Andrei Fediashin
La Cancillera alemana, Angela Merkel, nunca tuvo un otoño tan difícil como el de ahora, y eso que la temporada de tempestad política apenas empieza. Incluso suspendió su visita al Foro político celebrado los pasados 7 y 8 de septiembre en la ciudad rusa de Yaroslavl, donde tenía planeado entrevistarse con el presidente de Rusia, Dmitri Medvédev: en el Bundestag están previstas una serie de votaciones importantes que impiden a la cancillera ausentarse aunque sea sólo para un día.
El Parlamento debe aprobar una decisión sobre el futuro del euro, que, de hecho, equivale a tomar una decisión sobre el futuro de la Unión Europea y también el destino de la propia Merkel.
El 8 de septiembre tuvo lugar la votación en primera lectura de las enmiendas al proyecto de Ley sobre el Fondo de Estabilización Financiera de la UE. Y el último de esta serie de eventos parlamentarios será la sesión extraordinaria del Bundestag sobre los plazos de aprobación de dicha Ley.
DE LAS DERROTAS A VICTORIAS A MEDIAS
Este septiembre ha deparado a Angela Merkel un conjunto de problemas de carácter personal y político. El pasado 2 de septiembre falleció su padre. Dos días después su Partido, la Unión Demócrata Cristiana (CDU), perdió las elecciones al Parlamento del Estado federado de Merkel, Mecklemburgo-Pomerania Occidental, donde fue elegida por primera vez diputada del Parlamento en 1990.
A partir de ahora, sin embargo, el parlamento regional estará dominado por el partido en la oposición, el Partido Social Demócrata de Alemania (SPD). Es la cuarta región en la que la CDU ha sucumbido a sus rivales políticos.
Incluso la sentencia del Tribunal Constitucional, que el pasado 7 de septiembre declaró la constitucionalidad de la decisión del Gabinete de Merkel de asignar ayuda a Grecia, Irlanda y Portugal, que no están muy lejos de la bancarrota, no es en realidad más que un victoria a medias. A la Cancillera se le dijo que tenía razón, pero por si acaso le ataron las manos: el Tribunal completó su sentencia con una disposición que concede al Parlamento un mayor peso en la toma de decisiones de este tipo.
Lo cual significa que tiene que tomarse en consideración la opinión de los diputados: es decir, cualquier medida financiera tomada para salvar a los miembros de la eurozona de escasa disciplina financiera y relacionada con la moneda única dependerá de largos debates parlamentarios.
Merkel, fiel a su estilo, enseguida atacó a quienes la criticaba y después de la sentencia anunció que seguirá defendiendo al euro, porque “no es simplemente una moneda única, sino también la garantía de una Europa unida” que no tardará en venirse abajo sin el euro.
EL DESCONTENTO DE LOS ALEMANES Y LA REBELIÓN DE LOS ALIADOS
En rasgos generales la Cancillera está en lo cierto, pero los electores alemanes se resisten a pagar la falta de disciplina y la propensión al despilfarro de Grecia, Irlanda y Portugal, y posiblemente de Italia y España que tampoco están en muy buena situación con sus presupuestos y su deuda pública casi en saldo en rojo.
La ampliación de las potestades del Fondo de Estabilización Financiera de la UE, que se fija de momento en unos 750.000 millones de euros, de los cuales los países de la Unión Europea aportan 440.000 millones de euros y el resto corre a cargo del Fondo Monetario Internacional, incluye, entre otros aspectos, la posibilidad de comprar en el mercado secundario las obligaciones de los países con dificultades financieras, es decir, la financiación de su deuda.
La parte europea del Fondo debe aumentar de 440.000 millones a 780.000 millones de euros. La participación de Alemania subirá de unos 123.000 millones a unos 211.000 millones de euros.
Es decir, a Alemania le corresponde el 27.1% de la aportación al Fondo de estabilización y a Francia, el 20.4%. Lógicamente, a los alemanes les desagrada este hecho, aunque todos tengan claro que hay que salvar al euro, porque su caída sólo complicaría todavía más las cosas. Y no se puede permitir que la eurozona se desintegre, ahora que todos los países del mundo, lejos de superar la crisis económica global, temen que ocurra una nueva recaída.
La principal amenaza para Merkel, sin embargo, no proviene de la oposición socialdemócrata, sino de su propio partido y de sus aliados en la coalición de gobierno, los liberal-demócratas (la coalición gobernante actualmente en Alemania está compuesta por la unión CDU/CSU liderada por Angela Merkel y por el Partido Liberal Demócrata).
La oposición socialdemócrata ya anunciado su apoyo preliminar a las medidas para sostener al euro. Los aliados de Merkel, sin embargo, insisten en incluir en el proyecto de Ley sobre el Fondo de Estabilización un derecho de veto del Bundestag sobre todas las contribuciones alemanas al Fondo.
Según informa la revista Spiegel Online, en una primera votación en el Bundestag resultó que 14 diputados de la CDU/CSU se manifestaron en contra de la reforma, computándose 7 abstenciones.
En el Bundestag hay 620 escaños y la coalición de Merkel cuenta con 330. Para la aprobación de las propuestas para ampliar las posibilidades de acción del Fondo de Estabilización basta la mayoría simple, con lo que la Cancillera cuenta con un margen de maniobra muy estrecho.
Y por eso tiene que reforzar la disciplina entre sus diputados, para que voten todos en favor de la Ley. En caso contrario, la coalición podría fragmentarse, con la consiguiente necesidad de convocar elecciones anticipadas en lugar de las que deberían tener lugar en 2013.
Esto sería entregar la victoria al SPD en bandeja de plata, dado el malestar en sus propias filas y el descontento generalizado de la opinión pública alemana. Mientras que hasta el 2013 pueden todavía cambiar muchas cosas: la crisis del euro tampoco puede ser eterna.
SI EN CASA LAS COSAS VAN MAL, EN EUROPA TAMPOCO HAY MOTIVO PARA ALEGRARSE
Angela Merkel se halla ahora entre la espada y la pared. Además de sus problemas domésticos, se encuentra sometida también a una crítica muy intensa en Europa y, en general, en todos los medios financieros internacionales.
Se trata de una curiosa paradoja aparecida en esta situación de crisis de la deuda en la Eurozona y del euro en general: los medios de comunicación europeos y americanos critican a Merkel por su inacción, mientras que en Alemania le reprochan su diligencia.
Europa insiste en que la cancillera alemana reaccionó demasiado tarde a la crisis de la deuda en la Eurozona y que no está haciendo lo necesario para salvar la moneda única. Los alemanes, por su parte, empiezan a dar la espalda a la antaño adorada “Mutti” (mami), porque consideran que está dando demasiado dinero y demasiado pronto para salvar a los griegos, irlandeses y portugueses que a juicio de los alemanes, son muy poco serios.
Sin embargo, son pocos los que se han dado cuenta de que Berlín y París, en este contexto de malestar por los problemas del euro y de la deuda en la Eurozona, ya han empezado a llevar a cabo su viejo sueño de crear una Europa de dos velocidades. En la última cumbre celebrada en agosto en París, Merkel y Sarkozy acordaron homologar su política impositiva y la legislación correspondiente y reforzar la coordinación económica. Es decir, están preparándose para continuar solos el camino, aceptando, llegado el caso la compañía de Holanda y Luxemburgo… y los demás que aprieten el paso para si quieren alcanzarles.
Mientras tanto, el ministro alemán de Hacienda, Wolfgang Schäuble, hizo abiertamente alusión el 8 de septiembre al hecho de que nadie va retener a la fuerza a Grecia en la zona euro si los mismos griegos no son capaces de cumplir con las condiciones impuestas para el rescate y para su participación en la UE.
“En última instancia –declaró Schäuble en una entrevista a la cadena de ratio Deutschlandfunk– todo depende de Grecia: de si está en disposición de cumplir con las condiciones que implica estar en la zona de la moneda única. No estamos dispuestos a ofrecer más descuentos”. Nunca hasta ese momento había hablado con tanta claridad sobre el tema un responsable político alemán.
[Fuente: RIA Novosti]