Dirigida por el Partido Comunista Chino, el 1º de octubre de 1949, con la proclamación de la República Popular China, se consolidó el triunfo de la segunda gran revolución socialista de la historia y se abrió el camino para que el pueblo chino, sojuzgado por las potencias imperialistas, tomase las riendas de su futuro.
El levantamiento popular de 1911, inspirado por Sun Yatsen, instauró la primera República China, acabando con varios milenios de feudalismo centralizado e incapaz de defender los intereses nacionales. Pero en 1913 los generales golpistas se hicieron con el control de la joven república e instauraron una feroz dictadura que, sin embargo, cedía a las pretensiones imperialistas japonesas, otorgando a ese país toda clase de concesiones.
En 1917, un nuevo golpe militar restaura la monarquía, y el país se fracciona en zonas de influencia de los distintos señores de la guerra (terratenientes y antiguos funcionarios imperiales que disponían de ejércitos), que eran quienes tenían el poder efectivo y controlaban la administración y la recaudación de impuestos en las zonas bajo su control. Y el Tratado de Versalles, con que finaliza la I Guerra Mundial, consolida la presencia japonesa en buena parte del territorio chino. Esto provocó protestas multitudinarias en Beijing en 1919, en lo que se conoce como el «Movimiento del 4 de Mayo».
En 1921 se funda en Shangai el Partido Comunista Chino, con Chen Duxiu como secretario general. A ese primer Congreso asistieron 12 personas. Asumiendo que las tareas de la época eran las de la revolución democrática nacional, el PCCh decide establecer su política de alianzas con el partido Kuomintang (KMT). Fruto de esa colaboración es la toma de Beijing en 1924.
La muerte de Sun Yatsen en 1924 desencadena una lucha por el poder entre el ala izquierda y el ala derecha del KMT, encabezada por Chiang Kai-shek, al que se fueron sumando buena parte de los señores de la guerra. En 1927 Chiang lanza una ofensiva contra los comunistas, rompiendo la alianza y haciendo ejecutar a numerosos camaradas.
Siguiendo las directrices de Moscú de copiar el modelo de revolución rusa (tomar las ciudades y extender la revolución al campo), los comunistas iniciaron insurrecciones en Shangai y otras ciudades chinas, que fueron brutalmente aplastadas. Mao Zedong y otros dirigentes, en cambio, plantearon una vía específicamente china para la revolución, invirtiendo los términos (tomar el campo y cercar las ciudades).
Organizando el Ejército Popular de Liberación (el «ejército rojo») como el brazo militar del PCCh, los comunistas consiguieron establecer territorios liberados en varias zonas de la China rural. Uno de las más importantes fue el «Sóviet de Jiangxi», al sur de China. En octubre de 1934 las tropas de Chiang Kaishek lanzaron una ofensiva general para aniquilarlo. Con el objetivo de salvaguardar el ejército rojo antes que mantener el territorio, los comunistas emprendieron una retirada de doce mil kilómetros hacia Shaanxi, en el norte del país.
Esta gesta histórica, conocida como la Larga Marcha, se hizo a pie, bajo fuego de artillería y bombardeos de la aviación. Pero permitió que millones de chinos de todo el país conociesen directamente la existencia, las ideas y la capacidad de sacrificio del Partido Comunista. La derecha militarista, en su afán por liquidar el «virus» comunista, lo había extendido por todo el país.
A la vez, la Larga Marcha permitió la entrada de una nueva dirección del PCCh, menos sometida a los dictados impuestos desde Moscú.
En 1937, como parte de sus planes expansionistas en Asia , y operando desde el Estado títere que poseía en Manchuría, Japón inició la invasión de toda China. El gobierno del KMT abandonó su capital, Nanjing, huyendo hacia lo más remoto del interior de China. Ante la invasión imperialista, el PCCh propone un Frente Único Antijaponés, que finalmente el KMT se vió obligado a aceptar ante la presión de buena parte de sus propios jefes militares.
Sin embargo, mientras los comunistas centraron su lucha en expulsar a los agresores japoneses, el Kuomintang seguía centrando sus acciones militares en atacar y perseguir a los comunistas. Pero esta actitud farisáica no pasaba desapercibida para la mayoría de la población china, que fue comprobando a lo largo de toda la II Guerra Mundial que quienes de verdad defendían los intereses nacionales chinos, quienes ponían toda la carne en el asador por la liberación de su país, eran los comunistas.
Es en la guerra contra los japoneses cuando el PCCh desarrolla plenamente el Ejército Popular de Liberación y la estrategia de guerra popular revolucionaria, estableciendo vínculos indisolubles con la inmensa mayoría del pueblo chino.
Con la derrota definitiva del nazi-fascismo, Japón se retiró de China. Inmediatamente, el KMT exigió el desarme del ejército rojo y la subordinación del PCCH al gobierno del KMT. Controlando las ciudades, en la primavera de 1946 el Kuomintang inició su ofensiva por someter las zonas rurales, donde tenían sus principales fuerzas los comunistas. En ese momento, el ejército rojo contaba con 300.000 efectivos, mientras que las tropas de Chiang Kai-shek superaban los cuatro millones, mejor armados y con el apoyo de EEUU y las demás potencias imperialistas.
En 1948 el ejército rojo que, llevado en volandas por el pueblo chino (incluidos sectores de la burguesía nacional), avanzaba imparable desde el norte, contaba ya con dos millones de combatientes, y el ejército del KMT se encontraba en franca desbandada. Ese año, los comunistas pasaron de las tácticas de guerrilla a la guerra abierta, tomando varias ciudades importantes, como Kaifeng y Jinan. En enero de 1949, el ejército rojo entró en Tianjin y en Beijing. A lo largo de ese año los últimos reductos del ejército del KMT huyen definitivamente a Taiwan.
El pueblo chino, el más numeroso del mundo, había conquistado la victoria. El poder pasaba a manos de los obreros y los campesinos pobres. Del 21 al 30 de septiembre de 1949 se celebró la Sesión Plenaria de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino. En ella participaron representantes de los diversos partidos, grupos y círculos sociales y demócratas sin filiación partidaria. De los 142 delegados sólo había 16 comunistas. Se elaboró el Programa Común, que desempeñó la función de Constitución provisional, y nació el Consejo Gubernamental Central de la República Popular, con Mao Zedong como Presidente.
El sentimiento generalizado fue de euforia. El gobierno provisional abolió todos los privilegios feudales y liberó a las mujeres del régimen de sometimiento familiar. Las primeras medidas económicas, empezando por la reforma agraria, tuvieron resultados espectaculares, a la vez que se abolieron los privilegios de los imperialistas extranjeros.
El 1 de octubre de 1949 se reunieron más de 300.000 personas en la plaza Tienanmen de Beijing para celebrar la histórica victoria. Mao Zedong declaró con solemnidad, desde la Puerta de la Paz Celestial de la antigua «ciudad prohibida», la fundación de la nueva República: «Se ha establecido la República Popular China ¡El pueblo chino se ha puesto en pie y ya nunca más vivirá de rodillas!«.