Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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Libia: proyecto piloto de la OTAN

In Actualidad, África on 25 agosto, 2011 at 9:34

Ángel Guerra Cabrera

En el derrocamiento de Gadafi la OTAN ha aplicado un proyecto piloto que le permitiría intervenir donde quiera que le convenga con el pretexto de proteger a los civiles. El “derecho a proteger”, ya invocado en los criminales bombardeos de Servia, se presenta como una gran conquista de los derechos humanos posmodernos.

Propiciaría a la coalición imperialista derribar líderes con algún grado de insumisión -desde relativamente rebeldes, ergo Gadafi, a revolucionarios antimperialistas como Hugo Chávez-, preferentemente asentados sobre pletóricos recursos estratégicos. En Libia, en otra violación flagrante del derecho internacional, la alianza atlántica tomó partido del lado opositor en una guerra civil dentro de un Estado soberano en la que, por si fuera poco, su líder -guste o no- contaba con apoyo popular y de gran parte del ejército.

El proyecto consiste en alegar que un grupo en el país en cuestión está siendo atacado por un dictador y, recurriendo a burdas manipulaciones, sobredimensionarlo en los “medios”. Estos se encargan de crear una imagen idílica del primero(suplantado rápidamente, si es necesario, como hicieron con el movimiento juvenil de Bengazi, por el mercenario Consejo Nacional Transitorio) y de demonizar al villano de turno, aunque haya sido “amigo” hasta el día antes(caso de Gadafi).

Con la presión mediática y diplomática -en Libia fue decisiva la complicidad de la Liga Árabe y la abstención de China y Rusia- se logra una ambigua resolución del Consejo de Seguridad para proteger a los civiles. La OTAN la trasmuta en un plan de cambio de régimen, que combina una feroz campaña de bombardeo aéreo con acciones de infantería “rebelde”, a la que entrena y arma, y la participación en los combates decisivos de un andamiaje de inteligencia satelital de Estados Unidos, apoyado por expertos y fuertes grupos de tropas especiales “aliadas” sobre el terreno. Así cayeron sobre Trípoli.

En el plan otaniano los medios de difusión dominantes han cumplido una función militar de primer orden, tal vez como nunca antes en una guerra de rapiña imperialista. No es casual, que como se hizo en su momento con la televisión de Serbia, otra vez fueran destruidas como objetivos militares las instalaciones de la televisión pública libia. Claro, con las correspondientes bajas “colaterales” entre su personal.

Se trata, además, de otro jalón de la contrarrevolución montada por Estados Unidos y el Consejo de Cooperación del Golfo(CCG) – grupo ultrareaccionario de satrapías fundamentalistas bajo el comando de Arabia Saudita- contra la rebelión de los pueblos árabes, que, con distintas variantes y resultados, se ha aplicado también en Túnez, Egipto, Bahrein, Yemen y Siria. Ha sido el megamillonario y ambicioso emirato de Quatar quien dentro del CCG ha dedicado sus mejores afanes a empujar la intervención “humanitaria” en Libia. Cuánta semejanza con el ataque burgués-aristocrático contra la Revolución de 1848.

Con una gran diferencia. Esta se desarrolló cuando el capitalismo entraba en una de sus mayores etapas de auge y necesitaba impulsar la producción aunque tuviera que hacer algunas concesiones a los trabajadores. La sublevación árabe, en cambio -como otros episodios de la rebelión juvenil internacional en curso-, estalla cuando el capitalismo sufre la peor crisis de su historia y su elite dirigente no muestra ningún interés en la mínima redistribución de riqueza.

La acción de la OTAN en Libia, y la que eventualmente aplicaría en Siria si lograra otra resolución del consejo de seguridad -¿o se irán por encima de este?- contradice los principios de soberanía, libre determinación de los pueblos, no intervención y solución pacífica de las controversias, codificados en la carta de la ONU gracias a la lucha de los pueblos contra el fascismo y el colonialismo.

En Libia, como ya ha ocurrido en Afganistán e Iraq la OTAN no va a llevar ninguna democracia -ni siquiera la meramente representativa ya cuestionada por los pueblos en rebelión- ni va a haber un minuto de paz en muy largo tiempo. Los imperialistas agresores de Libia odian la democracia real, verdadera, como gobierno del pueblo. Cegados por su arrogancia colonial no pueden tratar más que como subordinados y atrasados a los pueblos “de color”. La democracia que quieren para nuestros pueblos es su sumisión al ganador en la enconada disputa por el control territorial de los energéticos, el agua, el oro, otros minerales estratégicos y los alimentos.


aguerra_123@yahoo.com.mx


[Fuente: La Jornada]






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El gobierno español aprobará este viernes la «barra libre» de contratos temporales

In Actualidad, Economía, Laboral on 25 agosto, 2011 at 0:02

LOS ABUSIVOS «CONTRATOS DE FORMACIÓN» SE AMPLIAN HASTA LOS 30 AÑOS

Durante los próximos dos años habrá barra libre de contratos temporales, tal y como establece el gobierno español en el Real Decreto de Medidas Laborales que aprobará este viernes. El texto suspende durante dos años del artículo 15.5 del Estatuto de los Trabajadores, que limita el tiempo durante el que se pueden encadenar contratos temporales.

Es decir, desde la entrada en vigor de la norma no habrá ningún tipo de límite para que una misma persona tenga varios contratos temporales, consecutivos o no, incluso aunque todos sean en una misma empresa. Hasta ahora, los trabajadores que en un periodo de 30 meses hubieran estado contratados con dos o más contratos durante más de 24 meses (seguidos o no) en la misma empresa para cubrir el mismo puesto de trabajo o uno diferente tenían que pasar a ser trabajadores fijos.

El Estatuto de los Trabajadores señala también que la negociación colectiva vigilará «la utilización abusiva de contratos de duración determinada con distintos trabajadores para desempeñar el mismo puesto de trabajo cubierto anteriormente con contratos de ese carácter«. Todo eso quedará en agua de borrajas durante los próximos dos años. La medida afectará especialmente a los trabajadores que ya tengan o hayan tenido recientemente un contrato temporal: aunque ya lleven, por ejemplo, casi dos años con esta modalidad contractual, la empresa podrá seguir manteniéndoles como temporales, en lugar de hacerles indefinidos.

También se endurecen los contratos de formación. Hasta ahora, se formalizaban con jóvenes de entre 16 y 21 años, si bien la reforma laboral amplió la edad a 25 años hasta final de este año. Finalmente, esa modificación será definitiva. Además, durante los próximos dos años, este contrato podrá realizarse con jóvenes de hasta 30 años, según el borrador de real decreto.

Las empresas que, desde la entrada en vigor de la norma hasta final de 2013, registren estos contratos tendrán derecho a una reducción de las cuotas empresariales del 100% si tienen menos de 250 empleados y del 75% si tienen más. También los trabajadores contratados tendrán una reducción del 100% en las cuotas que pagan a la Seguridad Social.






El Banco Central Europeo, al margen de la ley y de sus propios principios

In Actualidad, Economía on 25 agosto, 2011 at 0:01

William K. Black


El Banco Central Europeo (BCE), por exigencia del gobierno alemán, fue creado con una sóla misión: la estabilidad de precios. Su monomisión representaba un explícito rechazo de la misión dual de la Reserva Federal estadounidense: estabilidad de precios y pleno empleo. La explicación habitual de esa opción es la inveterada fobia de Alemania a la inflación, una fobia nacida de la terrible experiencia de la República de Weimar con la hiperinflación. La hiperinflación desacreditó a la República, y suela culpársela de los éxitos electorales de Hitler.

Sin embargo, hay que ser cauto con esa explicación, pues no fueron las exigencias de la poblaciónn alemana lo que empujó a la creación del BCE. La creación del euro llevó a la creación del BCE. Las encuestas mostraban que, de haber prevalecido la opinión pública alemana, Alemania habría rechazado ampliamente la adopción del euro. Los empresarios alemanes, particularmente los bancos, empujaron a Alemania a adoptar el euro, asegurándose de que la población alemana no pudiera votar sobre la creación del euro y la adopción de esta moneda por Alemania.

La banca alemana no se fiaba de Italia, y exigió que la única misión encargada al BCE fuera la de prevenir la inflación (más precisamente: cualquier inflación por encima de un 0,5% anual). El BCE tenía que desempeñarse estrictamente conforme a la línea de guerra santa antiinflacionista del Banco Central alemán. El diseño de un BCE exclusivamente centrado en frenar la inflación creó tensiones políticas con Francia, el socio de Alemania en la dirección de la UE. Francia exigió con éxito que el primer director del BCE sirviera sólo la mitad de un mandato, siendo sucedido por un funcionario francés. La obsesión alemana con evitar hasta una modestísima inflación era, sin embargo, compartida por muchos banqueros centrales, independientemente de su nacionalidad, de modo que estos veteranos actuaron como si de conservadores banqueros centrales alemanes se tratara.

El BCE  se jactó de su monovisión y afirmó su superioridad sobre el modelo estadounidense. La monomisión era la perfecta compañía para el ascendente culto rendido a la teoría económica teoclásica.  El uso activo de la política fiscal para contrarrestar las recesiones se convirtió en anatema, un instrumento del diablo keynesiano. El dogma teoclásico era tan claro como arrogante: 1) los gobiernos democráticos tienen incentivos perversos para buscar niveles de desempleo bajos; los cuales 2) crean un sesgo político-económico inflacionario, que 3) sólo puede contrarrestarse disponiendo de un banco central rigurosamente independiente, instituido 4) con una monovisión estatutariamente fijada que lo oriente exclusivamente a la prevención de la inflación cualquiera que se el impacto a corto plazo de eso en el desempleo 5) con una creencia inamovible en la idea de que acabar con la inflación minimiza automáticamente el desempleo a largo plazo.

En substancia, el BCE declaraba que la inflación causa recesiones y que los incrementos salariales traen consigo la inflación. El dogma del BCE sobre el desempleo es internamente contradictorio. El BCE (generalmente) creía en la Curva de Phillips: reducir el desempleo inevitablemente incrementa la inflación, y una devoción fanática por el mantenimiento de la estabilidad de precios maximiza el empleo.

El problema, según no pocos economistas observaron cuando se creó el euro, es que esas políticas del BCE, sumadas a las severas restricciones (precisamente en plena recesión) del pacto de la UE por “el crecimiento y la estabilidad”, llevarían ineluctablemente a la crisis cuando la UE se enfrentara a una recesión grave. Los economistas críticos del euro señalaron en su día que el escenario más desagradable sería una recesión de harto mayor gravedad en la periferia que en el centro, pues las políticas del BCE se fijarían por el núcleo franco-alemán, con mínima participación de la periferia. El núcleo exigiría austeridad, lo que atenazaría a una periferia incapaz de devaluar, dada la adopción del euro, e incapaz de adoptar políticas fiscales contraciclicas, dado el oximorónico pacto de “crecimiento y estabilidad”. En una recesión grave, eso expondría a los países periféricos a ataques a su deuda pública. Las naciones que adoptan el euro ceden su soberanía fiscal y su soberanía monetaria. La teoría del euro y del BCE significaba dejar que los pueblos de la periferia flotaran lánguidamente en el aire en caso de una recesión grave.

El BCE se jactaba realmente de su política de indiferencia hacia el sufrimiento de los periféricos. El BCE se revelaba en su insistencia en lo que podría llamarse “amor bronco” por esa periferia meridional de que no hay que fiarse ni un pelo. La inhumanidad de la monomisión del BCE era intencionada. Sin embargo, las consecuencias no intencionadas de la monovisión del BCE amenazan la supervivencia del euro  del propio BCE. En efecto, las consecuencias no intencionadas muestran las graves limitaciones de la devoción franco-alemana por crear una “Unión Europea cada vez más unida”. La Gran Recesión ha mostrado que los alemanes y los franceses nunca se sintieron realmente parte de una nación europea, nunca creyeron estar tratando con connacionales necesitados. No; se les requirió para rescatar a griegos indolentes, a irlandeses holgazanes y a irrelevantes portugueses. La disposición de los dirigentes alemanes a rescatar la periferia no tiene prácticamente nada que ver con la solidaridad de la UE y tiene prácticamente todo que ver con el rescate de la banca alemana a través de un mecanismo “indetectable por radar”.

Ineluctablemente, el BCE tendrá que realizar cuatro tareas, si se quiere evitar que el euro vaya de crisis en crisis, hasta el colapso. Además de luchar contra la inflación grave, el BCE tiene que: 1) minimizar el desempleo; 2) servir como prestador de última instancia a las naciones miembro y a los bancos, 3) hacer las veces de “regulador de toque de atención” para prevenir la epidemia del control fraudulento de la contabilidad en los bancos de la UE que hiperhincharon burbujas financieras, generaron la insolvencia de los mayores bancos de la UE y causaron las crisis financieras que provocaron el colapso de centenares de mercados financieros trayendo consigo la Gran Recesión. Sin embargo, bajo sus actuales estatutos monovisión, al BCE no le está permitida la realización de estas otras tres tareas. Con todo y con eso, la perspectiva de quedarse colgado en un par de semanas (si no menos) aguza las prodigiosamente las mentes de los banqueros centrales de Francfort. Una y otra vez, el BCE ha saltado por encima de sus principios y se ha saltado la ley por la que se rige su misión. La necesidad ha forzado al BCE a adoptar la función de prestador de último recurso y a meterse la harina –substancialmente económica, con independencia de la estructura nominal— del rescate de bancos y de países miembros.

No obstante, el BCE permanece indiferente al desempleo de la periferia. En efecto, la exigencia del BCE de programas de austeridad (en Irlanda) que nuestra CIA llamaría “draconianos”  es la principal causa del aumento del desempleo en buena parte de la periferia. Las políticas procíclicas del BCE son económicamente analfabetas y no harán sino generar crisis económicas y políticas recurrentes en la periferia, políticas que no tardarán en traer al poder político a algunos de los más odiosos extremistas políticos de la UE. Si el BCE sigue con sus políticas procíclicas, lo que obtendrá es una década perdida en la periferia y la salida del euro de varias naciones.

El BCE sigue ciego a la necesidad perentoria de asegurar una regulación financiera efectiva, señaladamente de las instituciones sistémicamente peligrosas (ISPs), si el euro y el propio BCE quieren mantenerse a flote con eficacia. El control contable fraudulento impulsa las crisis en varias naciones europeas. Esas crisis ponen en peligro a la UE, al BCE y al euro. Los reguladores deben poner fin a la “dinámica de Gresham”, causante de que el mal comportamiento ético expulse la buen comportamiento ético de los mercados financieros. La regulación financiera de la UE está aquejada de lo que los autores del libro Guaranteed to Fail  [Una caída garantizada] (Princeton, 2011) llaman la “carrera hacia el abismo”. Esa perversa carrera hacia políticas antirregulatorias no puede quebrar la “dinámica de Gresham” creada por el fraude del control contable, que lleva a burbujas financieras hiperhinchadas y al fraude endémico. Las naciones por sí solas no pueden romper la “dinámica de Gresham”. Pueden desplazar el fraude hacia otras naciones haciendo de “reguladores de toque de atención”, pero no pueden proteger a la UE. Solo el BCE está en situación de suministrar la regulación efectiva capaz de romper la dinámica de Gresham en el conjunto de la UE.

Como era predecible, el BCE se ha saltado sus principios y ha rebasado la monomisión de la que tanto se jactaba. Su monomisión pone en peligro la capacidad para responder a la crisis de la deuda (no tan) soberana de la periferia y a las crisis de deuda privana y pública de los bancos europeos. El BCE necesita saltarse sus principios y la ley para reducir el grave desempleo y el terrible sufrimiento económico causado por la actual crisis, convirtiéndose en el efectivo regulador capaz de prevenir o al menos mitigar seriamente las crisis venideras.


(*) Wiliam Black, uno de los mayores penalistas norteamericanos vivos, es un especialista en delitos económicos, particularmente, financieros. Fue el director ejecutivo del Instituto para la Prevención del Fraude entre 2005 y 2007. 


[Traducción para www.sinpermiso.info: Ramona Sedeño]




El capitalismo senil

In Actualidad, Economía on 25 agosto, 2011 at 0:00

Miren Etxezarreta


Los medios de comunicación nos inundan con temas financieros: deudas, evaluaciones de agencias, tipos de interés, primas de riesgo, las probables consecuencias de todo ello, etcétera. Intentemos mirar más allá de estas apariencias y probemos a detectar algunos aspectos de lo que realmente significa el sistema económico en el que vivimos. Fundamentos que son iguales desde la consolidación del capitalismo, pero que ahora se muestran en toda su crudeza.

En primer lugar, aparece con fuerza la idea de que el sistema es totalmente tributario del crédito. No se debe olvidar que el crédito supone que se gasten en el presente los recursos del futuro. El capitalismo actual no puede subsistir, no tiene capacidad de reproducirse a sí mismo más que utilizando más y más recursos del futuro, dando saltos adelante hacia el vacío. Es también un sistema dirigido por unos agentes que controlan lo que llaman mercados, cuyo único objetivo es obtener el máximo beneficio para ellos. Esto siempre ha sido así en el capitalismo, pero ahora se hace explícito y adquiere la máxima legitimación. No les preocupa el crecimiento, la producción o el empleo. El mayor o menor bienestar para la población que el sistema pudiera generar subsidiariamente ha de estar totalmente subordinado a los fines de estos agentes.

Quienes dominan los mercados –unos pocos agentes financieros de enorme poder–, y quienes trabajan para ellos –unas agencias de evaluación cuyo carácter arbitrario y especulativo está ampliamente demostrado– parecen ser quienes controlan el mundo. Tres grandes agencias oligopolísticas dictaminan las decisiones del capital, estructurado en muy pocos pero imponentes conglomerados financieros. El resto de poderes están difuminados, debilitados, incapaces de controlar a estos grandes operadores mundiales. En todos los casos, los mercados y sus agentes dictarán la política que consideren adecuada, que consiste esencialmente en dar todas las facilidades al capital global. Muy pocas personas con inmenso poder someten al mundo.

Las estructuras políticas que llamamos democráticas y por las que los países más ricos se rigen desde hace 200 años están siendo cada vez más marginadas. Esta crisis está desvelando con claridad el papel instrumentalizado y subordinado de la política. El poder económico dictamina la política. Los poderes políticos se encuentran impotentes para domeñar estos poderosos agentes, para regular la vida económica, mucho más para dirigirla. Los mercados imponen la orientación económica y la vida política está cada vez más supeditada a sus indicaciones. Es cada vez más dictatorial y está alejada de cualquier objetivo relacionado con el bien común. Las contradicciones entre distintos tipos de capital aumentan. El capital financiero cada vez deja menos espacios para el ámbito de lo real. La producción de riqueza real, la capacidad de producir bienes y servicios, tiene cada vez menos importancia en los objetivos de quienes toman las decisiones, se ha convertido en mero instrumento de la acumulación financiera. No importa si cumplir los objetivos financieros supone deteriorar grave y permanentemente la capacidad de producir riqueza. El único objetivo es el de aumentar la riqueza financiera, el dinero del que se pueden apoderar, aunque esta impresionante acumulación de riqueza consista en poco más que en complicadísimas anotaciones contables de capitales ficticios. El capital financiero fagocita a las fuentes reales de producción de riqueza y en el proceso se devora a sí mismo, pues sólo se produce riqueza en la esfera de lo real.

Este capitalismo es cada vez menos capaz de distribuir la riqueza que se genera de forma que proporcione unos niveles de vida adecuados. La explotación de muchos por muy pocos es cada vez mayor y a su vez genera contradicciones que dificultan el mantenimiento del sistema. La población cada vez puede esperar menos que el empleo le proporcione niveles de vida adecuados, no puede hacer un proyecto para su vida: vivirá cada vez peor y más subordinada a la riqueza de unos pocos. Ni económica ni ideológicamente se legitima el sistema, y de ahí que intensifiquen el recurso a la represión.

Es la dinámica de un sistema insaciable que necesita devorar más y nuevos recursos –humanos, naturales, financieros– cada día. Todas las medidas son insuficientes. Controladas las periferias, tratan ahora de apoderarse del centro del sistema: se hunde la periferia europea más débil, después van a por España e Italia, se comienza a mencionar a Bélgica e incluso a la potente Francia. Por primera vez se pone en cuestión la fortaleza de Estados Unidos. Algunos afirman que son los síntomas de un importante cambio de poder: la decadencia del poder del hasta ahora centro a la consolidación del poder de los países emergentes. En cualquier caso, el sistema es cada vez más inestable, cualquier cambio lo altera, las turbulencias son crecientes y no cesan. Las crisis, más frecuentes.

¿Puede mantenerse, sobrevivir, un sistema de estas características?, ¿o asistimos más bien a la inviabilidad del capitalismo, fagocitado el poder por sus mismas fuerzas? ¿Es Saturno devorando a sus hijos por miedo a perder el poder? Lo que está muy claro es que toda está dinámica es muy perjudicial para las poblaciones y los países. Llevamos años asistiendo a una enorme reestructuración del poder que ha conducido a la última crisis, de la que no está nada claro que se esté consiguiendo salir. Nada podemos esperar del capitalismo senil que está dispuesto a las mayores crueldades para mantenerse. Estamos en la cubierta del Titanic plenamente conscientes del hundimiento. La única posición lógica es trabajar para lograr cuanto antes un sistema alternativo.

Muy pocas personas con inmenso poder controlan el mundo.


(*) Miren Etxezarreta es Catedrática emérita de Economía Aplicada de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB)


[Fuente: Público]