Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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China muy lejos aún del desarrollo pleno

In Actualidad, Economía on 16 febrero, 2011 at 0:01

Editorial de
Diario del Pueblo


A la par que insiste en su determinación de marchar adelante con la reforma económica emprendida hace más de tres décadas, y de participar del modo más amplio posible en la cooperación internacional, China ha visto avanzar su desarrollo económico, hasta colocarse en la avanzada global.

De manera simultánea, el nivel de vida de la población en conjunto ha alcanzado niveles nunca antes experimentados. Estas son muestras incontestables del progreso chino, por el cual es menester agradecer a todos los que fuera de nuestras fronteras nos han comprendido y apoyado.

Sin embargo, el desarrollo de China no es equilibrado, y visto desde una óptica integral el mismo evidencia notables carencias y desajustes. China sigue siendo un país en vías de desarrollo. Tal realidad responde a tres condicionamientos básicos, a saber: En primer lugar, si se toma en cuenta la relación entre volumen de población y grado de desarrollo, China queda por debajo de los parámetros al uso. En segundo lugar, el promedio del índice de desarrollo humano (IDH) de China sigue siendo inferior al promedio mundial y, en tercer lugar, las diferencias regionales internas de China son relativamente grandes, como queda expuesto en la desarticulación entre la economía y la protección del medio ambiente. Por todo ello, el país deberá recorrer un largo sendero si desea reducir la distancia que hoy mismo le separa de los países desarrollados, además de abocarse a arduos esfuerzos para acortar la «brecha digital».

En ese sentido, resulta lícito citar dos ejemplos. China y Japón comparten una escala económica similar. Japón, con una décima parte, o menos, de la población de China, y un 1/25 de la superficie de nuestro país, ha superado a China en su producción económica total por un largo período. Y Estados Unidos, que tiene sólo el 22 por ciento de la población de China, posee una economía que ha superado a la de China en un 140 por ciento. Obviamente, la economía de China está lejos de alcanzar a la de los países desarrollados.

A escala global, China produce menos de una décima parte de la riqueza mundial, pero tiene un 20 por ciento de su población. Su rendimiento productivo per cápita no alcanza el 50% del promedio del orbe. En este sentido, China arroja una gran disparidad con respecto al nivel medio del mundo. Además, hay claras diferencias regionales en los niveles de la economía china y su desarrollo social, mientras que su protección del medio ambiente sigue a la zaga del crecimiento económico. Su creciente brecha de ingresos aleja cada vez más entre sí a diversas regiones y grupos sociales. Todo esto conforma un panorama típico de una nación en vías de desarrollo.

Estos desequilibrios propician el surgimiento de avances deslumbrantes ocasionales, mientras siguen quedando pendientes muchos temas de vital importancia. Ejemplo de ello es el reinado que el país ha edificado en el ámbito de los ferrocarriles de alta velocidad, cuyos logros ya sirven de inspiración a naciones más desarrolladas, incluidos los propios EEUU. Pero como contrapartida, China aún es incapaz de asumir la oleada de viajeros nacionales que cada año se produce alrededor del Festival de la Primavera, y que crea un caos en los medios de transportación nacionales, sobre todo en el sector ferroviario.

Sólo asumiendo a conciencia los logros y carencias de su desarrollo, podrá China hacerse un juicio más racional sobre la etapa por la que hoy atraviesa la búsqueda del poderío nacional. La apertura a diversas vertientes de cooperación internacional ha redundado en un alza notable en la capacidad del país para afianzar su poder competitivo. A pesar de ello, sin embargo, nuestro IDH sigue dejando mucho que desear, debido en buena medida a la aguda escasez de recursos y capacidades que aquejan al país. Por otra parte, nuestro desarrollo sigue encarando cuellos de botella o dificultades que deberán ser resueltos a la brevedad, si se quiere que continúe prosperando la cooperación del país con la comunidad internacional.

Aún así, el mundo occidental observa con la boca abierta todo lo que China ha alcanzado hasta la fecha. De ahí que ya sea hora de devolver a resto del planeta el apoyo que nos ha brindado en este proceso que apenas despunta. Es preciso que tendamos una mano solidaria a otras naciones en desarrollo, en la búsqueda conjunta de un mundo más armonioso y mejor repartido.


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Sacarle dinero al hambre

In Actualidad, Economía on 16 febrero, 2011 at 0:00

Katia Monteagudo


Transnacionales ganan enormes sumas de dinero en períodos de hambre, mediante la comercialización especulativa de productos de primera necesidad. Hoy no solo las malas cosechas, entre otros impactos del cambio climático, mantienen contra las cuerdas a la seguridad alimentaria global. Varios entendidos aseguran que la especulación resulta una de las más poderosas causantes de la actual volatilidad en los precios de los comestibles básicos.

Clara y abiertamente exponen que los mismos bancos, fondos de inversión y especulación financiera que provocaron la crisis de las hipotecas «subprime» están detrás de esta inflación de precios. Afirman además que el mismo tinglado vencedor en la crisis alimentaria del 2008 -a flote otra vez-, aún se mantiene en pie, con más fuerza y generando grandes dividendos, a costa de estómagos y bolsillos.

La organización mundial GRAIN refiere que el dinero especulativo en alimentos creció de los cinco mil millones de dólares en el 2000 a los 175 mil millones en el 2007.

En los meses de agosto y septiembre de 2010, en la bolsa de futuros de Chicago, el trigo lograba un incremento del precio del 60 al 80 por ciento, respecto al mes de julio.

Varios corredores vieron una oportunidad en la prohibición de las exportaciones de trigo en Rusia y déficits en otros países, como Ucrania y Canadá.

Otras multinacionales alimentarias también reaccionaron ante el temor de la escasez, realizaron contratos de futuros y acapararon toneladas de trigo. De inmediato, en Mozambique aumentó en el 30 por ciento el valor del pan.

A nivel global, el maíz igual se incrementó en el 40 por ciento y el arroz, en el siete por ciento.

Tampoco el café ha escapado a la vorágine especuladora. Desde septiembre de 2010, el valor internacional de ese grano comenzó a ascender debido al acaparamiento de grandes operadores, refiere la ONG española ESPANICA.

Tal volatilidad ha obligado a desembolsar a los 77 países más pobres del mundo el ocho por ciento más de dinero para las compras de sus comidas.

Olivier de Schutter, relator especial de Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación, afirma que los movimientos financieros están detrás de los altos costes en maíz, trigo y arroz.

A su entender, esos precios no están relacionados con la disponibilidad de los inventarios o el resultado de la última cosecha, sino más bien con la manipulación de la información y la especulación en los mercados.

Hilda Ochoa-Brillembourg, presidenta del Strategic Investment Group, asesores de inversiones en el Banco Mundial, estima que desde el 2008 la demanda especulativa de futuros de productos agrícolas ha crecido entre el 40 y el 80 por ciento.

Solo la firma inglesa Armajaro Holdings Ltd, compró en una jornada del pasado año, 240 mil toneladas de cacao, valoradas en 720 millones de euros, y que representan el siete por ciento de la producción mundial.

En un día Armajaro consiguió que el precio de la tonelada de ese grano se disparara hasta los tres mil 223 euros, la cifra más alta desde 1977.

Esa cantidad de cacao equivale al consumo de los estadounidenses durante seis meses, y resulta suficiente para producir más de 15 mil millones de barras de chocolate Hershey’s.

Armajaro posee ahora bastante materia prima para influir en los precios y negociar con compañías procesadoras del producto como Cargill Inc. y Archer-Daniels Midland Co., y productores de chocolate como Hershey Co. y Mars Inc.

«La gente muere de hambre mientras que los bancos hacen una matanza con sus apuestas en los alimentos«, dice Deborah Doane, directora del Movimiento Mundial para el Desarrollo.

Caridad García-Manns, operadora de «commodities» del Traders Group Inc, asevera que la mitad de los incrementos en los valores de maiz, trigo y otros alimentos está siendo provocada por la especulación de grandes inversionistas a nivel global.

Durante el actual año, estas mercancías podrían subir un tercio más de lo ascendido hasta ahora, pero, según la ONU, los precios aún pueden aumentar en más del 40 por ciento en la nueva década que transcurre.

Iván Angulo, representante en Guatemala de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, señala que solo en ese país casi tres millones de personas están en riesgo por el ascenso de los costes en los comestibles básicos, cifra que se sumaría a los casi mil millones de personas que padecen hambruna crónica hoy en el planeta.

«Tenemos que ser muy enfáticos de que con el alimento no podemos permitir que haya acciones especulativas, sino que haya racionalidad en todos los sectores«, enfatiza Angulo.

No obstante, la Comisión Europea decidió posponer un estudio que prepara sobre el aumento de precios en las materias primas, alimentos y sus vínculos con la especulación en los mercados.

Ese ejecutivo comunitario argumentó que tiene claro que existe una relación entre los mercados financieros y los de las materias primas, pero necesita tiempo para recabar más pruebas.

Mientras el organismo espera acumular más elementos probatorios de cómo las transnacionales sacan dinero a costa de las penurias, comienzan a reaccionar en cadena las luchas por el pan.

Hoy también son muchos los convencidos de que morir de hambre no es la opción.


(*) Katia Monteagudo es redactora de Temas Globales de Prensa Latina.


Como hacer que 4 billones de dólares se desvanezcan en un instante. Otra nueva crisis financiera está asegurada.

In Actualidad, Economía on 16 febrero, 2011 at 0:00

Mike Whitney

El 9 de agosto de 2007 hubo un episodio en un banco francés que desencadenó tal crisis financiera que acabaría llevándose por delante más de 30 billones de dólares en capital, y metiendo al planeta en la mayor recesión desde los tiempos de la Gran Depresión. El suceso en cuestión fue descrito en un discurso del director ejecutivo de Pimco Paul McCulley, en la decimonovena edición de la Annual Hyman Minsky Conference on the State of the U.S. and World Economies. Este es un extracto de la exposición de McCulley:

«Si hubiera que elegir un día para lo que fue el Momento Minsky, éste fue el 9 de agosto. Y, de hecho, no ocurrió aquí en los EEUU. Ocurrió en Francia, cuando el Paribas Bank (BNP) dijo que no podía valorar los paquetes de activos hipotecarios tóxicos en tres de sus productos de inversión fuera de balance, y que debido a ello los inversores, quienes creían que podían salir en cualquier momento, estaban atrapados.

Recuerdo ese día tan bien como el cumpleaños de mi hijo. Y esto último ocurre una vez al año. Porque el desastre en cadena empezó ese día. De hecho, fue algo más tarde ese mismo mes cuando acuñé el término «Sistema Bancario Paralelo» durante el simposio anual de la FED en Jackson Hole. «Era solamente el segundo año que yo asistía al simposio. Me sentía algo sobrecogido, y básicamente me dediqué a escuchar la mayor parte de los tres días.

Al final… me levanté y (parafraseando) dije ‘Lo que está pasando es bien simple. Tenemos una fuga en el ‘Sistema Bancario Paralelo’ y el único interrogante es cómo de rápido va a retroalimentarse a medida que sus activos y sus obligaciones vayan regresando a los balances del sistema bancario convencional.»

BNP ha estado llevando a cabo actividades de intermediación crediticia, es decir, cambiaba activos que se constituían con garantías de paquetes hipotecarios (MBS) por préstamos a corto plazo en los mercados de derivados. Suena todo muy complicado, pero no es algo distinto a lo que hacen los bancos cuando toman los depósitos de sus clientes y los invierten en activos a largo plazo. La única diferencia en este caso es que estas actividades no estaban reguladas, así que no había ningún organismo del gobierno encargándose de determinar la calidad de los préstamos o asegurándose de que las distintas entidades financieras estaban suficientemente capitalizadas para cubrir las eventuales pérdidas. Esta falta de regulación acabó por tener consecuencias catastróficas para la economía mundial.

Pasó casi todo un año desde que el impago de las hipotecas subprime empezase a propagarse en masa, hasta que el mercado secundario (donde se intercambiaban estos activos «tóxicos») se colapsó. El problema era simple: nadie sabía si las hipotecas que había detrás eran o no seguras, así que se hacía imposible ponerles un precio a los activos (MBS). Ello creó lo que el profesor de Yale Gary Gorton llama un problema de e. coli [salmonella], es decir, aunque solo se contamine una pequeña cantidad de carne, millones de libras de hamburguesas tienen que ser retiradas del mercado. La misma regla se aplica a las MBS. Nadie sabía cuáles de ellas contenían los malos préstamos, así que el mercado entero se paralizó y billones de dólares de garantías empezaron a perder valor.

Las subprime fueron la chispa que prendió la mecha, pero el mercado de las subprime no era lo suficientemente grande para hundir todo el sistema financiero. Ello requería mayores temblores en el sistema bancario paralelo. Este es un extracto del artículo de Nomi Prins que explica de cuánto dinero se trataba:

«Entre el año 2002 y el comienzo de 2008, aproximadamente 1,4 billones de dólares en hipotecas subprime correspondían a prestatarios que han quebrado como New Century Financial. Si esos préstamos fuesen nuestro único problema, sobre el papel la solución hubiese sido que el gobierno subsidiase esas hipotecas hasta un coste máximo de esos 1,4 billones de dólares. Sin embargo, y según Thomson Reuters, casi otros 14 billones de dólares en productos financieros complejos se crearon a partir de esas hipotecas, precisamente porque los fondos de inversión animaron a que se llevara a cabo tanto su producción como su dispersión. De este modo, cuando se llegó al máximo de desembolso público en julio de 2009, el gobierno había tenido que poner 17,5 billones de dólares para sostener la pirámide de Ponzi de Wall Street, en lugar de esos iniciales 1,4 billones («Shadow Banking», Nomi Prins, The American Prospect)».

El sistema bancario paralelo se creó para que las grandes instituciones financieras que disponían de mucha liquidez tuviesen algún sitio donde poner su dinero a corto plazo y obtener la máxima rentabilidad. Por ejemplo, digamos que a Intel le sobran 25.000 millones de dólares en efectivo. Puede entregar el dinero a un intermediario financiero como Morgan Stanley a cambio de una garantía (los MBS o los ABS), y sacar a cambio un rendimiento razonable por su préstamo. Pero si aparece algún tipo de problema y se cuestiona la calidad de la garantía, entonces los bancos (en este caso Morgan Stanley) se ven forzados a llevar a cabo recortes y más recortes que pueden acabar colapsando el sistema entero. Eso es lo que pasó en el verano de 2007. Los inversores descubrieron que muchas de las subprime eran fraudulentas, así que miles de millones de dólares se retiraron rápidamente de los mercados financieros, y la FED tuvo que intervenir para evitar que el sistema se colapsara.

La regulación se establece para asegurar que el sistema funcione adecuadamente y para proteger a la gente ante el fraude. Pero la actividad bancaria es más provechosa cuando no hay reglas, así que los líderes del sector y sus grupos de presión han estado tratando de impedir los esfuerzos para introducir reformas. Y, en general, lo han conseguido. La ley Dodd-Frank (de reforma del sistema financiero) está plagada de lagunas y no resuelve realmente los problemas cruciales de la calidad de los préstamos, la disponibilidad de capital y le minoración de los riesgos. Los bancos siguen pudiendo conceder tranquilamente hipotecas a personas desempleadas con muchas posibilidades de no poder pagarlas, igual que hacían antes de la crisis. Y siguen pudiendo utilizarlas para producir complejos instrumentos de deuda sin mantener ni siquiera un mísero 5% del valor original del préstamo (esta cuestión sigue en disputa, de hecho). Además, las agencias gubernamentales no podrán forzar a las instituciones financieras a que incrementen su capitalización a pesar de que sigue habiendo el peligro de que una pequeña sacudida en el mercado pueda hacerles quebrar y poner en serio peligro el resto del sistema. Wall Street se ha salido de nuevo con la suya y ahora la oportunidad para un nuevo impulso regulador ha ya pasado.

El Presidente Barack Obama entiende donde radica el problema, pero también sabe que no va a ser reelegido sin el apoyo de Wall Street. Es por ello que hace sólo 2 semanas prometió en el Wall Street Journal que seguiría reduciendo la «gravosa» regulación que afecta a Wall Street. Su columna trataba de anticiparse a la publicación del informe final de la Comisión de Investigación de la Crisis Financiera (FCIC, Financial Crisis Inquiry Commission), el cuál posiblemente hará recomendaciones de que se refuerce la regulación pública del sector. Obama torpedeó ese esfuerzo al ponerse del lado de las grandes finanzas. Ahora es cuestión de tiempo hasta que haya otro crack.

Este es un extracto de un informe especial del Banco Federal de Nueva York sobre el sistema bancario paralelo:

«En la víspera de la crisis financiera, el volumen de crédito intermediado por el sistema bancario paralelo era próximo a los 20 billones de dólares, es decir casi el doble de los 11 billones que intermediaba el sistema bancario tradicional. Hoy, esas mismas cifras son de 16 billones y 13 billones respectivamente… la debilidad de los proveedores de fondos al por mayor no sorprende cuando solamente se dispone de muy poco capital que respalde sus carteras de activos y en cambio los inversores tienen cero tolerancia a las pérdidas («Shadow Banking», Federal Reserve Bank of New York Staff Report)».

Así que cuando Lehman Brothers se desintegró, entre 4 y 7 billones de dólares simplemente se convirtieron en humo. ¿Cuántos millones de empleos se perdieron debido a una mala regulación? ¿Cuánto se redujo el PIB, la productividad y la riqueza nacional? ¿Cuántas personas viven ahora de los cheques de comida estatales, o duermen al raso, o tratan de evitar la quiebra de sus negocios porque unas instituciones financieras desreguladas pudieron dedicarse a la intermediación del mercado de crédito sin que el gobierno las supervisara?

Irónicamente, la Reserva de Nueva York ni siquiera trata de negar el origen del problema: la desregulación. Ahí va lo que dicen en su informe: «Manejar la regulación fue la razón última de la existencia de muchos bancos en el sistema paralelo«. ¿Qué quiere decir eso? Pues que Wall Street sabe perfectamente que es más fácil ganar dinero si se quitan las reglas… las mismas reglas que protegen al público de la depredación por parte de especuladores y avariciosos.

La única forma de arreglar el sistema es someter a la necesaria regulación a cualquier institución que actúe como un banco. Sin excepciones.


(*) Mike Whitney es un analista político que vive en el estado de Washington y colabora regularmente con la revista norteamericana CounterPunch.