Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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Es a la burguesía a quien conviene la unidad reformista, y no a la clase obrera

In Actualidad on 14 julio, 2011 at 0:02

Carmelo Suárez
Secretario General del Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE)


En el escenario de la crisis capitalista estructural -que será bien larga y profunda, parece que siempre es necesario repetirlo-, a lo que más teme la burguesía es a un giro del movimiento obrero hacia posiciones revolucionarias; a la posibilidad de que, ante el brutal aumento de la explotación,  la clase obrera transite en nuestro país un proceso de toma de conciencia de clase en un relativamente corto espacio de tiempo. Otros problemas, propios de las crisis capitalistas, la burguesía se considera capaz de resolverlos, con mayor o menor ejercicio de violencia; pero una clase obrera que evolucione hacia posiciones revolucionarias, el capitalismo, por propia experiencia histórica, sabe que se puede convertir en una fuerza imposible de controlar, y que -al provocar la quiebra de su hegemonía-, lo puede llevar a la muerte como sistema dominante.

Una expresión práctica de esta primera afirmación la podemos constatar en el tratamiento que la prensa del sistema está dando a la información sobre las luchas obreras en Grecia. Todos los medios de comunicación, alineados con el aparato mediático de la burguesía, tejen un muro de silencio sobre el papel de las fuerzas revolucionarias –PAME y KKE- en las movilizaciones en ese país, y concentran toda la “información” sobre los reducidos grupos que protagonizan, a medias con la policía, las refriegas supuestamente más radicales, así como sobre los indignados de la Plaza Sintagma, con sus angelicales propuestas de reformar el capitalismo. Pero no existen –para esos medios- las demostraciones de fuerza organizada de la clase obrera, capaces de paralizar el país y de realizar movilizaciones de decenas de miles de obreros y obreras en muchas ciudades, que son expresión de una fuerza de transformación política y social que sí preocupa a las clases dominantes.

Que después de las elecciones del 22M -desde ámbitos de la cultura fundamentalmente-, se hayan intensificado los llamamientos a unidades “ecoprogresistas” –que toman como referencia programática las aduladas reivindicaciones regenerativas del 15-M – es expresión de un movimiento orientado a tratar de articular, con una cierta capacidad política, a todo el mundo reformista “de izquierdas”, para conformar un nuevo espacio político interclasista -totalmente ajeno al hilo rojo de la Historia que traza la clase obrera-, con capacidad para engatusar a sectores de la clase obrera, y dispuesto a seguir apuntalando a un  maltrecho, pero necesario PSOE, en una etapa en la que -tras hacerle convenientemente los deberes-, la oligarquía ya ha decidido un nuevo turno en la alternancia bipartidista a favor del PP.

Ninguna de las propuestas que se difunden estos días, ni tan siquiera de una manera indirecta, apuntan a lo que es la esencia del momento histórico: la sustitución del capitalismo por el socialismo. Todos y todas se orientan a tratar de gestionar el capitalismo con más tacto, de una manera “más honesta” y, supuestamente, repartiendo algo más la riqueza. La posición ideológica de estas propuestas están muy bien expresadas en el “manifiesto contra el euro” de Democracia Real Ya: ante el avance de los monopolios y el proceso de exclusión (proletarización) de las clases medias se trata de jugar a parar la lógica del desarrollo imperialista, e intentar revertir la historia a décadas atrás, donde aún el proceso de acumulación del capital necesitaba distribuir una parte del excedente a unas clases medias, productoras y consumidoras, para ayudar a favorecer su propio proceso de acumulación y centralización del capital.

Si las cosas caminan en la dirección de estos llamamientos tan “encantadores” (en el sentido de “El discreto encanto de la burguesía” de Buñuel), puede ocurrir que la víctima propiciatoria de este proceso termine siendo la misma IU, cuyo ámbito clientelar –definido esencialmente por la ambigüedad-, precisamente se siente muy atraído por estos manifiestos oportunamente caídos del cielo. Su difícil tesitura tras las elecciones, con retrocesos de poder efectivo y actuaciones muy cuestionadas, le coloca en una posición en la que una solución y la contraria pueden terminar colocándola en una situación subsidiaria, y muy débil, en la configuración del nuevo sujeto político reformista que se trata de alumbrar.

Si se incorpora a un amplio proceso de unidad reformista -que incluya a los nuevos sujetos aparecidos en el mes de mayo y a otros que concurrieron a las elecciones como nuevas fuerzas-, su posición será arrastrada por la iniciativa de quienes ahora se consideran en la cresta de la ola y los grandes ganadores del campo reformista. Un auténtico abrazo del oso.

Si se queda fuera del proceso, se encontrará con un competidor que, actuando en claves muy parecidas a las suyas, arrastrará a buena parte de su base social y electoral, a la cual IU no ha sabido explicar sus diferencias con los recientes movimientos y, por ello, no tiene explicación a su falta de capacidad para convocar masivamente ante las políticas aplicadas  por el gobierno desde el estallido de la crisis.  

La conformación de esta unidad reformista tiene muchas posibilidades de avanzar, antes de las elecciones Generales o posteriormente; es una necesidad de las clases dominantes para dar más capacidad al –siempre necesario para la burguesía- dique de contención que debería impedir el peligroso ascenso de las fuerzas revolucionarias. Las iniciativas para la articulación del bloque reformista ampliado, que hoy se reclama, son deudoras de una estrategia de la burguesía ante los peligros que avizora.

Por otro lado está la necesidad de dar pasos concretos para el avance del polo revolucionario, que directamente confronte con la dominación capitalista, y que centre su proyecto en una alternativa de revolución socialista y toma del poder por la clase obrera. Esa alternativa pasa por la articulación de un frente obrero y popular, un marco de alianzas sociales, y una estrategia de movilización sostenida que sea capaz de convocar a los sectores más conscientes del pueblo y de la clase para dar la batalla que el momento histórico exige. Hoy la clase obrera empobrecida y sobreexplotada, la juventud sin empleo ni futuro, la juventud que muere en la guerra imperialista permanente, las mujeres forzosamente incorporadas a una acelerada  feminización de la pobreza, etc.; solo pueden depositar su esperanza de cambio en un proyecto que no sea subsidiario de las clases dominantes, y que se desarrolle sobre la confianza de que la clase obrera es la futura clase hegemónica que liberará a toda la humanidad de la esclavitud imperialista. Un proyecto que coloque como consigna central, en estos momentos de graves dificultades del bloque hegemónico de poder, una posición clara: TODO PARA LA CLASE OBRERA.

Por todo ello, entre el bloque reformista –apoyado de una u otra manera por las clases dominantes y sus estructuras-, y el polo revolucionario, solo cabe una actitud de disputa constante por ganar la hegemonía en el seno de la clase obrera y los sectores populares. Es decir, por llevar a la clase obrera y al pueblo a las posiciones de gestión y reforma del capitalismo, o a las posiciones de avance hacia la revolución socialista. No habrá conciliación posible entre el reformismo y las fuerzas revolucionarias. Sólo hay espacio para una dura confrontación política e ideológica, a la que invitamos a sumarse a todos aquellos compañeros y compañeras cansados ya del zafio y fracasado oportunismo de siempre, que les termina llevando -una y otra vez- a formar parte de las estrategias de perpetuación de las clases dominantes y de su criminal sistema sociohistórico. Hoy más que nunca: Socialismo o barbarie.






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La izquierda ilusoria

In Actualidad on 14 julio, 2011 at 0:01

Teodoro Santana


“PSOE-PP, la misma mierda es”. Esta consigna, coreada desde hace años en las calles, refleja una verdad objetiva: que la oligarquía española cuenta con dos grandes partidos que representan sus intereses. Y que mantiene un simulacro de democracia permitiéndonos la “alternancia”, esto es, votar a uno u otro de esos partidos, vinculados por múltiples hilos, leyes, dependencias, ideología y corruptelas al capital financiero.

Toda la maquinaria mediática de la clase dominante trabaja incansablemente para mantener este statu quo. Pero la agudización de la lucha de clases, a raíz de la crisis económica del imperialismo euronorteamericano, está provocando profundas grietas en el tinglado de la farsa.

Desarmada momentáneamente la clase obrera, sin un potente referente comunista unificado y con los sindicatos mayoritarios vendidos ya sin pudor al enemigo, es la pequeña burguesía la que reclama su protagonismo en el escenario político y trata de salir a escena con sus propias reivindicaciones, arrastrando tras de sí a una buena parte de los asalariados.

Esta amalgama de pequeños y medianos empresarios, funcionarios, profesionales, autónomos y estudiantes, se presenta, como no podía ser menos, con su propia visión del mundo y sus propias limitaciones. El objetivo que la mueve no es derrocar el sistema, sino sólo parchearlo a su favor forzando a la oligarquía a pactar con ella. De ahí el carácter puramente reformista de sus planteamientos y la constricción de su horizonte político al orden constitucional burgués.

Y si en el terreno de las movilizaciones el 15M ha sido la expresión de este sentimiento de indignación de la pequeña burguesía ante el deterioro de sus condiciones de vida, agravado por el anquilosamiento del sistema de representación oligárquico, en el terreno político asistimos a una intensa disputa de distintos grupos por ostentar la representación de este sector del pueblo. Y ello, como no podía ser de otra forma, desde la visión del mundo y la cortedad de miras que le son propias como clase.

Dado que en la democracia burguesa la principal actividad política es la electoral, los aspirantes a rentabilizar la nueva situación analizan las cosas con las lentes del electoralismo. Para entendernos, dado que el PSOE se desplaza hacia la derecha, ven como por la izquierda queda un “nicho” por cubrir, el de la socialdemocracia, que corren desesperadamente a ocupar.

De manera que, para ocupar ese espacio electoral, elucubran sobre la necesidad de presentarse como una izquierda “moderada”, «pacífica», “sensata” y, desde luego, alejada de cualquier propuesta revolucionaria que pueda espantarles a los potenciales clientes-votantes. Su teoría –por mucho que haya sido desmentida por los hechos una y otra vez– es que cuanto más rebajen sus planteamientos, más gente acudirá en tropel a comprar su mercancía.

Tampoco es que sufran mucho por “reprimirse”. La realidad es que, pese a la palabrería izquierdista que les caracteriza a veces, no hay nada que teman más que una revolución. Su perspectiva es puramente aritmética: sumar como sea los votos necesarios para obtener representación, grupo parlamentario, etc., de forma que estén en condiciones de forzar a la oligarquía a pactar con ellos. De ahí la importancia crucial que dan a las leyes electorales.

Tanto por lo uno como por lo otro, nuestros políticos pequeño burgueses se revisten de las reivindicaciones reformistas que no lesionan el poder, dejándolo en manos de la oligarquía, y huyen como del demonio de cualquier reivindicación que desborde el orden constitucional burgués. De ahí que su horizonte sea el “Estado Democrático y Social de Derecho”, y que su “sociedad ideal” sea la de una Europa acomodada y burguesa.

¿Quiere esto decir que los comunistas rechazamos las reformas? En absoluto: defendemos que los trabajadores batallen por conseguir mejoras y las utilicen para proseguir la lucha contra la esclavitud asalariada. Lo que no podemos hacer es limitarnos a ellas y entregar a la clase obrera al reformismo pequeño burgués claudicante que olvida que, cuando la clase dominante concede reformas con una mano, siempre las retira con la otra.

Obsesionada con sus fantasías electoralistas, la izquierda pequeño burguesa está firmemente convencida de que las propuestas comunistas, como la nacionalización de la banca y de los sectores estratégicos, son contraproducentes. Las tachan de “anticuadas”, “radicales”, “puristas” o, directamente, de «locura». Tiemblan imaginándose cómo los trataría la prensa burguesa y lo mal que quedarían ante la sociedad biempensante. Poniéndose en el lugar de los votantes, y creyendo que la inmensa mayoría piensa como ellos, no ven a los comunistas y al comunismo sino como una pérdida de votos.

En su mentalidad de tenderos, sólo cuentan el debe y el haber. Ante los comunistas pretenden seguir siendo marxistas, para no perder esa parte de la clientela. Pero cuando venden al por mayor, esto es, electoralmente, renuncian al cambio de sistema y lo sustituyen por la «política social» burguesa, por el Estado del Bienestar, por unas cuantas reformitas que permitan que algo cambie para que todo siga igual. Eso sí, suponen que, en el ínterin, habrán mejorado sus posiciones ante la oligarquía.

El problema no es solo que si permitimos la hegemonía de la izquierda pequeño burguesa los objetivos revolucionarios se alejarán aún más, sino que la propia oligarquía, metida en la espiral de la crisis, ya no tiene margen para concesiones “sociales”. Sería volver a sumir a la clase obrera en el sopor socialdemócrata cuando ya no tiene sentido porque la lucha de clases se ha vuelto a cara de perro.

Por eso los comunistas debemos unirnos en torno a un programa revolucionario, de largo recorrido, en una dinámica a la vez pedagógica, de agitación y de organización popular.  Porque nuestra estrategia no es colocarnos, sino vencer.




En Israel, una advertencia de tsunami

In Actualidad on 14 julio, 2011 at 0:00

Noam Chomsky


En mayo, durante una reunión a puerta cerrada de muchos de los líderes empresariales israelíes, Idan Ofer, magnate de empresas tenedoras, advirtió: «Nos estamos convirtiendo rápidamente en Sudáfrica. El impacto económico de las sanciones será sentido por todas las familias de Israel«. La preocupación principal de los magnates de negocios era la sesión de la Asamblea General de la ONU este septiembre, en la que la Autoridad Palestina planea hacer un llamado para el reconocimiento de un Estado palestino.

Dan Gilleman, ex embajador de Israel ante Naciones Unidas, advirtió a los participantes que «la mañana posterior al anuncio anticipado del reconocimiento del Estado palestino, un proceso doloroso y dramático de sudafricanización se iniciará«, con lo que quiso decir que Israel se tornaría en un Estado paria, sujeto a sanciones internacionales.

En ésta y subsecuentes reuniones, los oligarcas exhortaron al gobierno a iniciar esfuerzos modelados sobre las propuestas sauditas (de la Liga Árabe) y el no oficial acuerdo de Ginebra de 2003, en el que negociadores israelíes y palestinos de alto nivel detallaron un acuerdo de dos estados que fue recibido con agrado por la mayor parte del mundo, descartado por Israel e ignorado por Washington.

En marzo, el ministro de Defensa israelí Ehud Barak advirtió que la acción potencial de la ONU sería un «tsunami«. El temor es que el mundo condene a Israel no sólo por violar el derecho internacional, sino también por cometer sus actos criminales en un Estado ocupado reconocido por la ONU.

Estados Unidos e Israel libran intensas campañas diplomáticas para impedir este tsunami. Si fracasan, el reconocimiento del Estado palestino es muy probable.

Más de 100 estados ya han reconocido a Palestina. El Reino Unido, Francia y otras naciones europeas han elevado la clasificación de la delegación general palestina a la de «misiones diplomáticas y embajadas, estatus reservado normalmente para estados«, observa Victor Kattan, en el American Journal of International Law.

Palestina también ha sido admitida en organizaciones de Naciones Unidas aparte de la Unesco y la Organización Mundial de la Salud, que han evitado dar este paso por temor a perder los fondos de Estados Unidos, en lo que no es una amenaza vana.

En junio, el Senado estadunidense aprobó una resolución que amenaza suspender la ayuda a la Autoridad Palestina si persiste con su iniciativa en la ONU. Susan Rice, embajadora de EEUU ante Naciones Unidas, advirtió que «no hay una amenaza mayor» para el financiamiento de Estados Unidos a Naciones Unidas «que la perspectiva de que la estatidad palestina sea respaldada por estados miembros«, informa el Daily Telegraph (Londres). El nuevo embajador de Israel ante la ONU, Ron Prosor, informó a la prensa israelí que el reconocimiento de la ONU «llevaría a la violencia y la guerra«.

La ONU presumiblemente reconocería a Palestina en las fronteras internacionalmente reconocidas, incluyendo las Alturas del Golán, Cisjordania y Gaza. Las Alturas fueron anexadas por Israel en diciembre de 1981, en violación de las órdenes del Consejo General de Seguridad de la ONU.

En Cisjordania, los asentamientos israelíes y actos para apoyarlos constituyen claramente una violación del derecho internacional, conforme al Tribunal Mundial y el Consejo de Seguridad. En febrero de 2006, Estados Unidos e Israel impusieron un sitio en Gaza después de que el «bando equivocado» –Hamas– ganó en las elecciones en Palestina, reconocidas como libres y justas. El sitio se tornó mucho más severo en junio de 2007, después del fracaso de un golpe militar apoyado por Estados Unidos destinado a derrocar al gobierno elegido.

En junio de 2010, el sitio de Gaza fue objeto de una condena por el Comité Internacional de la Cruz Roja –que rara vez emite tales reportes– como «un castigo colectivo impuesto en violación clara» del derecho humanitario internacional. La BBC informó que el CICR «pinta una amarga imagen de las condiciones en Gaza; hospitales escasos de equipo, cortes de energía eléctrica que duran varias horas cada día, agua para beber no apta para el consumo» y, por supuesto, una población encerrada.

El criminal sitio extiende la política de Estados Unidos e Israel, impuesta desde 1991, de separar a Gaza de Cisjordania, asegurándose así de que el Estado palestino quedaría, de hecho, rodeado de potencias hostiles: Israel y la dictadura jordana. Los acuerdos de Oslo, firmados por Israel y la Organización para la Liberación de Palestina en 1993, proscriben separar a Gaza de Cisjordania.

Una amenaza más inmediata que enfrenta la política de rechazo de EEUU e Israel es la flotilla que trata de desafiar el bloqueo de Gaza llevando cartas y ayuda humanitaria. En mayo de 2010, el último de estos intentos llevó a un ataque por parte de comandos israelíes en aguas internacionales –un acto criminal grave en sí– en el cual nueve pasajeros fueron abatidos, acciones que fueron severamente condenadas fuera de Estados Unidos.

En Israel, la mayoría de la gente está convencida de que los comandos fueron las víctimas inocentes, atacados por los pasajeros, en lo que es otra señal de la irracionalidad autodestructiva que infesta a la sociedad.

Hoy, EEUU e Israel están tratando vigorosamente de bloquear a la flotilla, La secretaria de Estado Hillary Clinton virtualmente autorizó el uso de violencia, al señalar que «los israelíes tienen el derecho de defenderse si flotillas tratan de provocar acciones al ingresar a aguas israelíes«, o sea aguas de Gaza, como si Gaza perteneciera a Israel.

Grecia accedió a impedir que los botes salieran de sus puertos (esto es, los botes que no han sido saboteados todavía), aunque, a diferencia de Clinton, Grecia se refirió correctamente al «área marítima de Gaza«.

En enero de 2009, Grecia se había distinguido por negarse a permitir que armas estadunidenses fueran enviadas por mar a Israel desde puertos griegos durante el cruel ataque de EEUU e Israel en Gaza. Grecia, que ya no es un país independiente en su actual crisis financiera, evidentemente no puede permitirse tan inusual integridad.

Interrogado si la flotilla era un «provocación», Chris Gunness, vocero de la Agencia para la Ayuda y Obras de la ONU, principal agencia de ayuda para Gaza, describió la situación como desesperada. «Si no hubiera una crisis humana, si no hubiera una crisis en casi cualquier aspecto de la vida en Gaza, no habría necesidad de la flotilla… 95 por ciento del agua en Gaza no es potable, 40 por ciento de las enfermedades son transmitidas por el agua… 45.2 por ciento de la fuerza laboral carece de trabajo, 80 por ciento depende de la ayuda; se ha triplicado el número de pobres desde el inicio del bloqueo. Eliminemos este bloqueo y no habría necesidad de flotilla alguna.«

Las iniciativas diplomáticas como la estrategia estatal palestina y, en general, las acciones no violentas, amenazan a aquellos que tienen un monopolio virtual de la violencia. Estados Unidos e Israel tratan de mantener posiciones indefendibles: la ocupación y la subversión del abrumador consenso a favor de un acuerdo diplomático.


*El libro más reciente de Noam Chomsky, con su coautor Ilan Pappe, es Gaza en crisis. Chomsky es catedrático emérito de lingüística y filosofía en el Insituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en Cambridge, Mass.


[Fuente: La Jornada]