
El curso 2010/2011, supone en el ya de por sí denostado sistema educativo canario, un paso más hacia el abismo del fracaso. A la decisión del Gobierno autonómico de Canarias de CC-PP y su Consejería de Educación, Cultura y Deportes, de recortar 40 millones de euros en los Presupuestos Generales de la CCAA en materia de educación, disminuir el número de profesores, suprimir servicios, cursos de formación profesional, recortar la financiación de actividades extraescolares y ciertas actividades de los Centros de Adultos, etc., se le suma la definitiva implantación del Plan Bolonia a través de la adaptación del sistema educativo canario al Espacio Europeo de Educación Superior.
Por si esto fuera poco, según el decreto de la Consejería de Educación del 1 de julio, los universitarios que se matriculen por segunda vez en una asignatura tendrán que pagar un 40% en el curso que va a arrancar, frente al 15% del año pasado. En el caso de las terceras y cuartas matriculaciones, las subidas alcanzarán este curso el 65 y el 80%, respectivamente.
Así que, entre la política de recortes, desmantelamiento de actividades y servicios, despidos y la paulatina privatización a la que conducen el Sistema Educativo Público de Canarias, la coalición de gobierno de CC-PP, y la sumisión a los mandatos de la oligarquía europea (EEES), que a fin de cuentas es quien impone el contenido, la naturaleza y el modelo de nuestra educación, se avecinan años penosos para un sistema educativo que ya, desde hace muchísimo tiempo, viene acarreando multitud de deficiencias.
Hasta el calendario nos lo marcan desde Bruselas y Madrid. Pues ahora se adelantarán los exámenes de recuperación de 2º de Bachillerato, así como la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU), que se realizan en el mes de septiembre, al mes de julio. Por lo tanto, los alumnos de segundo de bachillerato que tradicionalmente, si suspendían los exámenes de su curso tenían derecho a examinarse nuevamente en septiembre, y quienes suspendiendo la PAU en la convocatoria de junio podían volver a presentarse también en ese mes, desde que se apruebe la modificación del calendario escolar deberán hacerlo en julio. Por mandato europeo.
Todo para ajustar el calendario universitario al EEES y posibilitar que las clases empiecen el 1 de septiembre. Y el ajuste se hará muy pronto (de hecho tres comunidades ya funcionan así), ya que el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, dejó entrever hace unos días que este podía ser el último año del calendario actual. Además, a finales de mes se reunirán en el ministerio los responsables de Educación de las comunidades autónomas y el conjunto de universidades españolas para debatir esta medida, con lo cual ya está absolutamente decidido. Por supuesto, la opinión de los afectados, de los estudiantes, futuros universitarios, alumnos de bachiller, y demás personas no cuenta para nada. Las multinacionales europeas quieren este modelo educativo, y este modelo exige un calendario adecuado al mismo. No hay más que hablar.
A los capitalistas y a los políticos burgueses no les perjudica personalmente esta imposición. Sus hijos e hijas estudian en institutos elitistas sólo aptos para la creme de la creme de la sociedad. Centros cuya publicidad indica: «100% de aprobados en la Prueba de Acceso a la Universidad». Además tienen a su disposición todas las clases particulares que precisen. Pero para la mayoría la medida es negativa por múltiples razones.
Por un lado, se dificulta al estudiante que suspende los exámenes de segundo de bachillerato o la PAU en la primera convocatoria, el derecho a disponer de una segunda oportunidad en las mejores condiciones. Pues al disponer de aproximadamente unos 60 días menos para estudiar y prepararse, las posibilidades de que el alumno asimile la materia, obviamente serán mucho menores, porque tras suspender tendrá que volver a examinarse inmediatamente.
Afecta a la naturaleza misma de la educación también, porque imponiendo al alumno que suspenda que se examine a las pocas semanas después, se le está transmitiendo la idea (y la necesidad, por supuesto) de que adopte una actitud memorista y mecanicista contraria al espíritu superador y científico que debe tener la educación. Esto es así, porque al suspender, el alumno desesperado por no aprobar el curso o la PAU y quedarse fuera de la universidad el año próximo o de la formación profesional superior que desee realizar, lo que buscará será aprobar a toda costa con los métodos más antipedagógicos a fin de superar el agobiante trámite, cuando en realidad, precisamente por el hecho de tratarse de alumnos que no han superado los exámenes o la PAU, se debería sobrentender que estas personas necesitan un tiempo adecuado para estudiar, comprender racionalmente los contenidos, y aprehender la naturaleza de las materias adecuadamente. El hecho mismo de suspender, certifica que por las causas que sean, el alumno todavía no ha logrado estos objetivos primordiales. Y presionándoles, poniéndoles a prueba tan pronto sólo se logrará más fracasos y abandonos, y menos pedagogía y preparación.
Estamos hablando de futuros universitarios, estudiantes de módulos de formación superior, etc. Y estos deben tener derecho a la mejor educación posible. Pero es que, además, para el conjunto de la sociedad y nuestra economía, para nuestro futuro, nos interesa a todos tener a los mejores profesionales, investigadores, docentes y trabajadores en general. Los títulos colgados en la pared sin haber entendido nada de lo que se ha estudiado, son inútiles. Al menos así es para los comunistas que propugnamos una educación integral superior, a diferencia de los capitalistas que sólo quieren tener un rebaño domesticado de técnicos deshumanizados.
Sin embargo, una vez más nos topamos con que el problema de fondo es la sumisión del Estado español (y por extensión de Canarias) a la Unión Europea (UE) y sus planes. Si no salimos de la UE no podremos tener jamás un modelo educativo de calidad, público y gratuito. Si no somos nosotros quienes dirigimos nuestro propio destino, sino que lo dejamos en manos de los mercaderes europeos, no podremos más que obedecer ciegamente lo que nos echen.
Al menos en esta Unión Europea imperialista, de Europa no nos vendrán más que desgracias.