Según el Informe Internacional de Hacienda (TIC) del gobierno estadounidense, emitido el 12 de febrero, en diciembre de 2009 China disminuyó el volumen de la deuda de EEUU que posee, reduciéndola de 789.600 millones de dólares a 755.400. Esos 34.200 millones de dólares menos contrastan con los 11.500 millones de dólares en que Japón incrementó sus activos en bonos del Tesoro estadounidense, situándose, con 768.800 millones de dólares, como el mayor tenedor de estos valores.
El momento elegido por China para empezar a desprenderse de los bonos estadounidenses no es casual. La caída del euro frente al dólar, la descontrolada deuda de Grecia y la crisis a corto plazo de la deuda nacional en varias naciones de la zona euro, como España, han dado paso a una drástica depresión en el valor del euro, lo que se ha traducido en un repunte del dólar, y en una demanda mayor de bonos del Tesoro de EEUU.
Esto facilita deshacerse de buena parte de ellos sin sufrir pérdidas. Aún más, da a China, que sigue disponiendo de un considerable fondo de bonos estadounidenses (un 10% del total de los valores del Tesoro de EEUU en circulación), una excepcional oportunidad estratégica para la inversión.
De hecho, China apenas ha vendido el 4,3% de sus activos en dólares, una cantidad bastante limitada. De esta forma el gigante asiático ha conseguido no perjudicarse, evitando golpear la tasa de cambio del dólar, ya que el hundimiento de la moneda norteamericana supondría ahora mismo un durísimo revés para la economía china. Poseer tantos bonos en dólares es una situación que recuerda a la de tener un tigre cogido por la cola: ni se puede seguir agarrándolo, ni se le puede soltar. Por eso China se va desdolarizando de forma extremadamente prudente y lenta, una opción racional que deriva de sus propios intereses económicos y financieros.
A largo plazo, el dólar sigue manteniendo una tendencia a la baja irreversible. Después del inicio de la recesión económica imperialista en 2008, los niveles de la deuda de EEUU se han incrementado aún más, transfiriéndose del sector privado al público.
El único recurso que tiene el gobierno estadounidense para tratar de controlar su cuantiosa deuda y su déficit presupuestario, en constante expansión, es la emisión de dólares, lo que lleva inevitablemente a la devaluación de los activos en esa moneda y, consecuentemente, a que los acreedores se deshagan de ellos.
El total de la deuda del gobierno norteamericano supera actualmente los 12.000 billones de dólares, lo que supone el 90% de su Producto Interior Bruto (PIB). Se calcula que en el año fiscal 2010, el déficit presupuestario federal alcanzará la cifra récord de 1.560 billones de dólares (10,6% del PIB), mientras que los límites de su deuda alcanzarán los 14.300 billones de dólares, todo un récord histórico en la era posterior a la II Guerra Mundial.
Estas cifras hacen temblar las piernas al resto de países del mundo. La India redujo la deuda de EEUU que poseía en 1.300 millones de dólares en noviembre del año pasado. Y en diciembre, Rusia también recortó en 9.600 millones de dólares los valores del Tesoro estadounidense en su poder.
La emisión de deuda de EEUU se cuadruplicó en 2009 con respecto al año anterior. Pero si antes de 2009, varios países habían suscrito casi el 100% de esa deuda, desde principios de 2009, esos mismos países habían comprado menos de la mitad de los bonos estadounidenses. Los bonos de deuda pública que el gobierno norteamericano tiene repartidos por todo el mundo cayeron en 53.000 millones a final del año pasado.
El resultado ha sido una situación de difícil solución para casi todos los inversores globales, que se ven ahora con el “rabo del tigre” en la mano, atrapados en el callejón sin salida de estar “secuestrados” por el dólar. Hasta la fecha, sin embargo, no hay ninguna moneda capaz de sustituir al dólar estadounidense, y los bonos de la deuda estadounidense siguen siendo el principal medio de inversión para todos los países.
Por esa razón, China no puede deshacerse sin más de sus activos en dólares, salvo que quiera reducir su valor prácticamente a cero. Por eso procura que la reducción de esos activos en su poder, y su sustitución por una “canasta de divisas” más diversificada, sea un proceso prolongado y gradual.
En esa línea, el gobierno chino se plantea dos objetivos estratégicos. De un lado, acelerar su reestructuración económica, como forma de alcanzar un equilibrio básico en los pagos internacionales y evitar un aumento sustancial en la reserva de divisas. De otro, avanzar rápidamente hacia la internacionalización de la moneda china, el Renminbi (RMB), reduciendo su demanda de dólares y el coeficiente de dólares en sus superávits de pago.
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