Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

Los límites de la Unidad

In Actualidad on 18 marzo, 2010 at 0:01

Pedro Brenes

Nunca podrá haber unidad entre explotadores y explotados. Y jamás podrá existir armonía ni concordancia entre los intereses de los capitalistas y las demandas y reivindicaciones de los trabajadores. Porque mientras que las contradiciones en el seno del pueblo se pueden y se deben resolver a través del debate político, el convencimiento y el consenso, la contradicción entre opresores y oprimidos es inconciliable y sólo puede, por consiguiente, ser resuelta por medio de la fuerza.

Por eso todos los intentos de «unificar» a los independentistas de derechas, que encarnan los intereses de la burguesía y colaboran con ella para recomponer el tambaleante pacto colonial con el Estado español, y los revolucionarios que, desde la defensa de los intereses de los trabajadores, proponen la liberación de Canarias del dominio del imperialismo y la superación del históricamente agotado sistema capitalista, han terminado siempre en el más estrepitoso fracaso.

Y, también por eso, cualquier nueva iniciativa para juntar a todos los «patriotas» en un montaje reaccionario «sin siglas políticas» y «por encima de las ideologías» estará condenada a destruirse bajo el inevitable y violento choque entre las tendencias anticomunistas defensoras de la perpetuación del capitalismo, por un lado, y los partidos y colectivos que propugnan el socialismo como única salida verdaderamente anticolonial y antiimperialista, por otro.

Las ilusiones pequeñoburguesas y la propaganda interesada de la derecha sobre la conciliación de clases, el interclasismo y la «unidad nacional» por el «bien de la patria», así como los llamamientos a obviar la confrontación ideológica «hasta después de la independencia», no pueden llevar más que a la confluencia con las ideas de José Antonio Primo de Rivera, conocido teórico del fascismo español y del franquismo, sobre la «ideología nacional» y el «sindicato vertical» donde, unidos también por el «supremo interés de la nación» y en aras de la «paz social», empresarios capitalistas y trabajadores asalariados resuelven «amistosamente» sus diferencias.

Y todos los grupos de la derecha independentista, que intentan siempre impedir la participación de los partidos de izquierda y la libre expresión de sus programas, sus símbolos y sus banderas, coinciden en los planteamientos antidemocráticos (nada de referendums, que decida la ONU) y en el más absoluto desprecio hacia el pueblo y su derecho inalienable a decidir sobre su organización social y política. Pueblo trabajador de Canarias al que, sin ningún pudor, insultan continuamente tachándolo de acobardado y sumiso y al que reclaman, con arrogancia y desdén, que «despierte de una vez».

Sin embargo, en este punto, nos vemos obligados a darles la razón. El pueblo canario tiene mucho miedo. De hecho, cualquier trabajador isleño razonable se llena de temor sólo de imaginar que pudieran llegar al poder los mismos energúmenos que, en su día, ordenaron incendiar el pequeño negocio de Julio Bastarrica, que condenaron a muerte a los comunistas del Partido de los Trabajadores de Canarias (PTC) y que mandaron a sus comandos a cortarle una oreja al historiador lagunero Manuel Suárez Rosales.

Los mismos bárbaros que hoy se dedican a realizar llamadas telefónicas amenazantes e intimidatorias a todos aquéllos que no comulgan con sus planteamientos primitivos y antidemocráticos. Y los mismos que mañana, si se continúa ignorando o minimizando el peligro mortal que estos sicarios de la burguesía y del imperialismo yanqui significan para la clase trabajadora canaria, nos fusilarán a todos.

Por eso es imprescindible denunciar, sin ambigüedades ni medias tintas, al fascismo independentista y condenar con toda firmeza y claridad su ideología antiobrera, sus métodos mafiosos y sus objetivos espurios. Porque sólo librándonos de este estigma y arrojando decididamente por la borda el lastre de la locura y la barbarie del fascio-cubillismo, podremos convencer a nuestro pueblo de la necesidad de romper los lazos que nos atan al imperialismo español, para avanzar hacia la República Socialista Canaria.

Únicamente con la derrota ideológica y el definitivo aislamiento político del equipo de lacayos de la burguesía chantajista de ATI, formado por los Cubillo-Rodríguez-Concepción, podremos devolver a la bandera independentista el prestigio perdido y la imagen de guía unitaria y revolucionaria de toda la izquierda, que se resume y se plasma inequívocamente en la histórica consigna de «Canarias Libre y Socialista», y que la derecha intenta desesperadamente amputar, recortando su contenido de liberación social de los trabajadores.

Hemos de comprender que la resistencia que todavía hoy mantienen muchos compañeros de la izquiera canaria para superar sus prejuicios federalistas está, en gran medida, motivada por la deshonra y el descrédito que el fascio-cubillismo ha hecho caer sobre la idea de la liberación nacional.

Pero cuando los verdaderos patriotas antiimperialistas, comunistas y socialistas revolucionarios, nos desmarquemos claramente de la derecha independentista y del nacionalismo burgués chantajista, a la mayoría de nuestros compañeros de la izquierda canaria les resultará más fácil enfrentarse seriamente con el análisis marxista, objetivo y sin prejuicios, de la realidad económica y social del Archipiélago.

Y terminarán por entender que la ruptura con la dominación colonial del Estado burgués y monárquico español constituye la vía específica de la clase obrera y el conjunto del pueblo trabajador canario hacia el Socialismo.

No existe otra alternativa de Unidad mas que la confluencia de todos los revolucionarios anticapitalistas del Archipiélago en torno a las dos banderas. La bandera de las siete estrellas de la liberación nacional y la bandera roja de la liberación social. Pues no es posible más Unidad que la que se moviliza tras la consigna de la República Socialista Canaria anticapitalista y antiimperialista, y al grito de ¡Viva Canarias Libre y Socialista!



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