Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

La incitación a la autoinmolación de monjes es un recurso desesperado del Dalai

In Actualidad on 13 noviembre, 2011 at 0:00

Editorial de
Diario del Pueblo


En lo que va de año, varios monjes budistas, incluidos algunos que ya habían colgado los hábitos, se prendieron fuego en templos de zonas habitadas por tibetanos, en la suroccidental provincia de Sichuan. Los gobiernos locales tomaron medidas oportunas para intentar salvarlos, enviándolos a hospitales. No por ello se ha visto afectado el orden social local y los suicidas han sido blanco de la crítica de los pobladores, incluidos los creyentes. Lo ocurrido ha estimulado a la camarilla de Dalai Lama para clamar por conmiseración hacia las víctimas, llamando incluso a que se siga su ejemplo de mártires.

Los suicidas son jóvenes a los cuales se ha envenenado ideológicamente, imbuyéndoles del espíritu escisionista del Dalai respecto al Tíbet, en tanto los lugareños deploran la pérdida de vidas jóvenes.

A excepción de un reducido número de sectas religiosas malignas y extremistas, todas las religiones del mundo subrayan el respeto a la vida y se oponen a la violencia, incluido el suicidio. Según el budismo, los humanos son los seres más inteligentes y es harto difícil alcanzar esa condición. Hay que apreciar la vida humana y dedicarse devotamente al cultivo de la espiritualidad. El buda dice que el enseñar a matar constituye una mayor delito que matar con las propias manos.

La camarilla de Dalai ha buscado “fundamentos” en la sutra budista para justificar sus llamados al suicidio con fuego. Su conducta es igual al asesinato y procura convertir el budismo tibetano en una religión que propala el suicidio. El incitar al suicidio en busca de un propósito político no es para nada “acción no violenta”, sino una conducta terrorista violenta contraria al conocimiento intuitivo y la moralidad de la humanidad, conducta que debe ser repudiada en lo moral y castigada según la ley.

Al comentar el suceso, algunas personalidades del sector religioso dicen que el suicidio es una violación muy grave de la disciplina monástica del budismo tibetano. El suicidio y autoflagelación son contrarios al budismo y a la naturaleza humana. Al instigar a otros a suicidarse, ciertos religiosos autodenominados “grandes maestros” desatienden su responsabilidad social e intentan empujar el budismo tibetano hacia un abismo.

The Guardian de Gran Bretaña comenta en una nota que el suicidio por fuego también es una acción violenta y contraria a los principios budistas. Su extensión echará por tierra los prolongados esfuerzos de decenios de Dalai para crear una imagen de no violencia. Chinesemedianet dice que Dalai y sus seguidores han convencido a monjes devotos para que se involucren en la lucha política, lo que constituye una blasfemia contra el espíritu budista.

Al instigar el suicidio de religiosos, la camarilla de Dalai intenta sabotear la buena situación del rápido desarrollo económico y la estabilidad social en el Tibet y las zonas habitadas por los tibetanos en las 4 provincias vecinas. El Lianhezaobao de Singapur dice que en comparación con la política étnica de otros países, la de China es muy magnánima y generosa para con las mencionadas zonas.

El conocimiento y conducta de Dalai están no se adaptan a la realidad. Esta camarilla está preocupada de que con el satisfactorio desarrollo de la situación, sus esfuerzos escicionistas fracasarán. Trata de aprovechar esta artimania demagógica para sembrar terror y crear disturbios en las zonas habitadas por tibetanos. Teme que el “problema del Tibet” quede marginado en el mundo.

En los últimos años, los diversos países han prestado mucha importancia al desarrollo de las relaciones con China, sin hacer caso del problema de “independencia del Tibet”. La camarilla de Dalai ha recurrido a los casos de suicidio para atraer la atención de la opinión pública internacional y granjearse el apoyo de ciertas fuerzas extranjeras. Además, intenta presionar las autoridades centrales de China para celebrar negociaciones con ella.

Tras el suceso, la camarilla de Dalai ha hecho declaraciones una y otra vez, pidiendo que el gobierno central chino celebre negociaciones cuanto antes con las llamadas “autoridades administrativas tibetanas o los representantes privados de Dalai”, en prevención de la repetición de la tragedia. E incluso advirtió de que “el diálogo es la única vía para resolver el problema”. Trata de crear una apariencia engañosa de que todavía puede tomar el suceso como forma de presionar al Gobierno central chino para que le haga concesión ante su posición escisionista de establecer una “gran zona tibetana” y gozar de una “autonomía de alto grado”.

El que la camarilla de Dalai instigue los suicidios y haga propaganda del suceso, lejos de demostrar su capacidad e influencia, ha puesto al descubierto su debilidad y carencia de salida. Todo apunta a que el Gobierno chino no hará concesiones y que las amplias masas de creyentes budistas no tolerarán sus artimañas. Al continuar jugando con la vida ajena e instigando la violencia, la camarilla Dalai da un paso más hacia su fracaso total.






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