Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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El discurso del “acuerdo técnico”

In Actualidad on 15 marzo, 2011 at 0:01

Teodoro Santana


La batalla que se está librando en Izquierda Unida Canaria es importante no sólo para los militantes de esa formación, sino para el conjunto de la izquierda. No sólo porque IU es la fuerza principal de la izquierda, sino porque lo que se está dilucidando es la naturaleza de la izquierda misma, en una batalla política e ideológica largo tiempo diferida. Y además, porque ante el conjunto de nuestro pueblo, la cagada de IU Tenerife enmierda no sólo a toda IUC sino al conjunto de la izquierda canaria.

En esa lucha de líneas, los comunistas, tanto los que estamos fuera como los que están dentro de IU, debemos favorecer las posiciones más consecuentes, menos oportunistas y con más recorrido de futuro. Dentro de IU, desde luego, la cosa tiene más valor porque, desde sus orígenes, esta coalición tuvo como objetivo esconder y difuminar al Partido Comunista de España, hasta el punto de su práctica liquidación.

Que esa ofensiva partiera desde una parte sustancial de la propia dirección del PCE no indica sino su debilidad ideológica, que permitió que los liquidacionistas se instalaran en el cuartel general del partido. Sin embargo, miles de comunistas honestos dificultaron y siguen dificultando su total liquidación, en una lucha que persiste por todo el territorio de Estado con diferentes altibajos.

Ahora en Canarias se libra una batalla más de esta guerra prolongada. Por un lado, la mayoría de la organización en torno a la dirección nacional de Izquierda Unida Canaria. Por otro lado, el ala derecha, nucleada en la isla de Tenerife, convencida de que la “ortodoxia” de la mayoría –comunistas y sectores de la izquierda más consecuente– es un grave lastre para sus aspiraciones electorales.

Como ellos mismos han explicado, se trata de entrar en las instituciones al precio que sea, y pactando con quién sea, aún a costa de hacerlo sin programa y sin “nada de nada”. Pasamos así del “programa, programa, programa” de Julio Anguita a la consideración de que el programa es un estorbo, una formalidad sin sentido cuando de lo que se trata es de rascar los votos que permitan ocupar poltronas.

No son los únicos. A otros muchos hemos oído decir que “el programa es lo de menos” o que “el programa es lo último”, una formalidad que se tramita finalmente como relleno para el apaño que ya esté en marcha. Pero, si no delimitamos el territorio de la izquierda –es decir, de la izquierda anticapitalista– por medio de un Programa Político ¿cómo lo vamos a hacer? Ah, sí: por cuestiones personales preñadas de subjetivismo.

La llegada todopoderosa del enviado de la dirección federal de IU, demuestra en sí misma este criterio oportunista, al saltarse manu militari la propia definición de IU como una organización “federal”, poniendo en evidencia, en la práctica, un centralismo imperial indisimulado que desprecia absolutamente la federalidad de IUC y puentea su dirección legítima.

Por si no quedaba claro, lo primero que hace este nuevo virrey es apoyar las tesis del más barato electoralismo sin principios, justificando la desvergüenza de unos pactos electorales impresentables como un mero “acuerdo técnico”. Un «acuerdo técnico» que, recordemos, incluye a neoliberales escindidos del PSOE por peleas de puestos (y que preferían que el PSOE en Canarias pactara antes con el PP que con CC). Y que busca el pacto con partidos de derechas como Nueva Canarias y el PIL de Dimas Martín.

Ante el rechazo de los comunistas y de la izquierda, el virrey y sus muchachos dan marcha atrás y establecen una supuesta “línea roja” que excluiría al PIL. Falsedad sobre falsedad, ya que tal decisión no depende de IU, sino de Nueva Canarias, que no va a deshacer su alianza con el partido de Dimas –y que, por otro lado y en la lógica de los oportunistas, solo respondería a un “acuerdo técnico”–.

Y es que ese discurso del “acuerdo técnico” lo mismo sirve para un roto que para un descosido. ¿Por qué no un “acuerdo técnico”, pongamos, con el PSOE o incluso con el PP? La única diferencia es que ahora se hace con una derecha chinija, en vez de con una grande (a ver si va a ser que el tamaño sí que importa). Lo que pone de relieve algo peor que el oportunismo: una total incompetencia política.

Porque en un momento en el que nuestra gente demanda lucidez política, ideas fuertes, propuestas claras, alternativas que den expresión y forma al profundo descontento ante la ofensiva antiobrera y antipopular de los gobiernos, la justificación de los «acuerdos técnicos» y las ansias de moqueta de los candidatos les importan un carajo. Hasta como electoralistas sin principios son malos como carne de pescuezo.

A semejantes sorullos, la verdad, poco tenemos que decirles. Apelamos a los comunistas y a las compañeras y compañeros de izquierdas serios y consecuentes que siguen en IUC, en cambio, para que, al contrario que aquellos, opten por el camino de la unidad de la izquierda anticapitalista en un proyecto de largo recorrido en el que seguro vamos a encontrarnos. Y, desde luego, programa, programa, programa.


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Fukushima: el precio de la energía atómica

In Actualidad, Medio ambiente on 15 marzo, 2011 at 0:00

Philip Grassman

25 años después de la catástrofe de Chernobil, se repite la historia en Japón, en la periferia de Tokio. El suceso demuestra concluyentemente que los riesgos que comporta la tecnología atómica –criminalmente minimizados en los últimos años por un recrecido lobby pronuclear– son de todo punto inasumibles.

Un devastador terremoto de la escala del sucedido nadie podía preverlo. Ni siquiera Japón, una nación que ha aprendido a convivir con ellos, una sociedad altamente tecnificada que creía haber comprendido tanto como era posible los riesgos que comporta y con tantas precauciones de seguridad como parecían necesarias.

Pero fue un error. El país afronta ahora, unas horas después del peor terremoto desde que se cuenta con registros sísmicos, una catástrofe aún mayor. El reactor de Fukushima está tan gravemente dañado que a pesar de haber sido rápidamente desactivado cuando el terremoto comenzó, planea sobre él el riesgo de una fusión del núcleo. Se trataría de un nuevo Chernobil, casi exactamente veinticinco años después de la catástrofe que tuvo lugar en aquella región de Ucrania. Aunque en esta ocasión la magnitud no sería comparable, porque el reactor se encuentra en una región mucho más habitada que Chernobil.

Y aunque en esta ocasión no ha sido un error humano la razón inmediata para la catástrofe, la política japonesa tiene indirectamente, no obstante, una gran responsabilidad en lo ocurrido. En Japón existen 55 centrales nucleares en activo que generan un tercio de la electricidad del país. Japón emplea desde hace décadas, impertérrita, la energía atómica. Pero, una vez más, se ha demostrado que las centrales atómicas son bombas de relojería. Obvio es decirlo: seguras según los cálculos humanos. Pero hay condiciones que la medición humana no puede concebir. Así ocurrió en Chernobil, cuando un técnico pulsó el botón equivocado y desató la catástrofe. Y ahora amenaza con ocurrir también en Fukushima, donde nadie había calculado que la central estaría desabastecida de electricidad durante tanto tiempo y los niveles de los tanques de agua fría descenderían tan rápidamente.

Quien se apoya en la energía atómica acepta estos riesgos. Tan improbables como se quiera pretender, pero no se los puede excluir. Hace 25 años tuvieron lugar en una región que afectó a cientos de miles de personas. Ahora el mundo se enfrenta a una situación semejante. Vivimos en una época en la que los cálculos de riesgos no están en el discurso oficial de las eléctricas. Se trata siempre solamente de probabilidades que podrían llegar a convertirse en una realidad dentro de un millón de años. La realidad nos da ahora una lección. El precio que posiblemente habremos de pagar por la energía atómica es demasiado alto.