Si Jerónimo Saavedra, alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, está haciendo méritos para que le recordemos como el más derechista de los alcaldes que hemos tenido que aguantar en los últimos 30 años, hemos de admitir que va por el buen camino. Su última ocurrencia, aumentar de forma exorbitante el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI), ni más ni menos que en plena segunda fase de la recesión económica imperialista, va a afectar considerablemente a la capacidad adquisitiva de cientos de miles de canarios (y por ende al consumo), a los precios, al ahorro de las familias, a los jóvenes y adultos que viven en régimen de alquiler de forma indirecta, y a los pequeños comerciantes.
Los primeros afectados son los 237.000 contribuyentes capitalinos que a partir del 9 de septiembre sufrirán un incremento del 28,8% en los recibos del IBI, lo que se traduce en aumentos de entre 25 y 250 euros, dependiendo del valor catastral de la vivienda en cuestión. La naturaleza del incremento desmedido de este impuesto es lineal. Nada de progresividad. Igualito que los progres de su partido que gobiernan en Madrid.
El propio director de gobierno de Hacienda, Benito Cabrera, explicó que la subida del IBI castiga a todos por igual. Pero se expresó mal. En realidad el aumento es proporcionalmente igual para todos, pero castiga más a la clase trabajadora, puesto que ese alza lineal del impuesto para las familias trabajadoras y burguesas afecta de forma más acentuada a las primeras porque sus ingresos son muchísimo menores.
De este modo, en el distrito más poblado (Ciudad Alta) con 106.000 habitantes, el impuesto se encarecerá entre 28 y 42 euros. En Siete Palmas unos 70 euros. Unos 66 en Escaleritas y 45 en La Isleta, por poner algunos ejemplos.
Pero no se acaba ahí la política antisocial del gobierno municipal del PSOE.
Además de elevar este impuesto directo con todas sus consecuencias a los contribuyentes de la ciudad, también aumenta nada más y nada menos que un 116% el recibo que tienen que pagar los propietarios de las naves que se encuentran en el Puerto de la Luz (el IBI de Características Especiales a la Autoridad Portuaria). Y Las empresas portuarias ya avisaron del efecto que traerá consigo esta medida: se encarecerá la cesta de la compra porque, para paliar el gasto adicional, a los empresarios no les quedará otra que subir los precios de las distintas operaciones que se desarrollan en el recinto.
Los empresarios se quejan también de pagar por servicios que en la práctica no reciben, como la recogida de basuras, alumbrado y saneamiento, ya que las empresas portuarias disponen de servicio propio para cubrir esas necesidades. Y también advierten de que podría disminuir el atraque de buques.
Por lo tanto, al encarecer este impuesto en un momento económica y socialmente tan delicado, para recaudar más dinero del previsto a costa de la mayoría de trabajadores y pequeños empresarios contribuyentes, insistimos, se mermará aún más la capacidad de consumo y ahorro de las familias, y la capacidad adquisitiva de trabajadores asalariados, autónomos y pequeños empresarios, ya que todos tendrán más gastos, y los últimos menos ingresos.
Curiosamente, a pesar del aumento en los últimos años del IBI en todo el Archipiélago, del Impuesto sobre Actividades Económicas (IAE) y del Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica, ha disminuido drásticamente el gasto público social.
Si a esto le sumamos el anuncio de Soria, vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda del gobierno de Canarias, de que el recorte del gasto público (fundamentalmente educación, sanidad y gasto social) será de 950 millones en los presupuestos del 2011, más los planes de austeridad y ajuste a nivel estatal y autonómico, podemos asegurar, desgraciadamente, que el año que viene será mucho más duro para las clases populares que éste que estamos malviviendo.
La ofensiva contra los trabajadores es continua y se da en todos los niveles institucionales. Y los trabajadores, cuyo descontento crece cada día, desean una alternativa frente a los partidos burgueses tradicionales que en la práctica han demostrado ser todos iguales. Y esa alternativa nos corresponde levantarla a los comunistas y al conjunto de la izquierda anticapitalista, frente a la inútil inercia de pretender competir con mini-proyectos electorales contra las grandes maquinarias burguesas respaldadas por el capital financiero.
No nos cansaremos de repetirlo: hay que organizar la resistencia y construir una alternativa con posibilidades reales de tomar el poder. Y ello sólo es posible combatiendo el sectarismo, el ultraizquierdismo, la obsesión electoralista y la división, y favoreciendo la unidad, superando los métodos y rutinas desfasados, perdiendo el miedo y creyendo convencidamente que la revolución se convierte cada día más en una necesidad real.