Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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Algunos van de listos X Tenerife

In Actualidad, Opinión on 9 abril, 2011 at 21:09

José Ramón Carrillo Rodríguez

 
 

Aquí me da la impresión, que hay algo que va bastante mas allá de lo que muchos pueden pensar o intuir de este improvisado pacto de última hora que han firmado Los Verdes de Canarias, Socialistas x Tenerife y IU, bajo al apadrinamiento de Nueva Canarias y el PIL.

Todo empieza a oler a chamusquina, pues estos verdes son una minoría, que no representan más que una franquicia que lleva ese nombre y que están fuera de la confederación española de partidos Verdes y del proyecto Equo.

A Izquierda Unida le llueven los problemas y las dimisiones de altos cargos del partido por toda Canarias. A los exsocialistas por Tenerife, se les une Santiago Pérez, o sea se juntan los perdedores de la primarias que llevó a cabo su expartido el PSOE en Canarias, no acatan el quedarse fuera y se embarcan en una aventura que se sabe como empezó, pero no como acabará.

Esta rocambolesca historia yo la veo como describo a continuación.

En Gran Canaria Nueva Canarias no llegó en los últimos comicios a obtener representación en el parlamento de Canarias, se quedan a las puertas por unos cuantos votos. El señor Román Rodríguez, ex presidente del ejecutivo Canario, temiendo que se repita la historia, ve en ciertos grupos de Tenerife la posibilidad de sumar unos miles de votos y se lanza al ataque, convenciendo a unos pocos desesperados sin recursos económicos ni humanos, para ofrecerles la posibilidad de una alianza electoral, que los beneficiará a todos.

Está claro que algunos saben muy bien donde tienen que invertir (no digo que este sea el caso del señor Román Rodríguez) para poder estar dentro del ejecutivo, pues se avecinan movimientos importantes en el plano económico y no quiere quedarse fuera de esas futuras negociaciones que tan bien conocen. Las energías alternativas, los trenecitos y otras muchas obras, tienen a muchos inversores a la espera de que sus lobys cojan sillones de poder.

Los cuatro verdes que le quedan a los verdes de Canarias (partido que no pertenece a la confederación verde europea ni a Equo, precisamente por este tipo de negociaciones en busca de poder impacientemente) en Tenerife, que apenas tienen asambleas locales y que no tienen ni tan siquiera posibilidad alguna de componer una sola plancha de 25 miembros en cualquier municipio, no les cabe duda alguna, ven una oportunidad de oro, y dejando a un lado el análisis político se tiran a la piscina sin mirar si tiene agua.

El caso de IU es mas flagrante aun, pues cuenta con bastantes asambleas locales y militancia, las cuales no fueron consultadas para llevar a cabo tremenda farsa, sino que se les trasladó el acuerdo una vez éste estaba bastante avanzado, pero no fue un acuerdo refrendado por la totalidad de la militancia, sino por los petit comités del señor Trujillo, quien se lanza a la aventura sin contar con el respaldo de su partido en Canarias, un hecho que ha provocado una división total y las dimisiones de muchos altos cargos, que no están de acuerdo con lo que ha hecho IU en Tenerife.

En último lugar el dúo Viciana, Corrales, dos impacientes en busca de poder, que no han sabido jugar bien sus cartas dentro del PSOE y han sido mandados a paseo, poco más hay que decir de estos dos ex militantes del PSOE, que ocuparon altos cargos en su anterior partido, que no se haya dicho.

Y ahora Santiago Pérez como independiente, bueno lo de Santiago es normal, no sabe vivir sin un protagonismo social al que se ha hecho adicto con el tiempo, necesita hablar en los medios y en los foros institucionales. Pero en mi opinión, ha perdido la poca o mucha verificabilidad que le quedaba al dar este paso.

Ahora veamos el futuro como se presenta, el portavoz de Coalición Canaria, Barragán se muestra convencido de que CC propondrá a NC un pacto para concurrir juntos a las elecciones generales de 2012 y dice que “lo importante” es que haya una representación nacionalista “lo más amplia posible”. José Miguel Barragán, portavoz parlamentario de CC y dirigente de los nacionalistas en Fuerteventura, está convencido de que su partido pondrá “sobre la mesa” una oferta de pacto con Nueva Canarias (NC) de cara a las elecciones generales de 2012.

Barragán cree sin dudarlo que “lo importante” es que haya una representación nacionalista “lo más amplia posible” en el Congreso de los Diputados y el Senado. Para ello, propondrán un pacto a los nacionalistas de NC, ex miembros de Coalición Canaria.

Barragán dijo sin tapujos que Nueva Canarias está firmando “alianzas estratégicas”, con el Centro Canario Nacionalista (CCN) o el Partido de Independientes de Lanzarote (PIL) para “superar las barreras electorales y entrar en el Parlamento canario”. Barragán espera que “ese mismo argumento les valga para las próximas elecciones generales”, y se decidan “a unirnos” para alcanzar una representación nacionalista canaria “lo más amplia posible” en las dos cámaras nacionales.

En conclusión mi pregunta es la siguiente ¿Para quiénes están trabajando estos que se autoproclaman progresistas de izquierdas conformando este pacto de Sxtfe, Verdes, IU, NC, PIL? Bueno la pregunta la dejo ahí, pero yo no tengo dudas de para quienes trabajan, lo que no sé es si por falta de inteligencia política, desesperación o otros asuntos en los que no quiero ni pensar.

Esperemos que este tipo de historias sirvan al menos para que los impresentables en busca de poder se dediquen ya a otra cosa, porque sin querer o queriendo lo único que hacen, (como se demostrará en breve), es alimentar al régimen, a ese régimen al que quieren combatir y por ello le piden su confianza a la ciudadanía, menospreciando la inteligencia de la misma.

 

(*) José Ramón Carrillo Rodríguez es miembro de Los Verdes – Partido Verde Canario.




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Ya es hora, camaradas

In Actualidad on 9 abril, 2011 at 0:02

Teodoro Santana


Si hay algo que el pensamiento burgués trata de negar es la lucha de clases, cuando no la existencia misma de estas. Pero la división de clases y la confrontación más o menos explícita, más o menos oculta, entre ellas, impregna todos los aspectos de la vida social, esto es, de la misma existencia humana. Esa lucha de clases no se detiene a las puertas de ese campo de fronteras tan difusas como lo que se denomina “la izquierda”. Por eso, de aquí en adelante se entenderá por “izquierda” las fuerzas partidarias del socialismo, esto es, la izquierda anticapitalista.

Si bien no del mismo nivel ni con el mismo carácter antagónico que las contradicciones entre lo que podemos denominar como “el pueblo” (asalariados, trabajadores autónomos, pequeña y mediana burguesía) por un lado, y sus enemigos (la oligarquía financiera y el imperialismo) por otro, en el seno de la izquierda se produce también una agitada lucha de clases, que se manifiesta fundamentalmente en el terreno de las ideas y, en consecuencia, en el de sus expresiones políticas.

Desenmascarada en términos generales la socialdemocracia como agente del enemigo de clase, totalmente entregada a los intereses y las directrices del capital monopolista, sus planteamientos no obstante siguen dominando al conjunto de la izquierda. De forma especialmente insidiosa desde los postulados de la pequeña burguesía burocrática –no ligada a la producción–, alejada de cualquier perspectiva revolucionaria y cuyo horizonte no es otro que el de un capitalismo de rostro amable, para el que estiman que el PSOE ya no sirve o que no es suficiente.

Considerando que “el comunismo ha fracasado” y que defender sus postulados significa perder votos, porque ya “no vende”, han introducido de contrabando en nuestras filas la teoría de que “la clase obrera ya no es la que era” y la de que el “nuevo sujeto político” ya no es la clase proletaria (esto es, la de los asalariados modernos), sino los “movimientos sociales”, concepto harto volátil que lo mismo sirve para un roto que para un descosido.

Para los líderes pequeño burgueses, siempre impregnados de individualismo y muy susceptibles con respecto a su propia importancia, los supuestos “movimientos sociales” o “movimientos ciudadanos” les permiten articular en torno a sí a diversos grupos de escasa implantación social y rabiosamente opuestos a los partidos organizados, especialmente si estos son comunistas.

Estas “bases de apoyo” son con las que cuentan esos dirigentes burocráticos para intentar abrirse un hueco en el sistema electoral burgués y entrar en alguna institución, lo que les permitiría forzar pactos con la socialdemocracia o incluso con partidos de derecha, en lo que viene a ser su máxima aspiración en la vida.

Desde esta concepción, se trata de dotarse de un marketing lo más difuso posible, rebajando los planteamientos para ampliar el espectro de sus potenciales votantes-clientes, en un esfuerzo por disputarle el terreno a la socialdemocracia. Una técnica de ventas consistente en presentarse como socialdemócratas más auténticos, de mayor calidad. Añadiendo al producto los ingredientes de moda. Al igual que en un momento dado todos los yogures eran “bio”, ahora todos los dirigentes pequeñoburgueses son “ecologistas”, “ecosocialistas” o “ecoprogresistas”.

Oportunismo en estado puro, que alcanza su máxima expresión cuando se pacta de forma más o menos directa con la derecha bajo el eufemismo de que sólo se trata de un “acuerdo técnico”. Vivir para ver.

En esa estrategia, su enemigo principal son los comunistas. Por un lado, porque consideran que les ahuyenta a los compradores de su mercancía (aunque no dudan en volver a presentarse como “comunistas” si se trata de venderla en ese segmento del mercado). Por otro lado, porque los comunistas tienden a funcionar colectivamente, de forma organizada y disciplinada, y eso es lo más peligroso (“dogmático”, “antiguo”, “cerrado”) para las aspiraciones personales del pequeño burgués burócrata.

Pero dado que, como corresponde a su posición de clase, todos sus planteamientos se mueven en el terreno del subjetivismo más estrecho, de la especulación y hasta de la fantasía, las cuentas no les salen y, una y otra vez, se estrellan ante la realidad que, como se dice, es impepinable. Eso sí, no sin antes haber hecho un destrozo cada vez mayor en las filas de la izquierda más consecuente, esto es, de los comunistas.

Dicho esto, hay que reconocer que los principales responsables de que eso sea así somos los propios comunistas. Acobardados por el colapso de un determinado tipo de socialismo tosco y burocratizado, contrario a la ciencia marxista, la mayoría de los comunistas solo veía como el sistema capitalista y el imperialismo se imponían en lo que parecía ser una maquinaria omnímoda y sin fisuras. La cuestión pasó a ser entonces sobrevivir, camuflarse como izquierda en general parar aguantar el embate, “modernizarse” para no ser barridos. Lo que pasó, como no podía ser de otra manera, es que cuanto más se diluía el discurso y las ideas comunistas, más débiles nos encontrábamos.

Y, al igual que un cuerpo con las defensas bajas, todo tipo de enfermedades se nos fueron pegando y debilitando. La pequeña burguesía burocrática penetró en nuestro sistema vital contaminando y necrosando el movimiento, debilitando aún más el discurso y utilizando el esfuerzo y la militancia de los comunistas para sus propios planes. Y para muestra basta con el botón de Izquierda Unida.

Pero seamos firmes o titubeantes, estemos mejor o peor, la realidad es empecinada. Y lejos del “fin de la historia”, e incluso de su aplazamiento, la vida social ha vuelto a traer a la actualidad las grietas y estertores de un capitalismo imperialista que se va desmoronando, mientras en todo el mundo las fuerzas comunistas vuelven a tomar impulso, a reagruparse y a retomar la iniciativa exponiendo abiertamente sus ideas.

La época de los temores, de los complejos, del retroceso, está tocando a su fin. Es hora de volver a entender la fuerza fundamental del proyecto comunista, su alineamiento con la realidad, su capacidad de articular propuestas de futuro, de construcción del Socialismo. De dejar de ver como insuperables nuestras debilidades y pequeña nuestra capacidad. Y también, de dejar de ver al sistema capitalista como inaccesiblemente poderoso y minúsculas sus debilidades. Porque justamente ocurre al revés.

Es hora de volver a reagruparnos. De avanzar en la unificación de los comunistas en un solo partido, como núcleo y guía de un amplio frente de unidad de toda la izquierda anticapitalista. De deshacernos del moho de la ideología oportunista y derrotista pequeño burguesa que nos ha mantenido en la postración. De recuperar el orgullo de ser comunistas, de propagar abierta y claramente las ideas de la liberación del ser humano. Nos lo demanda nuestra gente, los asalariados, los parados, los “don nadie” que nunca son tenidos en cuenta en la mesa donde los poderosos toman sus decisiones.

Es la hora, camaradas. Ahora.

Iluminados por el átomo

In Actualidad, Medio ambiente on 9 abril, 2011 at 0:01

Silvio González


Mientras la opinión pública internacional centraba su atención en el accidente ocurrido en la planta nuclear japonesa de Fukushima se cumplieron 32 años de la lamentable tragedia en la central estadounidense de Three Mile Island. Esa planta, ubicada en el estado de Pensilvania, sufrió una fusión parcial del núcleo sorpresivamente el 28 de marzo de 1979.

Fue un accidente insospechado hasta ese momento pero ocasionó el mayor desastre nuclear registrado por la historia de Estados Unidos hasta el presente.

En aquella ocasión se cometió una cascada de errores humanos y técnicos que pudieron conducir a la primera explosión nuclear en territorio norteamericano.

Aquello pudo ocasionar una peligrosa fuga de elementos radioactivos, recuerda la organización defensora del medio ambiente Ecologistas en Acción.

El reactor nuclear de la planta TMI-2 en aquel momento sufrió graves daños y experimentó una emisión de gases radiactivos.

Afectó inicialmente a unas 140 mil personas y provocó la evacuación masiva de mujeres y niños a más de 30 kilómetros del lugar de los hechos, según evoca el blog anseyprensa.

Ese accidente, ocurrido cerca de la ciudad de Harrisburg, comenzó con un fallo del circuito secundario que aumentó sorpresivamente la temperatura del reactor.

En ese momento un operador tomó la decisión errónea de introducir grandes cantidades de agua fría en el circuito de refrigeración por lo que se crearon burbujas de vapor que complicaron el procedimiento de emergencia.

Además de estas anomalías se produjo hidrógeno, al igual que ocurrió en la planta nuclear japonesa de Fukushima, por lo que no pudo evitarse la formación de una nube radiactiva.

La fusión del núcleo no se pudo evitar finalmente y aunque esta concatenación de lamentables acontecimientos era muy improbable, acabó por producirse con efectos catastróficos para una amplia zona habitada.

La industria nuclear y su lobby en el Congreso estadounidense cuentan con millonarios recursos para la promoción de la energía nuclear sin las debidas precauciones.

Ante aquellos sucesos y otros nuevos peligros han argumentado que aprenderán de los errores cometidos y vaticinan que las centrales nucleares serán más seguras en el futuro.

Varios accidentes se han registrado a partir de la tragedia de Three Mile Island mientras que el lobby pro nuclear no ha aprendido que la seguridad absoluta no existe y que los accidentes por improbables que parezcan, acaban por ocurrir.

Tras aquel incidente y la crisis que originó se mejoraron los niveles de seguridad y los planes de evacuación en Estados Unidos y en el exterior.

Sin embargo, posteriormente ocurrió la catástrofe de Chernobyl el 26 de abril de 1986 y ahora el actual accidente en de la planta japonesa en Fukushima.

Hoy el reactor 2 de la central de Three Mile Island está clausurado y sus dos torres de refrigeración de 130 metros de altura son testigos silenciosos de aquel inolvidable desastre.

A pesar de las protestas de diversos grupos defensores del medio ambiente, el gobierno estadounidense y las agencias responsabilizadas con la cuestión nuclear extendieron la licencia de operaciones de ese mismo reactor hasta el 2034.

Robert Reid, quien lleva 32 años como alcalde de Middletown, recuerda cómo el accidente de Three Mile Island los tomó totalmente desprevenidos.

Relata que tras el suceso, se movilizó para crear el primer plan de evacuación por accidente en una planta nuclear del país.

El texto lo distribuyó entre los miles de habitantes de la ciudad y fue publicado en el directorio telefónico por la empresa Exelon, actual operadora de la planta nuclear.

Los trabajos de limpieza del derrame nuclear se extendieron durante 14 años largos años y costaron más de mil millones de dólares.

Resulta curioso que Japón fue el único país que envió ingenieros especializados a esa zona y ayudó en la reconstrucción durante toda una década.

Tokio donó también 18 millones de dólares para los estadounidenses afectados y plantó una docena de cerezos cerca del reactor dañado.

Así el primer país víctima del infierno nuclear (Hiroshima y Nagasaki / 1945) recordaba que la «humanidad debe defender más la vida«.


(*) Silvio González es jefe del Departamento de Difusión de Prensa Latina.

¡Averguéncese quien malicie motivaciones impuras! Una meditación irreverente sobre Libia, el Imperio, la República y la Coalición Aliada

In Actualidad, África on 9 abril, 2011 at 0:00

Arno J. Mayer


¿Por qué esa renuencia a usar la “palabra que empieza con I”? Para decirlo todo, un Imperio en un estadio relativamente incipiente de decadencia: precisamente porque está sobredimensionado. Y si el Imperio y la República nunca gozaron de una feliz convivencia, la cosa empeora en el ocaso imperial. En Washington, la política y el gobierno se hacen menos y menos democráticos, y más y más disfuncionales y corruptos. Por añadidura, en el Capitolio, en los medios de comunicación y en los think tanks sólo se habla del interés nacional y de la seguridad nacional, si siquiera mencionar de pasada el interés imperial de Norteamérica.

Los EEUU han dejado de tener los medios que precisan sus ambiciones imperiales y su adicción a las intervenciones ultramarinas. Ni que decir tiene, Washington todavía guarda la apariencia de disponer de una plétora de recursos. Pero sólo logra retener este as en la manga a costa del bienestar del común (excepción hecha de Northrop Grumman, Lockheed Martin, Boeing…). La industria armamentística es, en efecto, uno de los poquísimos sectores industriales en crecimiento en una economía norteamericana en vías de desindustrialización. Por complicadas razones, una Norteamérica hostil al reclutamiento anda escasa de “botas sobre el terreno”.

Sin embargo, aún se las arregla para cubrir parcialmente ese déficit con “contratistas”, hasta ahora comúnmente conocidos como mercenarios: ha habido cerca de 200.000 contratistas en Irak y se acercan a 100.000 en Afganistán, es decir, substancialmente más que el personal militar regular. Huelga decir que las Compañías Militares Privadas –otro sector económico en auge— suministran ese “servicio” a cambio de beneficios, unos beneficios disparados, porque las botas sobre el terreno las reclutan en buena parte en países latinoamericanos de bajo nivel salarial. Dicho sea de paso: una de las razones para empicotar al coronel Gadafi es que recluta mercenarios en el corazón de las tinieblas, pero lo más probable es que no recurra a los servicios de Blackwater o a un equivalente libio.

En efecto: el imperativo moral que guía la intervención los EEUU es prevenir la masacre y la carnicería “en una escala horrible” de civiles inocentes –los rebeldes armados de mañana— por parte de Gadafi, singularmente a manos de los “primitivos” mercenarios africanos de éste. De hecho, Norteamérica y su “aliados y socios” están interviniendo en una guerra civil. Las guerras civiles son, claro está, feroces por naturaleza, lo que no obliga sin más a rechazar o a despreciar el aserto de Montesquieu, conforme al cual “una guerra civil es un mal menor que una guerra exterior”. En realidad, los norteamericanos saben o deberían saber una o dos cosas sobre su Guerra Civil sin mercenarios. Se llevó por delante las vidas de al menos 600.000 combatientes, el 2% de una población de 30 millones, con un promedio de 500 muertes al día. Sólo en la batalla de Gettysburg, los ejércitos enfrentados sufrieron entre 45.000 y 50.000 bajas. Y también habría que recordar las muchedumbres de heridos, con pocas esperanzas de sobrevivir, singularmente en el bando Confederado. Sea ello como fuere, la guerra entre los estados norteamericanos se cobró un tributo mayor que cualquiera de los conflictos exteriores que haya tenido Norteamérica desde la Independencia hasta prácticamente el día de hoy.

Washington, claro está, sostiene empero que no está solo y que no carga con el peso mayor de la intervención. En particular, se espera de los más importantes aliados europeos –se les invita incluso a ello, por no decir que se les mendiga— que echen una mano a los EEUU en su empeño imperial. Esa posibilidad de asistencia multinacional bajo mandato de Naciones Unidas, junto con un estandarte distinto del de la Vieja Gloria, marca un cambio radical.

A fines de 1942, cuando Winston Churchill vio mejorar la fortuna de los aliados militares y echó cuentas del sobredimensionado alcance ultramarino de la Gran Bretaña, hizo su célebre declaración de que no había llegado a ser “primer ministro de Su Majestad para presidir la liquidación del Imperio Británico”. A diferencia de Churchill y los tories, su sucesor laborista Clement Attlee hizo precisamente eso, dejando grandes esferas del Imperio en manos de los EEUU, al tiempo que miraba con el rabillo del ojo a Washington esperando transfusiones financieras. Los laboristas pusieron el Plan Beveridge [base del estado del Bienestar británico] por delante de la lucha por el mantenimiento de las posesiones de ultramar.

Mientras Washington coincide en establecer y sostener la zona de exclusión aérea con misiles de crucero Tomahawk y Vehículos No Tripulados tan libres de riesgos como caros, se espera que los aliados europeos, bajo el mando de una OTAN todavía dominada por EEUU, apoyen –in extremis, bota en tierra— a unas fuerzas rebeldes terrestres que combaten prácticamente desarmadas. Es lo menos que pueden hacer, pues ahora mismo están en mejores condiciones que Norteamérica para financiar ese tipo de operaciones. En haciéndolo, poniendo a Turquía –el único miembro no cristiano de la OTAN— en un mal paso, arrostrarán sus propias variantes de un pesado pasado colonial: señaladamente Italia, que, resuelta a unirse al club imperial, bombardeó a las tribus libias en 1911 –el primer ataque aéreo a poblaciones civiles que registra la historia—, antes de ocupar y anexarse un territorio en gran medida desértico.

Esta mano militar echada a Washington por los grandes aliados europeos tiene, empero, otro lado. En Norteamérica sólo se habla de Francia, de Gran Bretaña y de Italia y de su contribución alícuota a las cargas soportadas por el hombre democrático y cristiano, singularmente en Libia y la parte mediterránea de su esfera de co-prosperidad”. Ni una palabra de los gobiernos conservadores de Nicolas Sarkozy, David Cameron y Silvio Berlusconi, empeñados en políticas arbitrariamente discriminatorias con sus poblaciones musulmanas inmigrantes.

Ello es que ni el único portaviones nuclear francés –el Charles de Gaulle—, ni las flotillas y fragatas británicas e italianas andan patrullando por mar abierto, canales y enclaves energéticos del Gran Oriente Próximo. Quienes lo hacen son las hasta ahora inigualadas fuerzas navales y aéreas norteamericanas, que operan a partir de un vasto archipiélago de bases navales y aéreas, dirigidas por el Mando Africano del departamento de Estado de los EEUU (AFRICOM, por sus siglas en inglés). Sostenidos en esa fuerza bruta, no sólo el presidente Obama, sino la secretaria de Estado Clinton, el secretario de defensa Gates y el presidente de la junta de jefes de estado mayo, el almirante Mullen, como si de peripatéticos procónsules se tratara, no dudan en apuntar selectivamente con el dedo a caudillos autoritarios, si es necesario, conminándoles a echarse a un lado para permitir un cambio de régimen, o arriesgarse a ser derrocados, asesinados o juzgados por crímenes de guerra contra la humanidad ante un tribunal internacional.

Washington se planta erguido y robusto, pues el AFRICOM, combinado con la 17ª Fuerza Aérea, es sólo uno de los nueve Comandos Unificados de Combate del Departamento de Defensa, y la Quinta Flota, con cuartel general en Bahrein, es sólo una de las seis flotas de combate activas. En cuanto a las Fuerzas Aéreas, disponen de cerca de 80 bases ultramarinas. Es literalmente un juego de niños para la Armada estadounidense colocar una pequeña flotilla de naves de asalto, submarinos y destructores ante la costa libia, y para la Fuerza Aérea estadounidense, imponer una zona de exclusión aérea en los cielos libios. Hay, además, varios portaviones nucleares estadounidenses muy cerca para suministrar ulteriores prestaciones. Así como no hay soldados americanos en las cercanías que puedan correr peligro en tierra firme, hay marinos y pilotos que incurren pocos riesgos enrolados en las fuerzas navales y aéreas norteamericanas.

Mientras que el objetivo final de la Operación Odisea del Alba sigue necesariamente indeterminado, su ciclópeo, aun si tácito, designio militar a corto plazo es ayudar a los rebeldes a sacar del poder a Gadafi y preparar el terreno para algún obscuro cambio de régimen à la Irak (¿y Egipto?). En el ínterin, el objetivo político-diplomático es advertir a otros autócratas hostiles y alertar a los amigos sobre los probables costes y las consecuencias de su recalcitrante renuencia. Obviamente, Washington, y conforme a sus intereses estratégicos militares, diplomáticos y económicos planetarios, empleará un doble rasero a la hora de resolverse a apuntar con el dedo. Será, desde luego, menos severo con los soberanos y las elites dominantes en Jordania, Bahrein, Arabia Saudí, los Emiratos y Siria que con los de Yemen, Irán, Sudán y Costa de Marfil.

Uno no se atreve siquiera a mencionar el petróleo u otras consideraciones mercantilistas en momentos en que hueras y ritualísticas declamaciones sobre la democracia, la libertad, los derechos humanos y la libre economía de mercado inhiben cualquier discusión crítica y seria en los medios de comunicación dominantes, en las trituradoras de los think tanks y en los pasillos del poder. Ese travestismo del debate democrático abierto y consecuente va de la mano con la poco menos que unánime celebración autosatisfecha del apoyo de la Liga Árabe y de países como Qatar y la Unión de Emiratos Árabes a la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad y a la Operación Odisea del Alba. Sí, se dice que los pilotos de un puñado de naciones aliadas del Golfo Pérsico se han unido a los aviones aliados para patrullar la zona de exclusión aérea con modernísimas aeronaves fabricadas en EEUU y en Francia. Y por supuesto, la Unión Africana, sin poner F-20 o Mirages en el aire, aprueba también ostensiblemente lo que es aclamado como una amplio esfuerzo internacional –no sólo norteamericano u occidental— para “salvar para la democracia” y para el capitalismo megaempresarial a otra región del planeta. Huelga decir que Israel, el hemidemocrático aliado regional de EEUU, y el más mimado y armado, no está –oficialmente— invitado a entrar en esta “coalición de voluntades” último modelo.

La narrativa naciente nada dice de Brasil, China, India y Rusia, a la espera de desarrollar sus propias mega-armadas y sus propias fuerzas aéreas –¿y sus ejércitos de tierra?— que un futuro no demasiado distante forzarán y simbolizarán la radical reconfiguración del equilibrio internacional de fuerzas militares, económicas y propagandísticas que, con toda seguridad, seguirá erosionando la Pax Americana. Honi soit qui mal y pense [¡averguéncese quien malicie motivaciones impuras!].


(*) Arno J. Mayer es profesor emérito de historia en la Universidad de Princeton. Autodefinido como «marxista disidente de izquierda», es autor, entre otras obras, de The Furies: Violence and Terror in the French and Russian Revolutions, 2001.



[Fuente: SinPermiso]