La semana pasada el presidente de la patronal española, Gerardo Díaz Ferrán, explicó su filosofía para salir de la crisis: trabajar más y ganar menos. Añadió que “los empresarios ya están ganando menos, e incluso hay muchos que están perdiendo”. Sobre esto último, solo cabe darse cuenta de la intencionada confusión entre “empresario” y “capitalista”. Efectivamente, la mayoría de los pequeños empresarios y trabajadores autónomos no sólo están ganando menos o perdiendo, sino que un buen porcentaje están arruinándose. Pero, por otro lado, los grandes capitalistas –que no “empresarios”–, los grandes especuladores financieros y los dueños de los grandes emporios monopolísticos, ganan cada vez más.
En cuanto a lo primero –trabajar más y ganar menos–, sólo hemos oído (algunas) condenas, cargadas de moralina y santa indignación. Pero, más allá de los rasgamientos de vestiduras éticas, y ante lo que todo el mundo da por cierto –esto es, que aunque sea injusto, nos permitiría salir de la crisis– debemos buscar la verdad en los hechos y constatar lo que de cierto tiene tal afirmación.
Evidentemente, para el capitalista individual, hacer trabajar más a sus empleados (prolongando la jornada) y pagarles menos salarios le producirá un inmediato aumento de beneficios al aumentar la tasa de explotación, siempre y cuando –y esta es la clave– pueda vender esa sobreproducción. Como explicaba Marx, el sueño de todo capitalista es pagarle él menos a sus obreros, pero que el resto de los capitalistas les paguen más a los suyos para que así estos puedan comprar sus productos.
Supongamos que la fórmula de Díaz Ferrán se aplica –que se está aplicando– y se aumenta la jornada de trabajo –que, en la práctica, se está aumentando–. Al trabajar más horas los obreros con empleo, se reducen los puestos de trabajo. El mismo efecto que va a producir el retraso de la edad de jubilación. Esto supone, de forma automática, que trabajan menos obreros. Con lo que el resultado de “trabajar más” es más paro y, en consecuencia, menos consumo, caída de la demanda y agravamiento de la crisis.
Los efectos de la segunda parte de la receta del presidente de los patronos son aún más fácilmente constatables: con menos dinero en el bolsillo, los trabajadores consumirán menos, y duplicamos el efecto de agravamiento de la crisis. Así que, en su estrechez de miras, lo que el capitalista ve como una gran fórmula para aumentar sus plusvalías individuales, aplicado de forma general las reduce porque, por mucho y muy barato que produzca, irá a la ruina al no poder vender.
Al generalizarse el capitalismo como sistema económico, se da la paradoja de que, en última instancia, la masa de productores asalariados es, a la vez, la masa de consumidores. Lo cual deja a los capitalistas ante una contradicción irresoluble: como capitalista general, le interesa objetivamente que los salarios suban; como capitalista individual no se lo puede permitir.
Pero esa contradicción no es la de los asalariados. Por el contrario, el desarrollo de las fuerzas productivas ha llegado a tal nivel, que podemos plantearnos sensatamente trabajar menos. Trabajar menos para trabajar todos. Y ganar más para reactivar el consumo y mejorar nuestro estándar de vida. Y esto es algo que nos conviene tanto desde el punto de vista general como desde el punto de vista individual.
Las políticas que la derecha y la socialdemocracia vienen aplicando, y que Díaz Ferrán resume como “trabajar más y ganar menos”, perjudican a los asalariados, pero también a los empresarios en su conjunto. Independientemente de esas otras consideraciones morales, como representante de una clase social llamada a desaparecer, su papel no es nada fácil. Tiene que ser patético protagonizar el dicho aquel de que “cada vez que abre la boca, sube el pan”.
Al fin y al cabo, no es más que lo que representa.