Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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Revolución, insurrección y revolucionarios

In Opinión on 27 marzo, 2010 at 0:01

COLABORACIÓN


Julio César de Cisneros

Siempre me he preguntado acerca del significado de ser un revolucionario. Este calificativo “revolucionario” lo he visto asociado a muchísimas personas con muy distintos intereses y ocupaciones en la vida. Unos han sido científicos, escritores, artistas; otros, portadores de ideas nuevas, líderes o mesías, la más de las veces seguidas de acólitos numerosos.

Los revolucionarios se nos han presentado siempre como protagonistas de acontecimientos que han aportado al mundo o a la humanidad creaciones o cambios a partir de los cuales el funcionamiento de la sociedad ya no sería el mismo. El uso social del término revolucionario ha jugado un papel ambivalente porque puede usarse en varios sentidos. Unas veces, para referirnos a cambios progresivos producidos por una larga lista de acontecimientos como, por ejemplo, las modas: el uso generalizado de un determinado estilo de vestir puede interpretarse como una “revolución en la moda”. Otras, para referirnos a la aportación de una persona particular, por ejemplo, la teoría de la relatividad de Einstein, de la cual se dice que representa una “revolución en la física teórica”, o la teoría heliocéntrica de Copérnico, denominada “revolución copernicana”.

Pero hay otras ocasiones en las que los revolucionarios son líderes o cabecillas de movimientos cuyos seguidores hacen lo que les dice el jefe. Son esos líderes o sabios los que se nos suelen presentar como hombres revolucionarios y sus seguidores como meros iluminados sin sentido crítico ni capacidad de razonar. Entre este grupo de revolucionarios, se nos presentan dos subgrupos: los que dirigen por la fe o los que dirigen por su carisma. Casi nunca se asocia el liderazgo a su capacidad de representación o la capacidad de convencimiento racional de sus ideas o propuestas.

La idea predominante respecto a los revolucionarios es que son protagonistas de hechos o acontecimientos de importancia histórica pero sobre todo es su individualidad el aspecto que más se destaca. Del marxismo sabemos que las ideas predominantes son las ideas de la clase dominante y de ello podemos deducir que la idea de que los revolucionarios son los generadores de revoluciones es una idea de la clase dominante. Y puesto que la clase dominante en este país es la burguesía oligárquica (financiera, industrial, comercial), deberemos concluir que la burguesía aspira a que se difundan las ideas que quiten protagonismo revolucionario a las masas, entendidas éstas como si no tuvieran mentes capaces de razonar por sí solas.

Lo cierto es que la burguesía ve a la Revolución como la consecuencia directa de la acción de los revolucionarios y no como un hecho inevitable de la historia social. Los marxistas ven a la Revolución como un acontecimiento inevitable de la lucha de clases y además la ven como un acontecimiento que la voluntad, a favor o en contra de ella, no puede eludir cuando se presenta. En definitiva, la Revolución no se cocina en las catacumbas de los conspiradores, sino que acontece cuando determinados hechos sociales llevan el enfrentamiento a grupos humanos con intereses contrapuestos. Así que la burguesía y sus teóricos sociales, aquellos que defienden que no existe la acción social colectiva, sino la acción social de particulares, confunden la Revolución con la insurrección. Varios ejemplos me permitirán introducir este concepto.

En 1773 un grupo de patriotas americanos disfrazados de indios atacó a tres barcos cargados de té que estaban anclados en el puerto de Boston, abriendo a cuchilladas las cajas y echando el té al mar. Esto provocó la reacción de Jorge III, el cual dio órdenes terminantes para castigar a los rebeldes pero la reacción patriota fue inmediata. (Acontecimientos de la revolución americana, 1773).

Los franceses en 1789 pedían pan como primera solución a todos los problemas. “Luego hablaremos del resto, ahora solo pan, ¡pan que podamos comprar!” es el pedido general del pueblo francés en una de las últimas audiencias concedidas pero todo es en vano, han hecho una vez mas oídos sordos, la situación es inaguantable, “no, ya no estamos dispuestos a soportar un poco más ni a guardar esperanzas”, “¡por Dios, que alguien se dé cuenta que ya no podemos más!”, “… es que luchamos por hambre”.

En Rusia, 1905. Un domingo de enero, en San Petesburgo, una manifestación pacífica de 200.000 obreros de dicha ciudad, hombres, mujeres y niños, se concentró ante el Palacio Imperial: confiando ingenuamente en el zar, venían a presentarle sus reivindicaciones. Las tropas dispararon matando a centenares de personas. En marzo de 1917, los obreros se amotinaron en protesta por la escasez de alimentos. A los pocos días las tropas de la guarnición se unieron a los obreros, y el régimen se desintegró con sorprendente rapidez.

Con estos breves relatos referidos a varias revoluciones, he querido ejemplificar que la insurrección obedece a acontecimientos protagonizados por las masas, generalmente empujadas a la acción reivindicativa, no por revolucionaros profesionales, sino por el hambre y la desesperación, situaciones objetivas creadas a partir de una determinada situación insostenible. El que sean personas las que vivan dichas situaciones no las convierten en deseables o elegidas por la voluntad.

La insurrección es la acción de las masas desesperadas. La Revolución es, vista por los marxistas, un acto protagonizado por las masas y se contrapone al punto de vista burgués que no otorga a las masas protagonismo. Pero ¿cuándo se convierte la insurrección en Revolución? Como vimos más arriba, las ideas predominantes en nuestra sociedad nos hacen confundir la acción revolucionaria con la acción de los conspiradores. Por tanto, ¿quiénes son los revolucionarios?

Durante muchos años a lo largo de la historia ha habido insurrecciones, levantamientos, muchos de ellos espontáneos, de las masas hambrientas, oprimidas o desesperadas. No todos los levantamientos se han convertido en una Revolución, sin embargo las insurrecciones han costado la vida a miles y millones de personas a lo largo de la historia de la humanidad. Para saber qué es un revolucionario es necesario tener este aspecto en cuenta, porque los revolucionarios son los que llevan a las masas enfrentadas hacia una situación que resuelva el conflicto a favor de la clase oprimida en la situación anterior.

Y en este punto es donde uno debe saber que no se puede ser revolucionario siendo un cabecilla iluminado, ni un pensador profundo y aislado, ni un agitador. Un revolucionario es un miembro de la organización que es capaz de dirigir la acción revolucionaria que protagonizan las masas en los distintos embates a los que se ve compelida. Es, por tanto, un organizador y como tal es un hombre que se forma para ser el mejor dirigente en el que puedan confiar las masas. Lenin decía que la Revolución no se hace, se organiza.

(*) Julio César de Cisneros es Doctor en Ciencias Políticas, Relaciones Internacionales y Estudios Africanos

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