Sin duda, ha sido noticia la irrupción en escena de un bloque comunista unitario en la manifestación del 1º de Mayo en Gran Canaria. Por mucho que los medios burgueses (y alguno que va de “progresista”) hayan tratado de silenciar lo que no hay forma de acallar. La buena nueva de ver, por fin, a los comunistas canarios unidos en la calle, corrió como la pólvora. De ahí las caras de alegría, y hasta de emoción, de muchos de los cientos de comunistas que se agruparon para marchar juntos.
Para los militantes del PRCC también fue una jornada de especial alegría. No en vano veníamos desarrollando una campaña a favor de la Unidad desde junio de 2009, iniciada con el artículo La unificación de los comunistas en torno a la consigna de la República Socialista Canaria. Pero también es cierto que sin el esfuerzo, la generosidad y la comprensión de las tareas del momento por parte de nuestros camaradas del Partido Comunista de Canarias (PCC) y del Partido Comunista del Pueblo Canario (PCPC), no se hubiese podido dar ni un solo paso.
Por que se trata de eso: de un pequeño –pero importante– paso en el objetivo de la unidad de los comunistas, primero, y del reagrupamiento de la izquierda canaria después. Somos conscientes de que no se han esfumado las diferencias que nos separan (y que nos seguirán separando en partidos distintos mientras tengamos tácticas distintas). Pero esas diferencias no son, no pueden ser, motivo para impedir la necesaria unidad de acción, la coordinación de los esfuerzos y la fluidez de relaciones, contactos y apoyos en todo lo que nos une, y que es lo mayoritario y lo principal.
Y ello sin renunciar cada cual a sus siglas, a su táctica, a la firmeza en sus propias posiciones. Lo que demostró la manifestación del pasado sábado es que la Unidad es una ecuación de ganancia neta: todos salimos ganando, ninguna organización pierde, nadie tiene que renunciar a sus propios planteamientos. Y, sobre todo, sale ganando la imagen y el prestigio de los comunistas y lo que representamos ante el conjunto de los trabajadores y del pueblo canario.
Pero es que es de puro sentido común. Con la que está cayendo, ¿con qué cara aparecemos ante las trabajadoras y los trabajadores, ante las paradas y los parados, empeñados en defender el prurito de nuestro propio orgullo de pequeño colectivo? Por no hablar de aquellos –afortunadamente no los comunistas– que prefieren desmovilizar por aquello de que no se les concedieron tales o cuales privilegios en una negociación.
“¡Ya era hora!”, nos decían muchos camaradas de base y otros que hacía tiempo abandonaron –desencantados, desmoralizados– la militancia activa. Incluso lo decían muchos jóvenes comunistas, en lo que se convirtió en la frase más repetida del día. Sí: ya era hora. Pero, sobre todo, ha llegado la hora de avanzar con audacia y determinación por el camino de la Unidad.
En periodos anteriores también se hicieron llamamientos a la unidad, pero nunca cuajaban. ¿Qué ha cambiado ahora?
Pues ha cambiado el mundo. Y ha cambiado el periodo histórico. La crisis del sistema imperialista es de tal magnitud que resulta imposible seguir con los viejos métodos y los viejos hábitos cuando millones de parados engrosan de forma creciente las cunetas del capitalismo. Ha cambiado la situación del movimiento comunista internacional que, tras las derrotas de los años 90 del siglo pasado, vuelve con renovadas fuerzas como alternativa de futuro para la Humanidad. Y, afortunadamente, hemos cambiado nosotros.
No va a ser fácil, ni podemos echar las campanas al vuelo. Tenemos que ser conscientes de las enormes dificultades que tantos años de división, y hasta –preciso es reconocerlo– de sectarismo, han generado. Pero no hay muros infranqueables para la unidad de los comunistas. A pesar de nuestras diferencias, a todos nos une la voluntad sincera y decidida de avanzar hacia el socialismo, hacia el fin de la era de la explotación y del sufrimiento humanos.
Los que buscaban otros objetivos ya se han ido acomodando en los partidos burgueses. Quienes permanecen militando contra viento y marea son verdadero oro colado, lo mejor y más consciente de nuestra clase obrera. Por difícil que parezca, por complicado que de seguro va a ser, por muchos roces y desavenencias que se produzcan en el futuro, solo hay un camino: el de la Unidad. Y no porque sea conveniente o deseable, sino porque es estrictamente necesario.
La Unidad tiene que ser el objetivo y también el método. Todo lo que favorezca la unidad es revolucionario. Todo lo que la dificulte y la retrase es contrarrevolucionario. Con esta premisa hay que pensar y actuar. Con esta postura hay que trabajar, vamos a trabajar, y vamos a vencer. Los camaradas de todas las organizaciones tienen que seguir empujando y exigiéndonoslo, sin desmoralizarse por los pequeños pasos atrás que, inevitablemente, se produzcan en el futuro.
Porque, como es evidente, la Revolución es la Unidad, y la Unidad es la Revolución.
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