Ernesto Montero Acuña
No se precisan augures, la inflación que amenaza al mundo, incrementada por los precios energéticos, acelerará las explosiones sociales y las operaciones militares en su contra.
Las advertencias no son nuevas. El director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, expresó antes de las explosiones sociales en el Oriente Medio y el Norte de África que las desigualdades y la inflación son el germen de revueltas sociales.
Añadió también que estaban subiendo los precios de los alimentos, situación que ha empeorado, y auguró que ello tendría consecuencias devastadoras sobre la que él llama «baja renta per cápita«, algo que debiera calificarse como insolvencia crítica para grandes masas sociales.
Aunque los porcentajes en el ascenso de los precios, sobre todo de los alimentos, puedan parecer pequeños, realmente son elevadísimos, en términos absolutos, en la parte del mundo donde una gran proporción de sus casi seis mil millones de habitantes dedica a los víveres sus ingresos.
Antes de los grandes movimientos sociales en la región fuente de gran parte del petróleo que se comercia en el mundo, las consecuencias se tornaban ya impronosticables.
Michael T. Klare, profesor de estudios sobre la paz y la seguridad en Hampshire College, Massachusetts, EEUU, refleja que la British Petroleum informó que los proveedores de Oriente Medio y África del Norte habían producido conjuntamente 29 millones de barriles al día en el 2009, el 36 por ciento del total en el mundo.
Según su análisis Las revueltas en el mundo árabe y el fin del antiguo orden petrolero, los productores de Oriente Medio cobrarán más importancia en los próximos años, debido al estimado de que poseen dos tercios de las reservas aún inexploradas.
El Ministerio de Energía de Estados Unidos calcula que el Oriente Medio y África del Norte suministrarán conjuntamente, en el 2035, alrededor del 43 por ciento del crudo mundial, contra el 37 por ciento en el 2007, y producirán una porción mayor del petróleo exportable.
Hoy el impacto de la situación global se torna muy complejo, debido a que los países en desarrollo, que crecieron vigorosamente en 2010, enfrentan una incipiente inflación, en tanto que las naciones desarrolladas, estancadas económicamente, ven amenazada la recuperación que esperaban.
El FMI anhelaba, según su informe de enero, que el crecimiento del mundo en desarrollo se reflejara en la porción desarrollada del planeta y contribuyera a la reanimación económica global, sacando del aprieto actual a la Unión Europea y Estados Unidos.
De acuerdo con el organismo financiero, las economías llamadas emergentes crecerían el 6,5 por ciento este año, mientras que las del mundo desarrollado no pasarían del 1,5, sobre todo en los países de la eurozona y Japón.
Pero la situación se torna menos previsible, si se tiene en cuenta que en la producción mundial de petróleo Argelia representa el 2,5 por ciento, Libia el 2,1; Egipto el 0,8; Siria el 0,5; Irak el 2,8; Kuwait el 3,0; Irán el 4,9; Emiratos Árabes Unidos el 3,3 y Arabia Saudita el 11,6 por ciento, peligrosamente amenazada por los conflictos actuales.
En cuanto a las economías emergentes, se prevé que la inflación conduzca al encarecimiento del dinero, debido al aumento de las tasas de interés para obtener recursos financieros, con impacto negativo sobre el consumo, la producción y los mayores precios en general.
Analistas consideran que el mundo desarrollado, aún en crisis, sufrirá el peso de los déficits fiscales, debido al rescate de los bancos privados con dinero público y del efecto de los programas de ajuste del FMI sobre los consumidores.
Sería previsible una crisis de inflación con estancamiento (estanflación), lo que ha venido pronosticándose como posible desde el año 2008.
Las explosiones políticas en el Magreb y el Oriente Medio aún tienen «un impacto moderado» en la producción petrolera mundial, si bien ya se reflejan en los precios. Distinto sería si algo semejante ocurriera en Arabia Saudita, con elevado porcentaje de la producción y las máximas reservas mundiales.
Los costos del combustible se trasmiten inmediata e intensamente a la actividad económica mundial, debido a que se encarece todo, se desestabilizan las sociedades -cual reacción en cadena- y el efecto se extiende a todos los países, por su carácter global.
A mediados de febrero, la elevación en los precios de los alimentos, ya próximos a los niveles records de 2008, había situado bajo el umbral de pobreza a 44 millones de personas en los países más pobres.
Por entonces, el Banco Mundial calificaba la situación como peligrosa y urgía al Grupo de los 20 a que considerara, en una reunión próxima, la cuestión de los alimentos como tema fundamental.
Según su último informe, los precios mundiales de los alimentos habían subido el 15 por ciento entre octubre de 2010 y enero de 2011, lo que significa un aumento del 29 por ciento con respecto al año precedente.
Mientras la FAO reconocía, por un lado, que el precio de alimentos básicos había alcanzado en diciembre un nivel sin precedentes; la Agencia Internacional de Energía alertaba, por el otro, acerca del peligro de que se intensificara nuevamente la crisis financiera de 2008, debido a los costos petroleros.
Ante tal situación, la FAO admitía que los valores de los nutrientes habían alcanzado en el último mes de 2010 cotas superiores a los de la crisis de 2008, cuando una escalada del importe de los alimentos generó una ola de disturbios y saqueos en varias decenas de países.
En un comunicado consignaba entonces: «Con la presión que hay sobre los precios mundiales de la mayoría de los productos básicos, la cual no cede, la comunidad internacional debe permanecer en alerta ante nuevos vaivenes en la demanda en 2011 y estar preparada«.
Medios periodísticos reflejan que la especulación financiera se está volcando al mercado de las materias primas y presiona los precios al alza, como consecuencia de la especulación.
A veces se obvian las consecuencias negativas de dedicar alimentos vitales a la producción de agrocombustibles y las consecuencias del cambio climático sobre las cosechas en países decisivos.
Se inflama el planeta, con estallidos parciales hoy en la región energética del Norte de África y el Oriente Medio, y el importe de los principales productos experimenta una escalada hacia lo insostenible.
La inflación estimulará los estallidos debidos a la pobreza, deprimirá la producción, acentuará la crisis económica y conspirará contra el desarrollo, la estabilidad y las políticas mundiales
RIA Novosti reflejaba el 9 de marzo que «esta oleada de guerras, revoluciones, rebeliones, motines y guerras civiles puede durar mucho tiempo. Toda la zona desde Marruecos hasta Pakistán, desde las fronteras de Turquía, así como África, probablemente, será escenario de estas conmociones«.
Si el precio del barril de petróleo alcanzara los 200 dólares, algo hoy hipotético, pero mañana posible, estallaría una crisis económica generalizada, con daños políticos y sociales incalculables.
BofA Merrill Lynch Global Research considera que un incremento de 10 dólares por tonel en el precio del crudo, como regla, recorta entre 0,1 y 0,5 puntos porcentuales el crecimiento del producto interno bruto en países consumidores, según los modelos más recientes.
Por lo pronto, el precio de los alimentos evidencia un ascenso progresivo en la última década y así continuará hasta tanto se logren cambios hacia mejoras distributivas de los bienes y se evite que las sociedades estallen, sobre todo en países con población creciente e ingresos descendentes.
Detrás vendrían las intervenciones y la represión contra quienes no las impidan.