pérdidas intencionadas de tiempo para plantar cara al Ayuntamiento, las convocatorias y desconvocatorias continuas de las reuniones del Comité y de la Asamblea eran tan evidentes y descaradas que, después de más de cuatro meses del anuncio de Saavedra de su intención de privatizar, Feluco, después de no haber hecho nada práctico hasta entonces, nos salió con aquello de que «los trabajadores se sentían traicionados».
Esta frase, junto a otras del mismo estilo como «¡Hombre! ¡Por favor! ¡¿Porqué nos tratan así?!» «¡Nosotros no nos merecemos esto!» y otras similares, que en nuestra opinión delatan al burócrata que prefiere las lamentaciones a la lucha, y que denunciamos en el artículo «Guaguas, declaración de debilidades» deben contener para ellos, por lo visto, la esencia de la combatividad de la clase obrera, pues nos hemos cansado de oírlas durante todos estos meses, prácticamente ante cada declaración del alcalde y también, no hace mucho, en boca de algún miembro obrero del Consejo de Administración, ante el absoluto desprecio y la burla impúdica del enemigo de clase hacia este sindicalismo inofensivo y patético.
Mi partido, que desde el primer momento ha estado haciendo un seguimiento periodístico y político del conflicto, publicó, con fecha de veintitrés de Enero de 2009, el artículo «Guaguas: lo que no se pelea no se gana» en el que, por primera vez y después de soportar ¡cinco meses! de lamentaciones, dilaciones, juegos demagógicos e inactividad real frente al verdadero problema por parte de Feluco y su gente, criticábamos los métodos del Comité de Empresa y advertíamos de las consecuencias que todo ello conllevaría para los trabajadores y los ciudadanos de la capital de Gran Canaria.
Nada nos entristece más que comprobar hoy que aquellos malos augurios se van cumpliendo de forma inexorable y que, desgraciadamente, las peores secuelas de esta derrota están aún por llegar.
Pero ¡por fin! después de las consabidas dilaciones, cambios de fecha y típicas maniobras burocráticas del Comité, se celebró la Asamblea de todos los trabajadores el día 9 de Febrero. Entonces Feluco, portavoz del Comité, gran líder sindical y reconocido e incansable luchador por la defensa de los intereses de la clase obrera, ganó una posición elevada y, cual Lenin sobre el automóvil blindado, hizo sonar el graznido estridente de su histórico megáfono para imponer silencio y atención y proponer ¡cómo no! el aplazamiento de la huelga de un día que llevaba anunciando (y retrasando con todo tipo de excusas y pretextos ridículos) desde hacía ya muchos meses.
Como cualquier burócrata que se precie, nuestro hombre estaba convencido de que su propuesta, una vez más desmovilizadora y dilatoria, sería aprobada sin mayores dificultades. Al fin y al cabo, para esta gente la Asamblea no es más que un trámite desagradable, a veces enojosamente necesario, para quedar bien, ganar legitimidad y respaldo electoral y seguir aferrados como las lapas a los cargos de los que tan bien saben obtener ventajas y privilegios.
¡Pero se llevaron una buena sorpresa! ¡Todavía se acuerdan! Inmediatamente se alzaron voces opuestas al método de los aplazamientos interminables y las pérdidas de tiempo. Varios clamaron en el sentido de que si el Comité no se sentía con fuerzas para dirigir la lucha y no tenía el coraje y la firmeza necesarios para manejar un conflicto que, sin lugar a dudas, se presentaba incierto y complicado, lo mejor que podían hacer era dejar el sitio a otros.
Ante el asombro y la preocupación de los burócratas, del propio seno de la Asamblea surgió una propuesta, luego aprobada por mayoría, que, fijando un plazo límite de treinta días al Ayuntamiento para abandonar definitivamente el proyecto privatizador, mantenía que, agotado ese tiempo sin resultados positivos, se iniciara una Huelga Indefinida con todas sus consecuencias, posición ésta que ni siquiera el PRCC se había atrevido a sugerir.
De esta manera y una vez más, pues estas situaciones se dan con mayor frecuencia de lo que muchos suponen en la dinámica democrática asamblearia y proletaria, la clase obrera no sólo dejó atrás a su dirección sindical burocratizada y entreguista, sino que avanzó más allá de las posiciones de su vanguardia comunista.
Y, como se demostró en los acontecimientos del 23 de Marzo, la Asamblea de los trabajadores de Guaguas Municipales tenía toda la razón.