Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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Trabajar menos, ganar más

In Actualidad, Economía, Laboral on 20 octubre, 2010 at 0:01

Teodoro Santana
 

La semana pasada el presidente de la patronal española, Gerardo Díaz Ferrán, explicó su filosofía para salir de la crisis: trabajar más y ganar menos. Añadió que “los empresarios ya están ganando menos, e incluso hay muchos que están perdiendo”. Sobre esto último, solo cabe darse cuenta de la intencionada confusión entre “empresario” y “capitalista”. Efectivamente, la mayoría de los pequeños empresarios y trabajadores autónomos no sólo están ganando menos o perdiendo, sino que un buen porcentaje están arruinándose. Pero, por otro lado, los grandes capitalistas –que no “empresarios”–, los grandes especuladores financieros y los dueños de los grandes emporios monopolísticos,  ganan cada vez más.

En cuanto a lo primero –trabajar más y ganar menos–, sólo hemos oído (algunas) condenas, cargadas de moralina y santa indignación. Pero,  más allá de los rasgamientos de vestiduras éticas, y ante lo que todo el mundo da por cierto –esto es, que aunque sea injusto, nos permitiría salir de la crisis– debemos buscar la verdad en los hechos y constatar lo que de cierto tiene tal afirmación.

Evidentemente, para el capitalista individual, hacer trabajar más a sus empleados (prolongando la jornada) y pagarles menos salarios le producirá un inmediato aumento de beneficios al aumentar la tasa de explotación, siempre y cuando –y esta es la clave– pueda vender esa sobreproducción. Como explicaba Marx, el sueño de todo capitalista es pagarle él menos a sus obreros, pero que el resto de los capitalistas les paguen más a los suyos para que así estos puedan comprar sus productos.

Supongamos que la fórmula de Díaz Ferrán se aplica –que se está aplicando– y se aumenta la jornada de trabajo –que, en la práctica, se está aumentando–. Al trabajar más horas los obreros con empleo, se reducen los puestos de trabajo. El mismo efecto que va a producir el retraso de la edad de jubilación. Esto supone, de forma automática, que trabajan menos obreros. Con lo que el resultado de “trabajar más” es más paro y, en consecuencia, menos consumo, caída de la demanda y agravamiento de la crisis.

Los efectos de la segunda parte de la receta del presidente de los patronos son aún más fácilmente constatables: con menos dinero en el bolsillo, los trabajadores consumirán menos, y duplicamos el efecto de agravamiento de la crisis. Así que, en su estrechez de miras, lo que el capitalista ve como una gran fórmula para aumentar sus plusvalías individuales, aplicado de forma general las reduce porque, por mucho y muy barato que produzca, irá a la ruina al no poder vender.

Al generalizarse el capitalismo como sistema económico, se da la paradoja de que, en última instancia, la masa de productores asalariados es, a la vez, la masa de consumidores. Lo cual deja a los capitalistas ante una contradicción irresoluble: como capitalista general, le interesa objetivamente que los salarios suban; como capitalista individual no se lo puede permitir.

Pero esa contradicción no es la de los asalariados. Por el contrario, el desarrollo de las fuerzas productivas ha llegado a tal nivel, que podemos plantearnos sensatamente trabajar menos. Trabajar menos para trabajar todos. Y ganar más para reactivar el consumo y mejorar nuestro estándar de vida. Y esto es algo que nos conviene tanto desde el punto de vista general como desde el punto de vista individual.

Las políticas que la derecha y la socialdemocracia vienen aplicando, y que Díaz Ferrán resume como “trabajar más y ganar menos”, perjudican a los asalariados, pero también a los empresarios en su conjunto. Independientemente de esas otras consideraciones morales, como representante de una clase social llamada a desaparecer, su papel no es nada fácil. Tiene que ser patético protagonizar el dicho aquel de que “cada vez que abre la boca, sube el pan”.

Al fin y al cabo, no es más que lo que representa.

 


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Venezuela: el Polo Patriótico y la profundización de la revolución

In Actualidad on 20 octubre, 2010 at 0:00

Editorial de
Tribuna Popular


Es cierto que ya pasó el 26 de septiembre. Pasaron ya las elecciones parlamentarias. Pasó la campaña electoral. Pasaron los bombos y platillos. Pero, es cierto también que la batalla política, ideológica y de masas continúa.

La etapa del proceso revolucionario venezolano, que empezó en 1998, está fuertemente marcada –para avances y retrocesos, nos guste o no– por procesos electorales.

Esta característica no ha sido producto de la voluntad de nadie en particular. Ha sido producto de las condiciones específicas de la Venezuela de finales de siglo.

La actual fragilidad de la revolución bolivariana está vinculada justamente al marco de la democracia liberal burguesa en la cual se desarrolla.

Esta experiencia revolucionaria que avanza nuestro pueblo puede perderse, no sólo por tropas gringas sino en una elección, regional, parlamentaria o presidencial.

Lo grave, incluso, no es que pueda perderse una elección como tal, porque significaría que se ha perdido el favor de la voluntad popular, sino que esta voluntad popular cuenta todavía con importantes niveles de influencia de las fuerzas reaccionarias y sus medios de manipulación de masas.

Lo grave, incluso, es que mucha de esta voluntad popular se ha perdido por errores propios de las llamadas fuerzas del proceso y por deficientes, burócratas y corruptas gestiones gubernamentales.

Lo grave, incluso, es que la prostitución de los términos Socialismo y Socialista –mediante su uso indiscriminado para referir a un momento político y a acciones de gobierno, que no son tales– puede llevar a que esta voluntad popular se decepcione, se frustre, y pueda apoyar caminos antipopulares.

El problema mayor no son las elecciones –incluso las de tipo liberal burguesa que se siguen llevando a cabo en Venezuela–, sino la estructura del Estado, que sigue siendo burgués.

En la misma medida en que cambie el Estado venezolano –que es mucho más que el gobierno–, cambiará el sistema electoral.

En esta discusión, hay que tener claridad de que el sistema electoral no es lo más o menos automatizado que sea, no es lo más o menos auditable que sea, no es lo más o menos fidedigno de la voluntad popular que sea.

El sistema electoral será realmente democrático en la misma medida en que esté liberado de las diversas formas de influencia de la burguesía, de las fuerzas reaccionarias y de sus valores capitalistas.

Por eso, debe continuarse la batalla por la profundización de la revolución; avanzar organizada, coordinada y cohesionadamente las acciones para la liquidación del Estado burgués y la construcción del Estado popular y democrático; sustituir la estructura y formas de gestión de la democracia liberal por el Poder Popular.

Por eso, cobra mayor relevancia la necesidad reiteradamente expresada por el PCV –y que el Presidente Chávez ha interpretado mediante su propuesta del Polo Patriótico– de avanzar en la articulación de las fuerzas democráticas, progresistas y revolucionarias para constituir un espacio permanente de coordinación de políticas, una estructura orgánica no coyuntural ni restringida al ámbito electoral, «con visión estratégica caracterizada por una dinámica interna que estimule la discusión política e ideológica de fondo y que favorezca la participación equitativa y democrática de las fuerzas revolucionarias en su nivel respectivo, respondiendo al principio de “unidad en la diversidad”».

Un gran frente antiimperialista y por la construcción del nuevo Estado, estructurado en todos los niveles y frentes sociales.

En definitiva, la expresión político-organizativa del germen de la dirección colectiva de la Revolución venezolana.

Todavía estamos a tiempo. Hagamos todos los esfuerzos necesarios para cumplir lo que es una necesidad histórica y un reclamo popular.

Para ésta y todas las tareas por venir, el pueblo venezolano y la revolución bolivariana podrán seguir contando con el Partido Comunista.