COLABORACIÓN
Víctor J. Rodríguez Calderón
La revolución libertaria latinoamericana tiene su nombre propio: Bolívar. El concepto Bolivariano tomado en su sentido mas riguroso ofrece en la obra de Bolívar una importante faceta metodológica. Bolívar no era un guerrero, un estadista, un legislador, un economista, un sociólogo, un filósofo, ni un literato, era todas las cosas al mismo tiempo. Eliminaba la división de clase de su propia esfera personal; fue un científico para la revolución. Pero ello no ocurrió así tan sólo por un afán ambicionista de aparecer como el erudito de todo; ello ocurrió así porque la idea principal de Bolívar, al analizar la sociedad latina humana, era la idea de totalidad. Explico, no hizo lo que hoy suelen hacer nuestros modernos sociólogos, examinar mediante encuestas algún aspecto parcial de la sociedad. Bolívar se dedicó a examinar todo cuanto le fue posible. El Bolivarianismo en sí encara la concepción metodológica de la totalidad y eso lo saca del “discurso” literario, de “obra abstracta” y lo precisa como una ciencia unitaria social, considerada no como un saber compartimentado, fragmentado, sino como ciencia unitaria, porque en ella están comprendidos los aspectos económicos, sociológicos, antropológicos, revolucionarios, políticos y libertarios, no solo de una nación, sino de la construcción unificada de varias naciones para la construcción de un estado fortalecido, potente, industrializado y productor. El Bolivarianismo se expresa concretamente contra la situación dominante, se hace instrumento de lucha contra la ya sostenida opresión y dominación imperial española. Fue la época en que surge una lucha civilizada contra un “monstruo”, un “bárbaro”, Bolívar compuso en la cultura latinoamericana un método moderno para conquistar la libertad.
El trabajo Bolivariano parece culminado victoriosamente con el suceso ocurrido en El Puente de Boyacá, allí se vislumbra una nueva suerte latina, hombres y mujeres comienzan a compartir una forma nueva de experiencia vital. Ahora, el espacio y el tiempo es de ellos, es de nuevas posibilidades y de los más altos peligros para la nueva libertad democrática, ser libres, es encontrar un medio ambiente que promete progreso, poder, alegría, crecimiento, transformación de esa sociedad, de lo que es, ahora es necesario cruzar las fronteras, la etnicidad, las clases y la nacionalidad de la religión y la ideología, es decir, es el momento de entrar al mundo libre y moderno.
Pero España absolutista no puede renunciar al nuevo mundo y se apresta a aplastar la revolución Bolivariana. Fernando VII, se empeña en estructurar un nuevo ejército expedicionario para culminar la pacificación latina, pues de acuerdo a las comunicaciones recibidas del conde de Cartagena Morillo y del virrey del Perú, esta no podría culminarse con los efectivos militares de que se disponía. Fernando VII contó con el apoyo de la Santa Alianza y del Zar de Rusia, quien le ofreció una escuadra para el transporte de las tropas hacia estas tierras. Fernando VII concentró las tropas invasoras en El Puerto de Cádiz. 47 navíos de guerra, 20.000 infantes. 3.000 Jinetes y 100 piezas de artillería, pero para gracia de los latinos y del Movimiento Bolivariano, uno de los jefes de esta invasión es Rafael Riego, héroe de la sublevación nacional contra Napoleón, y así el 1° de Enero de 1820, este guerrillero español, se levanta contra Fernando VII, arrastrado a las mayorías y a los principales caudillos populares y así este ejercito destinado para la pacificación de Latinoamérica, se convierte en centro de una revolución contra la monarquía.
Este suceso contraría enormemente al conde Morillo, quien continúa ocupando gran parte de Venezuela, Mérida, Calabozo, Barinas, Valencia, Cumaná y Barcelona y decide continuar sobre ellas.
Fernando, se inclina ante los rebeldes y acepta la nueva constitución de Cádiz la cual se pronuncia como liberal y demócrata. A su vez se dirige a los funcionarios del Nuevo Mundo ordenándoles solicitar la adhesión de los rebeldes a esa constitución y el envío de sus representantes al parlamento metropolitano. Cuando el conde recibe estas órdenes exclama indignado:
“¡Esos de Madrid están locos! No saben ni conocen el país, ni los enemigos, ni menos los acontecimientos, ostia, hombre ¿quieren que pase por tamaña humillación? ¿Negociar con el enemigo? Lo haré solo porque mi profesión es la subordinación y la obediencia”.
Bolívar y su causa no varía en nada, el hecho de que la monarquía se tildara de liberal y democrática, no cambiaria jamás la forma de pensar y de actuar. El rey, caía en el abismo de su mismo desprestigio y perdía para siempre la clientela que aún en estas tierras les quedaba en fidelidad. Bolívar era la carta constitucional de la Gran Colombia, expedida solemnemente por el Congreso de Angostura y ratificada por él mismo en la misma ciudad. Bolívar le dice claramente a Morillo que la constitución de Cádiz no podría ser base de ningún entendimiento entre revolucionarios latinos y españoles. Morillo intenta convencer al nuevo ministro explicándole que la guerra contra el gobierno español no tiene por objeto mejorar el sistema colonial ni instaurar principios liberales, sino que lo que se propone el “bandido Bolívar” es la emancipación y la independencia total. España está muy ocupada, nadie le escucha y recibe un mensaje: “¡Obedezca sin discutir!”
Revolucionarios e invasores acuerdan una tregua de un mes, la causa Bolivariana insiste que España reconozca la independencia de Colombia, pero todo es inútil, durante ese corto lapso cada uno de los beligerantes se prepara para continuar las acciones. Bolívar aprovecha este tiempo y se dirige a su cuartel general en Villa de Rosario de Cúcuta, allí conoce por primera vez al coronel Antonio José de Sucre.
Bolívar realiza un análisis en el sentido de hacer lo mas franca posible la entrada en el campo de la observación los resultados obtenidos hasta ese momento. Habla sobre la existencia social, su estructura y sus fenómenos, la miseria y desolación, el empobrecimiento y el hambre se hacían ya insoportables. El necesitaba tiempo y espacio para cauterizar estas terribles realidades. Bolívar traza un nuevo plan que propone utilizar el tiempo que dure unas nuevas conversaciones, se dirige al conde Morillo con la siguiente proposición:
“El gobierno de Colombia quiere manifestar a vuestra Excelencia y a toda la nación española, que prefiere la paz a la guerra, aún a su propia costa, y propone entrar en comunicación con Vuestra Excelencia para transigir las dificultades que ocurran sobre el armisticio con que se le ha convidado, siempre que, en calidad de indemnización se le den a Colombia las seguridades y garantías que ella exige con gaje de este empeño. Para facilitar y abrir nuestras recíprocas comunicaciones, yo estableceré mi cuartel general en San Fernando, para fines del próximo Octubre donde espero la respuesta de Vuestra Excelencia o los comisionados que quiera Vuestra excelencia dirigirme, si lo tuviere por conveniente. Entre tanto, no suspenderemos las acciones”.
Por supuesto este tiempo daría nuevos efectivos y recursos en Cundinamarca y Boyacá. Bolívar se retira de Cúcuta y en una ofensiva inmensa, se apodera de Trujillo el 7 de Octubre. Bolívar recibe respuesta de Morillo, en su comunicación le manifiesta la disposición a negociar un nuevo armisticio donde le dice:
“Vuestra Excelencia debe reconocer que para obtener tranquilidad y entendernos, necesitamos suspender las armas”. Bolívar reflexiona sobre el provenir que se avecina y comprende que Morillo busca eludir toda discusión acerca de reconocer la independencia, pero que ambicionaba un alto a las hostilidades, también con el objetivo de tiempo y espacio, esperando una ayuda de la península. Los dos necesitaban esta estrategia y entonces Bolívar resuelve darle un cambio por completo a las negociaciones. No plantea el reconocimiento de la independencia, sino que señala un armisticio con el objetivo de la regularización de la guerra: “Sírvase Vuestra Excelencia autorizar a sus diputados para que concluyan con la República un tratado verdaderamente santo que regularice la guerra de horrores y crímenes que hasta ahora ha inundado de lágrimas y de sangre a Colombia, y que sea un monumento, entre las naciones mas cultas, de civilización, libertad y filantropía”.
Morillo entusiasmado recibe la proposición Bolivariana, porque después de la Batalla de Boyacá y la insurrección de Riego en España, no podía aspirar a otra cosa, que buscar una salida decorosa para su carrera militar. Las dos partes nombran sus negociadores, dentro de los revolucionarios está Sucre como jefe de la delegación. Entre los emisarios del conde Morillo, venía un hombre de confianza, audaz, inteligente, quien se acerca a Bolívar y le dice:
“Su Excelencia las negociaciones tendrán un resultado más feliz si sus fuerzas republicanas regresan a su campamento de Cúcuta, abandonando las provincias conquistadas en la última ofensiva”. Estas instrucciones dadas por Morillo al oficial Pita, taladran la causa Bolivariana quien contesta: “Oficial pita diga usted al general Morillo de mi parte que es él quien debe retirarse a sus posiciones de Cádiz antes que yo a Cúcuta; dígale usted también que cuando fugitivo de mi patria, mientras que él la estaba oprimiendo a la cabeza de un ejército numeroso, envanecido con sus triunfos, yo acompañado por unos proscritos, no temí buscarle, y que cuando apenas tenía a mis órdenes unas pocas guerrillas, jamás me retiré sino disputándole el terreno palmo a palmo; y por último, que hacerme semejante proposición, ahora que cuento con un ejército más disciplinado y numeroso que el suyo, es un insulto que yo devuelvo con desprecio”.
Ante tal respuesta Morillo desautoriza a pita y ordena que se active el entendimiento en base a los aspectos propuestos: La suspensión de las hostilidades y el tratado de regulación de la guerra.
(*) El venezolano Víctor Rodríguez Calderón es politólogo, periodista, escritor, poeta, director de empresas y experto en Planeación de Organizaciones. Recomendamos su blog El Victoriano.