Una vez que se ha impuesto en la conciencia mayoritaria de los luchadores del pueblo la necesidad de la Unidad, la tarea inmediata que se presenta ante la izquierda canaria es la de avanzar en la construcción de un amplio Frente unitario que sirva de referente y nuclee la Resistencia Popular frente a la ofensiva antiobrera y antipopular de las grandes oligarquías capitalistas. Tarea más inaplazable aún ante la desbandada de la base social del PSOE y el auge de las luchas obreras.
Esta, desde luego, no es una tarea fácil. Pero menos lo será si no nos ponemos a ella con absoluta determinación, con total entrega y con la máxima generosidad, anteponiendo los intereses generales de los trabajadores a las pequeñas jugadas de ventaja de cada grupo. Es decir, poniendo nuestras mentes a la altura de los nuevos tiempos y liberándonos de las viejas y caducas inercias.
Para que se pueda avanzar hasta poner en pie ese proyecto unitario, deben generalizarse, ampliarse y profundizarse los contactos y las negociaciones entre todas las fuerzas de la izquierda anticapitalista, derribando los muros que nos separan y tendiendo puentes cada vez más amplios y sólidos, en la perspectiva de que se mantengan en pie a lo largo del tiempo y por encima de avatares electorales.
En primer lugar, es necesario contar con todos los partidos, sindicatos, colectivos y grupos organizados de la izquierda anticapitalista, sin exclusiones, sin “listas negras” y sin trampas. Quién se quede fuera que sea por propia voluntad, no porque se le excluya arteramente. Al fin y al cabo, todos estamos en la lista negra de otro y, si esas consideraciones mezquinas son las que prevalecen, será imposible dar un solo paso hacia la Unidad.
En segundo lugar, quienes participen en el proceso deben representar organizaciones o colectivos, hablar en nombre de algún proyecto y, desde luego, que estos estén claramente a la izquierda. No tiene sentido empantanarnos en personalismos y “personalidades” que no representan otra cosa que su “a título personal”, por muy respetable que pudiera ser. La incapacidad para la organización, el trabajo colectivo y, en definitiva, la disciplina colectiva, no puede ser la piedra angular sobre la que construir un proyecto duradero. No digamos nada de tratar de sumar a “amigos” de la derecha (por ejemplo, PSOE, NC o CC).
Y, en tercer lugar, a lo que ya he hecho referencia, se trata de poner en pie un proyecto político, no una simple y volátil marca electoral. Sería criminal que las ansias de unidad se tirasen por la borda del electoralismo sin sustancia, con meras declaraciones de izquierdismo en abstracto, destinadas a “vestir el santo”. Si no se concreta en qué consiste eso de ser de izquierdas, todo queda reducido a una pose para aprovechar un trampolín electoral.
Por eso, tal proyecto debe construirse sobre un Programa político común de carácter anticapitalista y antiimperialista. Antes de discutir de otras cosas, hay que establecer en qué estamos de acuerdo y dónde tenemos diferencias. A qué política común nos comprometemos. Y, si hubiera resultados electorales, qué políticas se van a defender.
Concretar un Programa común es presentarnos ante nuestro pueblo como un proyecto colectivo, como un referente y como un marco de organización y lucha. Por eso, después de establecer dicho Programa, habrá que concretar la forma de funcionamiento, la participación asamblearia, la democracia interna y los métodos de toma de decisiones. Y todo ello antes de empezar a hablar siquiera de plataformas electorales.
La responsabilidad histórica y la gravedad del momento no nos exigen menos. Hay que construir ese Frente de toda la izquierda anticapitalista, y hay que construirlo bien. ¿Vamos en serio, compañeras y compañeros?