Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias

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Irak: la debacle

In Actualidad on 7 diciembre, 2011 at 0:00

John Saxe-Fernández


Los órdenes de magnitud de la debacle humana, económica y hegemónica ocasionada por la guerra desatada por Estados Unidos en marzo de 2003 sobre la población iraquí son de orden mayor. El número de bajas no se mide en pocos cientos de miles, como dicen algunas ONG de ese país, por lo que conviene precisar que la prestigiosa revista Lancet registró 100 mil muertes por violencia relacionada con la invasión y ocupación en 2004. Una encuesta realizada a mediados de 2006 por investigadores de la Universidad Johns Hopkins elevó la cifra a 600 mil bajas civiles.

En una amplia encuesta realizada en regiones y ciudades de Irak por Opinion Research Business (OPB) de Inglaterra, usando procesos y datos confirmados por el Independent Institute for Administration and Civil Society (IIACS), empresa de investigación que opera en Irak con una red de entrevistadores que cubren regiones y las principales ciudades y áreas rurales, concluyó que entre marzo de 2003 y agosto de 2007, la cifra de muertos por la guerra y ocupación fue de un millón 33 mil. Tomando en cuenta el margen de error presente en toda encuesta, el rango oscila entre 946 mil y un millón 120 mil bajas. ¡Eso fue hace cuatro años!

La catástrofe humanitaria en Irak (y en Afganistán) es de enorme magnitud, en medio de la indolencia, para decirlo de manera muy suave, por parte de Naciones Unidas y la Corte Penal Internacional. En 2004 fui testigo de la fiscalía en el juicio a Estados Unidos por crímenes de Guerra en Irak realizado por el tribunal BRussells, (llamado así en homenaje a Bertrand Rusell, y porque tiene su sede en Bruselas) una instancia de conciencia que se convocó siguiendo la tradición sentada por el tribunal convocado por Russell y Sartre en torno a la guerra de Vietnam, que ahora opera en el mundo y en México como Tribunal Permanente de los Pueblos. Al escuchar los testimonios de habitantes, médicos, ingenieros, profesores, investigadores, era claro que la embestida por el petróleo, toda ella, era –y es– un gran crimen de guerra, equiparable a lo peor que se vivió durante la era oscura de los nazis.

Se registran más de 5 mil 500 científicos, filósofos, académicos, investigadores y particularmente científicos atómicos, médicos y químicos, asesinados o desaparecidos. Cincuenta por ciento de todos los habitantes de Bagdad reportan haber perdido al menos un familiar entre marzo de 2003 y marzo de 2009. Con una población de 23 millones hay 5 millones de huérfanos y 3 millones de viudas. Los hospitales desabastecidos de médicos y medicinas, las cárceles repletas y con 400 centros secretos donde las condiciones que el mundo vio en Abu Graib son descritas como humanas en comparación con lo que ocurre en un sistema de cárceles de un gobierno bajo la égida y ocupación de Estados Unidos, que ha sacrificado 5 mil soldados suyos y 2 mil quinientos de la coalición. (Statements, Dossiers of the BRussells Tribunal:)

El costo económico relacionado con el precio del petróleo y la inestabilidad en Medio Oriente es enorme. Para Joseph Stiglitz y Linda Bilnes, en 2008 ya se acumulaba un monto de 3 billones de dólares. En 2010 reconocieron que sus cálculos, que incluyen el presupuesto destinado a Irak y el impacto sobre la economía de Estados Unidos, había sido muy bajo porque no se contemplaron los costos de oportunidad. En sus palabras, hoy parece que nuestro cálculo de 3 billones fue, si se puede decir algo, muy bajo.
Para 2011 el contagio desde Europa de la debacle económico-financiera y del empleo acentúan riesgos depresivos ominosos para América Latina y la paz mundial, por la propensión de Estados Unidos de tratar de neutralizar su desplome moral y desbarajuste económico y hegemónico, por la vía militar. Con miras a la relección Obama anuncia con fanfarrias el retiro de tropas ante un electorado que rechaza la guerra, pero no menciona que aumentará el número de contratistas. Washington se ahoga en sus crímenes de guerra y en el pantano de su propia hechura.

Los órdenes de magnitud de la debacle humana, económica y hegemónica ocasionada por la guerra desatada por Estados Unidos en marzo de 2003 sobre la población iraquí son de orden mayor. El número de bajas no se mide en pocos cientos de miles, como dicen algunas ONG de ese país, por lo que conviene precisar que la prestigiosa revista Lancet registró 100 mil muertes por violencia relacionada con la invasión y ocupación en 2004. Una encuesta realizada a mediados de 2006 por investigadores de la Universidad Johns Hopkins elevó la cifra a 600 mil bajas civiles.

En una amplia encuesta realizada en regiones y ciudades de Irak por Opinion Research Business (OPB) de Inglaterra, usando procesos y datos confirmados por el Independent Institute for Administration and Civil Society (IIACS), empresa de investigación que opera en Irak con una red de entrevistadores que cubren regiones y las principales ciudades y áreas rurales, concluyó que entre marzo de 2003 y agosto de 2007, la cifra de muertos por la guerra y ocupación fue de un millón 33 mil. Tomando en cuenta el margen de error presente en toda encuesta, el rango oscila entre 946 mil y un millón 120 mil bajas. ¡Eso fue hace cuatro años!

La catástrofe humanitaria en Irak (y en Afganistán) es de enorme magnitud, en medio de la indolencia, para decirlo de manera muy suave, por parte de Naciones Unidas y la Corte Penal Internacional. En 2004 fui testigo de la fiscalía en el juicio a Estados Unidos por crímenes de Guerra en Irak realizado por el tribunal BRussells, (llamado así en homenaje a Bertrand Rusell, y porque tiene su sede en Bruselas) una instancia de conciencia que se convocó siguiendo la tradición sentada por el tribunal convocado por Russell y Sartre en torno a la guerra de Vietnam, que ahora opera en el mundo y en México como Tribunal Permanente de los Pueblos. Al escuchar los testimonios de habitantes, médicos, ingenieros, profesores, investigadores, era claro que la embestida por el petróleo, toda ella, era –y es– un gran crimen de guerra, equiparable a lo peor que se vivió durante la era oscura de los nazis.

Se registran más de 5 mil 500 científicos, filósofos, académicos, investigadores y particularmente científicos atómicos, médicos y químicos, asesinados o desaparecidos. Cincuenta por ciento de todos los habitantes de Bagdad reportan haber perdido al menos un familiar entre marzo de 2003 y marzo de 2009. Con una población de 23 millones hay 5 millones de huérfanos y 3 millones de viudas. Los hospitales desabastecidos de médicos y medicinas, las cárceles repletas y con 400 centros secretos donde las condiciones que el mundo vio en Abu Graib son descritas como humanas en comparación con lo que ocurre en un sistema de cárceles de un gobierno bajo la égida y ocupación de Estados Unidos, que ha sacrificado 5 mil soldados suyos y 2 mil quinientos de la coalición. (Statements, Dossiers of the BRussells Tribunal:)

El costo económico relacionado con el precio del petróleo y la inestabilidad en Medio Oriente es enorme. Para Joseph Stiglitz y Linda Bilnes, en 2008 ya se acumulaba un monto de 3 billones de dólares. En 2010 reconocieron que sus cálculos, que incluyen el presupuesto destinado a Irak y el impacto sobre la economía de Estados Unidos, había sido muy bajo porque no se contemplaron los costos de oportunidad. En sus palabras, hoy parece que nuestro cálculo de 3 billones fue, si se puede decir algo, muy bajo.

Para 2011 el contagio desde Europa de la debacle económico-financiera y del empleo acentúan riesgos depresivos ominosos para América Latina y la paz mundial, por la propensión de Estados Unidos de tratar de neutralizar su desplome moral y desbarajuste económico y hegemónico, por la vía militar. Con miras a la relección Obama anuncia con fanfarrias el retiro de tropas ante un electorado que rechaza la guerra, pero no menciona que aumentará el número de contratistas. Washington se ahoga en sus crímenes de guerra y en el pantano de su propia hechura.


http://jsaxef.blogspot.com/


[Fuente: La Jornada]






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Que no sólo los derrotados paguen por la guerra

In Actualidad on 7 diciembre, 2011 at 0:00

Zhong Sheng


Cada vez es más probable que EEUU y sus aliados de la OTAN apliquen el modelo de Libia para involucrarse en una intervención militar en Siria. Washington y París han amenazado con recurrir a la fuerza, e incluso hay informaciones de que un portaaviones estadounidense navega hacia aguas cercanas al país árabe. El desarrollo de la situación no sólo concierne al destino del Poder sirio, la estabilidad regional y el estatus quo del mundo árabe, sino que también está estrechamente ligado a los intereses de toda la comunidad internacional.

En comparación con las informaciones que solían pulular en los medios informativos cuando se produjeron las agresiones a Afganistán e Irak, durante los ataques de EEUU y la OTAN a Libia pudo notarse una menor presión diplomática y moral. Prácticamente ningún país occidental expresó dudas sobre la legalidad de la guerra contra Gadafi. En el ámbito mundial, tampoco aparecieron similares manifestaciones antibélicas. ¿Se debió acaso a la indignación pública que se volcó contra Gadafi? ¿O a que la situación económica no permitía deparar demasiada atención a la guerra? ¿Acaso las ya prolongadas y sangrientas guerras de Afganistán e Irak han entumecido la sensibilidad de las sociedades?

Después de todos estos años, lo que sí queda claro es el porqué de la impunidad que hoy protege a los responsables de las guerras.

El precipitado involucramiento de EEUU, Francia y sus aliados en la situación siria llega de la mano de su satisfacción por los resultados de la rapiña practicada en Libia. Como dice un dicho occidental, “con el martillo en la mano, todas las cabezas nos parecen clavos”, el cual encarna a la perfección la urgencia occidental por desencadenar un guerra contra Siria.

Sin embargo, los martillazos pudieran no resultar tan efectivos como desean. Al desencadenar la guerra de Libia, la OTAN creyó alcanzar su meta en pocos días. Inesperadamente, la guerra duró más de ocho meses y hubo disensiones internas en el seno de la OTAN. No en balde se habla de una victoria pírrica sobre Trípoli.

Siria, considerada el “corazón latente” del mundo árabe, limita geográficamente con Israel. La persistencia de su animosidad mutua, derivada en buena medida de la ocupación israelí de las Alturas de Golan, suponen la existencia de un polvorín regional a punto de estallar. Puesta contra la pared, Siria bien podría lanzarse a una guerra contra Israel, lo que generaría un caos generalizado en el Medio Oriente. Siria ya ha declarado que atacará a Israel en caso de que Occidente perpetre una intervención militar.

Siria es el aliado más importante de Irán en el mundo árabe. Un grupo de analistas estadounidenses comenta que los esfuerzos por presionar a Siria están destinados a desbrozar el camino para atacar a Irán. Por eso, no se puede excluir la posibilidad de que Irán intervenga en el conflicto. Esto conllevaría el desafío para EEUU de encarar dos guerras simultáneas.

El Medio Oriente es como un inmenso pantano, en cuyas traicioneras aguas habitan todo tipo de crisis encubiertas. Como demuestra la historia, esta región ha obligado a las superpotencias a gastar fabulosos recursos y pone al mundo en quiebra con notoria facilidad.

No hay espacio para armonizar la guerra y la paz, ni para incorporarlas simultáneamente al destino de la humanidad. Aunque los conflictos sean regionales, no sólo serán los derrotados quienes paguen los platos rotos de las conflagraciones armadas. Imposible menospreciar su impacto en la configuración mundial.

El problema sirio debe resolverse dentro del marco de la Liga Arabe, impidiendo la intervención militar foránea, como forma de garantizar respeto para los intereses comunes de Siria, los demás países árabes y la comunidad internacional.


[Fuente: Diario del Pueblo]