Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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Los comunistas tunecinos expresan su escepticismo para con el gobierno de transición

In Actualidad, África on 18 enero, 2011 at 1:00

El camarada Hamma Hammami, portavoz del Partido Comunista de los Obreros de Túnez (PCOT), expresó ayer su escepticismo sobre el nuevo gobierno de transición. En declaraciones a Europe1 hechas desde Túnez, consideró que se trata de un «gobierno RCD», nombre del partido del ex presidente Ben Ali, al que se le han añadido algunos miembros de la oposición legalizada y algunos miembros de la sociedad civil.

Hammami señaló que el color del nuevo gobierno no refleja la voluntad del pueblo que se levantó contra la dictadura y, por primera vez en el mundo árabe, logró derrocarla. Además, consideró insuficientes las medidas ya anunciadas como la de liberar a los presos políticos y de mayor libertad de prensa, que calificó de «pequeñas», ya que, subrayó, «la sociedad civil aspira a un cambio democrático radical«, y se mostró partidario de una asamblea constituyente que acabe con el antiguo régimen y cree un nuevo sistema parlamentario.

En la misma emisora, la portavoz del Consejo Nacional para las Libertades, Sihem Bensedrine, denunció también la composición «extremadamente inquietante» del gobierno de transición.

«Son los arquitectos de la dictadura, son incapaces de producir otra cosa que no sea dictadura«, consideró.


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Cuba cambia el modelo económico (II)

In Actualidad, Economía on 18 enero, 2011 at 0:01

Ángel Guerra Cabrera

Los cambios “estructurales y de conceptos” en el modelo económico cubano se irán introduciendo gradualmente entre 2011 y 2015, entre el VI y VII congresos del Partido Comunista de Cuba (PCC). El presidente Raúl Castro se refirió por primera vez a la importancia de instrumentar estos cambios en su discurso del 26 de julio de 2009 pero a la vez alertó sobre la necesidad de no incurrir en la improvisación, razón por la que el Proyecto de Lineamientos Económicos y Sociales del VI Congreso se han diseñado a partir de un prolongado periodo de estudios por la Comisión Económica, encargada de preparar la agenda de la reunión. Cuando se ha considerado pertinente, se han realizado y monitoreado experiencias piloto cuyos resultados han nutrido posteriormente los Lineamientos o el paquete de instrumentos legales que ha sido y será menester legislar antes y después del VI Congreso para poner en práctica las trasformaciones.

Paralela e interactivamente con el trabajo de la comisión ha estado en marcha un debate nacional con dos procesos asamblearios, uno inmediatamente posterior al mencionado discurso y otro iniciado el 1 de diciembre de 2010, que sigue en curso hasta febrero. En el primer caso para tomar los criterios de la población sobre lo que obstaculiza y daña la economía nacional por vicios o conceptos erróneos, prohibiciones y regulaciones que engordan la burocracia y propician la corrupción, sean propios, importados de las fórmulas fracasadas o resultado de una mezcla entre ambos. En el segundo, para debatir los Lineamientos, por lo que puede afirmarse que este paso es el inicio del VI Congreso del PCC.

Al referirse a que la construcción socialista en el orden económico es un trayecto “hacia lo ignoto -lo desconocido”, Raúl subrayó que por esa razón “cada paso debe meditarse profundamente y ser planificado antes del próximo, donde los errores se corrijan oportuna y rápidamente para no dejarle la solución al tiempo… que al final nos pasará la factura aún más costosa”. Y es que la actualización del modelo tiene implicaciones que exigirán de un grado de atención máxima por parte de los dirigentes del partido y el gobierno en todas las instancias. No puede subestimarse la tensión social que ya está creando –y agudizará- el dejar en un quinquenio fuera de las nóminas del Estado alrededor de un millón y medio de personas, entre ellos muchos profesionales universitarios, que ahora tendrán que buscar el sustento como trabajadores por cuenta propia, microempresarios o empleados de estos últimos.

Aunque en no pocos casos de personas con habilidades para estas actividades y urgidas de elevar sus ingresos las nuevas medidas son recibidas con beneplácito, existe una franja de cubanos que siempre han sido trabajadores del Estado o, en todo caso, han disfrutado de los subsidios y gratuidades por muchos años y ahora manifiestan desesperanza e incertidumbre. Tal vez luego los hechos les demuestren a muchos que el nuevo rumbo no lesiona, o hasta beneficia, sus intereses personales, pero no se puede asegurar que sea así en todos los casos.

La dirección revolucionaria ha insistido en que nadie quedará desamparado y que la seguridad social protegerá a todos aquellos que no puedan valerse por sí mismos, que en el futuro se subsidiará a personas vulnerables y no a todos puesto que el presupuesto no lo resiste, además de que se suprimirá gradualmente la libreta de racionamiento. De esta, vale enfatizar que si en su momento fue la decisión más revolucionaria contra la especulación y para la distribución justa, desde hace años se erigió en una traba para la retribución socialista por que beneficia por igual al trabajador de vanguardia y al que no aporta a la sociedad, y ha devenido un mecanismo de alimentación del mercado sumergido. No me cabe la menor duda de la voluntad política del gobierno cubano en lograr que estos cambios resulten lo menos traumáticos que sea posible, pero al mismo tiempo, como ha dicho Raúl, habrá decisiones “que no son populares” pero que será necesario tomar para poder mantener y mejorar incluso los servicios gratuitos de educación, salud y seguridad social.

Lo sustantivo es que la actualización del modelo económico ha devenido cuestión de vida o muerte, no ya para el modelo sino para la elevación de la calidad de vida de la sociedad en su conjunto y para la subsistencia misma de la Revolución. Raúl puntualizó que “o rectificamos o ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio”.



Cuba cambia el modelo económico (I)

La producción mercantil y la economía de mercado

Las pensiones no son un juguete

In Actualidad, Economía, Laboral on 18 enero, 2011 at 0:00

Pedro Costeras

Trabajar en la línea de fortalecer la sostenibilidad del sistema de pensiones es lo que venimos haciendo la clase trabajadora, a través de nuestras organizaciones representativas, mediante la lucha y el diálogo. En el año 1995 conseguimos el Pacto de Toledo. La primera reforma del sistema de pensiones que se materializó con consenso, entre agentes sociales y Gobierno, y que actuaba sobre la racionalización del gasto, la atenuación de comportamientos negativos para el sistema, y sobre el incremento continuado de los ingresos. Sobre éstos últimos con medidas de gran calado como la separación de fuentes de financiación. Todo esto después de una década de luchas (huelgas generales de los años 85, 88, y 94) contra las reformas que impusieron, unilateralmente, los Gobiernos de Felipe González en los años ochenta, que solo pretendían reducir los gastos sin profundizar en el fortalecimiento de los ingresos. Es decir, intentando reducir el gasto público sin poner gran interés en la sostenibilidad futura del sistema.

Me remonto a la situación de hace tres décadas porque comienza a parecerse mucho al escenario que el Gobierno de Zapatero está apuntalando en estos meses. Volvemos a una situación en la que se ofrecen, como verdades absolutas, soluciones simples a problemas complejos. Vuelve a utilizarse el discurso de que la única salida para el futuro del sistema de pensiones es reducir los gastos introduciendo medidas injustas y antisociales, como la congelación de las pensiones en 2011, o el aumento de la edad de jubilación obligatoria a los 67 años. Se plantea una gran preocupación por la sostenibilidad futura del sistema mientras se desmantelan los procedimientos que el sistema integra precisamente para garantizarla, como son las revisiones y reformas periódicas mediante el consenso. Se pretenden incluir nuevamente medidas que afectan solo a los gastos, y se anuncia que éstas se materializaran con consenso o sin el. Todo en un ambiente de prisas. Unas prisas que no están muy justificadas en un escenario de reformas periódicas que no comienzan a surtir efecto más que a medio plazo. Unas prisas que, por el contrario, no se justifican más que en los compromisos del Gobierno con los mercados y con los poderes económicos, para seguir entregando a pedazos, como despojos, lo que queda del Estado social que hemos construido con décadas de lucha.

Garantizar el futuro del sistema de pensiones comienza por mejorar su financiación. En este sentido debe culminar el proceso de separación de fuentes acordado en el Pacto de Toledo. El gobierno de Zapatero se muestra muy preocupado por reducir los gastos pero, en la actualidad, el sistema de pensiones tiene un sobrecoste del 5% porque el Gobierno incumple sus compromisos en esta materia.

Se deben mantener las actuales cotizaciones e incrementar las bases de cotización máximas y mínimas, así como el salario mínimo interprofesional. Solo incrementar las bases máximas supondría un enorme incremento de los ingresos, ya que en la actualidad el 10% de los y las cotizantes lo hacen por la base máxima de 3.200 Euros. Es decir, perciben retribuciones superiores a 3.200 Euros, pero solo cotizan por esta cantidad.

Tan preocupado el Gobierno por el gasto que pretende mantenernos en los andamios, en las barras de los bares, en las oficinas, en los puestos de trabajo hasta los 67 años, pero lo cierto es que los gastos de gestión internos de la Seguridad Social siguen cargándose a las cotizaciones y no a los Presupuestos Generales, como los de cualquier otro estamento público, incrementando éstos el gasto en Seguridad Social de forma injustificada en contra del criterio de los sindicatos. También debe culminar el proceso de integración de regímenes especiales, otro incumplimiento del Gobierno de los acuerdos de 2006. Y es que para que las nuevas reformas puedan resultar creíbles y coherentes, hay que culminar primero el actual modelo con la total puesta en práctica de las reformas pactadas con anterioridad.

Se pueden y se deben acometer reformas que racionalicen el gasto, como seguir profundizando en la jubilación flexible. Que las personas, según su deseo y necesidad, puedan adelantar la edad de jubilación con descuento en su pensión, o bien retrasarla voluntariamente con aumento en su pensión. Este sistema de jubilación flexible, pactado en la reforma de 2001, ya ha incrementado en más de un punto la edad de jubilación real a lo largo de una década evitando tensiones y situaciones injustas. Estas medidas de racionalización del gasto deben combinarse con las anteriores para mejorar los ingresos, y con otras que mejoren algunas prestaciones. Como la mejora de las pensiones mínimas, de orfandad y viudedad. Las pensiones de viudedad, además de mejorarlas en el presente para paliar situaciones realmente injustas, a medio y largo plazo debe reconsiderarse su estructura para adaptarla a la evolución de la sociedad y del mundo del trabajo, al que la mujer se incorpora masivamente. Cuestión ésta a fomentar hasta homologar las tasas de actividad de ambos géneros.

En esta línea, si lo que realmente preocupa es el futuro del sistema, deben ponerse en marcha reformas para conseguir la verdadera integración del colectivo femenino, y de los jóvenes, la permanencia en el trabajo de los mayores de 50 años, y la eliminación de la brecha salarial por razón de género. Aumentar la edad de jubilación a los 67 años, de forma obligatoria y generalizada como pretende el Gobierno, es injusto e innecesario, e ignora por completo la realidad del mundo del trabajo donde los empresarios, de forma generalizada, expulsan a los mayores de 50 años ante la pasividad del propio Gobierno que pretende jubilarlos a los 67.

Se debe reformar el sistema productivo. Apostar por la innovación. Fomentar inversiones y actividades de mayor valor, más productivas, que generen empleo estable, con derechos, y salarios suficientes que aseguren la sostenibilidad del sistema. Se debe apostar por la formación. Acabar con el fracaso escolar. Se debe fomentar el equilibrio poblacional con políticas de apoyo a las familias, derechos que favorezcan el reparto de cargas entre sexos, y el reconocimiento y correcta regulación del hecho migratorio, desde la óptica de la integración y no de la proscripción.

El Gobierno reconoce los efectos a largo plazo de las reformas, pero mantiene su receta única de jubilación obligatoria a los 67 años porque lo piden los mercados. Y el sistema de pensiones no es una herramienta anticrisis. No es una moneda de cambio para saciar a los insaciables mercados. Es mucho más. Es un sistema que garantiza, con enorme solvencia, un derecho fundamental. Un sistema que los agentes sociales y el Gobierno venimos mejorando mediante el diálogo y el consenso desde 1995. Ahora nos sentamos con lealtad a revisarlo nuevamente. Pero el Gobierno no tiene derecho a utilizarlo como un juguete al servicio del gran capital y de los mercados. Si así lo sigue intentando, se encontrará con la más dura de las respuestas de la clase trabajadora y del conjunto de la sociedad. Se encontrará nuevamente ante una huelga general.


(*) Pedro Costeras Nebreda es Secretario de Política Institucional de Comisiones Obreras Canarias