Las burguesías dependientes de Tenerife y Gran Canaria, que nunca se han conseguido conformar como clase nacional, tiene en las Cajas de Ahorro y en los cabildos insulares sus principales armas en la feroz disputa por la hegemonía económica y política del Archipiélago. En el caso de las cajas, y en contra de todo lo sensato, se han negado tercamente a unificarlas. Ni unos ni otros querían perder el control omnímodo que ejercen sobre su correspondiente juguete y fuente de financiación.
Pero la recesión imperialista arrecia y las burguesías de ambas islas se ven obligadas a buscar cobertura en las fusiones y acuerdos con otras cajas, fundamentalmente por el enorme volumen de “activos tóxicos” inmobiliarios que acumulan. Pero, claro, con el criterio de “antes con una española que con una canariona (o tinerfeña)”, en la tradicional línea colonizada y vendepatrias.
La primera en tirarse en brazos de una caja metropolitana ha sido la caja de Tenerife, Cajacanarias, que se ha semifusionado con Caja Navarra, a través de la creación de una sociedad instrumental que aglutinará los principales negocios de ambas (salvo la gestión de la red de oficinas en los territorios de origen) y tendrá su sede en Madrid.
Ahora toca el turno a la caja de Gran Canaria (La Caja de Canarias), que va a crear un grupo económico conjunto (SIP) con Caja Inmaculada (Zaragoza) y Caja Rioja, en el que se integrarán las políticas de riesgos, de gestión financiera y de tesorería.
Ni el gobierno autonómico ni ninguna otra administración pública, con representantes en los consejos de administración en las dos cajas canarias, ha pedido ni ha dado la menor explicación de estas operaciones de “fusión de facto o fusión fría” con cajas españolas, que cuentan con el total beneplácito del Banco de España. Se escamotea de la opinión pública las razones de por qué no se fusionan las cajas canarias.
Lo cierto es que la guerra por el predominio entre ambas burguesías sigue adelante en todos los frentes, incluido el político, en el que adoptan bien el disfraz filoespañolista (Gran Canaria), bien el filoindependentista (Tenerife), en la búsqueda de arrimar el ascua del respaldo del gobierno metropolitano a la respectiva sardina. Y para ello, nada como poner en juego el fantasma del insularismo para atenazar y desorientar al conjunto de las canarias y de los canarios. No es nuevo: ya lo practicaban las legiones romanas bajo la consigna de “divide et impera”.
Mientras tanto, el crédito a las pequeñas y medianas empresas canarias y a los trabajadores autónomos sigue restringido, tanto por parte de la banca española como de las cajas canarias. Según datos de mayo de este año, 20.000 de estas pymes han echado el cierre desde que empezó la recesión económica.
No hay que ser muy listo para darse cuenta de que sólo la clase asalariada, liderando al conjunto del pueblo, puede garantizar la ruptura de los lazos de dependencia coloniales y la construcción nacional. Porque la burguesía criolla siempre está dispuesta a vendernos por un plato de lentejas.