A medida que se profundiza el caos en Medio Oriente y el norte de África, el “cambio político” se ha convertido en un tema candente. Las noticias del asesinato del líder de las fuerzas rebeldes libias, Abdul Fattah Younis, el pronto juicio de Hosni Mubarak y de Ali Abdullah Saleh, decidido a no entregar el poder en Yemen, demuestran que el cambio está más lejos que las expectativas de Occidente.
La política del mundo árabe tiene un misterio difícil de comprender para los occidentales. Tratemos de entenderlo con el cuento del “pavo”. La historia cuenta que un viejo beduino, al ver que le habían robado el pavo, dijo: “ahora estamos en el momento más peligroso”. Los hijos no estaban de acuerdo. Más tarde, se robaron el camello y también el caballo. El viejo beduino les dijo a sus hijos: “en el momento en que vieron que se podían llevar el pavo sin que nadie se quejara, entonces perdimos todo”. Este cuento refleja profundamente una mentalidad y una manera de reflexionar: si uno se muestra débil, rápidamente puede perderlo todo.
Una protesta política aparentemente normal, ¿por qué se convirtió en un conflicto violento de vida y muerte en algunos países? En principio, aquellos en el poder no consideran a la oposición como ciudadanos del país, sino más bien ven a los manifestantes como personas externas que quieren derrocarlos. En concordancia con esto, la oposición tampoco considera a las autoridades como sus líderes. Por ejemplo, frente a los ataques aéreos de la OTAN, los opositores al gobierno de Libia reaccionaron con un grito de “¡Viva Sarkozy!”, porque consideraban que Occidente los estaba ayudando a derrocar a la “dominación extranjera”. En otras palabras, algunos países continúan siendo esencialmente “países tribales”, en lugar de “estados-naciones”.
De hecho, debido a que la mayoría de los países árabes no han experimentado una industrialización, la estructura del país no está completa, y esto lleva al sectarismo, autoritarismo y otras “reglas ocultas”que juegan un papel importante. Ignorar este hecho e intentar aplicar un sistema de elecciones multipartidistas con separación de poderes, probablemente provocará que la competencia política caiga en los límites del tribalismo y el sectarismo, disminuyendo la cohesión nacional, aumentando la posibilidad de confrontación entre grupos étnicos y poniendo en riesgo la unidad nacional. Una democratización prematura es como un objeto de lujo que no se sabe disfrutar, sólo puede llevar a una situación de disputas en estos países y provocar el debilitamiento y decaimiento de la política.
En este sentido, la democratización de Irak se ha convertido en una advertencia. Luego de la guerra, Estados Unidos quiso hacer de él un “modelo de democracia en Medio Oriente”. Al diseñarle un sistema federal de gobierno y democracia parlamentaria, dio origen a un gobierno débil que no podía manejar la situación de inestabilidad.
En la actualidad, numerosos países árabes que se encuentran con disturbios, especialmente aquellos donde hay un gran sentido tribal y sectario, enfrentan un porvenir similar al modelo de distribución del poder en “mosaico” como Irak. Yemen ha entrado en una situación compleja de interrelación conflictiva entre el presidente Saleh, la oposición, las fuerzas tribales y los grupos terroristas. La política de un Saleh omnipotente ha terminado. Yemen probablemente pasará de ser un país con gobierno fuerte y sociedad débil, a tener un gobierno débil y una sociedad débil, lo que lo pone en el riesgo de “estado de cuasi-anarquía”. El caso libio es similar. Libia se formó a partir de la unión de tres áreas que en un principio eran independientes. Allí, las tribus constituyen la unidad social básica del país y poseen gran poder de influencia. Un estudioso estadounidense señaló que la lucha entre las fuerzas fieles a Gaddafi y los rebeldes, se trata en gran parte de un enfrentamiento entre tribus. Incluso en caso de que los manifestantes libios resulten victoriosos, será difícil realizar la democratización del país.
Asumir que sólo es un cambio de la centralización a la descentralización, los males a los que se enfrentan los países de la región son difíciles de curar. Casi un siglo de cambios políticos en los países árabes demuestran que no se puede desembarazar del trasfondo histórico-cultural, sobre todo si no hay cambios en las relaciones de producción. Los cambios políticos que aparecen con una aparente “marcha triunfal”, más tarde es difícil que no salgan del camino trillado y los deseos de miles de personas queden en el aire.
[Fuente: Diario del Pueblo]