Editorial de
Diario del Pueblo
Después del ataque armado de los rebeldes de Libia en el área de Trípoli, la guerra está llegando a su fin. Sin embargo, la lucha que duró más de cinco meses tendrá un impacto sobre la situación en el Asia occidental y África del Norte durante un largo tiempo.
El resultado directo de esta guerra es la llegada de la era post-Gadafi. El fin de la acción militar no indica que Libia haya llegado a una nueva era libre y democrática. El gran desafío es un intento de superar las luchas tribales y las contradicciones internas en el campamento de los rebeldes. Además, los problemas de la destrucción de la infraestructura debido a la guerra y un número creciente de refugiados están estrechamente vinculados con el apoyo externo. El desarrollo histórico nunca es un proceso lineal y el nuevo ciclo político en Libia está lleno de incógnitas.
La guerra forzó a cambiar un montón de factores que influyen en la situación de Asia occidental y África del Norte. Las causas de los disturbios de principios de este año fueron nacionales: el pueblo exigía democracia, las manifestaciones estaban en contra de la dictadura y la desigual distribución de los ingresos.
La guerra que se inició como consecuencia de la intervención occidental, no respondió plenamente a las necesidades originales del pueblo libio, y los rebeldes fueron sólo una ficha de los países occidentales en el logro de sus objetivos estratégicos. Por un largo tiempo los países miembros de la OTAN no eran conscientes de la constitución de los rebeldes y cuál era su opinión, pero todo esto no impidió que la OTAN les ayudara con refuerzos militares. Los factores externos han complicado la ya difícil situación en la región.
Esta guerra tuvo un efecto negativo más que positivo. En 2003, Muammar Gadafi abandonó las armas de destrucción masiva, además siguió una posición de capitulación en la política y la economía, pero aún así fue sometido a los ataques militares por parte de Occidente. El supremo líder espiritual de la República Islámica de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, dijo recientemente en público que el comportamiento de Irán de no abandonar su programa nuclear es absolutamente correcto.
Putin también ha declarado públicamente que la guerra de Libia demuestra que Rusia sí necesita hacer esfuerzos para desarrollar armas y fortalecer la seguridad nacional. Esto refleja el lado negativo de las operaciones militares en Libia. Este modelo ha transmitido una señal fuerte a los países hostiles a Occidente: en el caso de oponerse a Occidente hay que o elegir un compromiso temprano, o recurrir al otro extremo. Lo único que se puede hacer es el desarrollo de su propias armas, sólo entonces será posible garantizar su seguridad. Esta segunda opción, refleja una tendencia creciente. Por lo tanto se ve el riesgo de retomar la “política de la jungla”.
Las diferentes partes implicadas tienen que estudiar los efectos negativos de la guerra de Libia. Algunos medios dicen que dentro de la OTAN se usa el término “éxito catastrófico” para describir la victoria. Evitar la guerra habría sido mucho mejor que pagar tanto precio por la victoria. Era necesario prestar la debida atención a los llamados de los distintos países para buscar una solución política al conflicto antes y durante la guerra. Es necesario reflexionar. A pesar de que no se puede reescribir la historia, podemos aprender de esta crisis para resolver problemas similares en el futuro.