Editorial de
Diario del Pueblo
Después de que los líderes del Grupo de las Ocho Naciones Más Industrializadas (G8) terminaran una cumbre de dos días en Deauville, Francia, los mismos se comprometieron a otorgar miles de millones de dólares a los estados árabes, en apoyo a sus esfuerzos políticos de transición y desarrollo. Sin embargo, en vista del pobre expediente del G8 como suministrador de ayuda internacional en los últimos años, es dudoso que la enorme suma se entregue a tiempo y completa.
En la reunión del G8 de 2005 en Gleneagles, el grupo prometió $50 mil millones adicionales a los países más pobres, para luchar contra la pobreza y las enfermedades, de los cuales cerca de $30 mil millones se destinarían a África antes de 2010. Pero según valoración de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la ayuda de desarrollo prometida por el G8 en 2010 fue recortada en $19 mil millones en 2005.
No en vano algunas organziaciones no gubernamentales han bautizado al G8 como “máquina de hacer promesas”. Es razonable entonces dudar de si esta vez se trata de una tomadura de pelo más, a menos que estos países puedan entregar sus compromisos para la lucha contra la pobreza en África.
El nuevo paquete de ayuda puede ser oportuno, pero la declaración no desglosó la ayuda por países, ni dijo cuándo se entregarán los fondos.
Y aún peor. Hay preocupaciones de que las nuevas promesas de ayuda del grupo para el mundo árabe puedan desviar la atención de los compromisos con los más pobres del mundo, especialmente en África.
Como señala Adrian Lovett, de la organziación Salvemos a los niños: “No quisiéramos que una primavera árabe sea seguida por un largo invierno africano”.
Por supuesto, los países del G8 todavía ofrecen la mayoría de los fondos para el desarrollo global, pero aunque todavía gozan de reputación como “club de los ricos”, sus miembros no están hoy en su mejor forma financiera.
Sin embargo, los programas de ayuda del G8 deben responder a valores humanitarios genuinos, no a la promoción de la realpolitik.
En esencia, al lanzar la “Asociación de Deauville” con el mundo árabe – de tradicional significación geopolítica – el grupo está intentando promover su cambio deseado hacia regímenes de estilo occidental, y a consolidar la influencia de Occidente en África del norte y el Oriente Medio.
El despegue colectivo de las economías emergentes hace que el Grupo de los 20 (G20) substituya gradualmente al G8 para lidiar con varios desafíos globales.
Si el G8 desea establecer una diferencia con su fuerza y dominio global en relativo declive, el grupo debe, a la vez que hace nuevas promesas, comenzar por cumplir sus compromisos de antaño para pormover el desarrollo y la salud y luchar contra el hambre. Sólo así se ganará la confianza del mundo.