Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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Y punto

In Actualidad on 4 agosto, 2009 at 11:26

davidDavid Delgado


Lo ha vuelto a repetir. Lo de Jerónimo Saavedra es de absolutista “ilustrado”. Si no tuvo reparos en exteriorizar su “talante” al manifestar que la Empresa Municipal de Guaguas se iba a privatizar “y punto” -tratándose de una empresa en la que trabajan cientos de asalariados-, tampoco lo tiene para decirles a los pequeños comerciantes que les “hace falta más cultura, y punto”.

Las declaraciones de Saavedra se producen tras las protestas de comerciantes y vecinos de la calle Albareda, por el corte de esta vía que es fundamental para la circulación del tráfico en La Isleta. En concreto, el corte efectuado es en el tramo entre las calles Juan Rejón y Tenerife. Los pequeños empresarios de la zona, afirman que el corte se produjo casi sin avisar y que las consecuencias pueden provocar el hundimiento definitivo de sus negocios.

Jerónimo Saavedra, más allá de las distinguidas personalidades de clase alta y los círculos culturales más refinados, sólo ve a un proletariado inculto y engorroso que no agradece su gesto, “por amor a la ciudad”, de dedicarse a gobernar en un insignificante municipio como Las Palmas de Gran Canaria. ¡Con lo duro que es esto para alguien de su talla, que estuvo en las altas esferas políticas de la metrópoli!

Sus palabras textuales fueron las siguientes: «Yo les recomendaría [a comerciantes y vecinos] que cojan el avión, vayan a Madrid y paseen por la calle Serrano, bajen por Goya y si pueden que se metan por el casco antiguo; verán que ni los taxis saben cómo andar en ese Madrid abierto», «todo es malo, molesto… deberían quejarse menos porque esto lleva a una mejora. Hace falta más cultura, y punto».

Según Saavedra, los vecinos afectados por las obras y los comerciantes que temen que quiebren sus negocios deben resignarse al caos circulatorio en La Isleta, porque así funcionan las cosas en Madrid, nada más y nada menos que en las calles Serrano y Goya. Y encima esto es cultura para el pijoburgués del alcalde quien, para sentenciar, remató nuevamente su postura con un rotundo “y punto”.

Porque así son las cosas. Los trabajadores asalariados y los pequeños comerciantes que no han estado en la ópera de Salzburgo ni en la capital del reino, esas clases bajas iletradas, no tienen derecho a recriminar al señorito Saavedra que está bien y que está mal, pues él, que es una persona cultivada, sabe mucho más que todos nosotros “y punto”.

La arrogancia del alcalde no sentó nada bien obviamente en el sector comercial del Puerto. Este sector, que sufre considerablemente los efectos de la recesión económica imperialista, considera clave el presente mes de agosto para corregir las malas cifras de ventas de todo el año.

José Miguel Batista, propietario de una tienda de la zona, aseguró que: “estamos planteándonos muy en serio denunciar al Ayuntamiento y a la empresa que realiza la obra por las molestias que está ocasionando”.

Saavedra demuestra una vez su absoluto desinterés por los problemas de los trabajadores y pequeños comerciantes, que son quienes están padeciendo realmente la crisis del sistema, y su indiferencia la evidencia con desprecio y altanería.

Esta es la verdadera cara de la socialdemocracia. “Socialistas” de boquilla y capitalistas en la práctica. Se puede tener más o menos “talante” pero, en efecto, es la actitud de Saavedra la que se identifica con un partido como el PSOE. Un partido antiobrero, clasista, capitalista y colonialista.

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Incendios: el fracaso del modelo económico

In Actualidad on 4 agosto, 2009 at 0:01

Teo20090620aTeodoro Santana

 
 

Cada verano, la actitud de los políticos burgueses y de los medios de comunicación ante los cada vez más frecuentes y feroces incendios es de simple sensacionalismo y lamentaciones hipócritas. Las alusiones a pirómanos «incontrolados» o la «ola de calor que padecemos» es la única «explicación» que se nos da: una mezcla entre la «natural» maldad humana y los avatares de la naturaleza. La acción diaria de los políticos (especialmente de los que corren a fotografiarse con los bomberos y las cuadrillas) no parece que tenga que ver con estas «tragedias». Aparentemente, poco se puede hacer, salvo rezar porque cambie el viento, vengan lluvias o haya suerte.

Sin embargo, cada año los incendios aumentan en cantidad e intensidad. Cierto que los científicos advierten que en el próximo cuarto de siglo habrá temperaturas más elevadas, menos precipitaciones, aunque más intensas, y mayor velocidad del viento en verano. Estas consecuencias del cambio climático, que desde hace algunos años sentimos en Canarias, aumentan las probabilidades de incendios. Pero son los aspectos estructurales de nuestro modelo económico y productivo los que multiplican el riesgo de incendios y la peligrosidad de éstos.

La práctica desaparición de la agricultura y la ganadería, se ve reforzada por la integración de Canarias en la Unión Europea y la imposición de la Política Agraria Común (PAC), que restringe la producción en favor de las importaciones masivas de los excedentes de las potencias centrales europeas. La agricultura es dura, penosa y ya no da ni para comer. Si a eso añadimos primas a los capitalistas importadores, como el Régimen Específico de Abastecimiento (REA), el cuadro aparece completo.

Esa desaparición de nuestra agricultura en aras del monocultivo turístico -y su corolario de urbanización acelerada y especulación urbanística del suelo-, el consecuente abandono del campo y el éxodo a las grandes concentraciones urbanas, y la ausencia total de una gestión forestal planificada (y de las correspondientes inversiones públicas), hacen a nuestros montes más vulnerables al fuego. Si a eso añadimos los intereses privados que suelen estar detrás de la mayoría de los incendios, y la especulación por las recalificaciones de terrenos, nos enfrentamos a una bomba bien cebada.

Y aunque el fuego pueda iniciarse por un rayo, la irresponsabilidad de un volador lanzado en unas fiestas o a acción de un loco, la cuestión no es sólo como se inician los fuegos, sino por qué se descontrolan y extienden de la forma que lo hacen. El abandono del medio rural y de nuestros montes y las políticas represivas contra nuestros agricultores (a los que se ve como enemigos de un medio natural concebido, «ecologistamente», como si fuera una postal turística) hacen que cada verano nuestros bosques y nuestras laderas aparezcan llenas de pinocha (que ni se utiliza ya en la ganadería ni en la agricultura y cuya recogida está severamente sancionada) y rastrojos, que actúan como verdadera yesca.

Para el burgués, el campo no es negocio sino bajo la forma de suelo urbanizable. Las mujeres y hombres que aún se aferran a nuestro medio rural no les proporcionan ningún beneficio, ni siquiera como mano de obra. Dedicar dinero al mantenimiento y limpieza de nuestros montes y bosques (en invierno, que es cuando se previenen de verdad los incendios) no reporta ninguna plusvalía a corto y medio plazo. Por eso los políticos burgueses, meros empleados a sueldo de los capitalistas, actúan en consecuencia y destinan el dinero público a beneficiar directamente y a corto a los que les financian las campañas electorales y les provén de otras bagatelas.

El modelo económico canario, destructor de nuestras propias fuentes de riqueza, depredador, dependiente hasta el paroxismo (el 99% de los alimentos que consumimos son importados) y colonial, no solo genera paro, precariedad y miseria, sino que es el detonante principal de que, cada vez más, Canarias arda por los cuatro costados.