Andrés López
Para empezar, me gustaría mostrar públicamente mi apoyo a todos los familiares de los pescadores del atunero Alakrana, secuestrados recientemente mientras desempeñaban su labor en las costas de Somalia. Ningún trabajador del mundo se merece esto, sean cuales sean los motivos.
Dicho esto, añado igualmente que los considero rehenes que sufren ahora mismo los efectos colaterales de este sistema brutal en el que vivimos y que muy caro están pagando por alimentar a sus familias.
Después de décadas de sobreexplotación de las costas europeas y del norte de África, a los trabajadores de la pesca los han mandado más al sur, a aguas hostiles, donde el hambre y la desesperación se convierten en algo cotidiano.
Entonces se juntó el mismo hambre con las ganas de comer y un grupo de «piratas» secuestraron a los 36 tripulantes del Alakrana, pidiendo una significativa cantidad de dinero por el rescate. Desde ese momento las actuaciones del gobierno español han sido torpes e irresponsables.
Lejos de traer de vuelta inmediatamente a los marineros pagando el rescate, Zapatero se ha complicado la vida dejando pasar el tiempo y capturando a dos supuestos piratas por la fragata Canarias, con la intención posterior de procesarlos en España.
Esto, indudablemente, pone en serio peligro las vidas de los tripulantes, cuyos captores desgraciadamente adolecen de ética por el injusto mundo que les ha tocado vivir.
El mismo Moratinos reconoció que los esfuerzos diplomáticos realizados hasta ahora han sido duros, pues el gobierno de Somalia es un caos.
Claro que es un caos, lo que se le olvidó decir al ministro de exteriores es que en los últimos 20 años Somalia sólo ha conocido seis meses de paz y su capital Mogadiscio es un auténtico cementerio en ruinas. Destrucción que se la debemos como no, a las empresas armamentísticas europeas y norteamericanas de turno, que sacan enormes beneficios de las guerras civiles africanas.
Ante este panorama, los piratas somalíes amenazan con estrangular la estratégica vía marítima del golfo de Adén, donde 20.000 buques la atraviesan anualmente. En 2008 cuarenta navíos fueron secuestrados, lo que demuestra que lo del secuestro del Alakrana no es un hecho aislado y estos sabotajes son indicios primarios de insurgencia africana.
Los piratas se rebelan contra el sistema capitalista. El mismo sistema que durante siglos los condenó a servir de esclavos tanto en ingenios azucareros de Canarias como en plantaciones de algodón en Texas. El mismo sistema que actualmente les niega la educación, la sanidad y el alimento aún teniéndolos delante de sus narices.
Por tanto, si realmente quieren acabar con la piratería, Europa tendrá que abordar de una maldita vez la deuda histórica que tiene con este continente y a su vez mantener un comercio justo y leal con nuestros hermanos africanos.
¡Menos limosnas y aventuras bélicas y más pan y justicia para todos¡
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