Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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Se va el caimán, se queda el cocodrilo

In Actualidad on 4 abril, 2011 at 0:02

Teodoro Santana


Estaba cantado: tenía que coger la maleta antes de que los barones del PSOE se hicieran una con su piel. Nunca un presidente del gobierno español había concitado tanto rechazo. Los trabajadores no le perdonan haber abaratado –y hasta subvencionado– el despido y habernos jeringado las pensiones.

Por no hablar de su incapacidad para afrontar un paro galopante y el abuso de los bancos y las grandes corporaciones que se han tragado miles de millones del erario público. Pero estas tampoco se lo agradecen, y prefieren que, en vez de una mala copia, gobierne directamente el original pepero.

Se va el caimán pero, en vez de para Barranquilla, para León. O para un retiro dorado en el consejo de administración de cualquier multinacional. Ya saben: es la moda. Y la falta de vergüenza.

Pero, siguiendo las órdenes del capo di tutti capi de la oligarquía, Su Majestad Emilio Botín, se va pero se queda hasta agotar la legislatura. El que manda, manda, aunque nadie lo haya elegido, que en cuestiones de dinero no hay democracia que valga, ni siquiera por aparentar.

Se va el odiado caimán para desahogar a un moribundo PSOE, pero se queda el “responsable” cocodrilo para beneficiar a los desahogados multimillonarios y asfixiarnos aún más a nosotros. Para completar las “reformas”, que no son otra cosa que la demolición de los derechos laborales y sociales que aún quedan en pie.

Con la crisis agudizándose cada vez más y el Estado español en práctica bancarrota, hay que asegurar los beneficios de los bancos y de las grandes empresas abaratando aún más el despido, liquidando los convenios colectivos mediante la eliminación de sus prórrogas y el “descuelgue” del capitalista que quiera, el copago sanitario (negado tres veces antes de que el gallo lo imponga dos) para cobrarte por la comida del hospital, por las radiografías y hasta por la muletas, el copago educativo que ya se están dejando caer, y cualquier otra perrería que se les ocurra para exprimirnos más.

Ya que Zapatero es un cadáver político, piensan los poderosos, que aguante un año más hasta haber donado todos sus órganos. Total, ¿qué puede pasar? ¿Qué le odiemos un poco más?

Y si esos son los dientes del cocodrilo psoísta, no vean como los trae de afilados el cocodrilo pepero que viene detrás. Todo lo que el tonto útil les haya allanado el camino y masticado el hueso, mucho mejor.

Los asalariados tendremos que aprestarnos para una época cruel y difícil. Mientras tanto, los deudos de Zapatero se pelean por repartirse la túnica del difunto, dejando caer para las cámaras alguna trémula lágrima (se imaginan de qué tipo).

Hasta luego cocodrilo: no pasaste de caimán.

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La intervención en Libia tras bambalinas

In Actualidad, África on 4 abril, 2011 at 0:01

Tian Wenlin


Muchos en China y el resto del mundo se siguen cuestionando los verdaderos motivos de las fuerzas de la coalición de aliados occidentales para proseguir sus acciones militares en Libia, bajo la bandera de la intervención humanitaria y con la bendición de una resolución de la ONU.

Todo esto con el telón de fondo de un creciente número de víctimas civiles y el gran riesgo de que la nación se hunda en la guerra civil.

Muamar el Gaddafi, líder de Libia, ha estado ofreciendo gestos de buena voluntad a los países occidentales en los últimos años. A tal tenor, anunció en 2003 que Libia renunciaba voluntariamente a la fabricación de armas de destrucción masiva. Libia aceptó su responsabilidad por el atentado aéreo de Lockerbie y pagó 2.700 millones de dólares en compensación a las familias de las víctimas.

La industria petrolera de Libia absorbe gran volumen de capital de los países occidentales, y en ella las compañías petroleras de Francia, Italia y España tienen una importante cuota de mercado. Además, Gadafi expresó su oposición a Al-Qaeda, adhiriéndose en la campaña de los países occidentales contra el terrorismo.

Pero a pesar de tantas concesiones y gestos Gadafi siendo rechazado por los países occidentales, que le han declarado blanco de sus ataques militares. ¿Por qué?

Desde la perspectiva personal de Gadafi, sus cambios en política exterior destacan entre las principales razones para ser objeto de la ira occidental. En su etapa inicial, el régimen de Gadafi acudió a métodos violentos para enfrentarse a Occidente, por lo que cosechó numerosos enemigos. En cada intento suyo por enmendar la situación, fue rechazado de plano. Peor aún, le declararon ejemplo de represión contra la población civil. Ya se servía la mesa para el actual banquete de rapiña.

Incluso el discurso del coronel libio ha enojado a sus enemigos oocidentales, al expresar su oposición a la «nueva cruzada.» Aunque tal vez Gadafi no lo haya hecho ex profeso, su elección de términos, a los ojos de Occidente, son un llamado a fomentar el sentimiento anti-occidental.

Lo que sí queda claro es que los países occidentales no aceptan más el camino político que propugna Gadafi. En ese rechazo se incluyen sus exhortaciones a unificar el país y las regiones, desarrollar un poderoso ejército y organizaciones políticas, nacionalizar el petróleo, movilizar y basarse en las masas de clase media e inferior, realizar la reforma agraria y luchar contra la intervención occidental. Aunque tdoos estos propósitos tienen poca base para su realización, todos apuntan de manera inequívoca hacia un renacimiento del mundo árabe.

La segunda mitad del siglo pasado fue el mejor período para el mundo árabe, tanto en términos de reputación internacional, como en influencia mundial. Pero los buenos tiempos no duraron mucho. La posición internacional del mundo árabe y la seguridad nacional de sus países han ido de capa caída desde mediados de los 70.

En los últimos años, Estados Unidos lanzó sendas guerras contra Afganistán e Irak, e Israel protagonizó ataques militares a gran escala contra El Líbano y los territorios palestinos. Sin embargo, el mundo árabe no hizo nada al respecto.

Para los países occidentales, mantener la situación actual del mundo árabe, o incluso intentar “democratizarlo” es mera respuesta a sus actuales intereses estratégicos. Pero si en lugar de permitir que se concrete esa expectativa, el mundo árabe lograra la unidad, con su gran población y abundancia de recursos, el espacio vital de Occidente se vería notablemente afectado.


[Fuente: Diario del Pueblo]

El pacifismo de Alemania se convierte en un problema

In Actualidad, Opinión on 4 abril, 2011 at 0:00

Fiodor Lukiánov


La votación en el Consejo de Seguridad de la ONU que sancionó la operación militar en Libia puede tener seria repercusión en la política europea. Mientras que la abstención de Rusia y China fue una agradable sorpresa para los promotores de la resolución, la de Alemania fue toda una sorpresa. Los aliados de la UE y la OTAN llegaron a acusar a Berlín de traicionar los ideales de solidaridad europeo-atlántica. Dentro de la propia Alemania también pudo observarse cierta perplejidad por el hecho de que el país se viera alineado con sus socios sino con los países del BRIC que se distanciaron de la operación militar libia.

La política exterior alemana, que durante varios decenios siguió la trayectoria determinada en los 1950, está cambiando incluso independientemente de la voluntad de la cúpula dirigente. El modelo político de la segunda mitad del siglo XX en Europa Occidental partió de la necesidad de impedir catástrofes semejantes a las guerras de la primera mitad del mismo siglo.

La tarea inicial de la OTAN y de la Comunidad Europea consistió en tener en un puño al instigador de las dos guerras mundiales, Alemania, con ayuda de las alianzas destinadas a prevenir cualquier desviación del curso político-militar dado. La única esfera en la que pudo realizar la expansión el país fue la económica. Alemania se aprovechó de ello convirtiéndose en el centro económico de la Europa que pronto se unificó.

La reunificación alemana, tras el fracaso del bloque socialista, despertó ciertas preocupaciones por parte de los países vecinos. La única posibilidad de contrarrestar el fortalecimiento de Alemania fue la de afianzar y ampliar las alianzas de las cuales formaba parte el país. Lo primero se logró tras convertir la UE y OTAN en las sedes de las políticas europea y mundial. Berlín empezó a ejercer con afán la función del principal socio de París, sirviendo los dos de propulsores de la integración: Alemania, desde el punto de vista económico, Francia, desde el político.

Tras la caída de la URSS y desaparición de la amenaza soviética, EEUU apartó a un lado el asunto de la seguridad europea, pero participó en resolución de asuntos periféricos: desde Balcanes hasta el espacio post soviético.

Los finales del siglo XX fueron la apoteosis del establecimiento del “nuevo orden” marcada por ampliación a gran escala de la UE y de la OTAN, el proyecto del euro como moneda comunitaria y por la guerra contra Yugoslavia.

Alemania desempeñó un papel importante en todos aquellos procesos. Además, la campaña militar contra Milošević fue la primera operación militar de Bundeswehr después de la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, con la llegada del nuevo milenio la situación ha cambiado drásticamente. EUUU se ha olvidado de Europa, concentrándose en una serie de retos nuevos: Oriente Próximo, el terrorismo, y, por fin, el auge de Asia.

Europa, por su parte, ha tocado el límite de ampliación e integración y se enfrenta a una perspectiva de retroceso combinado con el crecimiento de la influencia y de la ambición de los estados miembros que cada vez ven más complicado el proceso de coordinación política y la repartición de la carga económica.

El gran cambio europeo es una manifestación de la erosión que destruye la estructura desde adentro y, a la vez, pone de manifiesto el cambio de la política tradicional alemana.

Berlín se siente ahogado por procesos y obligaciones incompatibles o poco compatibles. La crisis del proyecto europeo requiere ayuda económica y liderazgo político, y esto se espera, en primer lugar, del país más fuerte y poderoso de la UE.

Pero Alemania ya está desacostumbrada a ser líder. Y no es de extrañar, ya que toda la política europea de los últimos decenios tuvo como fin contener las ambiciones de Berlín.

Y cuando Berlín se atreve a emprender pasos independientes, eso asusta a sus socios. Resulta que Alemania tiene que ser líder, pero actuar dentro del marco establecido por sus vecinos.

Paralelamente va creciendo el descontento de la población alemana por la situación económica del país. Está cansada de ser el “bolsillo de Europa” y pagar las deudas de otros países irresponsables de la UE. Una manifestación de ello fueron las múltiples derrotas del partido oficial en las elecciones regionales.

En mayo del año pasado Alemania consintió prestar ayuda económica a Grecia, lo que conllevó unos debates políticos intensos y fue la razón de la pérdida por la coalición oficial del poder en Renania del Norte-Westfalia a la que siguieron Hamburgo y Wurtemberg, controladas hasta este momento por la Unión Democrática Cristiana de Alemania desde la Segunda Guerra Mundial.

Aunque las últimas elecciones han sido afectadas también por la avería de la central nuclear nipona, que perjudicó la reputación de las autoridades locales que estaban por seguir explotando la energía nuclear, lo de “parásitos económicos” también preocupa mucho a la rica Alemania del Sur.

Para que la Unión Europea no se convierta en una zona de catástrofe económica es imprescindible una transformación interna radical que permita eliminar la brecha entre la interdependencia en el marco de la unión monetaria y la falta de una política económica coordinada entre los 17 miembros de la zona del euro.

Y esto a su vez requiere voluntad política por parte de Alemania, su liderazgo, que es posible sólo a condición de que se establezca allí un gobierno fuerte y seguro.

Pero tanto Alemania como Francia de Nicolas Sarkozy, quien luchará por la reelección en 2012, carecen de una fuerza política estable y segura. Y el intento de Sarkozy de ganarse unos puntos políticos con la guerra en el Norte de África se convirtió en la razón de una nueva ruptura con Berlín.

Alemania es reacia a participar en la campaña militar de Libia debido a la extremamente baja popularidad de la operación militar dentro del país. El Gobierno todavía no puede explicar para qué se encuentran las tropas de Alemania en Afganistán.

Los que critican la abstención de Alemania en el curso de la votación, comentan, sin embargo, que Alemania hubiera podido apoyar la resolución de la ONU sin mandar tropas. Probablemente, la razón de una decisión no estándar son los problemas que experimentan los liberales, el socio menor de la coalición representado por el Vicecanciller de Alemania Guido Westerwelle, que busca la manera de atraer a los electores a todo coste, viendo caer su rating (tres veces en un año y medio).

Resulta irónico que los socios de Alemania estén descontentos con el éxito de su propia política. Llevaron los últimos cincuenta años intentando abatir el espíritu militarista de Alemania y ahora no entienden por qué no quiere participar en sus campañas militares.

La posición de Alemania será el elemento determinante de la Unión Europea en los próximos años. De ella depende si la Europa unida deja de existir o vuelve a consolidarse modernizándose.


(*) Fiodor Lukiánov, es director de la revista Rusia en la política global y miembro del Consejo de Política Exterior y Defensa y del Consejo Presidencial de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Rusia.


[Fuente: RIA Novosti]