Seamos sensatos, la situación es desbordante. La crisis capitalista es una espiral que cada día nos empuja más a una situación que ya todos conocemos más que de sobra.
El pasado 8 de junio se apreció un nuevo modus operandi entre los trabajadores y las trabajadoras en la búsqueda de la unidad proletaria. Era evidente que allí donde se manifestaban con las mismas consignas, con las mismas reivindicaciones, el proletariado y los comunistas -en este caso “El Bloque Comunista”-, se reconocían entre ellos fácilmente. Y es que el pueblo obrero y los comunistas forman una unidad estrechamente invencible e indestructible, algo que no debe sorprender a nadie, ya que los intereses de ambos son los mismos, puesto que los comunistas no tenemos otros intereses que no profesen los mismos principios que los del proletariado.
Mientras tanto, las organizaciones sindicales de menor representación, aunque mantuviesen el discurso crítico con respecto a UGT y CCOO –que son unos vendidos, o unos amarillistas, etc.-, sentaron un precedente que tiene que convertirse en norma, porque el mayor error de los diferentes sindicatos, tanto de los de corte mayor como menor, es infravalorar al proletariado. Pugnan entre sí a ver quien a ver cual es el más puro, más combativo y más obrerista. La misma disputa de siempre que no obedece a la realidad, y que perjudica enormemente a la causa de los trabajadores.
Los asalariados ven el pleito entre las direcciones de los diferentes sindicatos como algo totalmente ajeno y muy alejado de sus intereses, como no puede ser de otra forma. Eso no quita no saber quién es quién, e identificar fácilmente a los vendidos y a los oportunistas.
Ya no importan las siglas de los colectivos sindicales que luchan por ser las primeras en escenificar a los obreros que sufren la tiranía de los capitalistas. A la clase obrera no le interesa a estas alturas, y menos con la que está cayendo, que los sindicatos se vanaglorien de sus méritos, pues es lo suficientemente madura para reconocer por sí misma a los leales y a los traidores. Nos interesan los hechos y los resultados, que ya hablan por sí mismos.
Este impulso del (des)gobierno español, que agrava los problemas de los trabajadores y los pensionistas, está alcanzado una magnitud intolerable gracias a la inoperancia de un Estado que no pertenece al pueblo, y en el cual no existe una verdadera democracia, ni mucho menos una auténtica libertad para los asalariados, salvo la libertad de venderse como cualquier otra mercancía para sobrevivir.
El gobierno metropolitano del Estado español solo sirve como fiel súbdito a las necesidades del gran capital y su mercado financiero. Por eso ha iniciado estos feroces ataques de terrorismo patronal contra los trabajadores, envueltos en paquetes de reformas laborales, cada vez con un carácter más reaccionario, sobre los derechos del proletariado en interés de las diferentes burguesías. Pero claro, si por algo se caracteriza el Estado español es por saber aplicar muy bien las leyes más desaforadas y leoninas contra los trabajadores, a base de medidas de “sedación” hasta lograr imponer sus miserias políticas al pueblo obrero.
Ahora el fuego de la crisis capitalista, como si de un incendio forestal se tratara, lo pretenden sofocar con el cortafuegos del sudor y el esfuerzo de los trabajadores. Están haciendo que la crisis la paguen los trabajadores, y eso no lo podemos permitir. Que se olviden, porque ni los obreros, ni los comunistas, junto con las organizaciones de la izquierda nacional anticapitalista, vamos a permitir semejante atropello sin más.
Advertimos: ¡Ni un paso atrás! Vamos a luchar con todas nuestras fuerzas y todos los recursos y medios a nuestro alcance. ¡Ya es hora de salir a la calle! De que la izquierda en Canarias se organice y de que ejercite, con el mismo paso firme y unísono, un verdadero movimiento popular por la clase obrera, anticapitalista y antiimperialista.
En esta crisis no hay otra salida de emergencia que no sea la revolución y la transformación radical de las relaciones sociales de producción.