Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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Nuevo recorte: contratos de «formación» hasta la jubilación

In Actualidad, Laboral on 12 septiembre, 2011 at 10:57

El PSOE ha registrado en el Senado español un paquete de enmiendas al proyecto de ley para la integración del Régimen Especial Agrario de la Seguridad Social en el Régimen General, en las que plantea que los límites de edad y duración establecidos para el nuevo contrato para la formación y el aprendizaje «no sean de aplicación» a aquellos suscritos en el marco de políticas activas de empleo dirigidas «a la cualificación o inserción laboral«.

La enmienda plantea que los topes de edad de entre 16 y 25 años -y hasta 30 años de manera transitoria hasta 31 de diciembre de 2013-, así como la duración mínima de un año y de dos como máximo, «no será de aplicación» cuando se enmarquen en «acciones y medidas que impliquen la realización de un trabajo efectivo en un entorno real y permitan adquirir formación o experiencia profesional«.

En la misma línea, propone que aquellos proyectos de empleo-formación promovidos por las comunidades autónomas, que sean aprobados o estén pendientes de aprobación en base a convocatorias efectuadas con anterioridad a la entrada en vigor del nuevo decreto ley de medidas laborales aprobado el pasado 26 de agosto, se puedan beneficiar de sus condiciones.

En la práctica esto supondrá la generalización a toda la vida laboral de los contratos de «formación» que precarizan la relación laboral, permite a las empresas no pagar la seguridad social y reduce el salario al 75%.






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La crisis y la lucha anticapitalista

In Actualidad, Comunicado on 12 septiembre, 2011 at 0:01

Comisión Política Nacional del
Partido Comunista Brasileño (PCB)

Las recientes caídas en los mercados de valores de todo el mundo y la crisis de la deuda pública de los países centrales se anuncian por la prensa como una nueva crisis, que interrumpe los intentos de recuperación de la economía mundial después de la «crisis de 2007/2008.» Estos analistas procuran a toda costa diferenciar el movimiento actual y mostrar que la economía privada va bien, el problema ahora es de  los países extremadamente endeudados, para los que la “salida” para el capitalismo debería ser el ajuste fiscal de los Estados, con los recortes en los gastos públicos y en los derechos de los trabajadores y jubilados. Esta visión cortoplacista, tan común a los ideólogos del capitalismo en los últimos años, nos permite percibir los problemas reales por los que pasa el capitalismo y deja claro que esta «crisis actual» no es más que la continuación y la profundización de la crisis sistémica en que se encuentra el capitalismo desde la década de 1990.

Lo que ocurre hoy es consecuencia directa de las medidas adoptadas hace dos años para tratar de salvar al gran capital financiero y a los grandes bancos que especularon y drenaron enormes cantidades de valores producidos, en un movimiento irracional de acumulación ficticia a escala global. Cuando la crisis sistémica del capitalismo se hizo ver claramente con el colapso de los fondos especulativos en 2007 y 2008, llevando a la quiebra grandes bancos e instituciones de inversión que actuaban en los mercados de valores privados (sobre todo en EEUU y Europa), los Estados utilizaron su arsenal monetario para salvar a estos bancos y fondos. En la práctica, los Estados asumieron los valores basura que aparecieron después de la juerga financiera del sector privado y transfirieron las pérdidas privadas al sector público. Ahora, la burguesía quiere sacrificar aún más a la población con  ajustes fiscales por parte de los Estados.

En aquel momento, hubo una práctica unanimidad en pensar que comenzaría el «principio del fin» del neoliberalismo y que las políticas públicas keynesianas volverían a dominar la escena económica, con los Estados volviendo a intervenir fuertemente en la economía, con los bancos centrales actuando como prestamistas en última instancia. Muchos alimentaron ilusiones de que tendríamos un nuevo ciclo de crecimiento económico como el que se verificó en la posguerra, cuando los mercados financieros fueron dominados por las políticas públicas que elevaban los salarios y el bienestar de los trabajadores, además de aumentar la rentabilidad de las empresas productivas. Esto no ocurrió, la juerga especulativa continuó, y los «reformadores» no han conseguido regular el «mercado libre».

La crisis es de todo el sistema capitalista, mucho más profunda de lo que la simple oscilación de las bolsas de valores permite vislumbrar. El capitalismo es un sistema en el que la producción de riqueza es colectiva y la apropiación es privada, cada vez más concentrada y, mediante la competencia en los mercados libres, los capitales compiten por tasas de apropiación de la riqueza cada vez más elevadas. Ocurre que el capital no se reproduce solo. Es el trabajo productivo, humano y desempeñado en el proceso de producción de mercancías el que produce la riqueza. Cuanto más se concentra el capital y se aplasta el trabajo, menos valor nuevo se produce, provocando crisis de acumulación que pueden ser cíclicas, cuando hay posibilidades de reanudación de las inversiones productivas y de nuevos ciclos de empleo y de producción de valor, o puede llegar a un estadio en el que  las posibilidades de salida para la reanudación de la acumulación de capital encuentran obstáculos que, para ser superados, llevan a la barbarie.

Lo que vemos hoy es la expresión de una crisis estructural mucho más grave que cualquier crisis cíclica anterior.

Es estructural, porque tiene un carácter universal. La crisis no se circunscribe a una determinada rama de la producción, o estrictamente financiera; y no implica sólo un determinado número de países; asumió una línea cronológica continua y secuencial, a diferencia de los periodos de crisis cíclicas en que, después de cierto tiempo, los capitalistas podían superar sus contradicciones más inmediatas.

Los capitales ya no consiguen salir de la pura especulación ficticia y volver a la esfera de la producción de valor. Incluso en esta esfera, dado el grado de producción a escala mundial, la  utilización de los recursos humanos y ecológicos en todo el mundo, la reanudación del desarrollo capitalista sólo ocurrirá con la profundización de la barbarie, tanto ecológica como humana. Para retornar las tasas de beneficio, el capital va a procurar aplastar a los trabajadores en procesos productivos cada vez más intensos y brutales, a fin de extraer el máximo de plusvalía absoluta y relativa. Si no es frenado por una fuerte resistencia a nivel mundial, el imperialismo va a explotar los recursos naturales hasta la imposibilidad de continuar con la reproducción de la vida humana en la tierra.

En el plano de la coyuntura, después de librarse de las deudas incobrables producidas por el ciclo de créditos baratos y especulación desenfrenada de los años 2008/2010, los capitalistas ahora quieren extraer de los fondos públicos de los Estados los recursos para continuar su camino de la acumulación ficticia. Quieren que los Estados que honren con sus deudas públicas (aumentadas en un intento de salvar bancos y fondos), paguen intereses y transfieran recursos procedentes de los impuestos sobre los trabajadores al sector privado. Por eso quieren el ajuste fiscal, recortes del gasto público social, exenciones de impuestos en las nóminas, reducción de salarios y pensiones, más privatización en salud y educación. En definitiva, quieren un Estado mínimo para el pueblo y el máximo para el capital.

Los trabajadores de los países centrales también están pagando la crisis. Ya penalizados con el desempleo y el elevado endeudamiento de las familias, tendrían que pagar aún más por renunciar a una mínima estructura de bienestar, ya bastante debilitada por las reformas en las políticas públicas. Las manifestaciones en Grecia, España, Francia, EEUU, Inglaterra, demuestran la insatisfacción de los pueblos con estas políticas. Los trabajadores y el pueblo salen a las calles, destrozan edificios públicos, incendian casas y coches, marchan por las principales ciudades y capitales.

Estas resistencias espontáneas de los pueblos no encuentran fuerzas y frentes políticos organizados capaces de canalizar su energía y revuelta en un movimiento verdaderamente transformador y revolucionario. Los partidos comunistas y obreros se encuentran en reconstrucción y, en su mayoría, aún no se han convertido en una vanguardia que pueda promover la transformación de todo el sistema a un nuevo nivel de vida. De esta forma, la represión se hace brutal y el aparato represivo del Estado es dirigido contra la población, provocando verdaderas guerras internas que pueden dar lugar a un creciente movimiento de corte político fascista, totalitario y aún más opresor.

La concentración de renta verificada en el mundo en las últimas décadas ha contribuido a desviar de la lucha política a la parte despolitizada de los trabajadores con mayor estabilidad contra sus compañeros precarizados y desempleados. Los movimientos xenófobos, las intolerancias religiosas, principalmente la «islamofobia», y las acciones contra los más pobres crecen en todo el mundo, creando un escenario propicio para el crecimiento de las organizaciones y las acciones fascistas.

Además de eso, los Estados imperialistas centrales necesitan cada vez más promover sus guerras contra países que poseen recursos naturales valiosos. La guerra imperialista actual dejó de ser una acción coordinada de los países centrales a través de la ONU, para asumir la forma de guerras de intereses particulares de cada país, una federalización de la ONU. EEUU ataca Irak y Afganistán, mientras que Francia ataca a Libia, y Rusia ataca las ex repúblicas soviéticas. Pero las principales guerras que se vislumbran son las nuevas guerras civiles dentro de los países, con los aparatos represivos de los Estados contra su población trabajadora y la reducción de las libertades democráticas.

Esta nueva ofensiva belicista e imperialista, a su vez, asume un carácter de redefinición de la geopolítica de dominación de mercados y reservas por parte de las principales potencias capitalistas, al mismo tiempo que cumple el papel de fomento de una amplia cadena productiva vinculada a la industria bélica y a la necesidad de control ideológico de las masas trabajadoras, transfiriendo las tensiones a los enemigos fabricados por los medios de comunicación.

La llamada «guerra contra el terror» ha servido, desde el 11/09/2001, como instrumento de justificación para el aumento de gastos en la industria bélica y válvula de escape de las tensiones internas causadas por la crisis capitalista. Republicanos y Demócratas se han turnado en el poder en EEUU, pero mantienen la misma tónica en los últimos diez años.

En este mundo convulso, Brasil no es inmune a la crisis. La diferencia es que, en este momento, la crisis sistémica que afecta a los países centrales abrió espacio para un pequeño periodo de crecimiento económico y oportunidad de inversiones productivas en algunos países subdesarrollados y en desarrollo. Brasil está recibiendo significativos volúmenes de inversiones productivas y especulativas, tiene un elevado saldo de reservas internacionales y una aparente tranquilidad económica.

Este escenario está repleto de contradicciones específicas, ya que, en parte, el crecimiento económico está anclado en la política de concesión de crédito fácil a intereses exorbitantes, que comprometen una gran parte de los ingresos de los trabajadores, forzando a muchos a entrar en una auténtica vorágine de endeudamiento personal.

Así mismo, los ideólogos del Capital predican la barbarie cuando, en todo momento, claman por ajuste fiscal, reformas laborales y sociales, reducción de la participación de la financiación pública para atender a los trabajadores, como forma preventiva de crear un «consenso» entre la población brasileña de que días peores vendrán; por lo tanto, deben conformarse desde ahora y no actuar como los «vándalos» del hemisferio norte.

De esta forma, la acción política está, aparentemente, encorsetada entre políticas que profundizan la barbarie o políticas reformistas para «mejorar» el capitalismo. Nosotros no creemos en esta dicotomía, son dos caras de una misma moneda falsa. El capitalismo no tiene otra contribución que hacer a la humanidad y ninguna concesión va a hacer al proletariado. Por lo tanto, enfrentar esta crisis es enfrentar el capitalismo, la lucha política que debemos afrontar es la lucha anticapitalista con la mayor urgencia. En todo el mundo, los trabajadores se deben organizar y movilizar sus acciones en la perspectiva de, valientemente, mostrar su fuerza en la lucha contra el capitalismo y la barbarie producida por el sistema. Cada vez más son necesarias acciones radicales, superando la ilusión de que la lucha exclusivamente parlamentaria o restringida al ámbito sindical dará lugar a un mejor nivel de vida. Es preciso hacer avanzar la lucha por la construcción de la sociedad socialista,  en la dirección del comunismo.

¡Atreverse a luchar, atreverse a vencer!


Septiembre de 2011






Cómo los hombres de Al-Qaeda llegaron al poder en Libia

In Actualidad, África on 12 septiembre, 2011 at 0:00

Thierry Meyssan

En los años 1980, la CIA incita a Awatha al-Zuwawi a crear, en Libia, una oficina destinada al reclutamiento de mercenarios para su posterior envío a Afganistán, donde participarán en la yihad contra los soviéticos. A partir de 1986, los reclutas libios comienzan a entrenarse en el campamento de Salman al-Farisi, en Pakistán, bajo el mando del millonario anticomunista Osama ben Laden.

Más tarde, cuando Ben Laden se va a Sudán, los yihadistas libios lo siguen. Ya en Sudán, estos elementos se reagrupan dentro de su propio sistema. A partir de 1994, Osama ben Laden envía yihadistas libios de regreso a su país con la misión de asesinar a Muammar el Kadhafi y de derrocar la Yamahiria Popular y Socialista.

El 18 de octubre de 1995, el grupo [enviado a Libia] se estructura bajo el nombre de Grupo Islámico Combatiente en Libia (GICL). Durante los 3 años posteriores, el GICL realiza 4 intentos de asesinato contra Muammar el Kadhafi y trata de crear un movimiento armado en las montañas del sur de Libia. En respuesta, el ejército libio –bajo las órdenes del general Abdel Fattah Yunes– lleva a cabo una campaña de erradicación de dicho movimiento y la justicia libia emite una orden de arresto contra Osama ben Laden, orden que INTERPOL difunde a partir de 1988.

Según el agente del contraespionaje británico David Shayler, el desarrollo del GICL y el primer intento de asesinato contra Muammar el Kadhafi organizado por Al-Qaeda son financiados con una suma de 100 000 libras por el MI6 británico [1].

Libia es en ese momento el único Estado del mundo que busca a Osama ben Laden, quien aún dispone oficialmente de respaldo político en Estados Unidos a pesar de haber expresado su oposición a la operación «Tormenta del Desierto».

Como resultado de las presiones de Trípoli, Hasan el-Turabi expulsa de Sudán a los yihadistas libios. Estos trasladan sus infraestructuras a Afganistán, donde instalan el campamento de Shaheed Shaykh Abu Yahya, precisamente al norte de Kabul. Ese campamento se mantiene en funcionamiento hasta el verano de 2001, momento en que fracasan las negociaciones que Estados Unidos mantiene con los talibanes en Berlín para la construcción de un oleoducto a través de Afganistán. El mollah Omar, quien ya se prepara para la invasión anglosajona, exige entonces el control directo de aquel campamento.

El 6 de octubre de 2001, el GICL es incluido en la lista del Comité de Aplicación de la resolución 1267 del Consejo de Seguridad de la ONU, lista en la que aún figura actualmente. El 8 de diciembre de 2004, el GICL es incluido en la lista de organizaciones terroristas del Departamento de Estado de Estados Unidos, en la que aún figura en este momento. El 10 de octubre de 2005, el ministerio británico del Interior prohíbe el GICL en el territorio británico, medida que aún se mantiene en vigor. El 7 de febrero de 2006, el Comité de la ONU impone sanciones a 5 miembros del GICL y a 4 empresas vinculadas a ese grupo que, sin embargo, siguen operando impunemente en el Reino Unido bajo la protección del MI6.

La tendencia yihadista se organiza precisamente durante la «guerra contra el terrorismo». La expresión «Al-Qaeda», utilizada para designar una gran base de datos que servía a Osama ben Laden para escoger a los mercenarios que necesitaba para determinadas misiones, se convierte poco a poco en el nombre de un grupúsculo cuyo tamaño disminuye a medida que va estructurándose.

El 6 de marzo de 2004, el nuevo jefe del GICL, Abdelhakim Belhaj, quien había luchado junto a Osama ben Laden en Afganistán [2] y en Irak, es arrestado en Malasia y trasladado a una prisión secreta de la CIA en Tailandia, donde se le aplica el llamado suero de la verdad y es torturado. Como resultado de un acuerdo entre Estados Unidos y Libia, Belhaj es repatriado a Libia, donde es nuevamente sometido a la tortura, pero por parte de agentes británicos, en la cárcel de Abu Salim.

El 26 de junio de 2005, los servicios secretos occidentales organizan en Londres un encuentro de opositores libios. Allí conforman la «Conferencia Nacional de la Oposición Libia» mediante la unión de 3 facciones islámicas: los Hermanos Musulmanes, la Hermandad de los Senussi y el GICL. El manifiesto adoptado establece 3 objetivos:

· derrocar a Muammar el Kadhafi;
· ejercer el poder durante un año (bajo el nombre de «Consejo Nacional de Transición»);
· reinstaurar la monarquía constitucional de 1951 y proclamar el Islam como religión del Estado.

En julio de 2005, Abu al-Laith al-Liby se fuga –de manera absolutamente increíble– de la prisión de alta seguridad de Bagram, en Afganistán, y se convierte en uno de los jefes de Al-Qaeda. Llama entonces a los yihadistas del GICL que aún no lo han hecho a unirse a Al-Qaeda en Irak. Los libios se hacen mayoritarios entre los kamikazes de Al-Qaeda en Irak [3]. En febrero de 2007, Al-Liby dirigió un espectacular ataque contra la base de Bagram en momentos en que el vicepresidente estadounidense Dick Cheney se disponía a visitarla. En noviembre de 2007, Ayman al-Zawahiri y Abu al-Laith al-Liby anuncian la fusión del GICL con Al-Qaeda.

Abu al-Laith al-Liby se convierte en segundo de Ayman al-Zawahiri y, por consiguiente, en el segundo al mando de Al-Qaeda ya que nada se sabe en ese momento de Osama ben Laden. Un avión sin piloto de la CIA mata a Al-Liby a fines de enero de 2008.

Durante el periodo 2008-2010, Saif al-Islam Kadhafi negocia una tregua entra la Yamahiria y el GICL. Esta organización publica un largo documento, Estudios correctivos, en el que admite haber cometido un error al llamar a la yihad contra los creyentes de su propia religión en un país musulmán. En tres oleadas sucesivas, la Yamahiria concede una amnistía a todos los miembros de Al-Qaeda y estos son liberados con una sola condición: que renuncien por escrito a la violencia. De un total de 1 800 yihadistas, sólo un poco más de un centenar rechazan el arreglo y prefieren permanecer en la cárcel.

Ya liberado, Abdelhakim Belhaj abandona Libia y se instala en Qatar.

A principios de 2011, el príncipe saudita Bandar ben Sultan emprende una serie de viajes con vistas a reactivar Al-Qaeda ampliando su reclutamiento, hasta entonces exclusivamente árabe, a los musulmanes del Asia central y del sudeste asiático. Varias oficinas de reclutamiento se abren entonces en Malasia [4]. Los mejores resultados se obtienen en Mazar-i-Sharif, donde más de 1 500 afganos se enrolan para emprender la yihad en Libia, en Siria y en Yemen [5]. En sólo unas semanas, Al-Qaeda, que ya por entonces no era más que un grupúsculo agonizante, logra alinear más de 10 000 hombres. El reclutamiento resulta excepcionalmente fácil en la medida en que los yihadistas son los mercenarios más baratos de todo el mercado.

El 17 de febrero de 2011, la «Conferencia Nacional de la Oposición Libia» organiza en Benghazi el «día de la cólera», que marca el comienzo de la guerra.

El 23 de febrero, el imam Abdelkarim Al-Hasadi proclama la creación de un emirato islámico en Derna, la ciudad más integrista de Libia, de la que provienen la mayoría de los yihadistas convertidos en kamikazes de Al-Qaeda en Irak. Al-Hasadi es un viejo miembro del GICL y fue torturado por los estadounidenses en Guantánamo [6]. El emir Al-Hasadi implanta el uso obligatorio de la burqa [El velo islámico para las mujeres Nota del Traductor.] y restablece los castigos corporales. El emir organiza además su propio ejército, cuyos primeros miembros serán varias decenas de yihadistas, y rápidamente reúne más de un millar de estos.

El general estadounidense Carter Ham, comandante del AfriCom, a cargo de la coordinación de la operación aliada en Libia, expresa su inquietud señalando que entre los rebeldes a los que se le ordena proteger hay yihadistas de Al-Qaeda que han matado soldados estadounidenses en Afganistán e Irak. La misión pasa entonces a manos de la OTAN.

En la región libia de Cirenaica, ya «liberada», los hombres de Al-Qaeda siembran el terror, cometiendo masacres y practicando la tortura. ¿Su especialidad? Degollar a los partidarios de Kadhafi y arrancarles un ojo, además de amputarles los senos a las mujeres que consideran impúdicas. El abogado de la Yamahiria, Marcel Ceccaldi, acusa a la OTAN de «complicidad con crímenes de guerra».

El 1º de mayo de 2011, Barack Obama anuncia que Osama ben Laden –de quien no se tenían noticias creíbles desde hacía más de 10 años– ha sido eliminado en Abbottabad, Pakistán, por el comando 6 de los Navy Seals. Este anuncio permite cerrar el expediente de Al-Qaeda y dar una nueva imagen a los yihadistas para convertirlos nuevamente en aliados de Estados Unidos, como en los viejos tiempos de las guerras de Afganistán, Bosnia Herzegovina, Chechenia y Kosovo [7]. Todos los miembros del comando 6 de los Navy Seals mueren el 6 de agosto al estrellarse su helicóptero.

Abdelhakim Belhaj regresa a su país [Libia] en un avión militar de Qatar al comienzo de la intervención de la OTAN. Asume el mando de los hombres de Al-Qaeda en las montañas del Djebel Nefussa. Según el hijo del general Abdel Fattah Yunes, es el propio Belhaj quien ordena, el 28 de julio de 2011, el asesinato de su viejo enemigo, ahora convertido en jefe militar del Consejo Nacional de Transición. A la caída de Trípoli, Abdelhakim Belhaj abre las puertas de la cárcel de Abu Salim y libera a los últimos yihadistas de Al-Qaeda que se encontraban allí. Belhaj es nombrado gobernador militar de Trípoli y exige que la CIA y el MI6 le presenten excusas por la forma en que lo trataron en el pasado [8]. El Consejo Nacional de Transición lo pone a cargo de la creación del ejército de la nueva Libia.


NOTAS

[1] «David Shayler: “David Shayler: «Abandoné los servicios secretos británicos cuando el MI6 decidió financiar a los socios de Osama bin Laden»“» (En español, «David Shayler: “Me fui de los servicios secretos británicos cuando el MI6 decidió financiar a socios de Osama ben Laden»), Réseau Voltaire, 18 de noviembre de 2005.

[2] «Libya’s Powerful Islamist Leader», por Babak Dehghanpisheh,The Daily Beast, 2 de septiembre de 2011.

[3] «Ennemis de l’OTAN en Irak et en Afghanistan, alliés en Libye», (En español, “Enemigos de la OTAN en Irak y en Afganistán, aliados en Libia”) por Webster G. Tarpley, Réseau Voltaire, 21 de mayo de 2011.

[4] «La Contre-révolution au Proche-Orient», por Thierry Meyssan,Réseau Voltaire, 11 de mayo de 2011.

[5] «CIA recruits 1,500 from Mazar-e-Sharif to fight in Libya», por Azhar Masood, The Nation (Pakistán), 31 de agosto de 2011.

[6] «Noi ribelli, islamici e tolleranti», reportaje de Roberto Bongiorni,Il Sole 24 Ore, 22 de marzo de 2011.

[7] «Réflexions sur l’annonce officielle de la mort d’Oussama Ben Laden», por Thierry Meyssan, Réseau Voltaire, 4 de mayo de 2011.

[8] «Libyan commander demands apology over MI6 and CIA plot», por Martin Chulov, Nick Hopkins y Richard Norton-Taylor, The Guardian, 4 de septiembre de 2011.


[Fuente: Voltairenet.org]