Yuan Peng
La crisis derivada del límite legal de la deuda pública de Estados Unidos, la consecuente rebaja de su calificación crediticia y la caída del mercado bursátil de Nueva York, han agravado la desconfianza de la comunidad internacional en lo que se refiere a la deuda soberana y las perspectivas económicas del país. Se está incrementando el riesgo de una nueva ronda de crisis financiera internacional. Sin tiempo para un respiro, la administración de Barack Obama se ve obligada a continuar sus arduos esfuerzos para enfrentarse al desafío histórico de salvar el mercado financiero y la economía nacional.
La aplicación de las “nuevas políticas” de Obama ha demostrado que al mandatario no le queda otro remedio que aplicar el cambio sistémico para resolver los problemas que encara la economía estadounidense. La economía deficitaria se ha convertido en una de las características inevitables de la hegemonóa económica de EEUU. Al parecer, Obama está consciente de lo difícil de la situación, pero sigue obstinadamente hacia un callejón sin salida.
La razón por la cual la administración de Obama continúa contrayendo empréstitos es que no tiene otra salida, ya que “ni el más ingenioso puede sacar algo de la nada”. Intenta elevar el techo de endeudamiento para continuar la financiación, animar la recuperación económica con más déficits y alcanzar gradualmente la meta de reducir los mismos. La esencia del problema del radica en en si EEUU es capaz de recuperar su economía y mantener un crecimiento sostenible sin contraer más empréstitos.
La clave del éxito es que Obama continúe sus nuevas políticas con el dinero que pide prestado para lograr, en corto periodo de tiempo, promover la economía, aliviar el desempleo y fortalecer la confianza, cumpliendo así una nueva ronda de reforma sistémica a mediano y largo plazos. Por el momento, no sobran las razones para adoptar una actitud optimista en este terreno. Al parecer, todavía faltan las condiciones necesarias para que Obama impulse exitosamente sus “nuevas políticas”.
EEUU ha pasado por dos reformas sistémicas en su historia. Una de ellas fue el movimiento progresista registrado de finales del siglo XIX a principios del siglo XX. Esta campaña resolvió los problemas aparecidos en el proceso de transmisión del capitalismo libre al capitalismo monopolista, tales como la industrialización, la urbanización, la monopolización y la internacionalización. La otra fue realizada en los años treinta y cuarenta, en la época de Franklin Delano Roosevelt, cuando éste impulsaba sus políticas destinadas a enfrentar los desafíos generales de la transición del capitalismo monopolista al capitalismo monopolista estatal. Los esfuerzos mancumunados de los republicanos y demócratas permitieron el exitoso desarrollo del movimiento progresista, aunque ambas partes recurrieron a diferentes medidas para alcanzar la misma meta. La absoluta autoridad que detentó Roosevelt durante sus 13 años en el poder garantizó los éxitos de sus políticas. Otra condición necesaria la constituyen las dos guerras mundiales, que contribuyeron a transferir las contradicciones, promover la economía y aumentar el empleo.
Obama se encuentra en una coyuntura diferente a la que predominó entonces. Está desconcertado por las enconadas luchas entre los republicanos y los demócratas y la polarización partidista interna. Le hace falta una base para lanzar una significativa reforma política, al encarar las múltiples contradicciones sociales, las demandas de distintas comunidades de intereses, el recorte del bienestar público, el incremento de impuestos y la rebaja de gastos públicos. Todo esto le impide a llevar a cabo la reforma a pesar de su ambición, para no hablar de sus escasas aptitudes. Los socios occidentales de EEUU se encuentran en una situación no menos difícil. Las economías emergentes están en desarrollo impetuoso y el sistema internacional está experimentando un cambio profundo, lo que dificulta la tentativa estadounidense de aprovechar el mecanismo internacional para trasladar las contradicciones. Lo más importante es que los esfuerzos por impulsar la economía mediante la guerra antiterrorista han resultado mucho menos efectivos. Las guerras de Afganistán e Irak no han contribuido a promover la economía sino que han impedido su desarrollo. Esta es la razón por la que Obama no ha tomado la iniciativa en la guerra de Libia. En los momentos cruciales, parecen insuficientes el prestigio personal de Obama, su capacidad para tomar medidas y su base política, premisas indispensables para una exitosa reforma.
En fin de cuentas, los problemas económicos a que se enfrenta EEUU son de carácter político. No pocas personalidades clarividentes de EEUU se preocupan por el destino de la hegemomía estadounidense. El sistema político estadoundense, caracterizado por las restricciones mutuas entre gobierno y congreso, la complementariedad bipartidista, la vitalidad social y el espíritu empresarial, que tanto llenan de orgullo al paísce EEUU, no ha servido, como otrora, de adecuada plataforma para emprender oportunos ajustes políticos, sino que más bien ha actuado como impedimento a la recuperación económica del país. ¿En qué terreno se dilucida entonces el desarrollo económico estadounidense? ¿Podrían los dos partidos cesar sus luchas para definir la correcta dirección del desarrollo? ¿Debería el pueblo estadounidense estar preparado para llevar una vida de austeridad que le permita superar la adversidad económica estatal? Estos serán los temas candentes de cara a los comicios de 2012.
[Fuente: Diario del Pueblo]