Todas las fantasías burguesas sobre una supuesta salida de la recesión económica imperialista siguen tropezando con la realidad. Alguien tan poco sospechoso como el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, reconoció hace unos días que la mitad de las pérdidas sufridas por los bancos todavía permanecen ocultas. «Aún hay algunas pérdidas importantes que no han sido reveladas (…). Es posible que el 50% (de las pérdidas bancarias) aún estén ocultas en sus hojas de balance. La proporción es mayor en Europa que en Estados Unidos», dijo el jefe del FMI en una entrevista concedida al periódico francés Le Figaro.
Strauss-Kahn aseguró que no habrá un crecimiento fuerte sin una «limpieza completa» de los balances bancarios. En cuanto a la cuestión de limitar el tamaño de las entidades bancarias, Strauss-Khan se mostró contrario a ello, aunque señaló que considera legítimo que «si un banco asume riesgos que supongan un peligro para el sistema financiero entero», se le pida «una contribución financiera». Y añadió que «no vamos a ver por segunda ocasión que cientos de miles de millones de dólares sean inyectados en el sector financiero. La opinión pública y los parlamentos no van a aceptar que tengan que pagar la factura por segunda vez».
Las declaraciones Strauss-Kahn coinciden con las del director del Banco Mundial, Robert Zoellick, quien advirtió en un artículo el diario Financial Times que existe riesgo de que se esté produciendo una nueva burbuja en los mercados bursátiles, y que el aumento del precio de las acciones en las principales bolsas mundiales, de las propiedades inmobiliarias en varios países asiáticos o el elevado precio del oro podrían ser síntomas de esa burbuja.
Sirva como ejemplo el hecho de que, en el caso de la banca española, casi el 44% de las nuevas hipotecas se destina a refinanciar créditos antiguos, situaciones de mora y cambio de condiciones. La refinanciación de créditos a familias y empresas se lleva a cabo mediante la constitución de nuevas garantías sobre los créditos pendientes o la transformación en nuevos créditos hipotecarios que cancelen los préstamos anteriores. Como dice el dicho, una mano tapa la otra.
Y esto en unas corporaciones bancarias que, en todo el mundo, sigue recibiendo dinero público a espuertas. Mayoritariamente procedente, cómo no, de los impuestos retraídos en sus nóminas a las trabajadoras y a los trabajadores. Solo en los países del llamado G-20, esas ayudas públicas alcanzan ya los 10 billones de euros, además de otro tipo de apoyos como tipos de interés al mínimo y estímulos fiscales equivalentes al 2% del PIB. Esto significa que las pérdidas acumuladas por la banca internacional ascienden, al menos, a esa cantidad. Dicho de otro modo, el volumen de las pérdidas sufridas por la banca privada mundial representa no menos del 17% del PIB del planeta (10 billones de euros de pérdidas sobre los 60 billones del PIB anual mundial).
En la Unión Europea, el total de las medidas de apoyo a la banca equivalen ya al 31% del PIB de la UE, unos 6 billones de euros sobre los 19,5 del PIB (el 60% de las ofrecidas a la banca a escala mundial). Tales ayudas se han ejecutado ya en un tercio, y se han materializado en inyecciones de capital, avales, compras de activos y ayudas a la morosidad. En el caso del Estado español, las ayudas de la hacienda pública a la banca privada autorizadas por el banco Central Europeo (BCE) se elevan a 220.000 millones de euros, lo que supone el 22% del PIB español (que está en 1 billón de euros). Eso supone que cada ciudadano aporta 5.000 euros a las corporaciones financieras.
Con esas cantidades de dinero bien se podría nacionalizar toda la banca y ponerla al servicio de la mayoría de la población. Ni que decir tiene que esa opción no pasa ni por la cabeza de la derecha ni de la socialdemocracia, que no solo están empeñadas en salvar a las corporaciones que les financian las campañas electorales (y el que paga manda), sino que ni siquiera han condicionado esas ayudas a que la banca facilite crédito a las pequeñas y medianas empresas, que se ven asfixiadas hasta tener que echar el cierre. Y que son las que generan el 90% del empleo.
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