Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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El liberalismo a contrapelo

In Actualidad, Economía on 22 noviembre, 2011 at 0:01

Maciek Wisniewsk

Para los (neo)liberales el remedio a la crisis es más de lo mismo: menos estado, más recortes y menos privilegios sociales. En su visión –y en un intento de profundizar el modelo– el futuro del capitalismo no será el retorno al Estado, sino más liberalismo.

Como al heredero de lo mejor en él –la libertad individual y el rechazo al crecimiento del Estado– apuntan al Tea Party, un continuador del potencial ciudadano y de la democracia genuina, que tanto en su tiempo alababa el liberal francés Alexis de Tocqueville.

Esto contrasta tanto con el presente –el Tea Party es construido desde arriba y representa los intereses del capital (véanse los estudios de Anthony DiMaggio)– como con la historia del liberalismo en lo que se refiere a la libertad individual o la democracia.

Para verlo, hay que salir del discurso liberal hegemónico desde los finales del siglo XVIII.

Este fue el propósito de Domenico Losurdo, un filosofo italiano, quien en su libro Liberalism: a counter-history(Verso, Londres, 2011), leyendo directamente a los clásicos como John Locke, Edmund Burke, John Stuart Mill, Adam Smith, Thomas Jefferson o De Tocqueville, va a contrapelo de la hagiografía dominante.

El liberalismo es ambiguo: hoy abarca ideas desde la libertad del individuo frente al Estado, defensa de la propiedad privada y las virtudes del laissez-faire,hasta democracia, tolerancia y los derechos humanos e incluso el estado de bienestar.

Pero como subraya Losurdo, nació como una ideología de la clase capitalista emergente, por lo que es útil verlo como una dialéctica de emancipación (que la llevó al poder) y des-emancipación (que garantizaba su dominación).

Su beneficiaro era hombre blanco, propietario, latifundista y/o dueño de los esclavos. ¿Entonces quién representó mejor la libertad individual?, pregunta el autor. ¿Toussaint L’Ouverture, que lideró la rebelión antiesclavista en Haití, o Locke, Mill o Burke, enemigos de laesclavitud política (la monarquía), pero defensores de la esclavitud real, un bien positivo a que la civilización no podía renunciar?

La libertad de los libres siempre estuvo basada en la opresión de los oprimidos, sectores excluidos del código del liberalismo, subraya Losurdo, ya que éste carecía de una idea universal del hombre y de la igualdad.

El auge de los estados liberales en Gran Bretaña y en Estados Unidos y la consolidación del nuevo orden político con fuerte acento en la raza y en las clases –“master-race democracy”, que fue en realidad el sistema que aplaudía De Tocqueville– significó también despojos, hambrunas y genocidios de irlandeses e indios, multiplicados en las guerras coloniales para llevar la civilización y el libre comercio a los inferiores (la acumulación originariaanalizada por Marx). Capítulo central deDos tratados sobre el gobierno de Locke, se titula De la propiedad; debería llamarse De la expropiación, escribe Losurdo.

Hay que sumar el trato cruel a los sirvientes y a los pobres culpables de su condición, privados de libertades cívico-políticas y reprimidos por el Estado (hasta aquí el cuento de su papel mínimo).

Y la explotación de la clase obrera sin posibilidad de asociación –no para defender derechos que no existían, sino la vida desnuda–, ya que para los liberales el sindicalismo era premoderno y olía a ancien régime (¿no es el mismo tono de hoy, que un poco de seguridad social será un regreso a los totalitarismos?).

El autor destaca gran flexibilidad del liberalismo que hizo suyas varias demandas externas como el voto universal o el reconocimiento a los sectores excluidos, pero subraya que hasta hace poco ha sido hostil a la democracia y la superación de sus limitaciones ha sido el meollo de la lucha por ella (el fin de la esclavitud o las conquistas laborales tampoco eran resultados de una evolución pacífica interna, sino de una necesaria violencia).

Además, su avance no es lineal: presionado, produjo una corte social con Keynes, pero luego retrocedió al neoliberalismo abandonando sus compromisos democráticos y sociales (y usando el Estado según los intereses de las elites). Tensiones y contradicciones sujetadas a los patrones del sistema en que opera el liberalismo.

En este sentido resulta interesante leer el libro de Losurdo junto con el nuevoopus de Immanuel Wallerstein, el cuarto tomo de The modern world-system. Centrist liberalism triumphant 1789-1914 (University of California, Berkeley, 2011), donde el sociólogo estadunidense contando la historia del largo siglo XIXa través del triunfo del liberalismo evidencia el vínculo estructural entre el capitalismo y la geocultura liberal, que determinó la forma moderna de los estados, de la ciudadanía y de las ciencias sociales.

Para Wallerstein la geocultura liberal ya murió con la caída del comunismo en 1989. En su visión el actual sistema-mundo también llega a su fin y la crisis es uno de los síntomas. El paso a algún diferente –en unas tres, cuatro décadas– significa que ya no habrá futuro para el capitalismo, y menos para el liberalismo.


(*) Maciek Wisniewsk es periodista polaco.


[Fuente: La Jornada]






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La vida en la nación prisión

In Actualidad, Represión on 22 noviembre, 2011 at 0:00

Mark Engler


Este verano Richard James Verone, un hombre de 59 años residente de Gastonia,  Carolina del Norte, entró en un banco, le entregó una nota a una cajera indicando que estaba realizando un robo y exigió efectivo. Extrañamente, no quería mucho dinero. Pidió $1 dólar a la cajera. Luego le dijo que esperaría desarmado, sentado en el sofá del vestíbulo, a que llegara la policía.

Verone, que está desempleado, tiene un tumor en el pecho y discos herniados en la espalda, pero le había sido imposible obtener un seguro de salud. No estaba robando el banco por dinero. Lo que en realidad buscaba era atención médica gratuita en prisión.

El ladrón se equivocaba al pensar que una vez encarcelado obtendría una buena atención médica. Hace mucho que privar a prisioneros de un tratamiento adecuado  ha sido un hecho tácito del castigo criminal en EE.UU., tema de reclamaciones judiciales y de informes de derechos humanos. Pero él tiene razón en que, incluso en una época de austeridad, las cárceles siguen siendo un centro de crecimiento y financiamiento gubernamentales.

Si a Verone lo condenan a prisión, será parte de unos 2,3 millones de norteamericanos tras las rejas, una cifra que empequeñece el número de presidiarios en cualquier otro país. Esto incluye a China, que tiene cuatro veces la población de Estados Unidos. Según el Centro Internacional para Estudios de Prisión, EE.UU. encierra a sus residentes con una tasa de 743 por cada 100 000 –mucho más alta que las del Reino Unido (152), Canadá (117) o Japón (58).

El paradigma del “libre mercado” neoliberal prescribe que el estado abandone sus responsabilidades en áreas tales como educación, vivienda, salud pública y cuidado de ancianos. Sin embargo, en nombre de defender el “imperio de la ley”, el estado neoliberal mantiene –e incluso expande– sus instrumentos más coercitivos: las fuerzas armadas y las penitenciarías.

La población penal norteamericana ha crecido más de cuatro veces desde la década de 1970, debido principalmente a su fracasada “guerra a las drogas” y a requerimientos obligatorios de sentencia que elimina la capacidad de los jueces de imponer castigos razonables. Los estudios indican que los blancos y los afro-norteamericanos usan y venden drogas en tasas similares. Sin embargo, en 2003, los negros tenían 10 veces más posibilidades de ser encarcelados por delitos relacionados con las drogas.

Siempre ha sido cierto que el dinero que se gasta en prisiones podía haber sido usado con propósitos más humanitarios y productivos. Pero ahora que los presupuestos estatales están disminuyendo y que el gasto en la encarcelación ha llegado casi a $70 mil millones, se siente directamente el cambio.

Durante su último año en el cargo, hasta el héroe de filmes de acción convertido en gobernador republicano de California, Arnold Schwarzenegger, se quejó de un cambio inverso histórico: tres décadas antes, 10,1 por ciento de los gastos del fondo general del estado se dedicaban a la educación superior y 3,4 por ciento a las prisiones. Para 2010, las prisiones consumían el 11 por ciento del presupuesto, pero las universidades solo 7,5 por ciento.

Las prisiones han demostrado el fracaso del gobierno en proveer tratamiento por problemas de salud mental, con más de la mitad de los prisioneros en EE.UU. padeciendo de graves problemas psicológicos. Como señaló recientemente The Christian Science Monitor, la cárcel del condado de Los Ángeles ha sido calificada como “el mayor hospital psiquiátrico de Estados Unidos”.

Si el robo de banco de Verone es una parábola adecuada para la vida en la Nación Prisión, otra historia de Wisconsin es igualmente tremenda: a principios de este año, cuando el gobernador anti-sindicalista Scott Walker eliminó las negociaciones colectivas para los empleados públicos, permitió el incremento del uso de trabajo forzado. Como resultado, en el condado Racine, prisioneros a los que no se les paga han realizado trabajos de jardinería y mantenimiento que anteriormente hacían empleados públicos sindicalizados.

Grupos conservadores como el Concejo Norteamericano de Intercambio Legislativo (ALEC, por sus siglas en inglés) están presionando a favor de medidas similares en todo el país, argumentando a favor de eliminar las restricciones al trabajo de prisioneros y para los despidos del sector público.

Por supuesto, no son los guardas ni los soldados a los que quieren disminuir. Gran parte del mundo ya vive la experiencia del gobierno norteamericano fundamentalmente por medio de sus militares. Si triunfan los ideólogos y se eliminan otras instituciones públicas, los que vivimos en el país también nos enfrentaremos a un estado curtido. Todo lo que quedará es la prisión.


(*) Mark Engler es analista principal de Foreign Policy In Focus y autor de Cómo dominar el mundo: la próxima batalla por la economía global (Nation Books). Se le puede contactar por medio del sitio web http://www.DemocracyUprising.com.


[Fuente: Progreso Semanal]