Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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El godo en Lanzarote

In Actualidad on 16 agosto, 2009 at 0:01

zapaterolanzaroteTenía que ser la colonia africana. El presidente metropolitano español vuelve a pasar sus vacaciones en nuestro país. Da igual que seamos el territorio bajo soberanía europea con más paro, con más pobreza, con los salarios más bajos, con la jornada más larga, con más precariedad laboral, con mayor destrucción de pequeñas y medianas empresas. Rodríguez Zapatero, con su familia y un séquito de 110 personas, se ha venido a Lanzarote a exhibir como disfruta ante un pueblo cuyo sufrimiento le importa un rábano.

En plena recesión económica, y sin cortarse un pelo, despilfarra el dinero público comiendo y bebiendo como un multimillonario, restregándoselo por los besos a los 250.000 parados oficialmente reconocidos y a las más de 600.000 canarias y canarios que malviven bajo el umbral de la pobreza. Hay que tener cuajo para venir a pegarse una juerga en Canarias. Y encima, en el incendio de la isla de La Palma, apareció a hacerse la foto volviendo a prometer unas ayudas para no cumplirlas, como hizo en los incendios de 2007.

El Palacio de La Mareta, fabricado ilegalmente en la costa de Teguise, fue un regalo que recibió el rey de Jordania por su colaboración en el tráfico de armas con destino a la guerra irano-iraquí de los años 80. Posteriormente el monarca jordano lo regaló al español, pasando a adscribirse al patrimonio del Estado metropolitano. Ya en 2005 y 2006 Zapatero pasó sus vacaciones en este palacio, tras haberse gastado 270.000 euros en reformarlo. En 2007 y 2008 cambió y se fue a Doñana. Es en 2009 cuando vuelve a La Mareta con su habitual despliegue de amigos, cocineros, cortesanos y guardaespaldas.

“Lo estamos pasando bien”, ha dicho estos días el presidente del gobierno metropolitano. No nos extraña. Viene a colonias como el típico godo que sólo ve sol y playas. Las canarias y los canarios, que lo estamos pasando mal, no somos objetos de su interés. De hecho, podemos desenfocar su imagen paradisíaca. Por eso visita el Archipiélago Chinijo, pero ni siquiera a una de las personas que en nuestro país sufre las lacras de la crisis internacional del capitalismo.

Claro que, para el colonialismo, aquí no hay personas: sólo simpáticos indígenas que dan un toque de color al “exotismo” del paisaje. Pero detrás de las bambalinas, de las fotos para la prensa rosa, del engañabobos insustancial de estos nuevos ricos, un pueblo palpita mientras llega el día en que dirá basta.

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