La crisis económica, que ya dura más de dos años, lejos de superarse como predican los gobiernos capitalistas y las instituciones económicas internacionales, se agudiza, se extiende y se profundiza cada día más. Mienten cuando hablan de señales de recuperación o de «brotes verdes». El aumento inexorable de las cifras del paro, con más de trescientos mil trabajadoras y trabajadores desempleados en Canarias, indica claramente que esta situación no tiene visos de mejorar.
Mienten también el gobierno y la patronal cuando pregonan que para salir de la crisis es necesario, con su cacareada «reforma laboral», bajar los salarios y abaratar el despido, retrasar la edad de jubilación y reducir las prestaciones sociales, recortando el gasto público, rebajando las pensiones y privatizando la sanidad y la educación.
Todas estas medidas, exigidas por la patronal y sus gobiernos como «necesarias para salir de la crisis», no pueden más que agravar la actual situación de desempleo masivo, de desahucios inhumanos, de hambre y de desesperación de las familias trabajadoras.
Porque la reducción de la capacidad adquisitiva de los asalariados debilita el consumo, y el descenso de las ventas provoca, en un círculo vicioso inexorable, más paro y una disminución, aún mayor, de la facturación de las empresas, lo que, a su vez, envía continuamente nuevas remesas de trabajadores al abismo del desempleo del que es imposible salir.
Lo único que pretenden los banqueros y los especuladores, que con sus trampas y sus estafas piramidales han destruido el sistema económico mundial y que no pueden ofrecer ninguna solución al desastre que ellos mismos han causado, es aprovechar la crisis para intensificar aún más la explotación de los asalariados, acabar con los derechos conquistados por la clase obrera en una durísima lucha de siglos contra los capitalistas y los Estados que los respaldan, y desarmar definitivamente a los trabajadores liquidando la negociación colectiva y los controles públicos sobre los salarios y la jornada laboral.
Pero nadie nos va a defender si nosotros mismos no nos organizamos y salimos a la calle a pelear por nuestros derechos, nuestra dignidad y nuestro futuro. PSOE y PP, banqueros y grandes empresarios, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, todos coinciden en la necesidad de apretarle las clavijas a los trabajadores.
Y exigen, al unísono, que seamos nosotros los que paguemos las consecuencias de la crisis que ellos han provocado. Mientras siguen, después de recibir ingentes cantidades de fondos públicos para pagar sus deudas de tahúres y ludópatas, repartiéndose beneficios con el dinero de todos.
Pero, hoy en día, los asalariados somos la inmensa mayoría de la población. Nuestra fuerza es potencialmente enorme. Y la resistencia consciente de los trabajadores frente a las maquinaciones de los banqueros impúdicos y los tramposos especuladores, puede y debe pararles los pies, y obligar a sus representantes políticos a retroceder en sus intentos de sacrificar el derecho de la mayoría de la población a una vida digna, al empleo y la vivienda, a la educación, la sanidad y la jubilación.
En este Primero de Mayo, Día Internacional de la Clase Obrera, debemos proclamar, en primer lugar, que los bancos son demasiado importantes para dejarlos en manos de los banqueros. Que todo el sistema financiero ha de ser nacionalizado sin contemplaciones y sin excepciones.
Y que los trabajadores no tenemos ninguna responsabilidad en este desastre que han provocado los impresentables Botín, Díaz Ferrán y Compañía. Y que no nos quiten nuestras casas. Que se declare una moratoria de hipotecas y alquileres para los parados. Y que se establezca un sistema público de renta de subsistencia que proteja a las familias que han agotado ya todas las prórrogas del seguro de desempleo.
Lo que necesitamos para salir de la crisis, crear empleo estable y de calidad, y recuperar el consumo y el ciclo económico sano y productivo, roto por los especuladores, es una banca nacionalizada que movilice las inmensas reservas que los insensibles y abusadores banqueros privados mantienen inactivas, para desplegar con ellas un extenso, racional y científico plan de inversiones en infraestructuras energéticas renovables, nuevas tecnologías de comunicación e información, tejido industrial sostenible y respetuoso con el entorno natural, sanidad, educación, investigación y cultura.
Pero todo esto sólo se conseguirá con la presión del pueblo trabajador en la calle. Por eso en este Primero de Mayo vamos a exigir que la crisis la paguen los capitalistas, que son los culpables de la actual situación, y no los obreros, que nos vemos obligados a soportar las peores consecuencias de la destrucción de la actividad económica.