Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

Archive for 16 de junio de 2010|Daily archive page

Con Bush y Obama, cinco años encubriendo décadas de terror

In Actualidad on 16 junio, 2010 at 23:00

COLABORACIÓN


Jean-Guy Allard

Este 15 de junio se cumplen ya cinco años que Venezuela solicitó, de manera formal, al Gobierno norteamericano la extradición del terrorista internacional Luis Posada Carriles, tras su detención el martes 17 de mayo de 2005 en Miami, estado de Florida.

Bernardo Álvarez, embajador de la República Bolivariana de Venezuela en Washington, recordó entonces cómo se había solicitado sucesivamente, el 13 de mayo y el 10 de junio, en notas diplomáticas, tanto el arresto como la eventual entrega de este prófugo de la justicia venezolana, responsable de la destrucción en pleno vuelo de un avión cubano que provocó la muerte de sus 73 ocupantes.

Presente en la misma conferencia de prensa, la vicecanciller Delsy Rodríguez expresó que «el reloj para decidir la extradición de Posada Carriles se ha puesto en marcha» y señaló que el expediente presentado contaba con 500 páginas donde se documentaba cada aspecto de la presencia de Posada Carriles en Venezuela. El abogado del caso, José Pertierra, añadió que tal solicitud del gobierno bolivariano tenía que ser atendida “de manera inmediata”.

En un primer paso que correspondía aparentemente a una posible expulsión del país de quien había entrado ilegalmente en territorio estadounidense a bordo del barco camaronero Santrina, procedente de México, el magistrado de Inmigración William Lee Abbott denegó la liberación bajo fianza de Posada Carriles, entonces preso en un centro de detención para inmigrantes ilegales de El Paso (Texas).

Sin embargo, unas semanas más tarde era el mismo magistrado quien, después de oír el testimonio de Joaquim Chaffardet, cómplice de Posada en las campañas de contrainsurgencia que dejaron cientos de muertos y torturados en la Venezuela de los años 70, decidía que Posada no podía ser extraditado a ese país… porque pudiera ser torturado.

El 19 de abril de 2007, después de una larga cadena de acrobacias judiciales ante unos siete magistrados sucesivos, se comprobó con la puesta en libertad de Posada por la jueza Kathleen Cardone de El Paso, la determinación del clan Bush a burlarse groseramente de la opinión pública.

Quedó también claro entonces que para el circuito anti-Cuba de la inteligencia norteamericana se trataba de salvar a toda costa a quien había cumplido durante cuatro décadas orientaciones inconfesables de la CIA.

¿SE HAN OLVIDADO DEL AGENTE “AMCLEVE/15”?

Son ya cinco años durante los cuales el Gobierno de Estados Unidos, su Departamento de Justicia y su sistema judicial sui generis se han negado a reconocer e, incluso, pretenden ignorar el pasado terrorista de Luis Posada Carriles. A pesar de que él mismo se describió como terrorista en repetidas oportunidades. Y de que los archivos tanto de la CIA como del FBI desbordan de documentos, desclasificados o NO, que revelan la naturaleza criminal de sus actividades.

Ya a principios de los años 60, estos archivos explican detalladamente cómo Posada Carriles es el agente AMCLEVE/15 y cómo su oficial de caso es Grover Lythcott.

Los archivos ya difundidos cuentan todo acerca de cómo entrenó a terroristas en los Everglades o cómo se integró a la Representación Cubana en el Exilio (RECE), el grupo terrorista de la Bacardi.

¿Cómo no van a conocer el pasado terrorista de Posada si el propio jefe del RECE, Jorge Mas Canosa, era agente de la CIA?

Iniciador de la Fundación Nacional Cubano Americana, Mas terminará orientando y financiando las actividades de Posada.

Frente a decenas de evidencias, la CIA no puede, lógicamente, ignorar por qué el ex presidente venezolano Carlos Andrés Pérez, hoy refugiado en Miami bajo su protección dio cobertura a a Orlando Bosch, jefe de la Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU) y cómplice de Posada en el crimen del avión cubano, hoy radicado en Hialeah, beneficiándose de una total impunidad.

EL 11 de junio de 1976, al auspiciar formalmente la reunión donde se fundó la CORU, en Bonao, Republica Dominicana, la CIA firmó la larga sucesión de sangrientos crímenes que luego reivindicó esa organización terrorista. Presidió esta reunión de gansteres terroristas, entre ellos Posada, un agente más «pintado» CIA que el propio cuartel general de Langley; Alexander Vlonsky, un inmigrante rumano naturalizado norteamericano, conocido entonces bajo la identidad de Sacha Volman.

A pesar de todos los esfuerzos que desarrolló luego para limpiarse de su responsabilidad criminal, la mano de la agencia de inteligencia norteamericana apareció entonces por todas partes, al reunir este encuentro altamente secreto todos los elementos que la caracterizan.

Como aparece en la fuga de Posada de su cárcel venezolana cuando lo reclama el agente CIA Félix Rodríguez Mendigutía, asesino del Che y colaborador de Oliver North, quien le entrega la dirección de las operaciones en la base salvadoreña de Ilipango. Ahí Posada se convierte, al servicio de la CIA, en traficante de armas y de droga.

En la entrevista que concedió al New York Times en 1998, donde confiesa ser el autor de la campaña de terror que desencadenó en La Habana el año anterior, Posada lo admitirá con una asombrosa ingenuidad: «La CIA nos lo enseñó todo…, cómo usar explosivos, cómo matar, hacer bombas…”.

El dossier Posada es mucho más que el caso de un solo hombre.

Lo demuestra diariamente la prensa derechista de Venezuela cuando ataca la presencia de colaboradores civiles cubanos en ese país mientras ignoró e incluso justificó durante años la presencia cubana en la DISIP cuando su tropa de sicarios masacraba, bajo ordenes de Posada y sus socios, a jóvenes revolucionarios.

Ayer con la violencia de Posada y sus semejantes; hoy detrás de la cortina de humo de las campañas de difamación, al pretender presentarse como defensores de los derechos humanos, los dueños del campo de la vergüenza de Guantánamo siempre cosecharán lo que han sembrado.

Para los Estados Unidos, tanto los de Bush como los de su sucesor, Posada es otra cosa que un agente más, un sicario servil que hace falta proteger para no asustar a los demás.

Posada es la palabra clave de décadas de guerra sucia, de operaciones asesinas, de injerencia bochornosa, de complicidades vergonzosas con que se pensó borrar, erradicar, aniquilar en este continente todo ejemplo de rebeldía.


(*) Jean-Guy Allard es analista canadiense y autor de varios libros sobre temas relacionados con Estados Unidos.

Anuncio publicitario

Lecciones de una huelga

In Actualidad, Laboral on 16 junio, 2010 at 0:01

Teodoro Santana

La primera exigencia que cabe hacer a un general es conocer el estado de sus propias tropas. La segunda, que cuando decide una ofensiva, no basta con tocar la corneta: los movimientos no sólo deben ser decididos, sino llevados adelante con determinación. La reciente huelga del sector público en el Estado español ha puesto en evidencia a unos “generales” timoratos, ellos mismos poco convencidos de la convocatoria, y que encima daban unas órdenes contradictorias con las señales que enviaban.

Imaginen en plena batalla que el oficial al mando ordena a sus soldados tomar una colina. Y que de paso les dice que “no me gusta tomar esa colina”, “me veo obligado, pero yo no quiero”, o que “es una batalla perdida, pero hay que librarla por dignidad”. Y, a la vez, ese oficial está negociando un alto el fuego con los ocupantes de la colina, aunque desde arriba le siguen disparando con grueso calibre. Si tal oficial se libra de una “bala perdida” desde sus propias filas, difícilmente vamos a creer que los soldados van a asaltar la colina con ganas. Más bien le dirán “vete tú, que a mí me da la risa”.

Tras años de pasteleo, “paz social” y desmovilización, las cúpulas sindicales se han visto arrastradas, muy a su pesar, por sus propias bases. Han ido a la huelga con cara de amargura, sin convicción y sin preparación. Su preocupación principal no es defender los intereses de los trabajadores, sino impedir la erosión electoral del PSOE. Con la misma tristeza hablan de la “inevitabilidad” de una Huelga General, como si se tratara de una enfermedad de la que hay que huir.

Pero una cosa son los planes de los burócratas sindicales, y otra bien distinta el estado de ánimo de sus bases que, al fin y al cabo, son el sector más concienciado de la clase obrera. A la fuerza ahorcan, y la presión de esas bases no va a disminuir, sino a aumentar.

Desde luego, no basta con las ganas o el cabreo generalizado. Los propios sindicatos están muy desprestigiados entre el conjunto de los trabajadores. Ha sido patético verlos impasibles y “responsables”, mientras millones de trabajadores perdían su trabajo y las arcas públicas se vaciaban para sostener los beneficios de los bancos. Quién lleva tanto tiempo desmovilizando, difícilmente puede llamar a zafarrancho de combate en quince días.

Y mucho menos si se hace con desgana. ¿Cómo se puede convocar una huelga sin realizar una labor de agitación en los centros de trabajo, sin siquiera realizar asambleas, sin librar una batalla explicativa que venciese la propaganda dominante del gobierno y los capitalistas? Porque ante el conjunto de la población, los intereses de los empleados públicos aparecían como contrarios al interés general y, en cambio, los capitalistas y el gobierno han sabido convencer al conjunto de la población de que su posición, aunque “dolorosa”, era la que mejor representaba esos intereses generales.

Y lo que cabe decir para UGT y CCOO, es extensible a todos los sindicatos. Mucho discursito “revolucionario”, pero se “asalta la colina” por cumplir, con las tropas desarmadas ideológicamente, sin determinación y sin método. Ah, y sin asambleas, a las que los burócratas temen como la peste.

A pesar de todo, la convocatoria del día 8 ha tenido la virtualidad de empezar a desperezar a una parte de la clase obrera. Y no se podía seguir bajo fuego enemigo sin empezar a movilizarse. Hasta bastante bien salió para como estaban de anquilosadas nuestras tropas. Soñar con una respuesta más amplia y más contundente era pura fantasía voluntarista. No se puede valorar la huelga sino en el contexto concreto en que se ha producido y a la luz de la situación real del movimiento obrero del Estado español.

En ese estado de cosas, los comunistas tenemos una especial responsabilidad. Desde que asumimos como propia la idea de que los sindicatos no podían ser “correa de transmisión” de ningún partido (es decir, de los comunistas), las centrales sindicales se han convertido en pura correa del burocratismo más ramplón y del pactismo más estrecho, entregadas a la visión del mundo “democrática” burguesa, “constitucionalista” y “responsable”.

Si queremos garantizar el éxito de futuras movilizaciones, tenemos que asumir, sin pudor y sin complejos, nuestro papel de vanguardia consciente de la clase obrera en su conjunto, y no delegar esa responsabilidad en los burócratas sindicales. La batalla que hoy afronta la clase obrera es, ante todo, una batalla política, de mayor alcance y calado que la mera lucha economicista propia de los sindicatos.

Sólo los comunistas podemos dirigir esa batalla política e ideológica. Y librarla para ganarla, para avanzar al socialismo y superar la catástrofe del capitalismo. Todo lo demás, aún en el mejor de los casos, es jugar a empatar. Es decir, a perder.