“Este año tenemos más personas hambrientas que nunca”. Así de rotunda se expresó Josette Sheeran, directora del Programa Mundial de Alimentos (PMA), quien anunció que el organismo humanitario de la ONU que dirige cifra en 1.020 millones las personas que pasan hambre en el mundo.
También remarcó que, “con menos del 1%” del dinero que los gobiernos han destinado para salvar a la banca, se podría solucionar la calamidad de millones de personas hambrientas. Al mismo tiempo la directora del PMA hizo un “llamamiento urgente” al G-20 para que remedie un problema que precisa de algo más que “soluciones a largo plazo”.
Desgraciadamente, la cuestión no es tan sencilla como la concibe Josette Sheeran y los colectivos humanitarios-oenegeistas que sostienen la insensata idea de que la solución a la pobreza severa que azota a miles de millones de personas en el mundo estriba en la solidaridad de los gobiernos e instituciones imperialistas, responsables directos de las condiciones infrahumanas que soportan los pueblos empobrecidos.
Pero, ¿qué es el imperialismo? El imperialismo, fase superior del capitalismo, se formó plenamente en el período 1898-1914. Los más destacados acontecimientos de esta nueva etapa histórica de la historia mundial, según señaló Lenin fueron: las guerras hispano-norteamericana (1898), anglo-bóer (1899-1902) y ruso-japonesa (1904-1905).
El imperialismo es una fase histórica especial del capitalismo cuyas peculiaridades son: que es capitalismo monopolista, capitalismo parasitario o en descomposición y capitalismo agonizante.
La esencia del imperialismo, su rasgo económico fundamental, es la sustitución de la libre competencia por el monopolio.
El monopolismo, subraya Lenin, se manifiesta en cinco forma principales: 1) cártels, sindicatos y trusts; la concentración de la producción ha alcanzado el grado que da origen a estas asociaciones monopolistas de los capitalistas; 2) situación monopolista de los grandes bancos; 3) apropiación de las fuentes de materias primas por los trust y la oligarquía financiera (el capital financiero es el capital industrial monopolista fundido con el capital bancario); 4) se ha iniciado el reparto (económico) del mundo entre los cártels internacionales. La exportación del capital, como fenómeno particularmente característico a diferencia de la exportación de mercancías bajo el capitalismo no monopolista, guarda estrecha relación con el reparto económico y político-territorial del mundo; 5) ha terminado el reparto territorial del mundo (de las colonias).
¿Y por qué definió Lenin al imperialismo como un capitalismo agonizante, en transición hacia el socialismo?
Porque todo monopolio en el régimen de la propiedad privada sobre los medios de producción se distingue por su tendencia a la descomposición. Por su parte, la exportación de capital es la expresión mayor del parasitismo. El capital financiero no tiende a la libertad, sino a la dominación. Y la explotación de las naciones oprimidas y colonizadas por un puñado de grandes potencias, convierte cada vez más a los países imperialistas en un parásito que domina a miles de millones de personas que habitan los pueblos no desarrollados.
Poco antes de la mitad del siglo XIX, la humanidad alcanzó los 1.000 millones de habitantes. La revolución industrial que se desarrolló en el siglo XVIII posibilitó mejorar la agricultura, potenciando el aprovechamiento de las tierras y obtener así un mayor número de alimentos. Así mismo, el desarrollo de la medicina permitió alargar la esperanza de vida y reducir la mortalidad infantil.
Un siglo después en 1950, la población alcanzó los 2.500 millones de habitantes y, en 1975 los 4.000. Merece ser destacado, que en la actualidad a los 1.020 millones de hambrientos si le sumamos los 3.000 millones de desnutridos, la cantidad de personas que a día de hoy corren el riesgo de morir por inanición o están desnutridos es similar a la población mundial total que había hace unos 35 años.
En los últimos 40 años se ha duplicado la población mundial. Ahora, con una cantidad superior a los 6.700 millones de habitantes, la gran mayoría de la población pasa hambre, está desnutrida, es pobre o desempleada.
Sólo la burguesía imperialista mundial y los cada vez menos sectores de la población no capitalistas de los centros imperialistas, que reciben las migajas de las super ganancias de los primeros en forma de sobornos y prebendas para mantener neutralizados a la clase proletaria, disfrutan de unas condiciones de vida dignas.
Este es el paraíso terrenal que ampara la burguesía y asumen algunos núcleos de las clases desfavorecidas. El mejor de los mundos posibles dicen.
Las guerras imperialistas para conquistar manu militari nuevos mercados, saquear nuevas fuentes de materias primas y desarmar a la resistencia de los pueblos ocupados y colonizados, son crímenes contra la humanidad que no cesaran mientras el socialismo no triunfe.
Mientras exista imperialismo existirá la pobreza y hambre. Es absurdo pensar que se puede acabar con ello sin plantearse un cambio de sistema. A lo más que se puede aspirar es a paliar los daños que este ocasiona, lo cual es si cabe más criminal aún, pues significa apostar por que todo permanezca igual y prolongar la agonía de las masas hambrientas, a pesar de que todos los indicadores demuestren la necesidad de romper con este sistema.
Los países imperialistas, principalmente EEUU y las naciones más desarrolladas de la Unión Europea, impiden el desarrollo soberano de los pueblos africanos, asiáticos, latinoamericanos y oceánicos mediante la hegemonía militar y la imposición de leyes, aranceles y tratados comerciales que sólo favorecen al capital financiero de los estados más poderosos, saquean las materias primas y la riqueza de los países pobres y recurren a la guerra como herramienta que estimula las ganancias de la oligarquía financiera, desarticula el tejido productivo y desarma a la resistencia de los pueblos que luchan contra la opresión.
Es por ello que los comunistas canarios apoyamos a los pueblos antiimperialistas que luchan por la soberanía nacional, a los pueblos colonizados que luchan por la descolonización y a los países socialistas que heroicamente resisten y construyen el socialismo. Porque el socialismo no sólo es una alternativa posible, sino una necesidad.