Editorial de
Diario del Pueblo
A la par que insiste en su determinación de marchar adelante con la reforma económica emprendida hace más de tres décadas, y de participar del modo más amplio posible en la cooperación internacional, China ha visto avanzar su desarrollo económico, hasta colocarse en la avanzada global.
De manera simultánea, el nivel de vida de la población en conjunto ha alcanzado niveles nunca antes experimentados. Estas son muestras incontestables del progreso chino, por el cual es menester agradecer a todos los que fuera de nuestras fronteras nos han comprendido y apoyado.
Sin embargo, el desarrollo de China no es equilibrado, y visto desde una óptica integral el mismo evidencia notables carencias y desajustes. China sigue siendo un país en vías de desarrollo. Tal realidad responde a tres condicionamientos básicos, a saber: En primer lugar, si se toma en cuenta la relación entre volumen de población y grado de desarrollo, China queda por debajo de los parámetros al uso. En segundo lugar, el promedio del índice de desarrollo humano (IDH) de China sigue siendo inferior al promedio mundial y, en tercer lugar, las diferencias regionales internas de China son relativamente grandes, como queda expuesto en la desarticulación entre la economía y la protección del medio ambiente. Por todo ello, el país deberá recorrer un largo sendero si desea reducir la distancia que hoy mismo le separa de los países desarrollados, además de abocarse a arduos esfuerzos para acortar la «brecha digital».
En ese sentido, resulta lícito citar dos ejemplos. China y Japón comparten una escala económica similar. Japón, con una décima parte, o menos, de la población de China, y un 1/25 de la superficie de nuestro país, ha superado a China en su producción económica total por un largo período. Y Estados Unidos, que tiene sólo el 22 por ciento de la población de China, posee una economía que ha superado a la de China en un 140 por ciento. Obviamente, la economía de China está lejos de alcanzar a la de los países desarrollados.
A escala global, China produce menos de una décima parte de la riqueza mundial, pero tiene un 20 por ciento de su población. Su rendimiento productivo per cápita no alcanza el 50% del promedio del orbe. En este sentido, China arroja una gran disparidad con respecto al nivel medio del mundo. Además, hay claras diferencias regionales en los niveles de la economía china y su desarrollo social, mientras que su protección del medio ambiente sigue a la zaga del crecimiento económico. Su creciente brecha de ingresos aleja cada vez más entre sí a diversas regiones y grupos sociales. Todo esto conforma un panorama típico de una nación en vías de desarrollo.
Estos desequilibrios propician el surgimiento de avances deslumbrantes ocasionales, mientras siguen quedando pendientes muchos temas de vital importancia. Ejemplo de ello es el reinado que el país ha edificado en el ámbito de los ferrocarriles de alta velocidad, cuyos logros ya sirven de inspiración a naciones más desarrolladas, incluidos los propios EEUU. Pero como contrapartida, China aún es incapaz de asumir la oleada de viajeros nacionales que cada año se produce alrededor del Festival de la Primavera, y que crea un caos en los medios de transportación nacionales, sobre todo en el sector ferroviario.
Sólo asumiendo a conciencia los logros y carencias de su desarrollo, podrá China hacerse un juicio más racional sobre la etapa por la que hoy atraviesa la búsqueda del poderío nacional. La apertura a diversas vertientes de cooperación internacional ha redundado en un alza notable en la capacidad del país para afianzar su poder competitivo. A pesar de ello, sin embargo, nuestro IDH sigue dejando mucho que desear, debido en buena medida a la aguda escasez de recursos y capacidades que aquejan al país. Por otra parte, nuestro desarrollo sigue encarando cuellos de botella o dificultades que deberán ser resueltos a la brevedad, si se quiere que continúe prosperando la cooperación del país con la comunidad internacional.
Aún así, el mundo occidental observa con la boca abierta todo lo que China ha alcanzado hasta la fecha. De ahí que ya sea hora de devolver a resto del planeta el apoyo que nos ha brindado en este proceso que apenas despunta. Es preciso que tendamos una mano solidaria a otras naciones en desarrollo, en la búsqueda conjunta de un mundo más armonioso y mejor repartido.