Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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Nuevos testimonios de torturas en Guantánamo

In Actualidad, Represión on 5 marzo, 2011 at 16:00

La polémica cárcel estadounidense de Guantánamo está de nuevo en el centro de la polémica: ha salido a la luz una nueva prueba de las torturas contra presos en esta prisión. Un exrecluso ha hablado sobre los experimentos que realizan allí los médicos americanos.

El alemán de procedencia turca, Murat Kurnats, dijo al periódico alemán Berliner Zeitung «qué mal» se sintió después de que le pusieran una inyección habitual, hasta «me hizo vomitar«. Según Kurnats, le hicieron tomar pastillas afirmando que era una medicina contra la malaria. Al tomar una de ellas se sintió sin fuerzas, empezó a sudar y sufrió dificultades respiratorias.

Las declaraciones del turco coinciden con los resultados de dos investigaciones realizadas indepedientemente por unos abogados estadounidenses y por la organización estadounidense de defensa de derechos humanos Truthout. Ambos informes revelan que durante años se han realizado experimentos médicos con los presos de Guantánamo. «Contra su voluntad y sin necesidad» los reclusos se veían obligados de tomar altas dosis de medicamentos.

En los archivos de ambos grupos que hicieron la investigación se contiene información que dice que a los presos de Guantánamo les daban mefloquine, un remedio profiláctico contra la malaria. Sin embargo esta enfermedad no se registra en Cuba, y los militares estadounidenses en Guantánamo nunca suelen tomar medicinas contra este mal. Además, la dosis diaria de la medicina superaba cinco veces la cantidad recomendada para una semana.

«A LA PETICIÓN QUE ME DEN UNA PASTILLA ME SOLÍAN CONTESTAR QUE SI DOY TESTIMONIOS RECIBIRÉ LA MEDICINA»

Otro obstáculo que reveló Kurnats en sus declaraciones es la falta de asistencia médica apropiada en el campo. Dijo que durante dos años sufrió un dolor agudo de dientes, pero no recibió ningun sedante ni tratamiento. A menudo sufrió dolores de cabeza: «A la petición de que me dieran una pastilla me solían contestar que si daba testimonios, recibiría la medicina e invitarían a un médico para que me ayudara«. Según Kurnats, algunos presos acordaban estas condiciones y después de ello recibían asistencia médica realmente.

Los datos de los defensores de derechos humanos y de testigos confirman que se aplican torturas a los prisioneros en esa cárcel,como ahogamiento, impedir que duerman, influir con sonidos muy altos, etcétera.

En noviembre de 2010 el expresidente estadounidense George Bush defendió públicamente el uso de interrogatorios con métodos violentos en la cárcel, insistiendo en que la información que se obtiene de esta manera ayuda a evitar atentados terroristas.

«SI GUANTÁNAMO NO CIERRA AHORA, TEMEMOS QUE NUNCA CIERRE»

El segundo día de su Presidencia, en enero de 2009, Barack Obama prometió el cierre de la instalación presidiaria en un año. Estaba previsto terminar este proceso en enero de 2010. Sin embargo, el plan del presidente todavía no se ha realizado y la cárcel sigue abierta.

Durante la novena sesión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, celebrada en Ginebra (Suiza) en otoño de 2010, los miembros del Consejo solicitaron el cierre inmediato de la cárcel de Guantánamo y la investigación de todas las acusaciones que tienen que ver con EEUU.

A finales de 2010 el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, declaró que la prisión en la base americana de Guantánamo no será cerrada en un futuro cercano. Argumentó problemas de carácter jurídico y legislativo que impiden transportar y mantener después a los presos.

Muchos de los detenidos nunca han sido juzgados. En 2009 el exjefe de la cancillería del primer secretario estatal de la Administración de George Bush, Colin Powell, declaró que la mayoría de los presos de Guantánamo son «gente absolutamente inocente».

«Si Guantánamo no cierra ahora, tememos que nunca cierre. Tememos que permanezca como un trágico y criminal monumento a la incapacidad del hombre de hacer lo correcto en los momentos críticos«, dijo Frida Berrigan, de la organización Testigos Contra la Tortura, declaraciones que recogió la agencia EFE en el noveno aniversario de esta cárcel el 12 de enero de 2010.

EEUU alquila la base de Guantánamo en Cuba desde 1903. Funciona como una cárcel para los presos especialmente peligrosos tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, con el mandato de George W. Bush. Desde 2002 permanecen, en su mayoría, participantes de la organización Al Qaeda y el movimiento Talibán detenidos durante las operaciones en Afganistán e Irak, un total de 770 extranjeros. Ahora quedan 170 en Guantánamo.


[Fuente: Actualidad RT]


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Sobre las movilizaciones en los países árabes y las maniobras del imperialismo

In Actualidad, Comunicado on 5 marzo, 2011 at 0:01

Comité Central del
Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE)


En las últimas semanas, la sucesión de acontecimientos en el norte de África y Oriente Medio ha creado un enorme interés en la esfera internacional. A partir de las movilizaciones populares que se produjeron en Túnez en diciembre y enero, que supusieron la deposición de Ben Ali, y los acontecimientos posteriores en Egipto que desembocaron en la salida del poder de Mubarak, se siguen produciendo movilizaciones en países como Bahrein, Yemen, Libia, Irak, Marruecos o Argelia, donde se está presionando fuertemente en demanda de cambios políticos que afectan a aspectos diferentes como exigencias democráticas básicas, liberación de presos políticos o cumplimiento de leyes aprobadas.

De cara a la opinión pública internacional, se presentan los hechos como una sucesión encadenada de acontecimientos, mencionando repetidamente el término “revolución” para referirse a ellos y planteando un esquema común que ignora las diferentes características de los diferentes procesos.

La situación actual en este área geopolítica es resultado de la permanente injerencia del imperialismo, de los procesos de descolonización formales, de las políticas neocoloniales de las anteriores metrópolis y de la lucha entre las potencias imperialistas por conquistar esferas de influencia. Durante décadas y hasta su salida del poder, Ben Ali y Mubarak fueron peones del imperialismo favorecidos y protegidos por los países del capitalismo central, donde la fracción socialdemócrata de la burguesía llegó a aceptarlos como miembros de pleno derecho de la Internacional Socialista.

La intervención de las potencias imperialistas en estos países, durante el pasado siglo, se desarrolló de una forma activa para impedir el desarrollo social y económico de ninguno de ellos. Cuando, a mediados del siglo XX, después de la Conferencia de Bandung, y el nacimiento del Movimiento de Países No Alineados, en muchos de los países de la zona –y ligados en muchos casos a los procesos independentistas- surgieron toda una serie de opciones políticas de carácter progresista, cuando no de orientación socialista, éstos fueron acosados con saña por las fuerzas imperialistas, lo que se tradujo en golpes de estado, asesinatos, guerras civiles, falsas guerrillas, etc. Así se produjeron los asesinatos de Patricio Lumumba (Congo), Thomás Sankara (Burkina Faso) o Amílcar Cabral (Guinea Bissau). Igualmente se financió y mantuvo durante años la guerrilla de la UNITA en Angola o el movimiento separatista de Katanga. Igualmente se ha apuntalado a Israel como punta de lanza del imperialismo en Oriente Medio. También, de una manera más cercana, se entregó la soberanía Saharaui a la dictadura marroquí.

En su momento, Egipto, Argelia y Libia, a diferencia de Túnez o Bahrein, fueron puntales del movimiento de países no alineados y contaban o cuentan con dirigentes que, en lo formal, se muestran como continuadores de los procesos de liberación nacional (personificados en Nasser, Ben Bella y el propio Gadafi en su momento). Estos países fueron en su día referentes del panarabismo y tenían una orientación socialista, al menos en lo formal, que los ponía en el punto de mira de las antiguas potencias coloniales que se resistían a perder el control sobre una zona de importancia geopolítica enorme.

Los procesos de emancipación y liberación nacional en los países árabes del norte de África, caracterizados inicialmente por su firme oposición al imperialismo, pero carentes de una nítida posición socialista y de un contrapeso en la esfera de las relaciones internacionales, como lo fue en su momento la URSS y el campo socialista, han ido derivando, con el paso del tiempo, hacia posiciones de conciliación con las potencias imperialistas, bien cambiando de dirigentes, bien manteniéndose los mismos, haciendo uso de una retórica antiimperialista que ocultaba lo verdaderamente esencial: los acuerdos económicos y políticos de carácter estratégico con el imperialismo que condenaban a estos países a mantener un su stataus colonial. De esta manera, a los pueblos del norte de África se les robó la oportunidad de construir un nuevo marco de relaciones con las antiguas potencias coloniales, abriendo paso nuevamente a la penetración total de los intereses occidentales en sus países y al surgimiento de una oligarquía ligada a los centros imperialistas y basada en la explotación de las masas populares y el expolio de los recursos de estos países. Ahora, cuando estallan todas las contradicciones acumuladas, cuando esos pueblos, hartos de tanto sufrimiento y tantas carencias, como consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas en colisión con las relaciones de producción en el proceso capitalista, se movilizan para exigir cambios en sus condiciones de vida y sus sistemas políticos, el imperialismo interviene decididamente, tratando de manipular estos procesos para reconvertirlos en una situación nuevamente controlable, que le permita continuar el expolio de sus recursos naturales, minerales y energéticos, utilizando para ello todas las medidas a su alcance.

Tal como comprobamos en Irak, Afganistán o la antigua Yugoslavia, por situar varios ejemplos recientes, las tácticas del imperialismo son múltiples, polifacéticas y juegan con elementos formales desviando la atención de las verdaderas intenciones. Es necesario denunciar la hipocresía interesada en el tratamiento del caso libio, el papel que está jugando el Consejo de Seguridad de la ONU y otros organismos internacionales, así como las insinuaciones relativas a una posible intervención extranjera en la zona. Igualmente, denunciamos el burdo intento de implicar repetidamente a Cuba y Venezuela en la actual situación. Al mismo tiempo, se produce un silencio absoluto acerca de la represión existente en otros países como Marruecos.

Para el PCPE, el futuro de estos pueblos tiene que ser un futuro libre de la tutela y el manejo de las potencias imperialistas sobre la zona.

El PCPE apoya a los pueblos en lucha y aquellas movilizaciones populares que avancen hacia procesos de soberanía nacional y que permitan el ascenso de las fuerzas revolucionarias con el objetivo de la construcción de la sociedad socialista-comunista.

El PCPE denuncia la posible intervención imperialista directa en estos países, al mismo tiempo que condena sin paliativos todas las maniobras que el imperialismo está desarrollando en la zona.

Madrid, 27 de febrero de 2011.


Después de los norteafricanos, son los norteamericanos quienes deberían empezar a pasar a la acción: ¡ya es hora de destronar a los dictadores granempresariales!

In Actualidad on 5 marzo, 2011 at 0:00

Ralph Nader


Los 18 días de protestas no violentas de los egipcios plantean la cuestión de si la próxima se dará en Norteamérica. Si Thomas Jefferson y Thomas Paine estuvieran aquí, seguramente dirían: «¿a qué estamos esperando?» Estarían consternados por la concentración de poder político y económico en tan pocas manos. Recordemos cuán frecuentemente estos dos hombres alertaron contra la concentración de poder.

Nuestra Declaración de Independencia (1776) enumeraba las quejas contra el rey Jorge III. Gran parte de ellas podrían haberse dirigido contra el «rey» George W. Bush, que no solamente eliminó la autoridad decisoria del Congreso, en materia de guerras, según la Constitución, sino que por medio de mentiras sumergió al país en varias guerras ilegales que llevó a cabo violando las leyes internacionales. Incluso letrados conservadores como los republicanos Bruce Fein y el ex juez Andrew Napolitano creen que tanto él como Dick Cheney deberían ser enjuiciados por crímenes de guerra y otros delitos relacionados. El conservador Colegio de Abogados Norteamericanos envió a George W. Bush en 2005-2006 tres informes que documentaban claramente sus violaciones de la Constitución que había jurado defender.

En nuestro país, el sistema político es una dictadura bipartidista cuyas manipulatorias falsificaciones convierten a la mayoría de distritos electorales en feudos de un partido único. Los dos Partidos impiden a terceros partidos y a candidatos independientes competir en igualdad de condiciones en las elecciones y en los debates. Otra barrera a unas elecciones democráticas y competitivas es el gran capital, principalmente comercial en origen, que empapa de cobardía y sinecuras a la mayoría de los políticos.

Nuestros poderes legislativos y ejecutivos, a nivel federal y estatal, pueden muy bien llamarse regímenes corporativos. Cuando el gobierno es controlado por el poder económico privado se trata de corporativismo. El Presidente Franklin Delano Roosevelt, en un mensaje formal al Congreso en 1938, denominó «fascismo» a esta tenaza.

El corporativismo cierra las puertas a la población y ofrece la generosidad gubernamental, pagada por los contribuyentes, a las insaciables corporaciones.

Notemos que década tras década, los rescates, subsidios, donaciones, prebendas y exenciones fiscales para los grandes negocios van in crescendo. La palabra «trillones» se utiliza cada vez más, por ejemplo en la magnitud del rescate por Washington de los estafadores y especuladores de Wall Street, que saquearon las pensiones y los ahorros de la gente.

Pero no parece que estas gigantescas compañías demuestren gratitud ninguna hacia la gente que los salva una y otra vez. Por el contrario, las compañías US se apresuran a abandonar el país en el cual se establecieron y prosperaron. Estas corporaciones, que fueron construidas con el esfuerzo de los trabajadores americanos están enviando millones de empleos e industrias enteras al exterior, a regímenes extranjeros represivos como China.

Más del 70 por ciento de los norteamericanos dijeron en una encuesta llevada a cabo por Business Week en Septiembre del 2.000 que las corporaciones tenían «demasiado control sobre sus vidas». En la última década, con la ola de corrupción y de crimen corporativo, la cosa ha ido a peor.

Wal-Mart importa más de 20.000 millones $ al año en productos fabricados en régimen de explotación en los talleres de China. Aproximadamente un millón de trabajadores de Wal-Mart ganan menos de 10,50$ por hora antes de impuestos – muchos de ellos están en los 8$ por hora. Mientras que los altos directivos de Wal-Mart ganan alrededor de 11.000 $ por hora, más beneficios y gratificaciones.

Este escenario se ha metastizado a través de la economía. Uno de cada tres trabajadores en los US tiene el mismo nivel de salarios de Wal-Mart. Cincuenta millones de personas no tienen seguro médico y cada año mueren unas 45.000 porque no pueden permitirse un diagnóstico o un tratamiento. La pobreza infantil está subiendo a medida que bajan los ingresos familiares. El desempleo y el subempleo están cerca del 20%. El salario federal mínimo, ajustado según la inflación desde 1968, sería ahora de 10$ por hora, pero es de 7,25$.

Sin embargo la riqueza financiera del uno por ciento de los americanos más ricos equivale a la del 95% de la población no rica. Los beneficios empresariales y las gratificaciones a los jefes corporativos están a niveles récord. Al mismo tiempo, las compañías, excepto las financieras, se sitúan en los dos billones de dólares en cash.

El 7 de febrero, el Presidente Obama nos mostró dónde reside el poder al andar por LaFayette Park desde la Casa Blanca hasta la sede de la Cámara de Comercio de los EEUU. Ante una amplia audiencia de altos ejecutivos, abogó para que invirtieran más en empleos en Norteamérica. Imagínense a altos ejecutivos de megacompañías mimadas, privilegiadas, frecuentemente subvencionadas y con problemas legales, allí sentados mientras el presidente les rinde pleitesía.

En los años noventa, con Bill Clinton, los lobbies granempresariales apretaron las tuercas a nuestro país haciendo pasar en el Congreso los acuerdos NAFTA y OMC (Organización Mundial del Comercio), que subordinaron nuestra soberanía y sujetaron a los trabajadores al gobierno global de las corporaciones empresariales.

Todo eso viene a agregarse al creciente sentimiento de impotencia experimentado por la ciudadanía. Cada año ocurren cientos de miles de muertes que habrían podido ser prevenidas y otras muchas más desgracias en los puestos de trabajo, en el medioambiente y en el mercado. Los grandes presupuestos y las tecnologías no se dedican a reducir estos costosos daños; en vez de eso, van a los grandes negocios de las exageradas amenazas a la seguridad.

Mientras que las guerras de Obama/Bush en Afganistán e Irak, financiadas con el déficit, han ido destruyendo a estas naciones, nuestras obras públicas aquí, como el transporte público, las escuelas y los hospitales se derrumban por falta de mantenimiento. Las ejecuciones hipotecarias continúan creciendo.

La esclavitud de los consumidores a causa de su endeudamiento les está privando del control sobre su propio dinero, ya que la letra pequeña de los contratos, las calificaciones y las garantías crediticias aprietan el nudo a los presupuestos familiares.

Solo se manifiesta la mitad de la democracia. Es desesperante que no haya muchos norteamericanos participando en las elecciones, en encuentros, manifestaciones callejeras, en salas de tribunales o en reuniones municipales. Si «Nosotros, el Pueblo» queremos reafirmar nuestra propia soberanía constitucional sobre nuestro país, tenemos que poder empezar reunirnos masivamente en las plazas públicas y ante los gigantescos edificios de nuestros gobernantes.

En un país que tiene tantos problemas no merecidos y tantas soluciones que no aplica, todo es posible cuando las personas empiezan a considerarse a sí mismas como el poder necesario para generar una sociedad justa.


(*) Ralph Nader es un histórico luchador de la izquierda estadounidense.