Durante la existencia de la URSS y los regímenes populares de Europa oriental, la propaganda occidental, es decir, los medios propagandísticos de la burguesía anticomunista europea, fijaron como un objetivo político, enraizar en la memoria colectiva de los trabajadores del bloque capitalista, la asociación de ideas entre comunismo y pobreza.
Lo que la propaganda de los países imperialistas buscaba era imponer en el conjunto de los trabajadores europeos, que décadas anteriores vieron en la revolución rusa un ejemplo y una experiencia admirable, la convicción de que el “comunismo” sólo había traído pobreza, desabastecimiento, limitaciones y autoritarismo a los pueblos del este de Europa.
No lo hacían, naturalmente, para criticar a los respectivos gobiernos de la URSS, de Rumania y Bulgaria entre otros sin más. Se trataba de una estrategia política e ideológica que iba más allá, cuya pretensión era “advertir” a los trabajadores del paraíso capitalista, que con el socialismo y el comunismo no se obtendría ni avanzaría más de lo que lo hicieron estos países.
De este modo, muchos trabajadores asimilaron la falaz idea de que la experiencia soviética demostró históricamente el fracaso del socialismo, y la idea de un socialismo alejada del estereotipo burocrático e ineficiente se les hizo inconcebible.
Si hay una imagen televisiva que simbolice la década de los años 80, sobre todo en los últimos años, en cuanto a la propaganda capitalista vertida sobre la URSS, es la de grupos de personas haciendo interminables colas en pequeños comercios para comprar alimentos básicos como pan, harina o azúcar.
Se evidenciaba así, decían, el fracaso del “comunismo”, dando por sentado que los pueblos del este europeo alcanzaron el comunismo y, lo que es peor, que lejos de esta experiencia no cabía pensar en otra forma de socialismo.
Ahora, en plena recesión de las economías de los países imperialistas, se producen largas colas en estos países por circunstancias bien diferentes, pero la propaganda no se hace el mismo eco.
No informan los grandes medios que las filas de miles de desempleados y pobres que acuden a presentarse a una determinada oferta de trabajo inaccesible, o a algún comedor social para comer debido a su situación económica, se debe al colapso del sistema capitalista.
En este caso, se palpa perfectamente el carácter de clase e ideológico de los monopolios de la información.
En Canarias, el elevado número de parados, que ronda una proporción propia de los países del tercer mundo más atrasados, ha provocado que un gran número de jóvenes hagan colas ante la sede del antiguo Gobierno Militar para alistarse a las filas del ejército.
Es el síntoma de la desesperación de la juventud canaria, un sector de la población especialmente castigado por el desempleo.
Son casi 30.000 los menores de 30 años que no tienen trabajo y están inscritos en el Servicio Canario de Empleo. Y los parados de entre 25 y 45 años son ya 132.470.
Los comedores sociales no dan abasto ante la demanda creciente de personas que se ven abocadas a una situación de pobreza, que en Canarias afecta a más de 600.000 personas.
Pero como vemos, la propaganda “plural” de los países capitalistas no considera en ningún caso que todo esto sea reflejo del ocaso de un sistema que no es capaz de garantizar unas condiciones dignas básicas de vida para el conjunto de la población.
En este caso, se aparca la visión superficial y sesgada aplicada a los regímenes socialistas que aplicaban una economía con fundamentos antimarxistas, y se señala que todo es fruto de una crisis temporal, algo anecdótico e incluso beneficioso. Desde su punto de vista, si ésta es la única manera de que la gente se apelotone para entrar en el ejército español, pues bienvenida sea.